Cuando todo sube

El Gobierno de Evo Morales, por primera vez en su serie desde 2006, no quería implementar el incremento salarial. Había apostado por congelar salario mínimo y ligar a la inflación, aplicando recetas de lo más FMI, para apuntalar así un principio de recuperación, merced al respiro que han...

El Gobierno de Evo Morales, por primera vez en su serie desde 2006, no quería implementar el incremento salarial. Había apostado por congelar salario mínimo y ligar a la inflación, aplicando recetas de lo más FMI, para apuntalar así un principio de recuperación, merced al respiro que han dado las cotizaciones al alza de las materias primas, que se empieza a sentir en el país.

En la práctica suponía un giro de 180 grados respecto a la política expansionista y “fantástica” del gurú Luis Arce Catacora, redescubridor de la vieja receta del consumo interno y la redistribución a través del consumo, pilar esencial del capitalismo neoliberal.

Finalmente, la política acabó imponiéndose y el presidente Evo Morales acabó definiendo cifras que, sobre todo, han puesto en apuros a sus propias instituciones. Varios Gobernadores y Alcaldes del MAS han salido a declarar impunemente que no cumplirán con el decreto mientras que las empresas estatales alistan otro tipo de medidas que no se destacan precisamente por su creatividad, sino más bien lo contrario: incrementar los precios de forma unilateral y con especial incidencia allí donde son monopolio.

La encargada de abrir fuego ha sido la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE). El Ministro de Energía, Rafael Alarcón, ya debutó en el cargo con un incremento para sanear cuentas y en este 2018 ha repetido fórmula, eso sí, con más opacidad en su presentación, pues camufló un incremento general en el dato teórico de que solo afectaría a los grandes consumidores cuasi fraudulentos que superan los mil kilowatios hora al mes, excesivo para el consumo doméstico.

Los incrementos, que van del 0,5 por ciento al 11 por ciento, no han caído bien en las juntas vecinales y se alistan movilizaciones. Con el primer incremento sucedió lo mismo, pero no hubo marcha atrás. Ni siquiera en Yacuiba donde hace dos semanas se tomaron las calles y avenidas para protestar por las altas tarifas de Servicios Eléctricos de Tarija (Setar) se han sostenido las protestas actuales.

El temor evidente es que todo suba a partir del incremento de tarifas de luz, de hecho ya las cooperativas y empresas de agua han advertido que imitarán el ejemplo puesto que ese concepto es uno de los que más les cuesta en su producción.

Un posible incremento generalizado de precios no preocuparía tanto si el mercado laboral no se hubiera enrarecido tanto en los últimos meses. El anuncio anticipado de la existencia del doble aguinaldo a final de año ha frenado en seco la contratación y limitado a su vez el gasto corriente de la mayoría de las empresas, que luego de haber padecido durante años los efectos de la desinversión, ahora hacen esfuerzos por ahorrar lo más posible para no descuadrar sus balances. La reducción del gasto, a su vez, va en contra de los postulados que defienden la receta del mercado interno y el dinamismo del consumo.

En definitiva, el Gobierno vuelve a jugárselo todo al precio de las materias primas para estabilizar una situación que empieza a dar síntomas de agotamiento y sobre todo, de desconfianza.

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