Montes el masista

Han pasado tres años y la obsesión del ex alcalde Óscar Montes por recuperar el control del Municipio de Tarija, del que ha vivido junto a su familia durante quince años, se ha desbordado. La posibilidad de que tome el control del Concejo Municipal a través de una alianza con el Movimiento...

Han pasado tres años y la obsesión del ex alcalde Óscar Montes por recuperar el control del Municipio de Tarija, del que ha vivido junto a su familia durante quince años, se ha desbordado. La posibilidad de que tome el control del Concejo Municipal a través de una alianza con el Movimiento Al Socialismo, un concejal familiar, otro casi familiar y un Francisco Rosas calculador ha desatado la furia del alcalde Rodrigo Paz, que hasta la fecha había mantenido una posición excesivamente tolerante ante los ataques sostenidos por Montes y todo el equipo que lo empuja.

Paz ha estallado argumentando e hilando fino sobre la alianza de Montes y el MAS: impunidad a cambio de poder institucional. Paz habla con datos, media docena de casos pendientes de revisión en diferentes estrados de la judicatura luego de algunas resoluciones un tanto forzadas, como la prescripción del delito de enriquecimiento como si la Marcelo Quiroga Santa Cruz no existiera. Montes ha enfrentado muchos más, especialmente desde 2010, cuando el concejal Sergio Gallardo se convirtió en el gran fiscalizador y afinó sus arremetidas en coordinación con el Ministerio de Transparencia y el resto de operadores. Después, la mayoría de procesos han ido cayendo uno detrás de otro.

Montes ha tenido una historia política aparentemente sencilla. Heredero de la estructura del MIR, se acomodó en Tarija capital y nunca se preocupó demasiado en otras lides. Apenas colocar uno o dos diputados en puestos ganadores sin mancharse demasiado en los bajos fondos. Construir canchas, contentar a los barrios, no obligar demasiado… Todo tranquilo hasta que el presidente Evo Morales inició su implacable técnica de seducción y que, de entrada, supone media docena de invitaciones públicas a levantar el puño hasta que la broma se convierte en tema serio para tratar en despacho.

En 2014 Montes era objeto de deseo y Morales le pidió la incorporación. Luis Alfaro, un histórico del MAS que por entonces se desmarcaba arguyó entre sus lamentos que el alcalde Montes había sido quien había armado las listas del MAS para la Asamblea Plurinacional. Un amigo indisimulado de Montes, el rico empresario Milcíades Peñaloza aparecía en la primera línea como primer senador. Montes después se sumó a la tercera vía abierta por Tuto Quiroga al frente del Partido Demócrata Cristiano que acabó por dividir la oposición y garantizar los dos tercios del partido azul.

A la vuelta llegaron las elecciones subnacionales y Montes quería ser Gobernador, el MAS también quería que lo fuera, pero con sus siglas. No cabía ya más especulación. Se pidió el blanqueamiento y lo rechazó. Montes, que ya había armado la alianza opositora, acabó renunciando a la carrera. En un acto de partido cuasi familiar, irónicamente con Rodrigo Paz dando la cara por Montes, se anunció la declinación alegando presiones judiciales a la familia. No tardaron en llegar las imputaciones y denuncias de enriquecimiento implicando a toda la familia.

El paralelismo que hace Paz entre la extraña caída de sus procesos judiciales y la alianza con el MAS, apreciada también en los silencios de sus autoridades electas en asuntos como Tariquía, el 21F, etc, es evidentemente negada por el propio Montes y sus aliados. Todos vienen a trabajar por Tarija, a fiscalizar y a renovar, y ahí vienen las debilidades.

Durante quince años, el alcalde Óscar Montes dejó crecer la ciudad hacia todas las direcciones sin orden ni concierto, protegiendo decenas de asentamientos ilegales, amenazando quebradas y fuentes de agua. Durante quince años dejó crecer el transporte desordenado, micros dueños de las calles y taxis sin control alguno. Durante quince años ni se solucionó el agua, ni se cambió la terminal de buses, ni se pudo hacer la triste planta de tratamiento… es irracional por tanto pensar que la mejor alternativa es volver al pasado. No suena precisamente a renovación, y aunque hacer política es dominar el arte de hacer posible lo imposible, en política no todo cabe.

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