Las exageraciones de Sánchez

El ministro de Hidrocarburos ha entrado en una dinámica difícil de sostener en el mediano plazo. Una pluriactividad muy en la línea de la comunicación política que, dicen, se estila ahora: dejarse ver entregando obras, haciendo fotos o firmando convenios al menos dos o tres veces al...

El ministro de Hidrocarburos ha entrado en una dinámica difícil de sostener en el mediano plazo. Una pluriactividad muy en la línea de la comunicación política que, dicen, se estila ahora: dejarse ver entregando obras, haciendo fotos o firmando convenios al menos dos o tres veces al día.

En el mes de abril Luis Alberto Sánchez, el ministro, luego de unos cuantos meses de perfil bajo y sin prodigarse excesivamente en el departamento, ha retomado su agenda cargándola de actos y anuncios de todo tipo. Además ha contado con el acompañamiento del presidente Evo Morales en esta especie de gymkana desplegada.

El Ministro de Hidrocarburos se ha acostumbrado a llenar sus discursos de infinidad de datos tanto de reservas, como de producción. Muy aficionado también es a hacer proyecciones de lo que generarán en renta petrolera a pesar de las muchas incertidumbres que sobrevuelan los cálculos de los precios finales de exportación o venta en el mercado interno. La cuestión es que Sánchez las maneja con soltura, con naturalidad, acostumbrado a acudir a ellas ante cualquier dificultad, sobre todo cuando se trata de comparar la inversión actual con la de antes de la nacionalización.

El asunto es más delicado de lo que parece. Su equipo, tal vez por falta de conocimiento o de capacidad, está contribuyendo probablemente sin querer a una confusión generalizada sobre el estado del sector de los hidrocarburos. La información, muchas veces diferente a la que brinda Yacimientos u otras instancias del Gobierno, está diseñada específicamente para celebrar una buena noticia y no brindar la información global.

En este juego de fiestas en el que el sector se encuentra inmerso, la principal confusión gira en torno al estado real de las reservas. La última certificación oficial, de 2013, habla de 10,45 trillones de pies cúbicos. Desde entonces y a pesar de las obligaciones legales de publicar anualmente esta certificación, el Ministerio se ha mostrado reticente, hasta que la presión del propio Álvaro García Linera, que en junio del año pasado aseguró que la consultora ya estaba contratada, permitió la licitación.

Hasta el mes de mayo se espera conocer el estado real de las reservas. Desde 2012 no ha habido incorporación de grandes reservorios que hayan sorprendido a nivel nacional, sin embargo Sánchez asegura que se han podido reponer los aproximadamente 0,6 trillones de pies cúbicos que se consumen anualmente.

Pero, en lugar de esperar pacientemente los resultados, Sánchez y su equipo se han lanzado a una campaña de promoción de cifras no certificadas que tendrán un complejo destino. Desde el entorno más cercano de Sánchez se ha difundido con visos de certeza que Bolivia tiene 132 trillones de pies cúbicos de gas natural convencional y más de 100 no convencional. ¿Qué hará el ministro Sánchez si la certificación de reservas en marcha apenas supera los 10 u 11 trillones de pies cúbicos? O ¿cómo hará para justificar el incremento exponencial que su entorno asegura?

La baza es evidentemente el no convencional, que contado así puede parecer una apuesta por la innovación tecnológica desde Bolivia, pero que en el fondo no es más que la adquisición de licencias y tecnología norteamericanas para explotar mediante la fractura hidráulica (el temido fracking) las reservas de pizarra de esquisto. Una técnica en ninguna comunión con los principios de respeto a la Madre Tierra y que es una de las principales amenazas al medioambiente mundial.

Sánchez ha logrado convencer a Morales de que el camino de Bolivia pasa por implementar esa tecnología que hace tres años era tabú en el gobierno. El Ministro está cada vez más cerca del mandatario y no hay intermediario en esto. Suya es la responsabilidad de haber convencido al primer presidente indígena de Bolivia.

Las reservas convencionales deberían servir para cubrir las necesidades internas y de industrialización además de permitir la exportación, sin embargo, las elevadas cifras con las que se ha experimentado en los últimos meses, va a multiplicar los cuestionamientos sobre la cifra final que arroje la certificación. Y en la desesperación, legitimar el fracking, ya contratado para áreas como Miraflores, parece ser el objetivo de la estrategia de la exageración.

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