Cada vez pasamos más tiempo frente a una pantalla
Economía de la atención: ¿qué es y cómo nos afecta?
Cada vez tenemos más información a nuestro alcance, pero nuestra capacidad de prestarle atención a toda ella es limitada. Se debe comprender que implica esto para nuestras vidas



Basta tomar el teléfono celular, entrar a un buscador y poner la cuestión que nos interesa conocer. En unos segundos tendremos a nuestra disposición miles ‒sino millones‒ de resultados que nos presentarán los datos que necesitamos. Dependerá del algoritmo del buscador que utilicemos, así como de nuestra capacidad de discriminación para reconocer que información es útil y cual no, que fuentes son confiables o cuales hacen parte de lo que ahora se conoce como “fake news”.
Pero de esta situación ‒que hubiese parecido una distopía hace tan solo unas décadas‒ se deriva un gran problema: nuestra atención es incapaz de absorber toda la información que está disponible. Es así que en el ánimo de monetizar nuestra atención, quienes producen información intentan obtener la mayor cantidad de ella; es decir, se genera una “economía de la atención”.
La disputa por nuestra atención
El término “economía de la atención” fue acuñado por el economista Michael Goldhaber para referirse al siguiente problema: “Si la Web y la Red pueden ser vistas como espacios en los que gastaremos cada vez más nuestras vidas, las leyes económicas bajo las que viviremos tienen que ser entendidas en este nuevo espacio. Estas leyes resultan ser bastante diferentes de lo que la vieja economía enseña, o de lo que sugieren rúbricas como ‘la era de la información’”.
“Lo que más cuenta es lo que más escasea ahora: la atención. La economía de la atención trae consigo su propio tipo de riqueza, sus propias divisiones de clase ‒estrellas vs. fanáticos‒ y sus propias formas de propiedad, todo lo cual la hace incompatible con la economía industrial basada en el mercado de dinero. El éxito llegará a aquellos que mejor se adapten a esta nueva realidad".
La atención humana ahora se trata como un bien escaso, que debe ser gestionada de distintas maneras para lograr su monetización. Esto implica un cambio importante de paradigma, porque desde esta perspectiva el bien escaso ya no es la información.
“El giro conceptual consiste en considerar a la información como un sujeto que consume atención humana. En este sentido, son las informaciones las que compiten por la atención humana. Por supuesto, que una ‘información’ no es realmente un sujeto que consuma o compita por nada, pues carece de conciencia”, señala un portal especializado en la temática.
En otras palabras, cuando la cantidad de información con la que debemos lidiar en nuestra cotidianidad es tan grande, ya no se trata solo de cómo debemos seleccionarla, sino también de asumir que no podemos ponerle toda nuestra atención.
Es por este motivo que las grandes corporaciones ‒como Facebook, Twitter, Google, entre otras más‒ tienen como principal preocupación lograr que los usuarios pasen el mayor tiempo posible de sus vidas delante de una pantalla, usando sus servicios que aparentemente son gratuitos. Sin embargo, es a través de ese uso ‒ya sea recolectando y vendiendo nuestros datos o simplemente presentándonos publicidad personalizada‒ que vuelven rentable esta actividad.
“Sabemos todo pero no podemos nada”
La filosofa catalana, Marina Garcés, en una de sus agudas críticas a la sociedad moderna, expone el límite de esta sociedad sobre-informada: “Si lo sabemos potencialmente todo, pero no podemos nada, ¿de qué sirve este conocimiento?”.
Las sociedades modernas están frente a un complejo dilema que deben enfrentar en los siguientes años, en el marco de esta economía de la atención. Se debe gestionar de otra manera este gran bagaje de información para que sea útil a la sociedad y no quede entrampada en los intereses de las grandes corporaciones.