Subsidios y gasolinazos son parte de la “petrodependencia”
Los intentos de gasolinazo de diciembre de 2010 en Bolivia, de enero de 2017 en México y el más reciente en Ecuador, tienen en común que, en todos estos casos, “se trata de manejar las tensiones entre dos objetivos que empujan en sentidos opuestos: el equilibrio las cuentas fiscales, por un...



Los intentos de gasolinazo de diciembre de 2010 en Bolivia, de enero de 2017 en México y el más reciente en Ecuador, tienen en común que, en todos estos casos, “se trata de manejar las tensiones entre dos objetivos que empujan en sentidos opuestos: el equilibrio las cuentas fiscales, por un lado, y por el otro, la existencia de un combustible barato para sostener el crecimiento de la economía”.
Esa es la lectura del experto en temas de energía y cambio climático y analista del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), Gerardo Honty.
Para el experto uruguayo, “las escaramuzas políticas” que acontecen a raíz del malestar social que se genera son “elementos superficiales, detalles anecdóticos y periféricos al problema central que es, que el crecimiento económico (y con él, el trabajo, la calidad de vida y la prosperidad) no se puede sostener si los precios de la energía son los ‘reales’, es decir, aquellos que reflejan los costos de su producción”.
Dependencia del petróleo para crecer
El tema de fondo de la reciente crisis de Ecuador, así como las pasadas en Bolivia y México, “son el reflejo de una tensión creciente entre las necesidades energéticas y la capacidad de oferta de energía”. Cosa que no ocurre solamente en estos países, sino que “es un problema central para todos, o casi todos, los gobiernos del mundo”.
Según el analista, la economía global es dependiente del combustible barato, particularmente del petróleo barato. Y es que, el mayor precio de los combustibles implica un aumento de todos los precios de la economía porque el transporte es imprescindible para mantener la actividad.
Los costos de traslado de cada trabajador a su lugar de trabajo, el acceso a los insumos industriales para la producción, proveer de alimentos básicos a los mercados, dependen del precio del combustible. Y en un contexto donde la matriz energética está basada en el petróleo y derivados, se genera una alta dependencia de los combustibles fósiles.
El automóvil, ¿indicador de bonanza?
Honty advierte que además de la relación entre combustible barato y movimiento económico, existe otra faceta igual de relevante: “el número de automóviles particulares en circulación ha sido uno de los indicadores privilegiados para señalar la bonanza económica de los países y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos”.
Las noticias en Bolivia y otros países de la región en la última década corroboran esta observación, ya que autoridades de distintos estados presentan el aumento de la venta de vehículos particulares como una evidencia de la salud del desarrollo de los países, y se ha inculcado en el imaginario social que tener un automóvil es señal de prosperidad económica, más aún si es “cero kilómetros”.
Pero el automóvil particular se vuelve una necesidad no sólo por esta percepción y búsqueda de estatus social, sino especialmente porque “el entramado económico, laboral y social de las personas se ha construido sobre la base del uso del automóvil”.
Según explica el analista del CLAES, las personas trabajan y estudian lejos de donde viven, organizan su vida contando con la movilidad del automóvil, etc.
En este contexto, aumentar los precios del combustible limita el uso del automóvil, situación percibida como “un deterioro profundo de la calidad de vida para quienes ya lo poseen y un amargo ataque a las esperanzas de quienes aguardan ansiosos su turno en la mesa de entrada de la clase media. Y el automóvil es solo un ejemplo, tal vez el más paradigmático, de una calidad de vida que depende de una energía cada vez más costosa”, puntualiza Honty.
El problema de fondo
Para el experto, el problema central es que la economía y el estilo de vida actuales no pueden sostenerse en ausencia de un petróleo barato. “Eso queda en evidencia cada vez que por alguna razón los precios internacionales del petróleo se disparan; inmediatamente el crecimiento económico se detiene, el PIB cae y en los países más vulnerables a estas variaciones, esto produce estragos”.
Por tanto, si el tipo de desarrollo proyectado hacia el futuro en los países latinoamericanos se propone sostener y profundizar la dinámica económica actual, “va a ser necesario destinar muchos recursos fiscales a mantener bajos los precios de los combustibles”, porque el costo de la producción petrolera será cada vez mayor, ya que más allá de las fluctuaciones coyunturales, el analista considera que la tendencia será al aumento.
Por tanto, Honty advierte que tener un combustible barato implicará financiarlo a partir de impuestos que “deberán salir de algún lado”. Estos impuestos podrán ser mejores o peores desde el punto de vista de la distribución social de la carga, “pero los requerimientos fiscales con estos fines serán cada vez mayores”.
La otra opción es reorientar la economía de una manera que las sociedades puedan ser menos dependientes del petróleo. Esto implicará reordenar todo el sistema productivo, las expectativas de consumo de la población e inclusive los valores sociales.
“Esto no será sencillo. Pero tampoco será sencillo sostener el crecimiento económico con un costo energético en aumento. El debate es mucho más profundo que discutir si el gobierno es más o menos de derecha o más o menos de izquierda o si las medidas son más o menos neoliberales o más o menos progresistas. Vivimos en una sociedad petrodependiente en tiempos de petróleo caro, y sostener o eliminar la dependencia requerirá de muchos esfuerzos”, advierte.