El sistema padece de muy baja productividad y más envejecimiento
La inversión en nuevas tecnologías es débil y por tanto incapaz de restaurar el crecimiento de la productividad. Esta situación, combinada con el envejecimiento de la fuerza de trabajo a nivel mundial, está generando una ralentización del crecimiento económico en países desarrollados. De...



La inversión en nuevas tecnologías es débil y por tanto incapaz de restaurar el crecimiento de la productividad. Esta situación, combinada con el envejecimiento de la fuerza de trabajo a nivel mundial, está generando una ralentización del crecimiento económico en países desarrollados. De esta manera, algunos expertos advierten que las perspectivas demográficas del capitalismo no son alentadoras.
Según explica el economista británico Michael Roberts, el crecimiento económico depende de dos factores: 1) el tamaño de la mano de obra empleada, y 2) la productividad de esa fuerza de trabajo.
“En el primer factor, hay una decadencia demográfica. Las economías capitalistas avanzadas se están quedando sin fuerza de trabajo humana. En cuanto al segundo factor, el crecimiento de la productividad de la mano de obra empleada se está desacelerando”. Entre los elementos que influyen la productividad está la “falta de demanda efectiva que aliente a los capitalistas a invertir en tecnologías que mejoren la productividad”, y las “insuficientes tecnologías eficaces que mejoren la productividad”.
En síntesis, la inversión en nuevas tecnologías es demasiado débil compara restaurar el crecimiento de la productividad, en gran parte porque los inversionistas en las economías desarrolladas “no creen que es rentable invertir en nuevas tecnologías para reemplazar a la mano de obra”, según afirma Roberts.
De hecho, en la última década -posterior a la crisis de 2008-, en muchas de las principales economías, como EEUU, el Reino Unido, Japón y en Europa, las empresas han preferido mantener su fuerza de trabajo y contratar nuevos trabajadores con contratos más precarios, con menos derechos no salariales, a tiempo parcial o temporales. Ello también se ha generalizado en economías emergentes y países en desarrollo (Bolivia y Latinoamérica incluido).
Esto ha logrado reducir significativamente las tasas oficiales de desempleo, pero se mantienen tasas de inversión bajas. “Así, el crecimiento de la productividad es débil y en general el crecimiento del PIB real está por debajo de la media”, agrega el experto.
Sesenta años de bajón
Las tendencias identificadas anteriormente están estrechamente vinculadas con la lentitud del crecimiento económico global identificado por el economista del Grupo de Investigación de Economía Geopolítica de la Universidad de Manitoba (Canadá), Alan Freeman.
Según Freeman, “el crecimiento económico del Norte industrial ha caído de forma continua, con interrupciones breves y limitadas, por lo menos desde la década de 1960. La tendencia es extremadamente fuerte e incluye a todas las grandes economías del Norte sin excepción”.
Estas características hacen que sea “muy probable” que esta tendencia “sea sistémica”, es decir, se explica por la estructura de la economía mundial en su conjunto, y no es simplemente la consecuencia de los problemas u oscilaciones de un país en particular.
Contradicción y crisis
A decir de Roberts, esto muestra que “el capitalismo no está cumpliendo con su única justificación: expandir las fuerzas productivas. Se agota”. Y junto a ello, la desigualdad de la riqueza y los ingresos en las principales economías es cada vez mayor, los niveles de pobreza y la brecha entre países ricos y pobres y entre la gente es cada vez mayor. Y la naturaleza y el clima están gravemente afectados.
¿Cómo se puede salir de esta espiral descendente sin salir del sistema? El marxista británico piensa que “la manera de restaurar el crecimiento de la productividad y que las economías crezcan a un ritmo que pueda satisfacer las demandas de la gente de una vivienda digna, educación, sanidad y energías renovables, es impulsando la inversión en nuevas tecnologías y en formación laboral para ellas y distribuir las ganancias a todos”.
Sin embargo, es justamente ahí donde radica la contradicción de la producción capitalista: “Es una producción para el beneficio, no para la satisfacción de necesidades”.
Por tanto, el aumento de la inversión en tecnología que sustituye el trabajo que crea valor “conduce a una tendencia decreciente de la rentabilidad. La necesidad de ampliar y desarrollar las fuerzas productivas entra en conflicto con la acumulación capitalista. Y resolver esa contradicción a través de crisis que eleven la rentabilidad o mediante el aumento de la explotación de la fuerza de trabajo mundial es cada vez más difícil”, afirma.
Envejecimiento
Estadísticas globales dan cuenta que, de las 14 principales economías mundiales, sólo dos -India y Brasil- gozarán de un crecimiento de la población en edad de trabajar en la próxima generación. Las otras 12 experimentarán una disminución de su fuerza de trabajo.
Analistas consideran que es posible que el aumento de la inmigración procedente de regiones más pobladas podría permitir que EEUU, el Reino Unido, Canadá y Australia expandan su fuerza de trabajo por un tiempo, pero los gobiernos de todos estos países quieren reducir la inmigración.
En Japón, Alemania e Italia, ni siquiera la inmigración detendría la caída. En Corea del Sur, Alemania e Italia, sin inmigración, la fuerza de trabajo se reducirá en un 1% anualmente durante los próximos diez años. Las perspectivas, sin cambios profundos en la tendencia, no son alentadores: la fuerza de trabajo mundial disponible para ser explotada no está creciendo suficientemente rápido, y el crecimiento de la productividad a través de una mayor inversión en tecnología no ocurrirá si la rentabilidad sigue decreciendo, puntualiza el experto.