Reducción de desigualdad se estanca en Latinoamérica
Las expertas Verónica Amarante, Directora de la Oficina de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en Montevideo, y Maira Colacce, consultora de la misma oficina, notan que los ingresos en la región se volvieron más igualitarios entre 2002 y 2014. Sin embargo,...



Las expertas Verónica Amarante, Directora de la Oficina de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) en Montevideo, y Maira Colacce, consultora de la misma oficina, notan que los ingresos en la región se volvieron más igualitarios entre 2002 y 2014.
Sin embargo, coinciden en señalar que “las últimas mediciones dan indicios de una detención en este proceso de descenso”.
Es conocido que ha habido un aumento en la desigualdad a nivel global, con una mayor concentración del ingreso, el famoso 1% por ejemplo, particularmente en los países desarrollados: entre 1975 y 2010, se observa que el nivel de desigualdad aumentó en prácticamente todos los países desarrollados de los que se cuenta con información, según Amarante y Colacce.
“Algunos países presentan un fuerte crecimiento de la desigualdad en los ochenta (EEUU, Reino Unido y Holanda) y otros en los noventa (Canadá, los países nórdicos y Alemania). Aun en el caso de Francia, donde se logra una importante caída del índice de Gini, en la década de 2000 se presenta un crecimiento del indicador”.
Vale recordar que este índice va de 0 a 1, donde un mayor valor refleja una mayor desigualdad, y viceversa. Los países desarrollados componen un grupo que tiene en general una desigualdad menor a regiones como Latinoamérica.
Por ejemplo, según información de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE), Turquía, EEUU, Israel y Rusia son los más desiguales entre los países desarrollados.
Los dos primeros muestran índices Gini más elevados: 0,41 en Turquía y 0,39 en EEUU. En contraste, los países nórdicos siguen siendo los más igualitarios. Eslovenia, Noruega e Islandia presentan índices por debajo de 0,25. Dinamarca, República Checa, Eslovaquia y Finlandia están levemente por encima de 0,25. Incluso Bélgica, Holanda y Luxemburgo) están por debajo de 0,30.
América Latina y otros en desarrollo
Latinoamérica y el África Subsahariana son las regiones más desiguales. África Subsahariana es la región que contiene los países con los mayores niveles de desigualdad, pero también es la que tiene más dispersión. Mientras que prácticamente todos los países de América Latina se ubican en niveles altos de desigualdad.
En Latinoamérica se observa un incremento del índice de Gini en la década de 1990 y una caída mayor en la de 2000, por encima y levemente por debajo de 0,45, respectivamente. El índice de África Subsahariana se mantiene prácticamente incambiado en ese intervalo de tiempo bordando el 0,45. Por otro lado, en los países de Asia y Europa Oriental se evidencia un fuerte aumento de la desigualdad, aunque en ningún caso llegaron a superar el 0,35.
A partir de 2002, América Latina presenta una caída de la desigualdad de ingresos, medida a través del índice de Gini, en casi todos los países analizados, a excepción de Costa Rica y la República Dominicana, que presentan un aumento del índice.
Amarante y Colacce destacan que “los mejores logros relativos entre 2002 y 2014 se presentan en el Estado Plurinacional de Bolivia, la República Bolivariana de Venezuela, la Argentina, el Paraguay y el Uruguay, con una reducción superior al 4% anual”.
En términos generales, las expertas identifican a la estabilidad macroeconómica y las condiciones externas que han favorecido a la región en el período, como algunos de los factores que contribuyeron a disminuir la desigualdad, combinados con políticas laborales como el salario mínimo y la negociación colectiva.
Desigualdad entre y dentro países
Las investigadoras notan que a nivel global, la desigualdad entre países se ha reducido gracias al aumento de ingresos de China y en menor medida, de la India. Al mismo tiempo, al interior de la mayoría de los países, el nivel de desigualdad del ingreso se ha visto incrementado, especialmente en los países en desarrollo, a excepción de América Latina.
Sin embargo, observan una “desaceleración del crecimiento económico y el dinamismo de los mercados laborales, así como también de un estancamiento en el proceso de descenso de la desigualdad. Está abierta por lo tanto la pregunta de en qué medida la región será capaz de proteger los importantes logros que se han alcanzado en términos de mayor igualdad de ingresos y, más aún, si será capaz de retomar esa senda de avance hacia una mayor igualdad”.
¿Por qué mirar la desigualdad?
Las autoras identifican 3 principales razones para estudiar la desigualdad. En primer lugar, los argumentos morales o éticos. “Las disparidades entre los ingresos individuales a nivel global pueden ser consideradas injustas, y esto sienta las bases para el análisis de qué tan diferente es el ingreso de los individuos considerados globalmente y no en función de su nacionalidad”.
En segundo lugar, “la desigualdad global puede ser el factor explicativo de ciertos fenómenos, como la migración internacional o el poder de negociación en las instituciones internacionales”.
Y por último, la evolución de los niveles de desigualdad a escala mundial “resulta interesante para analizar el poder predictivo de ciertas teorías”.
Por ejemplo, de acuerdo con la teoría de crecimiento neoclásica (neoliberalismo), en el largo plazo se debería observar una convergencia de los ingresos entre los países, e incluso entre los individuos, mientras que, en la teoría de la dependencia, se predice divergencia. Por ahora, los neoclásicos parecen tener razón en las tendencias entre países, pero no así en las tendencias entre personas al interior de los países.
América Latina y el Caribe (CEPAL) en Montevideo, y Maira Colacce, consultora de la misma oficina, notan que los ingresos en la región se volvieron más igualitarios entre 2002 y 2014.
Sin embargo, coinciden en señalar que “las últimas mediciones dan indicios de una detención en este proceso de descenso”.
Es conocido que ha habido un aumento en la desigualdad a nivel global, con una mayor concentración del ingreso, el famoso 1% por ejemplo, particularmente en los países desarrollados: entre 1975 y 2010, se observa que el nivel de desigualdad aumentó en prácticamente todos los países desarrollados de los que se cuenta con información, según Amarante y Colacce.
“Algunos países presentan un fuerte crecimiento de la desigualdad en los ochenta (EEUU, Reino Unido y Holanda) y otros en los noventa (Canadá, los países nórdicos y Alemania). Aun en el caso de Francia, donde se logra una importante caída del índice de Gini, en la década de 2000 se presenta un crecimiento del indicador”.
Vale recordar que este índice va de 0 a 1, donde un mayor valor refleja una mayor desigualdad, y viceversa. Los países desarrollados componen un grupo que tiene en general una desigualdad menor a regiones como Latinoamérica.
Por ejemplo, según información de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE), Turquía, EEUU, Israel y Rusia son los más desiguales entre los países desarrollados.
Los dos primeros muestran índices Gini más elevados: 0,41 en Turquía y 0,39 en EEUU. En contraste, los países nórdicos siguen siendo los más igualitarios. Eslovenia, Noruega e Islandia presentan índices por debajo de 0,25. Dinamarca, República Checa, Eslovaquia y Finlandia están levemente por encima de 0,25. Incluso Bélgica, Holanda y Luxemburgo) están por debajo de 0,30.
América Latina y otros en desarrollo
Latinoamérica y el África Subsahariana son las regiones más desiguales. África Subsahariana es la región que contiene los países con los mayores niveles de desigualdad, pero también es la que tiene más dispersión. Mientras que prácticamente todos los países de América Latina se ubican en niveles altos de desigualdad.
En Latinoamérica se observa un incremento del índice de Gini en la década de 1990 y una caída mayor en la de 2000, por encima y levemente por debajo de 0,45, respectivamente. El índice de África Subsahariana se mantiene prácticamente incambiado en ese intervalo de tiempo bordando el 0,45. Por otro lado, en los países de Asia y Europa Oriental se evidencia un fuerte aumento de la desigualdad, aunque en ningún caso llegaron a superar el 0,35.
A partir de 2002, América Latina presenta una caída de la desigualdad de ingresos, medida a través del índice de Gini, en casi todos los países analizados, a excepción de Costa Rica y la República Dominicana, que presentan un aumento del índice.
Amarante y Colacce destacan que “los mejores logros relativos entre 2002 y 2014 se presentan en el Estado Plurinacional de Bolivia, la República Bolivariana de Venezuela, la Argentina, el Paraguay y el Uruguay, con una reducción superior al 4% anual”.
En términos generales, las expertas identifican a la estabilidad macroeconómica y las condiciones externas que han favorecido a la región en el período, como algunos de los factores que contribuyeron a disminuir la desigualdad, combinados con políticas laborales como el salario mínimo y la negociación colectiva.
Desigualdad entre y dentro países
Las investigadoras notan que a nivel global, la desigualdad entre países se ha reducido gracias al aumento de ingresos de China y en menor medida, de la India. Al mismo tiempo, al interior de la mayoría de los países, el nivel de desigualdad del ingreso se ha visto incrementado, especialmente en los países en desarrollo, a excepción de América Latina.
Sin embargo, observan una “desaceleración del crecimiento económico y el dinamismo de los mercados laborales, así como también de un estancamiento en el proceso de descenso de la desigualdad. Está abierta por lo tanto la pregunta de en qué medida la región será capaz de proteger los importantes logros que se han alcanzado en términos de mayor igualdad de ingresos y, más aún, si será capaz de retomar esa senda de avance hacia una mayor igualdad”.
¿Por qué mirar la desigualdad?
Las autoras identifican 3 principales razones para estudiar la desigualdad. En primer lugar, los argumentos morales o éticos. “Las disparidades entre los ingresos individuales a nivel global pueden ser consideradas injustas, y esto sienta las bases para el análisis de qué tan diferente es el ingreso de los individuos considerados globalmente y no en función de su nacionalidad”.
En segundo lugar, “la desigualdad global puede ser el factor explicativo de ciertos fenómenos, como la migración internacional o el poder de negociación en las instituciones internacionales”.
Y por último, la evolución de los niveles de desigualdad a escala mundial “resulta interesante para analizar el poder predictivo de ciertas teorías”.
Por ejemplo, de acuerdo con la teoría de crecimiento neoclásica (neoliberalismo), en el largo plazo se debería observar una convergencia de los ingresos entre los países, e incluso entre los individuos, mientras que, en la teoría de la dependencia, se predice divergencia. Por ahora, los neoclásicos parecen tener razón en las tendencias entre países, pero no así en las tendencias entre personas al interior de los países.