Cristian, hermano menor y brazo derecho de Riquelme
Suena el teléfono de la concentración de Boca en el hotel Los Dos Chinos de San Telmo y piden por Juan Román Riquelme. Es el año 2002 y el equipo conducido por el Maestro Tabárez se prepara para visitar a Huracán por la fecha 11 del Torneo Clausura. Inesperadamente el Xeneize pierde a una...
Suena el teléfono de la concentración de Boca en el hotel Los Dos Chinos de San Telmo y piden por Juan Román Riquelme. Es el año 2002 y el equipo conducido por el Maestro Tabárez se prepara para visitar a Huracán por la fecha 11 del Torneo Clausura. Inesperadamente el Xeneize pierde a una de sus piezas claves por un delicado motivo personal: el 10 sale casi corriendo tras ser notificado del secuestro de su hermano Cristian Damián, alias Chanchi.
Este hecho delictivo que antecedió al del padre de los hermanos Milito, el de Leonardo Astrada y el hermano de Víctor Zapata pocos meses después, sin lugar a dudas marcó a fuego la relación de hermandad-amistad entre Román y Cristian.
Transcurrían los primeros días de abril y Riquelme, con apenas 23 años, se vio obligado a dejar la pelota a un lado con la misión de negociar con los captores la recompensa y entrega de su hermano menor (tercero de la familia oriunda de San Fernando). Cristian jugaba en las inferiores de Platense y perseguía el sueño de su ídolo y espejo: jugar en Primera División. En el barrio San Jorge no se perdía ningún picado, aunque le costaba más cuando el reloj marcaba el momento de trasladarse al predio de entrenamiento del Calamar. El talento parecía ser cuestión de sangre, ya que a los 13 años había sido figura de un torneo internacional juvenil en Sudáfrica con la casaca de Tense.
Su mundo oscureció cuando cuatro hombres armados se le cruzaron en un auto mientras compartía el tiempo con un par de amigos cerca de la intersección entre Panamericana y Ruta 202. Sin mediar palabras, lo encapucharon y se lo llevaron. Cristian padeció largas horas con los ojos vendados aunque no sufrió golpes, amenazas ni agravios de ningún tipo. El secuestro no había sido al voleo: lo tenían apuntado y sabían quién era su hermano mayor.
Román se reunió rápidamente con su familia y quedó a la expectativa del llamado de los captores, que en un primer momento pidieron entre 300 y 500 mil dólares de rescate. La familia Riquelme decidió no elevar la denuncia a la Policía -haciendo caso a las exigencias requeridas- y el juez federal Roberto Marquevich, responsable del juzgado 1 de San Isidro, tuvo que intervenir de oficio. El 10 se puso al hombro las negociaciones.
El hecho tomó repercusión nacional y hasta se filtraron conversaciones telefónicas entre Riquelme y los secuestradores.
—¿La tenés?
—La estoy juntando, papi, me estoy rompiendo el o... Tengo 160 lucas ahora acá y en un rato me traen 20 lucas más.
—Lo vamos a hacer ahora. Si no venís vos, que venga tu viejo.
En medio de un ambiente repleto de congoja, Román recibió llamados de apoyo y predisposición de Mauricio Macri (presidente de Boca por ese entonces), Diego Armando Maradona (con el que forjaba una incipiente relación de amistad) y hasta de un miembro de la barra (pese a que el enganche jamás transó con los pesados del paravalanchas).
No trascendió cuál fue el monto que se entregó para la liberación, luego de más de 24 horas de cautiverio, en Ramos Mejía (a más de 20 kilómetros de donde lo raptaron) y de madrugada. El reencuentro fue conmovedor, con un Cristian todavía tembloroso y nervioso por la experiencia sufrida y un Román exultante por volver a abrazar sano y salvo a su hermano.
El triste episodio no hizo más que estrechar la relación entre Chanchi y el Cabezón (así lo llamaban a Román de chico), que separados por cinco años y una hermana en el medio (Mercedes Mariana), se criaron juntos en los potreros de Don Torcuato y aledaños. Los valores, la amistad, el fútbol fueron símbolos heredados por Cristian de parte del mayor de la dinastía Riquelme, formada por papá Cacho (Luis Ernesto) y mamá Ana María, y agrandada por los nacimientos de Elizabeth Beatriz, Joanna, Diego Luis, Gastón Alejandro, Karen Giselle, Ricardo Sebastián y Cecilia, que prosiguieron a los tres mayores antes mencionadaos. Para Cristian, Román se irguió como ejemplo a seguir mucho antes de la idolatría que generó entre los fanáticos de Boca.
Con el afán de centrarse y sumergirse aún más en la historia del “doble” de Román, tal como lo calificaron muchos usuarios de redes sociales tras su aparición en el palco cebando mates durante el partido entre Boca e Independiente por su parecido físico, es válido hacer un breve repaso por su trayectoria futbolística. Previo a tocar la Primera División de Platense había gozado de una experiencia en Almirante Brown de Arrecifes (también en la B Nacional) en 2001, apadrinado por Enrique Hrabina, y justo después del secuestro, al unísono con la transferencia del 10 al Barcelona, tuvo una breve estadía en las juveniles de Racing de Avellaneda y un paso frustrado por Argentino de Merlo, antes de tomar una de las decisiones más importantes de su vida.
Este hecho delictivo que antecedió al del padre de los hermanos Milito, el de Leonardo Astrada y el hermano de Víctor Zapata pocos meses después, sin lugar a dudas marcó a fuego la relación de hermandad-amistad entre Román y Cristian.
Transcurrían los primeros días de abril y Riquelme, con apenas 23 años, se vio obligado a dejar la pelota a un lado con la misión de negociar con los captores la recompensa y entrega de su hermano menor (tercero de la familia oriunda de San Fernando). Cristian jugaba en las inferiores de Platense y perseguía el sueño de su ídolo y espejo: jugar en Primera División. En el barrio San Jorge no se perdía ningún picado, aunque le costaba más cuando el reloj marcaba el momento de trasladarse al predio de entrenamiento del Calamar. El talento parecía ser cuestión de sangre, ya que a los 13 años había sido figura de un torneo internacional juvenil en Sudáfrica con la casaca de Tense.
Su mundo oscureció cuando cuatro hombres armados se le cruzaron en un auto mientras compartía el tiempo con un par de amigos cerca de la intersección entre Panamericana y Ruta 202. Sin mediar palabras, lo encapucharon y se lo llevaron. Cristian padeció largas horas con los ojos vendados aunque no sufrió golpes, amenazas ni agravios de ningún tipo. El secuestro no había sido al voleo: lo tenían apuntado y sabían quién era su hermano mayor.
Román se reunió rápidamente con su familia y quedó a la expectativa del llamado de los captores, que en un primer momento pidieron entre 300 y 500 mil dólares de rescate. La familia Riquelme decidió no elevar la denuncia a la Policía -haciendo caso a las exigencias requeridas- y el juez federal Roberto Marquevich, responsable del juzgado 1 de San Isidro, tuvo que intervenir de oficio. El 10 se puso al hombro las negociaciones.
El hecho tomó repercusión nacional y hasta se filtraron conversaciones telefónicas entre Riquelme y los secuestradores.
—¿La tenés?
—La estoy juntando, papi, me estoy rompiendo el o... Tengo 160 lucas ahora acá y en un rato me traen 20 lucas más.
—Lo vamos a hacer ahora. Si no venís vos, que venga tu viejo.
En medio de un ambiente repleto de congoja, Román recibió llamados de apoyo y predisposición de Mauricio Macri (presidente de Boca por ese entonces), Diego Armando Maradona (con el que forjaba una incipiente relación de amistad) y hasta de un miembro de la barra (pese a que el enganche jamás transó con los pesados del paravalanchas).
No trascendió cuál fue el monto que se entregó para la liberación, luego de más de 24 horas de cautiverio, en Ramos Mejía (a más de 20 kilómetros de donde lo raptaron) y de madrugada. El reencuentro fue conmovedor, con un Cristian todavía tembloroso y nervioso por la experiencia sufrida y un Román exultante por volver a abrazar sano y salvo a su hermano.
El triste episodio no hizo más que estrechar la relación entre Chanchi y el Cabezón (así lo llamaban a Román de chico), que separados por cinco años y una hermana en el medio (Mercedes Mariana), se criaron juntos en los potreros de Don Torcuato y aledaños. Los valores, la amistad, el fútbol fueron símbolos heredados por Cristian de parte del mayor de la dinastía Riquelme, formada por papá Cacho (Luis Ernesto) y mamá Ana María, y agrandada por los nacimientos de Elizabeth Beatriz, Joanna, Diego Luis, Gastón Alejandro, Karen Giselle, Ricardo Sebastián y Cecilia, que prosiguieron a los tres mayores antes mencionadaos. Para Cristian, Román se irguió como ejemplo a seguir mucho antes de la idolatría que generó entre los fanáticos de Boca.
Con el afán de centrarse y sumergirse aún más en la historia del “doble” de Román, tal como lo calificaron muchos usuarios de redes sociales tras su aparición en el palco cebando mates durante el partido entre Boca e Independiente por su parecido físico, es válido hacer un breve repaso por su trayectoria futbolística. Previo a tocar la Primera División de Platense había gozado de una experiencia en Almirante Brown de Arrecifes (también en la B Nacional) en 2001, apadrinado por Enrique Hrabina, y justo después del secuestro, al unísono con la transferencia del 10 al Barcelona, tuvo una breve estadía en las juveniles de Racing de Avellaneda y un paso frustrado por Argentino de Merlo, antes de tomar una de las decisiones más importantes de su vida.