Nuevo poemario de Heberto Arduz



Ave errante
Rompo el espacio sideral
apenas soy ave en libertad
extasiada en el trayecto
largo tiempo indeterminado
al encuentro de otros cielos.
He migrado en varias latitudes
tras búsqueda de nuevos aires
confundidos entre grises nubes
y amenazas de continua tormenta,
superada con paz, fe y constancia.
Las aves errantes dibujan cabriolas
en el cielo, imposibles de descifrar
por los moradores de tierra firme,
en misterio inescrutable y falaz
¡qué escondida suerte aguardará?
Viajar es conocer el amplio mundo
y rasgar el velo a lo desconocido;
respirar aire nuevo en la región
del nunca jamás me olvides,
sentir el pulso a la faz oculta del orbe.
La tierna luminosidad
Si estar enamorado de la luna
es ser poeta, les confieso entonces,
que en verdad de verdades lo soy.
Contemplar absorto la salida nocturna,
cuando la ciudad en su totalidad
empieza a silenciar su voz,
entregándose al reposo que Dios
fabricó para que el cuerpo descanse
y el alma ofrende su rito a la ensoñación,
¡qué placer más hondo brinda la diva
al iluminar el cielo cubierto de luces,
en presencia maravillosa de astros
que adormecen el espíritu de los seres!
El campesino, con las fases lunares,
arranca lecciones de vida para la siembra
de los vegetales y paciente espera
que orille el tiempo de la cosecha,
igual sabe de los partos de sus mujeres.
Y el loco enamorado de la luna
escribe su fatiga de amor exaltado
por las mutaciones selenitas.
Estoy contigo, astro mío, para soñar,
soñar despierto mientras te contemplo
rendido de emoción en el trasnoche
que sella la vida a fin de admirarte
y venerar tu nombre por siempre,
luna, amor de mis amores.
Llegó el atardecer
Mi cuerpo recorrió muchos otoños,
la luz de la infancia a grato modo
ilumina los recuerdos atesorados.
Los de la tercera y última edad
ya no esperan nuevas primaveras
viven el otoño de sus destinos.
Y llevan alegría plena a las hojas
amarillas que se desprenden
de los árboles del tiempo vivido.