Del libro: RECUERDOS DE MI TIERRA de Tomás O’Connor d’Arlach. 1917
Noches de invierno



Es una noche de Julio,
puro, sereno está el cielo,
y en él una luna llena
brilla con fulgor intenso.
La ciudad duerme tranquila,
solo interrumpe el silencio
hondo de la media noche,
el triste gemir del viento.
A lo lejos canta un gallo,
relincha un caballo luego,
sus élitros frota un grillo
y a la luna ladra un perro;
lanza fúnebres graznidos
en la alta borre de un templo
el búho, y una lechuza
pasa en silencioso vuelo.
Allá en las inmediaciones
del oscuro cementerio,
se escucha de una trompeta
el melancólico acento.
Noche de misterios llena,
de dulce paz, de silencio
que alteran vagos ruidos
y el triste gemir del viento.
¡Ah! las noches del terruño,
¡con cuánto amor la recuerdo!
Aquellas noches de Julio
en que la luna en el cielo
como góndola de nácar
en un lago azul y terso,
se desliza suavemente,
y en que raudo agita el viento
de los árboles las ramas.
Yo me dormía contento
en mi niñez, y soñaba
con la Arabia y el desierto.
Desde entonces he amado
las noches del crudo Invierno,
la brillantez de sus astros
y el gemido de sus vientos.