Del futuro libro "CURIOSIDADES HISTÓRICAS"
Los hijos secretos del Gral. Manuel Belgrano



Nada resulta más abominable que la discriminación, los prejuicios y estigmas practicados por la sociedad colonial, que trató a las personas de manera injusta y desigual por determinadas circunstancias, como su género, raza, origen, religión etc., imponiendo juicios anticipados en menoscabo de su dignidad y privándoles de ejercer sus derechos, acceder a ciertas funciones o percibir beneficios, generando un ambiente hostil y divisivo. La devota sociedad de aquella época, era pródiga en manifestaciones misericordiosas en los templos, pero no tenía reparo en adquirir como cualquier mercancía a personas y someterlas como esclavos a su servicio. Afortunadamente en la actualidad vivimos tiempos más racionales y menos hipócritas, en la medida que las leyes consideran la dignidad de las personas como un derecho fundamental que debe ser protegido.
En el plano familiar, la filiación proponía un parafernal catálogo que tipificaba las diferentes clases de hijos, lo irónico resulta que hacía a estos responsables de los pecados cometidos por sus padres. De este modo los hijos concebidos de padres unidos por el sacramento del matrimonio según cánones de la “Santa Madre Iglesia” eran legítimos y todos sus derechos garantizados por tal condición, pero si eran fruto de una persona sometida a votos religiosos (cura o monja) eran llamados sacrílegos, a los engendrados por personas casadas fuera de su matrimonio se los identificaba como adulterinos, aquellos que tenían como progenitores a padres con libertad de estado pero no casados entre si (solteros o viudos) se los denominaba “hijos naturales”, finalmente estaban los incestuosos, habidos entre personas que por vínculos consanguíneos no podían casarse. Fue tan arraigada esta tara colonial que, una vez nacida a la vida independiente y soberana la República de Bolivia, los Códigos Santa Cruz promulgados en 1831 recogieron estas vejatorias categorías en sus normas relativas a la familia. Hoy la evolución del derecho hizo que esta indignidad desaparezca y todos los hijos sean iguales ante la ley.
Si bien los hijos legítimos no representaban ningún inconveniente, familias aristócratas y económicamente bien posicionadas, buscaron por diferentes medios legitimar a los concebidos en las circunstancias anotadas, para ello se valieron de las más imaginativas e inverosímiles historias, evitando que la honra de la madre no sea mancillada por el juicio social o buscando mantener al nacido dentro su núcleo familiar. Los hijos naturales podían remover esa mácula mediante un recurso promovido ante el Consejo de Indias denominado “Gracias al Sacar”, pero su elevado costo hacía que solo pudieran acceder los poseedores de grandes fortunas. Para los demás casos todo medio era válido, siendo el más expeditivo recurrir al llamado “Hijos de la Iglesia” que consistía previo acuerdo con un cura, dejar como expósito al infante en un templo o convento para tras ser registrado, caritativamente la abuela, una tía o algún familiar próximo solicitar su entrega en adopción.
La tramoya de los hijos fuera del matrimonio, no fue ajena al ilustre Gral. Manuel Belgrano, nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, abogado, economista, periodista, político, diplomático y militar argentino, considerado como uno de los más preclaros próceres de aquel país, promotor de la emancipación americana, patriota de la Revolución de Mayo, general en jefe del Ejército del Norte y creador de la bandera argentina, que son solo algunos lauros que su proficua existencia cosechó.
Belgrano más que un pundonoroso militar, por apariencia y características personales semejaba un hombre de la enciclopedia, soltero, de mediana estatura y finos modales, se distinguía por su pulcritud y sobria elegancia en el vestir, aspectos que llevaron a sus eternos enemigos y detractores a sembrar dudas sobre su virilidad, no obstante en apego a la verdad histórica es necesario afirmar que el creador de la bandera argentina era heterosexual, fue un gran seductor, tuvo múltiples romances y sus grandes amores fueron dos mujeres casadas con las que concibió hijos.
Respecto a la paternidad del Gral. Belgrano, el elevado rango de prócer y gloria obtenida, impuso a sus historiadores adlátares encubrir sus romances, hijos extramatrimoniales o algunas conductas que pudieran considerarse impropias o reprobables, esta fue la insana característica de la historiografía del siglo XIX, empecinada en idolatrar a los héroes divinizando sus virtudes, esto hizo que se ocultara el nacimiento de sus hijos Pedro Rosas Belgrano y Manuela Mónica Belgrano, hasta que el discreto manto con el que se cubrió su existencia se develó con múltiples evidencias.
El año 1802, Manuel Belgrano retornó a Buenos Aires graduado como abogado de la Universidad de Salamanca, posterior a su arribo se lo vio dinámico, polifacético y de amplia popularidad. En las tertulias juveniles de la época conoció a María Josefa Ezcurra, cuyos15 años esplendían radiantes, se enamoraron y tuvieron un febril romance, pero los padres de la joven consideraron que el abogado Belgrano no era el mejor pretendiente para su hija y trazaron otros planes para ella, de este modo, sin importar la voluntad y sentimientos de María Josefa, apresuraron su boda con su millonario primo Juan Esteban Ezcurra llegado de España. Con seguridad este matrimonio no fue nada feliz.
Tras la Revolución de Mayo de 1810 y después de 9 años de matrimonio sin concebir hijos, Juan Esteban Ezcurra advirtiendo la inminencia de una guerra independentista decidió retornar a España, su esposa María Josefa quedaba en Buenos Aires, de facto los esposos Ezcurra-Ezcurra estaban separados, pero su vínculo conyugal subsistía incólume. Y sucedió así, la Guerra de la Independencia se desató, Belgrano se incorporó al ejército de las Provincias Unidades del Rio de la Plata, tuvo una destacada actuación en Rosario, donde hizo flamear por primera vez la bandera argentina con sus actuales colores y luego con méritos propios, el Primer Triunvirato lo designó como general en jefe del Ejército del Norte.
El hecho es que, María Josefa sola y sintiendo que aún ardía en su corazón el amor por Belgrano, decidió desandar la distancia que los separaba y fue a su encuentro hasta San Salvador de Jujuy, donde encontró a un atareado Belgrano para quien los días y las horas resultaban insuficientes, organizando y tratando de frenar el avance del ejército realista que provocaría el llamado éxodo jujeño. Pero, aun así, pese a las fatigas el amor tuvo su espacio y fruto de aquel frenético encuentro María Josefa quedó embarazada. Su gravidez trajo consigo serios inconvenientes, al encontrarse casada se exponía al infamante juicio y perversa opinión de la pía e hipócrita sociedad porteña implacable en prejuicios contra el adulterio de la mujer casada, ello la afectaba tanto como al niño que latía en sus entrañas. Además, existía la posibilidad que su esposo Juan Esteban Ezcurra la repudiara, en cuyo caso perdería las casas, tierras y otros beneficios dejados por este. En tanto, las urgencias de Belgrano con el avance realista eran de tal magnitud, que ocupaban su atención por sobre los problemas que generaba su paternidad.
En este contexto, María Josefa partió rauda a Santa Fe, recluyéndose en la hacienda rural de una familia amiga, allí de un modo discreto gestó y a su tiempo dio a luz a un niño. Lo que vino después, fue enteramente concertado con su hermana menor Encarnación Ezcurra, una joven de 18 años que acababa de contraer nupcias con un rico hacendado de 20 años llamado Juan Manuel de Rosas, quien años posteriores se convertiría en el gobernador de Buenos Aires de mayor influencia, apodado por su férrea conducción como el “Restaurador de las leyes”.
Una fría mañana, bien arropado era depositado en un templo de Santa Fe el hijo de Manuel Belgrano y María Josefa Ezcurra, acto seguido los jóvenes consortes Rosas-Ezcurra, acudieron ante el párroco que lo había encontrado y solicitaron se les entregue el niño en adopción, gracia que de inmediato fue concedida previa inscripción del infante como huérfano, con el nombre de Pedro Pablo Rosas Ezcurra.
Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra criaron con abnegación a su sobrino e hijo adoptivo, que resultó el mayor de otros concebidos en su unión conyugal, pero también es evidente que los padres biológicos jamás se desentendieron. Pasados los años, Rosas convertido en una poderosa e influyente figura política y habiendo Pedro Pablo adquirido la mayoridad, el “Restaurador de la Leyes” cumpliendo una promesa hecha a Belgrano para ese entonces fallecido, reveló al joven su origen, tomándole por el hombro de dijo: - Le voy a decir algo, usted es hijo de un hombre más grande que yo, que se llama Manuel Belgrano - y este replicó: - Entonces desde ahora voy a ser Pedro Rosas y Belgrano -
Su hija Manuela Mónica, es fruto de su amor con la bella tucumana Dolores Helguero y Liendo. Sucede que durante su segundo mandato como jefe del Ejército del Norte, Belgrano radicó en San Miguel de Tucumán entre los años 1816 y 1819, durante su estadía todos y muy especialmente la alta sociedad, reconocían su fulgurante victoria del 24 de septiembre de 1812 que frenó el avance realista y consolidó la Revolución de Mayo, por tal circunstancia era considerado una figura prominente e invitado a todo acontecimiento, así frecuentó la casa de Dn. Victoriano Helguero y su esposa María Manuela Liendo, provenientes de antiguas familias tucumanas. En algún momento el prócer cuya seducción partía de su natural simpatía, inició una relación amorosa con la hija de este matrimonio, María Dolores de tan solo 18 años. Los padres discretamente asintieron aquel idilio, empero les preocupaba la diferencia de edad que era notable. Pero sucedió después de algún tiempo que, el romance no podía permanecer oculto en la pequeña y atenta comunidad tucumana, ya que a finales de 1818 crecía el vientre de María Dolores mostrando visibles señales de un embarazo entre las murmuraciones y el escándalo.
En febrero de 1819, Belgrano partió con el Ejército a Santa Fe, María Dolores quedó en una situación socialmente comprometida y el 4 de mayo de 1819, dio a luz a una hermosa niña que fue bautizada como Manuela Mónica del Corazón de Jesús. Ese mismo mes, Belgrano con el Ejército se dirigió a Córdoba donde por su quebrantada salud dimitió su mando y regresó a Tucumán, pero para ese entonces los padres de María Dolores obrando en protección de su hija, la habían casado con una pariente de nombre Manuel Rivas, un matrimonio que por sus características fue poco feliz. Rivas al poco tiempo la abandonó.
Existen múltiples especulaciones que tratan de explicar las razones por las que Manuel Belgrano no se casó con María Dolores Helguero, algunas aluden a su irreversible estado de salud, otros afirman que consideró ser demasiado mayor para quien sería su joven esposa y finalmente, también hay los que enfatizan la falta de voluntad para asumir el compromiso. El hecho es que Belgrano, enfermo y empobrecido, soportando las dificultades de la época regresó a Buenos Aires, desde donde remitió cartas a Pedro Celestino Liendo, padrino de su hija, a quien pedía noticias de ella, la más relevante es la fechada el 2 de abril de 1820, dos meses antes de su deceso.
Belgrano murió en Buenos Aires el 20 de junio de 1820 en una pobreza total, atacado por una agobiante enfermedad. Antes de expirar manifestó: “Pienso en la eternidad, adonde voy, y en la tierra querida que dejo…” Redactó su testamento en el que magnánimo dispuso que, el premio otorgado por la Asamblea del Año XIII por sus triunfos de Tucumán y Salta de 40.000 pesos en oro, se destinen a la construcción de cuatro escuelas públicas ubicadas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, además encargó a su albacea, su hermano Domingo, el cuidado de su hija natural Manuela.
Manuela Mónica Belgrano Helguero vivió sus primeros años bajo el cuidado de sus abuelos maternos. En 1825 fue llevada a Buenos Aires para ser educada por su tía Juana Belgrano de Chas, aprendió inglés, francés y desarrolló una amplia cultura. Nunca regresó a Tucumán, a una edad prudente se casó con Manuel Vega Belgrano, posible pariente de su padre, con quién se avecindó en Azul donde formaron un hogar estable.
La vida de Pedro Pablo Rosas Belgrano y Manuela Mónica Belgrano Helguero, son un testimonio de los desafíos y dificultades enfrentadas por las hombres y mujeres en la época de la independencia de América. A pesar de las adversidades y prejuicios, su historia está entrelazada con la del gran prócer Dn. Manuel Belgrano, cuyo legado sigue vivo a través de sus descendientes y el devenir de la historia argentina. Finalmente diremos que los hijos secretos de Belgrano se conocieron y mantuvieron una excelente relación filial en Azul, donde ambos eran propietarios de haciendas.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
Luis Yanicelli, presidente del Instituto Belgraniano de Tucumán “NO TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR – LOS HIJOS DE BELGRANO”.
Yasmin Alí, “EL OTRO MANUEL BELGRANO”
Diario El Tiempo, edición del 20/06/2020 “LOS HEREDEROS DEL GENERAL MANUEL BELGRANO”
Claudia Peiró, INFOBAE “PEDRO EL HIJO SECRETO DE MANUEL BELGRANO ADOPTADO POR JUAN MANUEL DE ROSAS”
Felipe Pigna, “MANUEL BELGRANO” – “LOS AMORES DE BELGRANO”