Del LIBRO: “El Chapaco Andariego de Agustín Morales Duran. Tarija 1999
España - Madrid



Había ido en Tren a Italia saliendo desde Suiza ahora le correspondía volar hacia Madrid, embarcándome en el aeropuerto Fiumicino, comprobando una vez más que Roma era bastante grande. En realidad el aeropuerto quedaba muy alejado de la ciudad y en su parte internacional se denominaba “Leonardo de Vinci”; con hermoso y moderno edificio que el chapaco apurado no tuvo tiempo para apreciarlo en sus detalles, porque debía embarcarse en una nave de Alitalia a la que llegó cuando casi cerraba sus portezuelas.
Se sobrevoló por encima del mar, para aterrizar después de una hora en el aeropuerto Barajas de Madrid, en plena noche. Ya tenía hotel reservado, así que se trasladó a la ciudad en cómodo ómnibus de servicio público. Ingresamos por el centro, tomando la Gran Vía o Avenida José Antonio, en el corazón de la urbe. Después se hospedó junto a la hija que lo esperaba, convenciéndose al recorrer por avenidas amplias de intenso movimiento, que Madrid era una linda ciudad: con sus edificaciones bien conservadas, distinta a las ciudades ya conocidas; sintiendo emoción al encontrarnos en la capital de la España que siempre habíamos deseado conocer, más al escuchar hablar el bien pronunciado idioma de nuestros mayores. Notaba gente alegre, limpia, elegante, franca, animándose a pedir datos a un casual transeúnte que se brinda asequible a orientarlo sobre, detalles y lugares interesantes para visitar. Así conocimos la Plaza Mayor, típico lugar donde se reunían miles de turistas; interesante, rara cerrada, sin árboles y cubierta en sus cuatro costados por edificios antiquísimos, con portales en las cuatro esquinas, conservados desde épocas remotas, con un monumento de algún rey al centro. Había sido atracción especial recorrerla durante la noche; frecuentando mesones y fondas viejas con especialidades de tortillas, jamones, manzanilla y buenos vinos; locales repletos de turistas que beben, cantan y se aventuran con mujeres como acompañantes. Tabernas tradicionales que gusta recorrerlas, son muy concurridas.
EL PRADO Y SUS MUSEOS
Conocimos de paso hermosos palacios y edificios antiguos, grandes, de altos muros, con portalones y enrejados, que permiten apreciar su frontis y jardines. Entre esos admiro el Palacio de las Cortes equivalente al Congreso y muy cerca del verdadero Prado que originó el nombre de los principales paseos de las ciudades americanas. Es lindo, arbolado, con jardines y monumentos, entre ellos reconoce el del poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer; más allá está el del insigne pintor Velázquez y de varios otros personajes famosos.
Valió la pena visitar y admirar los valiosos tesoros artísticos del renombrado Museo del Prado, donde encontró colecciones de obras pictóricas, esculturas, tapices y creaciones de grandes artistas conocidos a través de la literatura. Una tarde resulta corta para contemplar tan prestigioso repositorio de arte. Los que más impresionan son renombrados artistas españoles como Rubens, Goya, Velázquez y otros, a los que se les dedican salas, al igual que al catalán Picasso, de quién se exhibe “Guernica".
Pasear por el antiguo Parque Real, hoy llamado Del Toro, en hondonada con muchos jardines y una llamativa variedad de rosales, resulta de lo más interesante. Admiramos plantaciones y bosques, a los que se aprecia mejor mirándolos desde una altura dominante; pudiéndose cruzar de un extremo a otro en elevado funicular que lleva hasta el extremo opuesto con instalaciones al aire libre.
Nada mejor como concurrir en las noches a los afamados teatros de Madrid, gozando de espectáculos fascinantes y deleitarse con comedias picarescas de chispeante humorismo lindantes con, sano erotismo, en el que intervienen lindas mujeres. Lástima no ser época de zarzuelas que tanto gustan al chapaco.
Otra interesante experiencia resulto servirse refrigerios en las renombradas “Tascas”, donde ofrecen toda clase de bocadillos rociados con vinos generosos y alternando con vecinos predispuestos al diálogo; económica forma de cenar y divertirse con poco costo.
Para variar fuimos en tour al afamado Monasterio de El Escorial, viajando por árida planicie durante tres horas, para llegar a una ciudadela donde se encuentra el convento con muchas capillas y altares antiquísimos pero bien conservados. Allí se conservan reliquias de monarquías y descansan algunos reyes. La visita se prolonga por un día porque hay mucho para ver.
ANDALUCÍA: GRANADA
El chapaco no podía dejar de conocer esa región tan renombrada en su tierra que la consideran réplica. Por eso se trasladó en rápido tren nocturno, amaneciendo en Granada, ciudad mediana dividida en zonas antigua y nueva cortada por la Gran Avenida del descubridor Cristóbal Colón. Paseando por esta encontramos con un interesante conjunto monumental en un cruce donde se recuerda a los reyes Fernando e Isabel, propulsores de la conquista de América. Un poco más allá se levanta la efigie del descubridor. Por el trayecto están las principales edificaciones de diferentes estilos; lo demás como cualquier otra ciudad. Lo realmente asombroso son los palacios, fortalezas y jardines de los reyes moros, la renombradísima ALAHAMBRA, ubicada en leve elevación, deslumbrando con un cuerpo de edificios moriscos, templo o palacio, seguido de casas árabes con puertas y ventanas estilizadas y que llevan a un maravilloso patio rodeado por corredores, salas y salones que son un verdadero portento de arte, con paredes revestidas de multicolores azulejos, jambas y salientes de puertas con filigranas o símbolos que pueden ser mensajes, proverbios árabes, trabajados con admirable maestría. Todas las estancias son dignas de admiración por sus maravillosas decoraciones. En el exterior los reyes moros se deleitaban con espléndidos jardines ornamentados con fuentes, aljibes y surtidores de agua; verdaderamente hermosos. Estéticamente combinados con diversidad de plantas.
Uno puede estar allí días contemplando las frondosas arboledas, los pasadizos salpicados de surtidores de agua y tanta obra de arte y buen gusto; fantástico, espléndido. Un poco cansados recorremos las fortalezas del contorno, donde seguramente se parapetaron los reyes moriscos. Otra atracción es recorrer “El Albaicín” subiendo empinada cuesta, donde se encuentra un conjunto de callecitas angostas, con casitas pintadas de blanco, bien conservadas, con puertas y ventanas enjabelgadas y salientes balcones adornados con macetas También colocadas en terrazas y techos de rojas tejas al viejo estilo andaluz; igual que las que dejaron los colonizadores en nuestra América. Todo bien conservado para atracción turística; imaginándose al recorrer sus estrechas callejas encontrarnos en el antiguo Potosí o en las viejas calles de desaparecidos barrios de nuestras ciudades.
Esta reserva urbanística se repite en el centro de Granada, con casas muy parecidas de las de Tarija, de anchos portales, zaguanes y patios cubiertos de plantas, todo de adobe y gruesos muros, convertido en mercado de artesanías.
La Catedral mezcla de arquitectura árabe y española, ubicada en pleno centro, se destaca con su nave donde hay seis llamativos órganos grandes, tallados en madera, dorados, hermosos. También tiene efigies y capillas bien decoradas. Muy cerca visitamos un Museo antigua Casa Real, donde se exhiben muebles, cuadros y objetos de arte.
Es indudable que los reyes moros durante su larga dominación dejaron su impronta que luego se combinó con el arte español, cuyas ruinas y vestigios admiramos hoy, lamentamos no haber podido ir a la Sierra Nevada que se la distingue desde ciertos lugares de la ciudad; pero conocimos lo más destacado.
SEVILLA
Capital de Andalucía, a la que fuimos en cómodo ferrobús con el deseo de encontrar el lugar de donde salieron los fundadores de Tarija, originarios de las orillas del río Guadalquivir; cuyo nombre inmortalizaron al bautizar el que pasa por mi tierra. Como llegue de noche, me toco mal hotel; también la comida resulto pésima.
Sevilla es bastante grande, también dividida por Gran Vía central que delimita las zonas antigua y moderna, en aquella conservan viejos barrios con calles angostas y embaldosadas, placitas pequeñas ocultas en encrucijadas; abundan los enrejado, faroles y puertas decoradas con incrustaciones, balcones salientes con macetas de flores donde revientan claveles rojos que inspiraron a poetas; zaguanes y patios revestidos de brillantes azulejos y cerámica de color sin faltar el clásico aljibe. Interesante recorrer sus angostas y retorcidas callejas rematadas en recovecos que confluyen en plazuelas, con llamativos nombres como Triana, Santa Cruz, Doña Elvira y otros. Por allí encontramos la estatua del toreador Belmonteño, mas allí la de Manolete. Efigies de santos, Tres cruces y rincones que tienen su historia. Abundan los hoteles y hostales para turistas, todos carísimos; hosterías y fondas típicas que atraen mucha gente porque parece que Sevilla vive y existe gracias a los visitantes que van a gastar mucho dinero y se dejan exprimir.
La zona moderna es grande, extensa, con altos edificios, avenidas y calles amplias, intenso comercio y hoteles de lujo; muchas tiendas de souvenirs, pero lo que interesaba al chapaco era encontrar al verdadero río Guadalquivir que discurre por un costado de la ciudad. No le impresionó mucho porque lo suponía caudaloso y navegable. No vio ninguna embarcación, quizás porque tenía poca agua debido al verano que recién comenzaba, no dejó de emocionarlo, paseando por sus encanaladas orillas bordeadas por amplias costaneras; se encontró con “La Torre de Oro”, pequeño museo cercano a ancho puente por el que cruzó al frente para ingresar a un restaurante muy concurrido y con linda vista sobre el río.
Visitar la Plaza de España, espaciosa, con templetes en media luna representativos de las provincias; original, con amplia explanada y frente a dos hermosos parques llenos de jardines y avenidas arboladas. Paseo de la Reina decorado con estatuas, refugio de enamorados, con pérgolas especiales para el intimo retozo.
Además de toros, majas y tablaos, Catedral imponente; Sevilla también conserva combinaciones arquitectónicas de árabe y españolas. Aquella es fiel testimonio con altares suntuosos, púlpitos dorados y decoraciones con pan de oro. Lo más notable es su renombrada torre “La Giralda”, no muy alta pero espaciosa, pudiendo ascender por su interior por cómodas rampas, se va hasta el campanario dominando un lindo panorama.
Tampoco el chapaco descuido conocer el afamado Acho o Plaza de Toros. Cerrado, pero colosal, inmenso, rodeado de palcos, graderías y tendidos, con su circular arena donde renombrados toreros hicieron maravillas con capa, banderillas y espada, llevando la verónica hasta sacrificar al astudo, acompañados por vibrantes Olés!! del emocionado público: al son de clarines y alegres pasodobles. Admiró interesante Museo taurino con reliquias, prendas y trofeos de famosos toreros que dieron brillo a Sevilla y España.
Al pasear por la calles de Sevilla no deja de impresionar el paso de lindas majas, garbosas, de ojos morunos brillantes, con la tradicional prestancia andaluza. Aplaudimos a algunas bailadoras gitanas acompañadas por cantores que recordaron a las chapaqueadas de la tierra; son cuevas caras para deleitar y gustar a los turistas
Ferviente católico el chapaco lloró de emoción al venerar a la hermosa “Macarena”, imagen de la Virgen María realmente divina, con expresión medio sonrisa, sugestiva, dulce, bellísima!. También tiene su Museo con dedicatorias de toreros, coronas engarzadas con piedras preciosas, filigranas de oro y plata, capas lujosas y otras ofrendas de los devotos que acuden por miles a contemplarla.
Había mucho que ver en Sevilla, limitando nuestro recorrido por razones obvias; pero no dejamos de visitar la Casa de Contratación, antiguo edificio que abarca un gran manzano hoy convertido en Archivo de Indias, con salas repletas de infolios y viejos papeles sobre la conquista de América, buena para los investigadores de nuestro pasado.
De paso entramos al antiguo caserón donde funcionó la tétrica Inquisición, observando algunos instrumentos de tortura de las épocas de Torquemada.
El chapaco salió algo decepcionado de Sevilla al no encontrar indicios de que de allí salieron los andaluces que fundaron Tarija: porque los sevillanos tan mercantilistas y con dejo achilenado, más bien parece que conquistaron y poblaron las tierras araucanas y no Tarija. Pero sí confirmó que el poeta español Francisco Villaespesa no estuvo errado cuando dijo: que “solamente te falta la Giralda, para ser el ensueño de Sevilla...”; la de otros tiempos que no la actual.
CÓRDOVA Y ADIÓS ESPAÑA
En ómnibus viajamos por carretera a otra ciudad andaluza: Córdoba, antigua residencia de reyes y califas árabes. No es ciudad grande, pero tiene igual Avenida que delimita la parte nueva de la antigua. Lo más llamativo e interesante es su gran Catedral con el barbarismo español de haber metido en un antiguo palacio moro el templo cristiano, destruyendo aquel. Por lo demás tiene lo de todas: decorados altares, capillas, lindas imágenes, grandes confesionarios y, lo más insólito: la tumba de Cristóbal Colón, que según otras referencias, este descansa en la Catedral de Santo Domingo, la primera tierra que descubrió.
La zona antigua con casas grandes de adobe, parecidas a las de muchas ciudades de América, es bastante extensa, tal que cubre dos terceras partes de la ciudad, con calles muy parecidas a las Tarija o Salta de antes. Visitamos algunos museos y casonas donde conservan muebles, cuadros y objetos de otras épocas. El hablar de las gentes es similar a los de Santa Cruz, nada tiene que ver con los de Córdoba de la Argentina ni menos de Tarija. La visita fue breve porque se repetían las mismas cosas que ya vimos en otras ciudades. Volvimos a Sevilla para tomar el avión hacia Madrid y de allí volamos de regreso a París, quedándonos con el deseo de retornar algún día a España para conocer tantas cosas.
SEGUNDO VIAJE A ESPAÑA. BARCELONA EN CATALUÑA
Aprovechando la cercanía de España, cuando el chapaco veraneaba en la costa mediterránea, decidió embarcarse en el renombrado tren Talgo, dirigiéndose en rápido y cómodo viaje desde la estación de Montpelier, en 4 horas y media cruzó la frontera llegando a la Estación Sants de Barcelona Antes había cruzado los Pirineos, viendo solo de paso algunas ciudades francesas como Brezieres, Narbone y otras, así como las españolas Grandboury Figueres (la tierra de Salvador Dalí), Gerona etc.; ingresando a un enorme laberinto de andenes de la modernísima Estación, donde se escucha y lee recomendaciones en Catalán. Llegamos a la capital de Cataluña. Hermosa terminal ferroviaria, amplia, grande, moderna y lujosa, con amplios salones y andenes, de intenso movimiento, todo automatizado, luminoso. Para salir existen gradas y puertas electrónicas que lo llevan hasta las afueras para tomar Metro o taxis. Optamos el primero que en menos de 10 minutos nos trasladó a la parada Sagrada Familia; saliendo a la Plaza del mismo nombre, enorme, con cuatro frentes, con su antigua y rara iglesia al centro; diferente a todas las conocidas, tiene más de 15 extrañas torres de diferente tamaño, agudas, decoradas con molduras en relieve, festoneadas de ventanillas, con un aspecto extraño. Había sido concebida por el artista Gaudí; tiene más de 100 años de construcción y aun esta inconclusa. Es centro de admiración y visita de miles de turistas.
Pasear por Barcelona, recorrer sus plazas, avenidas, paseos y ramblas, resulta interesante porque son lindas, bien arboladas, con hermosos jardines, lagunas, esculturas y sombreados pasajes. Es bastante grande, inmensa, difícil de recorrerla toda, con intenso movimiento vehicular, aparte del moderno subterráneo o Metro.
Pasamos por la gran Plaza de Cataluña. Está rodeada de elevados edificios con bancos, empresas, comercios y grandes tiendas que exhiben mercaderías en galerías y vitrinas. En cambio las oficinas gubernamentales están en otra zona llamada del Generalife. En calles vecinas encontramos la Catedral, antiquísima y grande, de estilo gótico, mostrando negras paredes teñidas por la polución y la pátina del tiempo; decoradas con esculturas en alto relieve, ventanas y dos empinadas graderías que dan acceso al frente y lateral. En su interior destaca el altar mayor cercado con valla tallada, amplias naves e infinidad de capillas con toda clase de santos. Contemplar todo aquello es curioso porque se admiran obras escultóricas y artísticas muy valiosas. Se dice que tiene más de mil años; se nota por la vetustez.
Andando por otras calles antiguas con grandes edificios rascacielos, se puede uno perder entre angostas vías que se bifurcan. Volvemos a la Plaza de Cataluña, apreciando sus decoraciones, esculturas, surtidores de agua y otras atracciones. Desde allí se prolongan kilometrales avenidas, paseos y ramblas a todas las direcciones; son anchas de 6 y más carriles, denominadas algunas Paseos, como el de la Gracia y otras que llevan hasta el puerto donde se eleva la estatua de Cristóbal Colón.
En los pocos días de permanencia y debido al intenso calor el chapaco conoció poco de esta gran ciudad, no estando autorizado a decir que conoció Barcelona, pues solo toco su epidermis. Retorno por la misma vía deslumbrándose nuevamente con el espectáculo de miles de turistas que se solazan en la inmensa costa.