Del libro: “El Chapaco Andariego de Agustín Morales Duran. Tarija 1999
Sudamérica Argentina hacen 50 Años



PRESENTACIÓN
No siempre el chapaco -hijo del pródigo valle tarijeño fue sedentario; aunque ancestralmente es gran querendón de su tierra, no le faltan inclinaciones errantes; trashumante, yéndose a errabundear primero por la vecina Argentina, para después abarcar hacia otros países.
Con esta tendencia -el autor- desde muy tierno, salió de su querida tierruca, inducido por razones de estudio, trabajo, familiares o de franca aventura turística. Viajó en diferentes épocas por toda una constelación de naciones, ciudades y pueblos, próximos y lejanos, de este continente y hasta de la vieja Europa. Tuvo oportunidad de ir conociendo gentes a cual más diferentes e interesantes, admirar bellezas naturales creaciones del hombre, obras artísticas y reliquias históricas. Fue observando costumbres, tradiciones e idiosincrasias; así como la evolución progresiva alcanzada por diferentes núcleos sociales, comparándolas con las propias.
Muchas veces le ocurrió quedar admirado al contemplar verdaderas maravillas y hasta embelesado por tantas cosas bellas y raras hechas por otros hombres.
Para que todo aquello no solamente quede reflejado en sus retinas, fue impresionándolas y grabando en su memoria, dejándole un grato recuerdo, que lo indujo a escribir - a su retomo- estas crónicas de viaje. Escribió todo cuanto pudo, pero de ninguna manera ha llegado a agotar el rico venero de tantas visiones.
Por eso los lectores a quienes van dirigidas estas crónicas deben saber que no todo lo que aquí se relata es un reflejo exacto y totalizador de lo mucho que se vio. Que vá ! queda mucho en el recuerdo -y es tanto- que resultaría difícil, sino imposible y extenso abarcarlo todo.
De todas maneras, el autor cree que es suficiente lo presentado para que tengan ideas, breves noticias, resumidos informes sobre tantas ciudades y pueblos visitados. Por eso abriga la esperanza de que quienes lean estos apuntes compartan y vivan -aunque sea fugazmente- del deleite que el chapaco gozó,
Así es como, desde la primera vez que cruzó la frontera de Villazón, hacia La Quiaca, fue adquiriendo una visión diferente con relación a su querida Tarija. Más cuando se fue adentrando y primero hasta Jujuy y Salta, ciudades algo diferentes a la suya. Pero su asombro fue mayor cuando conoció y recorrió deslumbrado por la grandeza y esplendor de Buenos Aires quedando anonadado ante semejante progreso; llegándole a gustarle todo cuanto iba conociendo. Estas vivencias fueron, repitiéndose al visitar Santiago de Chile y Lima; asimismo cuando recorrió los puebos fronterizos del Brasil -aunque periféricos-pero diferentes a los suyos.
Ese encantamiento fue mucho mayor cuando recorrió las grandes urbes de los Estados Unidos, como Washington, Nueva York, Miami y otras. Tampoco fue menor la satisfacción al trasponer el límite de Sur América para incursionar hacia el Centro admirando Panamá y Costa Rica; con diferentes modos de vida, relativo progreso y costumbres aproximadas a los mayas y aztecas; aunque con fuerte influencia norteamericana. En las ciudades de Panamá y San José encontró facetas originales e interesantes; que no sólo llamaron su atención, sino que le hicieron ver cómo el progreso transformaba a las otrora provincianas y rurales poblaciones, en capitales modernas, con todos los atributos de las grandes urbes, sin perder su toque campesino. Algo interesante y digno de conocer.
No se puede negar que el chapaco quedó deslumbrado con tanta cosa nueva e interesante que conoció. Es por ello que escribió esta obra que ahora la ofrece sin vanagloria a todos cuantos quieran leerla, recreándose con sus relatos.
Es indudable que muchas de las crónicas e impresiones resulten algo detallistas y quizás cansadoras; ello se debe al mayor impacto captado en la contemplación de tanta maravilla. Tales por ejemplo -para sólo citar algunas- el embeleso que le produjo la admiración de suntuosos palacios, grandes museos saturados de joyas de arte, tales como "El Louvre" de París; los cielorrasos de la Capilla Sixtina en el Vaticano; las clásicas pinturas y esculturas del Palacio de los Oficios de Florencia; la variedad de los célebres pintores españoles expuestos en el Museo Del Prado de Madrid; sin dejar de mencionar otros famosos emporios artísticos de nuestro Continente, como el "Smithsonian Institute" y la "National Galery de Washington", los Museos Antropológico de Lima o el Histórico de Buenos Aires; en fin, tanto arte excelso admirado, que se puede decir que no se sabe cuál es el mejor.
Lo mismo tendríamos que expresar de las descripciones que se hacen sobre el asombro que produjo al contemplar el paso de un enorme buque por las esclusas del Canal de Panamá; las ruinas de Machu Picchu, o la dulce embriaguez de encanto al contemplar encandilado la florescencia de perfumados jardines como los de la Rosaleda de Madrid, las fantásticas maravillas de los de La Alhambra de Granada; los fascinantemente bellísimos de La Bagatelle, dentro del Bosque de Boulogne en París; o los que embellecen decorando los contornos de los famosos Palacios de Versalles y las Fuentes de Fontainebleau en Francia,
Fueron tantas las cosas bellas, interesantes y magnificentes que admiró el chapaco, que sus crónicas descriptivas resultan apenas un pálido reflejo de la realidad frente a las cabales vivencias que le tocó contemplar.
Es posible que algunos lectores, no satisfechos con esta entrega, critiquen al chapaco por suponer que se cree el único que viajó sólo por dos Continentes, siendo así que hay muchísimos que fueron más lejos; visitando no solamente el África o la China, o quizás llegaron al lejano oriente y hasta la remota India. Tendrán toda la razón del mundo, pero no podrán negar que hasta hoy -por lo menos que se conozca en nuestro medio- ninguno llegó a trasuntar sus impresiones en una obra como la presente; que puede pecar de muchos defectos, pero que está escrita con verdadero sentimiento chapaco y, lo que es más, sus páginas están saturadas de cariño, sinceridad y modesta buena intención; y van imbuidas del sano propósito para que los coterráneos y los que no lo son, compartan algo de la satisfacción y la dicha de haber conocido espacios, paisajes y tierras diferentes a la nuestra. Ese es nuestro propósito al presentar esta obra.
Para que esta resulte más amena, el autor trató de matizarla incluyendo cierta cantidad de bonitas postales que fue adquiriendo como souvenir en los trayectos de su deslumbrante recorrido. Hubiese querido incluir muchas más, pero la edición habría resultado además de voluminosa, costosa; dificultando su adquisición. Habida cuenta que el propósito de esta obra es que sea conocida por mucha gente y que llegue a todas las capas sociales.
Sin embargo, no son pocas las atractivas estampas que van como gráfica demostración de lo mucho visto. Creemos que deleitarán a los lectores.
Finalmente, debemos decir que estas Crónicas de viaje fueron escritas en diferentes épocas; de ahí que se observará aparente discontinuidad; pero están ensambladas para que tengan coherencia y no dejen de suscitar interés.
Si llegan a gustar, agradan y deleitan, habremos justificado nuestra intención.
Ese será el mejor premio para el autor, que también desea sirvan de acicate para que otros coterráneos o los de más allá, publiquen sus vivencias. Otros en el Norte lo hicieron en el pasado inmediato con verdadero acierto. Ojalá hayan seguidores.
Tarija, agosto de 1991
LA QUIACA, HACEN 50 AÑOS
Concluía la guerra del Chaco, cuando el chapaquito era aún niño -frisando los 13 años- aunque acercándose prematuramente a la adolescencia, salió de su tierra natal por primera vez, para trasladarse a la vecina República Argentina, en ese entonces fatal meta de la mayoría de sus coterráneos, impulsados por razones económicas; en busca del trabajo que escaseaba o sencillamente no había en la ciudad y campiña tarijeña.
La población fronteriza de La Quiaca, fue la primera en llamarle la atención, por la profusión de tiendas, almacenes y negocios comerciales surtidos y diferentes a los de su ciudad. La Quiaca aún no tenía definición urbana; era una pequeña población, pero ya se vislumbraba la diferencia con Tarija. Se observaba mucho movimiento de gente diferente a la conocida impresionándole mayormente la Estación del F.C. con frenético tráfico de rugientes locomotoras, coches repletos de pasajeros y vagones saturados de carga.. Recién se había concluido la construcción del moderno cuartel, donde se movían muchos soldados y, según se leía en un escudo, pertenecía al Regimiento 20 de Infantería ó "Cazadores de los Andes", también diferentes a los soldados bolivianos.
En realidad esa población se destacaba por su avenida principal, Sarmiento, arreglada con sauces y flores aparte de tres o cuatro cuadras de calles que se prolongaban hacia la pampa; pero la mayoría con casitas de adobes; sobresaliendo los galpones de la Estación, y al frente, el edificio del Banco de la Nación Argentina; al lado un Mercado bien organizado y mejor que la vieja Recova de Tarija; aparte de algunos hoteles y posadas. No era más La Quiaca de aquellos tiempos (1935); con la diferencia de que esta no quedaría estancada, como ocurrió con la paralela Villazón, que se mantuvo atrasada, chata y sucia; durante muchos años, como se la veía al pasar por allí.
Por La Quiaca habría de pasar el chapaco muchas veces, tanto al retornar a la tierra en 1936, cuanto cuando volvió en julio de 1939, y así tantas otras de paso a Jujuy; cuando se daba cuenta que la población fronteriza argentina progresaba, crecía, expandiéndose a lo largo y ancho de la extensa pampa pelada. En una de esas pasadas vio que la larga avenida principal había sido pavimentada y bien decorada con bonitos jardines, bordeada de buenos edificios, comercios activos, hoteles, confiterías, cines y otros; dándole fisonomía de pequeña ciudad moderna. En tanto que Villazón crecía lentamente, pero seguía fea, terrosa, característicamente boliviana.
CIUDAD DE JUJUY
Conocida por primera vez el año 1936. cuando el chapaco, changuito aún, se apresuraba a ser adolescente aunque solo contaba 14 años; le impresionó bien la ciudad desde que llegó a la Estación viéndola grande, espaciosa, con enorme andén y edificio de dos plantas dando frente a una amplia plaza , donde estacionaban infinidad de autos y coches tirados por caballos (Mateos); de allí se distribuían anchas avenidas y arboladas calles bien pavimentadas y urbanizadas, con casas de una y dos plantas, algo mejores que las de Tarija.
Se estacionó allí por varios meses, teniendo oportunidad para conocer detalles, dándose cuenta que en realidad la ciudad no era más grande que su nativa Tarija.
Circundada por dos ríos, sólo tenía 7 cuadras de ancho, limitada por las avenidas costaneras que por entonces lindaban con el campo y zonas urbanizándose. Mientras que 50 años después, la ciudad creció enormemente, cubriéndose de elegantes residencias y decorada con jardines; desaparecieron los zanjones y bajíos y arboledas casi silvestres, rebasando las márgenes opuestas de los ríos.
A lo largo o longitudinalmente, la ciudad comenzaba con los cuarteles por el norte, pasando por el prolongado Parque San Martín, las avenidas Bolivia y Córdoba, prolongándose unas 15 cuadras, para rematar en el sur en una especie de pico de plancha que aún no estaba habitado, cubierto de solares, baldíos, quintas y una que otra casita aislada. Al pasar los años se construyó en aquel extremo, el amplio edificio del Ministerio de Salud Pública de la Provincia.
El centro de la ciudad estaba bien edificado, pero las casas no pasaban de dos pisos, aún los edificios públicos como la Casa de Gobierno, Policía y otros; eran antiguos, pero bien cuidados. Aquella sede del gobierno provincial era y sigue siendo lo más destacado de la zona central porque además de ocupar todo un manzano, es un hermoso Palacio de líneas arquitectónicas bien trazadas, rodeado de jardines, muy bien decorado con estatuas, con buen gusto y limpio; alzándose frente a la estética Plaza Belgrano.
También destacaban en la zona central, los edificios de los bancos oficíales, el Teatro Mitre, los cines Marconi y Select, así como la linda Catedral; el colonial San Francisco con su amplio convento anexo, el Colegio Nacional, la Escuela Normal y algunos otros. El cine Select se estrenó precisamente ese año 1935. constituyendo la sala cinematográfica más moderna. Las casas particulares se caracterizaban por ser de una sola planta, con llamativos zaguanes y jardines. Allí abundaban los comercios, hoteles, confiterías, el Club Social; las amplias tiendas cubriendo tres cuadras, siempre bien concurridas y con permanente afluencia de vehículos motorizados y a sangre, las simpáticas jardineras. En cambio, las últimas calles laterales Independencia y Salta, recién se poblaban con variedad de construcciones de ladrillo, proliferando terrenos baldíos, panaderías, cocheras y corralones; en esos tiempos se usaba todavía el sistema de coches, jardineras y carritos a tracción de sangre, tirados por caballos; aunque ya para el transporte colectivo aparecían grandes ómnibuses y " bañaderas" que recorrían toda la ciudad, llegando hasta las villas suburbanas. Estas eran aún semi-rurales y a ambas márgenes de los ríos Grande y Chico, apenas comenzaban a poblarse, formando las que serían Villas Gorriti, Cuyaya, Castañeda y San Pedrito, en la ribera oeste y Bajo Belgrano, Tramontini y Los Perales en la oriental; los caminos eran de tierra cubiertos por montes y malezas laterales. A ambos costados del Puente Lavalle, existían terrenos bajos cubiertos por chaparrales, donde se levantaban casitas y ranchos improvisados, armados con palos, maderas y calaminas; viviendas precarias para emigrados y gente pobre.
Resultaba interesante observar el intenso movimiento de jardineras y carritos tirados por caballos, que servían como panaderos, lecheros, verduleros y otros; combinando con un sistema de triciclos que con un cajón adelante, llevaban cosas para el reparto a domicilio; estos junto con los motorizados daban a Jujuy un bonito aspecto con el ruido del trotar de caballitos que hacían sonar el pavimento con el choque de sus cascos.
En el centro neurálgico de la ciudad, existía mucha afluencia de gente que concurría a confiterías, heladerías y cafés. Circulaba un solo diario, "El Radical", pero los periódicos de Buenos Aires, Tucumán y Salta llegaban casi al día... Con todo lo cual la ciudad de Jujuy en aquellos años, tenía mayor movimiento comercial y poblacional que Tarija, facilitada por el tren del que carecía ésta. El antiguo Mercado de la esquina Salta-Balcarce, llegaba a su fin, porque se estrenaba uno limpio, moderno, grande en la esquina Alvear-Balcarce. Uno de los edificios más grandes y altos de Jujuy, era el Centro o Casa de España, aún inconcluso; por esos tiempos residían en Jujuy muchos bolivianos, predominando los tarijeños.
El chapaco gustaba de la ciudad de Jujuy, por eso retornaba constantemente, incluso se radicó temporalmente en dos oportunidades. 1939 y 1971. comprobando que la ciudad crecía: en tanto que su añorada Tarija seguía tranquila y con escaso progreso. Las villas de Jujuy pronto se convirtieron en barrios , desaparecieron los rancheríos y montes, dando paso a avenidas bien arboladas, florecientes zonas residenciales; trepando a los cerros para formar los barrios de Luján, Almirante Brown, Alto Moreno y otros. En tanto que por el sur, se construyó la por entonces moderna Cárcel; desaparecieron las vaquerías de San Pedrito. En la orilla opuesta, también desaparecieron las huertas así como la campestre Villa Tramonti- ni sustituida por barrios que se prolongan hasta el Puente Pérez. Después, en el casco viejo se levantaron casas de tres y más pisos formándose avenidas matizadas con jardines, plazoletas y canteros centrales y laterales, dando a la ciudad un marco verdeante, moderno, elegante, induciendo a llamarla "Tacita de Plata", con aire de verdadera ciudad.
Pasados 18 años, esto es en 1957, volvió el chapaco a Jujuy, encontrándolo en pleno desarrollo y progreso, con febril movimiento comercial, mucho adelanto, activa expansión urbana; se construyeron puentes nuevos paralelos al Lavalle, profusión de avenidas y calles bien pavimentadas. Los antiguos vehículos a tracción de sangre fueron totalmente sustituidos, desapareciendo, devorados por motorizados que dieron a la ciudad característica de pequeña urbe.
Al transcurrir los años, el chapaco siguió visitando Jujuy, encontrando varios monobloques simulando rascacielos, que le dieron otra faz a la ciudad. En 1971 encontró la funcional Terminal de buses; hermosos, aunque poco originales palacios Legislativo y Judicial, ambos levantados con piedra rojiza, simulando el último una copa Melba de 10 pisos conformando un interesante centro cívico como no existe en otras ciudades. También se habían construido otros edificios públicos tales como el moderno Hospital Soria, la ciudadela Escuela-Taller, un complejo deportivo y varios otros que le dieron una nueva fisonomía a Jujuy. En su visita del año 1985 ya no le sorprendió encontrar a la ciudad pujante, activa, moderna, cubierta de rascacielos, llamante Universidad; floreciente centro con intensa actividad económica, cultural, turística, industrial y aérea, porque habían construido un grande y moderno aeropuerto internacional llamando su atención el excelente y bien organizado servicio de locomoción colectiva.
HUMAHUACA
Por aquellos años visitó el chapaco Humahuaca, pequeña población histórica de la quebrada; la misma que notoriamente crecía y se expandía, mejorando; e incluso levantaron un lindo Hotel colonial abrieron nuevas avenidas y construyeron un hermoso puente para cruzar a la floresta de la banda opuesta, constituyéndose en importante centro turístico, donde se destaca majestuosamente el Monumento al Indio, único en América. Se mejoró su antigua iglesia y el también colonial Cabildo, llamando la atención de los visitantes sus estrechas calles y, sobre todo una imagen de San francisco que con artificio mecánico, imparte la bendición a las 12 de cada día.
SALTA
El año 1957. cuando el chapaco andariego fue a visitar a su madre, quien residía en Jujuy, por algún motivo tuvo que ir a buscarla a la vecina Salta conociéndola por primera vez. No le impresionó mayormente porque la encontró anticuada, con sus largas calles formadas por casas de un solo piso, parecidas a las de su ciudad natal. Había eso sí en su zona central, comercios, hoteles, bancos y restaurantes regulares, aparte de algún paseo, no encontró nada novedoso; si bien un poco más grande que Jujuy, nada extraordinario; lo que le llamó la atención fue su hermosa catedral de estilo colonial. Algo que le hizo recordar su tierra fue el antiguo Hospital del Milagro, muy parecido al viejo San Juan de Dios, ya demolido. Su estadía en Salta fue solamente de un día y medio, no llegando a recorrer la ciudad. Volvió a visitarla en varias oportunidades encontrándola igual notándose que su zona central mejoraba con tiendas más grandes que las de Jujuy; recorrió el barrio residencial al pie del cerro San Bernardo con blancos chalets estilo neo-colonial; allí apreció el hermoso monumento al Gral. Güemes.
Pero luego , resultó satisfactorio al chapaco retornar allí, después de 17 años, esto es en 1988; entonces recién pudo decir que conoció Salta, debido a que sus visitas anteriores fueron fugaces En esta oportunidad recorrió el centro, apreciando las dos bonitas calles peatonales -Florida y Alberdi- admirando las grandes tiendas, el bien surtido comercio y esta vez, sí apreció con detalle su maravillosa Catedral, tan bien ornamentada con los preciosos altares de la Virgen y el Señor del Milagro. Se detuvo a contemplar la tumba del caudillo Güemes y después se extasió admirando los exteriores e interiores de la iglesia de San Francisco con aire antiguo, parecido a su similar de Tarija. Visitó varios pequeños museos ubicados en antiguas casas. Paseó por el extenso Parque San Martín: por sus bonitas plazas, bien cuidadas avenidas y otras vías urbanas; llegando incluso hasta el extraño y poco estético "Gran Bourg", donde concentraron a la administración pública provincial. Nuevamente se impresionó por los bellos monumentos del Gral. Güemes, enclavado en las estribaciones de la montaña, desde donde se aprecia un bonito panorama de gran parte de la ciudad. Fué al simbólico conjunto monumental dedicado a los héroes del 20 de febrero, ubicado precisamente en la planicie donde se había librado la batalla donde derrotaron a las fuerzas españolas. Le gustó la gran Terminal de Buses, el aeropuerto; recorrió varios barrios nuevos, agradándole los situados en las faldas del cerro San Bernardo, recorriendo incluso su gran Hospital; todo bien distribuido con jardines, espacios verdes y arboledas, culminando en la novedosa Teleférica (Funicular), elevándose hasta la cima para apreciar todo el extenso valle de Lerma.
MENDOZA
El chapaco conoció esta ciudad podría decirse sólo de pasada, al ingresar a la Argentina desde Chile, atravesando la imponente Cordillera de Los Andes y que la encontró totalmente cubierta de nieve en el lado chileno, mientras que la parte argentina era vista en todo su multiforme colorido.
Encontró a Mendoza con una particular belleza, recostada en extensa planicie un poco más abajo de las faldas de Los Andes, valle que se lo domina en toda su amplitud cuando se baja por la cordillera; la campiña cuyana es hermosa, aunque se la cruzó en pleno invierno, cuando las plantaciones de vides, olivos y frutales se encontraban secos; apreciando enormes pastizales donde pastaban infinidad de ganado.
La ciudad en si es bonita no muy grande, con hermosos edificios modernos; todo allí parece nuevo recién construido debido a la reciente reconstrucción después de fatal terremoto. Sus calles y avenidas son planas, rectas, cubiertas con forestación, de dos y tres plantas, nutrido centro comercial con grandes tiendas y hoteles; se destacan los edificios de la gobernación algunos bancos y el Palacio de Comunicaciones de altas columnas revestidas de mármol rosado.
En su corta permanencia el chapaco se dio cuenta que se trataba de un centro agrícola-industrial, posiblemente muy visitado durante el verano, cuando deben abundar la fruta y los vinos; quedó el deseo de retornar por allí, para conocerlo mejor.
CÓRDOBA
Prosiguiendo viaje en cómodo ómnibus aunque de noche, sólo pudo entrever la existencia de varias ciudades y pueblos, intuidas por las continuas paradas. Al amanecer se llega a la señorial y culta Córdoba, con su zona antigua de enormes casonas. Al recorrerla se dio cuenta de que era bastante grande, con edificaciones de dos y tres pisos, buen comercio y decenas de edificios oficiales de diversos estilos arquitectónicos; destacándose la hermosa y grande catedral. La ciudad había estado en dos niveles, con su parte alta antigua y la baja donde se hallaban las urbanizaciones modernas. Lo que resultó interesante fue su Jardín o Parque Zoológico por su original ubicación en plena quebrada, donde se aprovecharon los pliegues y barrancos para poblarlos con variedad de animales que, parecían encontrarse en su hábitat natural. También llamaron su atención las varias quebradas que atraviesan la ciudad, llamadas cañadas, convertidas en interesantes avenidas. Un hecho simpático que le satisfizo al chapaco, fue escuchar hablar a los cordobeses, encontrando su acento muy parecido al de sus paisanos. Se figuraba encontrarse entre sus coterráneos chapacos, con su hablar calmado, entonadito, arrastrando las palabras.
TUCUMÁN
Muy poco puede comentar el chapaco sobre esta ciudad, donde estuvo sólo de paso en dos oportunidades dándose cuenta de tratarse de una ciudad grande, plana, con calles rectilíneas; recorrió algunas de estas en la zona antigua. Es justificado el título que le dan los argentinos de "Jardín", porque efectivamente se encuentran avenidas, plazas y jardines florecientes favorecidos por el fuerte clima tropical. Pasó por su plaza principal donde se levanta el edificio de la Gobernación y otros a su derredor; vió la importancia de su comercio, pues en las calles adyacentes se encuentran grandes tiendas.
Visitó el principal Museo o la Casa de la Independencia, encontrándola augusta; impone respeto si se tiene en cuenta que allí se firmó la independencia argentina. Una verdadera reliquia histórica. A la distancia se aprecian los interminables cañaverales con sus respectivos ingenios azucareros que le dan fama a esta extensa ciudad.
BUENOS AIRES
Anhelo largamente acariciado por el chapaco desde niño fue conocer esa gran capital; eso ocurrió en 1972. cuando ya había conocido varias ciudades, desde hacían más de 35 años. Llegó allí por el aire, acompañado de su mujer, en un avión de la fuerza aérea argentina, un potente Hércules, en travesía de 6 cansadoras horas, sin escala. Comenzó a avistar la ciudad desde el aire, contemplando su grandeza incluso el Río de La Plata, pudiendo apreciar las enormes avenidas, los rascacielos y muchas zonas. Cuando las luces de Buenos Aires se encendían, se aterrizó en el Aeroparque, metido dentro la ciudad y casi de inmediato se embarcaron hacia el centro; pasando por el mentado barrio de Palermo; internándose por calles y avenidas compactas hasta alcanzar la meta prefijada: el hotel de la calle Esmeralda, en pleno corazón de la urbe; debido a encontrarse éste sobre los túneles por donde pasaban los trenes subterráneos, al día siguiente se trasladaron a otro de la calle Suipacha y Rivadavia. Pronto salieron a conocer los alrededores, las calles 25 de Mayo, Corrientes, Lavalle, hasta llegar a la peatonal y bien ornamentada calle Florida, verdadero corazón del centro, hermosa arteria, centro neurálgico de grandes comercios, restaurantes y establecimientos de categoría; lindo paseo adornado con jardines centrales, con flores y plantas, donde abundan los restaurantes que atraen con sus exquisitos menús Allí también se pueden apreciar las vistosas vitrinas, escaparates donde se exhibe todo lo que los humanos puedan necesitar, profusamente iluminadas, llamativas, interesantes; dignas de contemplarlas con admiración. Allí también, se encuentran hermosos edificios, como el monumental Banco de Boston, de extraordinario estilo por sus enormes y artísticos portales metálicos con incrustaciones y alto relieves; una verdadera maravilla.
Daba gusto contemplarlo desde diferentes ángulos; no es el único, hay otros edificios de relieve, parecidos a los que el chapaco había admirado en Nueva York y Washington; todos de buen gusto y refinada arquitectura de fines del siglo pasado; lindos, monumentales, diferentes a los fríos y antiestéticos monoblocks actuales. Durante la noche llamaba la atención la profusa iluminación en los comercios artísticamente decorados, luego fueron a la también peatonal calle Lavalle, donde se levantan los teatros y cines con atrayentes marquesinas y grandes anuncios de neón multicolores. Al día siguiente nuevamente salieron a pasear, llegando a la famosa calle Corrientes, también vistosa, interesante, donde abundan los teatros y cines. Allí el chapaco encontró un viejo lustrador de calzado, atento, charlatán y que le dio una demostración de honradez. Al haberle entregado un billete de mil pesos y no tener cambio; va en busca, retornando luego de cierta espera, devolviendo sin que faltase ni un centavo, pues la lustrada solo costaba 0.50; diciendo, al ver nuestro asombro., “seguro que Ud. creía que me iba con su plata; no señor, seré pobre, pero soy honrado”; realmente el sujeto pudo haberse ido sin vuelta, porque sus bártulos no costaban nada. Fue una interesante demostración de honradez, en pleno corazón de Buenos Aires.
A las pocas cuadras se encontró la Plaza de Mayo, en uno de cuyos frentes se levanta la Casa de Gobierno o Rosada, con interesante arquitectura, construida con piedras rosadas, amplios balcones y ventanales dominando la Plaza y Avenida de Mayo. Ambas son grandes; esta última se prolonga hasta confundirse con las graderías que acceden al Palacio del Congreso en el otro extremo; allí está la enorme cúpula del Capitolio sostenida por columnas romanas, parecido al de Washington. Volviendo hacia la Casa Rosada, en su costado derecho se admira la Catedral, hermosa Basílica cuyas altas torres se alzan majestuosas hacia el cielo. Recorriendo sus amplias naves, inspiran respeto; a un costado se encuentra la augusta tumba del Gral. San Martín, en artístico catafalco montado sobre cuatro leones, bien decorado, con incrustaciones y ornamentos de mármol y bronce, alumbrado con lámparas votivas; así hay varios otros detalles interesantes.
Siguiendo por la extensa Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, se levanta una pequeña construcción colonial de sólo 2 pisos, amplios balcones antiguos; es el Cabildo, Casa-reliquia donde se proclamó la libertad, todo bien conservado sobre una plazoleta donde se erige una pirámide no muy alta, que simboliza la Libertad. Siempre paseando por los alrededores de esa histórica Plaza, se encuentran calles con nombres familiares, como Bolívar, Junín, Ayacucho, etc., pertenecientes a glorias del viejo Perú; siguiendo paseando, se encuentra con la famosísima, más grande y ancha del mundo: la Avenida 9 de julio, arteria enorme y en cuyos márgenes convergen los edificios más altos e importantes de la Capital; en el centro se yergue enhiesto el imponente Obelisco de cemento forrado con mármol grisáceo, que se lo ve desde diferentes direcciones. Allí rematan varias avenidas y diagonales de la urbe. Algo que causa admiración son las enormes plazas y parques que se suceden a cada trecho. Todas son amplias, arboladas y ornamentadas con jardines. Por allí están suntuosos edificios, verdaderos palacios de otras épocas; así como enormes monoblocks que seguramente albergan clubes, hoteles, ministerios y otros: dándole a Buenos Aires la característica de hermosa cosmópolis.
Otro aspecto interesante son los subterráneos o "Metro", amplio, moderno, con paredes revestidas de llamativos azulejos, bien iluminados con trenes cómodos, rápidos y limpios, mejores que los de Nueva York.
Un paseo atractivo es Palermo, donde se encuentra el Parque Italia, con infinidad de distracciones. El Jardín Zoológico, extenso parque con muchas especies: desde enormes paquidermos, hasta la conocida llama del altiplano, hay tigres, leones, jirafas, monos y cuanto bicho raro se pueda imaginar y Casi al lado se halla el Jardín Botánico donde se encuentran variedad de plantas y árboles; bien ordenado sobre veredas sombreadas y limpias. Las avenidas cercanas están repletas de heladerías, churrasquearías, restaurantes y llamativos cafés; los más sacan sillas a las veredas, donde se puede servir toda clase de comidas y bebidas, apreciando el interesante fluir de vehículos y personas. La atención es esmerada, educados mozos se prodigan por servir lo que uno pida, presentando los consabidos menús, donde se registran la variedad de comidas y bebidas con sus precios; todo resultaba exquisito y abundante además de barato con relación a nuestro país.
Corno se fue en busca de salud para la esposa, el primer día hábil fuimos al local de la Policía Federal, porque se llevó recomendación oficial que debía ser entregada al Jefe de Policía. La Central no queda muy distante, en pleno centro de la capital en la calle Mariano Moreno, en la zona antigua ubicada en un enorme edificio de tres pisos que ocupa un manzano completo, se decía que en otros tiempos había sido el Palacio de Gobierno. Se atraviesan anchos portales rodeados de altos ventanales, para llegar a amplio zaguán custodiado por agentes uniformados; accediéndose al patio interior donde se levanta monumento rodeado de palmeras tropicales, adornado con jardín y canteros. En el segundo piso o planta alta estaba la Ayudantía, allí se hicieron anunciar por un oficial que les hizo pasar a un salón grande, antesala de la Jefatura, donde se exhiben cuadros con marcos dorados con pinturas y fotografías de antiguos Jefes de Policía, civiles y militares; con lujoso moblaje, cortinados y alfombras, elegantes. El Jefe de Policía se hace disculpar, siendo conducidos a otro salón más pequeño también decorado e impresionante; es la antesala del Sub Jefe de Policía. Salones amplios, bien construidos como los edificios antiguos. El chapaco y su mujer fueron recibidos por el Sub Jefe Insp. Gral. Díaz, hombre alto bastante moreno, atento. Relató que conoció Bolivia habiéndola visitado años antes, durante la Dirección General de Policías del Cnl. Julián Guzmán Gamboa. Ofreció amplia colaboración instruyendo al Director del Hospital Policial, a quien entrevistó al visitar el Hospital "Bartolomé Churruca".
Algo interesante y digno de recordar son los restaurantes, todos los visitados grandes, limpios, con varios salones, atendidos por mozos solícitos ataviados con sacos y guantes blancos, elegantes. Presentan la carta con variado menú, pero el chapaco las más de las veces ni las leía, pidiendo los famosos asados de bifes de chorizo, selectas piezas de carne, servidos en sendas fuentes, enormes pedazos de carne asada, jugosa, gruesa, tierna, exquisita. No se podría encontrar otra carne tan sabrosa. De acuerdo a gusto, se acompaña con ensalada, papas fritas u otros entremeses; todo abundante y muy bien servido, tan grande, que la esposa decía que solo debíamos pedir una sola porción, rociado todo con buenos vinos y concluido con ricos postres. Se esperaba la cuenta con cierto miedo, pensando sería elevada, pero grande y satisfactoria fue la respuesta, cuando se constataba que todo lo servido no costaba el equivalente de 60 pesos bolivianos de entonces (1972). Incluso encontraban otros menús de pastas u otras comidas, mucho más baratos. Todo resultaba baratísimo, fantástico, pues en Bolivia con esa cantidad apenas se podía servir un lomo mediocre. Se salía de los restaurantes, repleto, satisfecho, dando verdadero gusto saborear esos manjares, y eso que las cuentas, dada la calidad de los establecimientos, incluían mantel, servilletas, cubiertos, pan y atención; parecía una verdadera ganga. Si se sentaba en esos locales que sacan las sillas a la vereda, para servirse copetines, estos venían acompañados de bocadillos variados. Por eso daba gusto servirse comidas, bebidas o helados, resultando un placer disfrutar de todo aquello en la linda ciudad de Buenos Aires. También el servicio de transporte colectivo era excelente, sólo había que conocer los números de las líneas para dirigirse donde uno deseaba. Eran vehículos grandes, limpios y veloces.
Para ir al Hospital mencionado, se pasaba por la larga avenida Caseros, apreciando un bonito trayecto, zona un tanto antigua e interesante; bajándose luego en el Parque Patricios, también grande, bien arbolado, con bonitos jardines. Allí encontramos un enorme monumento a Bernardo Monteagudo que algo tuvo que ver con la Independencia de Bolivia. Precisamente en esa plaza está el Estadio del Club Huracán y en el otro extremo, el imponente edificio del Hospital Policial, con más de 13 pisos, un frente de cuadra y media, antecedido de verja metálica y rodeado de jardines. Allí es donde el chapaco tuvo la mejor impresión al observar tan buena atención. Tuvimos que ir durante dos semanas, hasta que determinaron el mal de la esposa y dijeron que la curarían de su alergia bronquial crónica, que los especialistas de La Paz no pudieron hacer nada. Como que en efecto quedó restablecida después de un prolongado tratamiento con una vacuna preparada ex profeso. Todo el personal de médicos y enfermeras les brindaron esmerada atención sin costo alguno. En esas idas al Hospital Policial, se llegó a conocer el afamado Instituto "Torcuato Di Tella" donde se formaron los más famosos artistas y músicos argentinos y aun bolivianos.
Todo lo visitado y conocido en esa gran capital, resultaba interesante al chapaco y su esposa; notando la gran actividad nocturna, cuando sus principales calles eran concurridas con agitado movimiento y el funcionamiento de locales de diversa clase. Fue en la mentadísima calle Santa Fé donde la esposa se enloquecía frecuentando las llamativas tiendas, bazares y boutiques donde se ofrecen y exhiben las más sofisticadas prendas femeninas. Sin cansancio recorría esos negocios que remataban en el renombrado Barrio norte. Cuando llegada la noche, retornaban por las calles Corrientes, Lavalle y adyacentes, para admirar los espectáculos revisteriles; divertidísimos, con el deleite de bellas bailarinas, cómicos y otros artistas de fama.
Los fines de semana incursionaron por la Provincia, yendo en tren desde la antigua Estación Constitución pasando por el Barrio de San Telmo, lleno de reminiscencias del pasado tales como teatros, bares y cantinas con espectáculos de cantantes de tangos y cancioneros criollos. Cruzaron el Riachuelo por sobre del Puente Alsina, conocido por fotos en revistas; enorme estructura metálica que divide la capital federal del Barrio de Avellaneda. Allí están las fábricas, arribando a la Estación de Sarandí situada en cierta altura con relación al nivel de las calles. Así llegaron a la barriada de Gerli, donde visitaron parientes, cruzando una villa miseria, realmente deprimente. Al retornar en ómnibus, atravesaron avenidas larguísimas como la Mitre que confluye con la Montes de Oca. No se descuidaron de recorrer el Paseo Colón, de gratas reminiscencias, situado casi al borde de la avenida Costanera; lindante con el Río de La Plata, llamándoles la atención unos corredores altos prolongados, donde se dice antes funcionaba el viejo Mercado de Abasto, mencionado por Carlos Gardel en varios tangos. Al contemplar el anchuroso río, se aprecian diversidad de embarcaciones y, en cierto lugar, se encuentra la Ciudad Deportiva de Boca, con su Estadio llamado la Bombonera; Instalaciones, jardines, piscina y construcciones levantadas en terrenos ganados al río.
Otro paseo interesante es la avenida San Martín, próxima a la Estación Retiro, al recorrer por sus bien cuidados jardines, se encuentra con el reloj de los ingleses: un antiguo y hermoso palacio con enorme portal metálico cubierto con incrustaciones doradas en alto relieve. Más allí se levanta el edificio del Hotel Sheraton de lindas líneas arquitectónicas color verde-claro. Las avenidas de ese gran paseo convergen en la Estación Retiro con su monumental edificio, lleno de interesantes relieves y molduras en techo, ventanas y grandes portales. Algo asombroso por su volumen. En su interior se mueve hormigueante multitud viajera. Allí el chapaco se sintió empequeñecido al contemplar la magnitud del amplísimo andén central, mientras que en el interior resonaban los trenes que salían y llegaban de todas partes.
Un paseo que resultaba satisfactorio era recorrer la avenida costanera para admirar la variedad de barcos de diferente calado que salen y llegan al Puerto de Buenos Aires. Otra novedad para el chapaco, al apreciar las dársenas, diques, elevadores; llamándole la atención un enorme barco de guerra de color gris. Se trataba de un Buque-Escuela francés, al que se podía visitarlo ingresando a su interior; apreciando la enorme cubierta artillada con grandes cañones y armas anti aéreas. Luego se ingresaba, conducido por jóvenes cadetes franceses que dominan el español; gente cortés, sonriente, atenta. En parte de la cubierta también se admiraban varios aviones. Todo lo cual valió la pena conocer, ya que en Bolivia no se tenía ninguno, experiencia que se prolongó hasta la noche.
MUSEOS
Las visitas a los museos, que los hay variadísimos, resulta buena. Comenzando por el Histórico del sótano de la Casa Rosada. Todo bien conservado con fotografías, cuadros y pinturas de mandatarios del pasado. También tiene su sección militar, donde se exhiben armas, estandartes y trofeos de guerras. Visitaron algunos museos de arte, admirando magníficas obras pictóricas y esculturas de los mejores artistas argentinos y universales. Otro de Historia Natural con valiosas piezas de flores, plantas, fauna y peces; curiosidades raras. El Museo de la Policía Federal, con excelente disposición de colecciones de todo orden, reliquias e instrumentos de la Policía del pasado. Vehículos, desde los tirados a tracción de sangre, pasando por los de vapor, hasta los motorizados. Las armas, municiones, uniformes, emblemas y objetos diversos. Muy bien dispuestos con escenificaciones de importantes y monstruosos crímenes, bulladas estafas, etc., donde la Policía realizó positiva labor de investigación y apresamiento de criminales, también hay galerías de pinturas, dibujos y fotografías de antiguos jefes, encontrando entre ellos al primero, un ciudadano boliviano En el mismo edificio funciona el Club de Oficiales, amplio, elegante, con cómodos ambientes para reuniones sociales. Después se conocen otras reparticiones importantes, como la llamada Obra Social, la Revista y la Escuela Superior, situada en el alejado barrio de Flores, muy bien instalada.
No se dejó de conocer la zona comercial del Once, con su Plaza y Estación Miserere. Se necesitaría permanecer en Buenos Aires varios meses para conocer otros sitios interesantes.
El chapaco retornó a la capital del Plata después que habían transcurrido 17 años de su última visita, pareciéndole que Buenos Aires estaba más linda; que había rejuvenecido, sin duda gracias a su constante progreso. Encontró a la ciudad más interesante, con mucho más movimiento llamándole la atención muchas mejoras en la parte central y en vías antes recorridas. Volver a andar por la simpática peatonal Florida y cruzar la ancha avenida 9 de julio, le pareció todo renovado, agradable, algo familiar ya conocido.
Esta vez buscó otros lugares, como el Puerto, donde encontró anclada a la vieja Fragata Sarmiento, ahora museo. Se interesó en visitar la Facultad de Derecho, admirando embelesado el hermoso edificio rodeado de columnas greco-romanas; internándose en pasajes. Penetró en sus grandes aulas, mirando la profusión de bibliografía jurídica con la producción de estudiosos, tratadistas y el fruto de investigadores.
Luego, el trotamundos chapaco, siempre en busca de novedades, incursionó por la antigua Recoleta y deleitándose en sus extensos parques, culminando en una enorme rotonda donde se albergaban exposiciones de pintores, dibujantes y artistas plásticos; rodeada de enormes árboles de grueso tronco, frondosa copa y tupido ramaje. Quizás esos serían ejemplares de ombús de la pampa argentina.
También visitó el Palacio de Justicia, majestuoso, con sus salas, juzgados y lugares interesantes. Incursionó en el famoso Teatro San Martín apreciando los espectáculos artísticos, exposiciones y hasta una opereta.
Esta vez quedó convencido que la gran urbe realmente es hermosa y que comparada con otras grandes ciudades que anteriormente visitó, tanto en los EE. UU. de Norte América, cuanto en Europa; la capital argentina, en plena América, tan cerca al país de origen, tiene todo y aún mejor que aquellas. Con la ventaja de la familiaridad, el idioma y la identidad con lo propio. Nada tiene que envidiar Buenos Aires a las más grandes cosmópolis.
Con esta impresión culminó la nueva visita que abarcó al famoso santuario de Luján, con su hermosa Basílica, los museos y el interesante entorno para las peregrinaciones. Al volver por el Aeroparque, lo encontró remozado, ampliado con extensos andenes, salones y pistas para que los pasajeros gocen de comodidad.
Quedan muchas impresiones que no son consignadas debido a la extensión
Quizás en otra visita podamos exteriorizar la satisfacción que causa volver a Buenos Aires.