Del libro: RECUERDOS DE MI TIERRA de Tomás O’Connor. 1917
De Tarija a Santa Ana



Caminito que conduces
de Tarija a Santa Ana,
camino de cuatro leguas,
cuanto te recuerda el alma!
Los cactus de tus veredas,
los molles de tus quebradas,
los uturunkus, los sotos,
las kererincas que cantan
en los chañares y churquis
abriendo las blancas alas,
y las manadas de ovejas
que bajan a las aguadas
a beber, al medio día,
y las atrevidas cabras
que pasen en tus laderas
y saltan entre las ramas
de los espinosos cercos
que el sembradío resguardan;
y a la sombra de tus tacos,
los bueyes que allí descansan,
el ladrido de los perros
que cuidan de las estancias;
el zorro que en el rastrojo
que pase el rebaño aguarda
para asaltarlo y llevarse
un cordero o una cabra;
el cardón en el que se abre
de noche la pasacana,
y en el día nos ofrece
su roja, sabrosa ulala;
el cóndor que hiende el aire,
una víbora que pasa
sonando sus cascabeles
y el caballo nos espanta,
el gallinazo que atisba
la res muerta en la barranca,
donde a revolar empiezan
el carancho, el palapala,
el cernícalo y el sacre,
el halcón, y la cigarra
que chilla en los matorrales,
y el mirlo que alegre canta
entre churquis y chañares
que dan sombra en la quebrada;
las densas nubes de polvo
que los caballos levantan
bajo un sol de fuego, cuando
van al galope en la pampa;
esa quebrada del Monte,
la casita de Carranza
en la de la Tejería;
Morros blancos, la Matara;
la quebrada del Yungueño
y la Cuesta colorada
y luego, como un oasis,
entre viñedos, Santa Ana!
Como me viene a través
del tiempo y de la distancia,
recuerdo de esos sitios
de mi tierra idolatrada!
Sitios, ¡ay! que tantas veces
en mi juventud lejana,
crucé lleno de ilusiones,
de ensueños y de esperanzas.
Años ha que no los veo
y de verlos tengo ya ansia,
y aunque de ellos estoy lejos,
vivos los llevo en el alma.