Del libro: RECUERDOS DE MI TIERRA de Tomás O’Connor d’Arlach
EL CREPÚSCULO
¡Qué bellos son los crepúsculos de la tierra tarijeña!
El sol en Occidente se sepulta
de púrpura y de oro entre cenefas,
en el azul espacio
ya asoman las estrellas;
su grato aroma esparcen los claveles,
los juncos y las blancas azucenas.
Trémulos fuegos fatuos
parecen las luciérnagas,
y deshoja el crepúsculo sus rosas
del cristalino río en las riberas;
y tocan las campanas
el Ángelus. La tierra
dormir parece en apacible calma
en esta hora de misterios llena.
En la mezcla confusa
de luz y sombra vuelan
bandadas de murciélagos, un búho
asómanse en la torre de la iglesia;
su vuelo es lento, suave,
es un vuelo de seda
que pasa sin ruido entre las sombras
y se pierde en la noche que ya llega.
Frotando está sus élitros
el grillo entre la yerba,
y entre la tenue niebla del crepúsculo
está ya toda la ciudad envuelta.
La flor del churqui esparce
su aroma en las florestas,
en la colina de San Juan se aspira
del río brisa deliciosa y fresca.
Todo es paz, todo es calma
en esta hora incierta,
mezcla de luz y sombra, en que se siente
también mezcla de encanto y de tristeza.