BELLA TIERRA BENIANA
El Beni es como un gran espacio lleno de pasiones, misterios, belleza y franquezas.
La primera vez que me relacioné con el Beni, fui desde Santa Cruz a Trinidad, todo el camino era tierra, época de lluvias, ósea que lo debía durar 12 horas, porque salimos de Santa Cruz a las 19 y debíamos llegar a Trini a las 7 del día siguiente, duró unas horitas más.
En aquella época casi todo el camino estaba sin cercos, a un lado y al otro de la flota se veía bosque y recuerdo que pensaba ¿cómo hizo Marbán, ¿cómo hizo Barace para recorrer esos lugares sin más que una Biblia, fe y algo de alimento?
No estoy seguro si ya existía la “circunvalación”, pero frente al colegio Sayelli, en el “arroyo San Juan” y en medio las tinieblas que el tiempo prodiga, me imagino o recuerdo todavía, algunas barcazas estacionadas.
La “Terminal de las flotas”, era la que está, donde ahora existe una terminal de provincias y un mercado; la avenida Bolívar, era el ingreso obligatorio. La plaza principal, frondosa y bella escondía entre sus árboles unos Perezosos que hacían acrecentar más mi curiosidad. Llegué a la casa de la esposa de un cumpa que vivía en Trini hace mucho tiempo, sobre la avenida Barace. Llegada la noche llegaban legiones de mosquitos y otros “bichos” que eran a mi curiosidad valluna ¡totalmente admirables!
Las “cunetas” formaban parte del diseño urbano y esto junto a calles anaranjadas eran un paisaje que no se borra jamás de mi memoria. Ir a los “puertos” era todavía una especie de “viaje”, aunque menor, todo era tierra y llegados a ellos, veía la majestuosidad de esos caudales, el inmenso y manso río Mamoré impresionaba por su vastedad y belleza.
No más de 4 días estuve en Trini y partí a San Joaquín, donde hice el servicio militar. Todo el viaje pude observar la llanura beniana verde y feraz, donde el agua daba permiso, pues casi todo era un gran interno de aguas azules y en partes verduscas.
Tras mi año de servicio militar, volví a Trinidad y volví a encontrarme con algunos elementos que siempre guardaré como parte de la belleza de esa tierra.
Uno, es una tierra bendita, todo producto, todo emprendimiento es posible allá.
Dos, la generosidad y sencillez de su gente. Nobles e hidalgos locales eran generosos y sencillos. Habían, aquellos que se daban “aires de condesas”, pero eran los menos, la mayor parte de esa población era buena y correcta.
Tres, la franqueza en la expresión del beniano, hace de él un ser confiable y admirable.
Cuatro, la belleza de sus mujeres, “a las feas las esconden” me decía entre chiste y chiste una señora que por su obra poética llevaba las letras de Beni por el viejo y el nuevo mundo. Debe ser cierto, porque jamás vi mujer beniana fea.
Al pasar muchos años, volví a Trinidad y encontré en casi todas sus facetas, lo que había descubierto la primera vez.
Sin embargo, hace poco menos de 3 meses, llevé a mis hijos a que conozcan Trinidad y percibí algunos cambios, según supe después un gobierno deshizo en Trinidad y todo el Beni, lo que aquella sociedad guardaba como su mayor tesoro. Ya no encontré los Perezosos y si ya casi todo el camino hacía el puerto del Mamoré estaba asfaltado, el Mamoré resentía de algo que no pude comprender.
Al parecer, el mismo gobierno que se encargó de inocular daño, suspicacia, celos, envidias, hipocresías, en el resto del país, había dejado su “huella” por aquella bella tierra.
Pero para el espíritu beniano, eso es un desafío a superar y nada más. Esa tierra, esa gente, no fuera lo que fue, sino tuviera esa fuerza para superar sus días amargos.
En tu aniversario felicidades Trinidad, felicidad Beni, tierra bella!!!