Dos libros olvidados
De la vasta obra del escritor Porfirio Díaz Machicao (1909- 1981) nos interesa destacar dos libros; cuya adquisición, al no existir en librerías, resulta difícil. Han pasado a formar parte de las joyas que permanecen en los armarios de las bibliotecas, de esas casonas que en nuestro medio pueden contarse con los dedos de una mano y que únicamente son visitadas por reducido número de personas, o mejor, de bibliófilos. Se trata de La bestia emocional y El ateneo de los muertos, que reclaman nuevas ediciones.
Al primero de los títulos corresponde nada menos que la autobiografía del autor. O si se prefiere –con más propiedad— las memorias de juventud. Díaz Machicao desperdiga recuerdos, y narra en tono confidencial sus andanzas de mozuelo inconforme y las preocupaciones que conturbaron su espíritu. Con vivo interés relata, asimismo, las experiencias que le deparó la temprana incursión en el periodismo, los avatares de su formación autodidacta y asistencia a la universidad carlylesca, los libros. Al término de la obra, se desliza la figura del ocasional soldado que por fuerza de las circunstancias tuvo que alistarse en una guerra distinta a la que conocía; debió combatir no precisamente con las armas de la razón y el entendimiento.
El ateneo de los muertos trata de “doce varones ilustres”, con los que el autor encaminó sus pasos por la amplia ruta del quehacer espiritual. Más que el frío retrato de pensadores, nos ofrece imágenes vivas de “locos y taumaturgos, suicidas y señores”; evocando pasajes de vida compartidos con los que ya se fueron. De ahí deriva el título: cenáculo, ateneo de los que después de muertos viven en la inmortalidad.
Alcides Arguedas, Juan Francisco Bedregal, Arturo Borda, Juan Capriles, Armando Chirveches, Gonzalo Fernández de Córdoba, José Eduardo Guerra, Carlos Medinaceli, Luis Mendizábal Santa Cruz, Nicolás Ortiz Pacheco, Gregorio Reynolds y Fidel Rivas, son los nombres elegidos. Acaso porque la muerte los eligió primero. Y desfilan los convocados al ateneo. Aquél, el de allá y el de más allá enfrentados a la adversidad; en lucha contra un medio hostil. Este es el rasgo predominante del libro que tiene el calor de la amistad y el esplendor de las frases emotivas y sinceras.
Tras los umbrales de la evocación y la anécdota que matizan la tertulia, se hace nítida la intención de presentar al lector la faceta humana de los escritores. Despojados de toda severidad, sencillos como el sastre de la esquina, o el peluquero del barrio; es así como debemos conocer a nuestros pensadores. Al fin y al cabo provenimos de la misma arcilla. Nacidos unos para la acción y otros para el pensamiento.
Prosa espontánea que trasunta el estado de ánimo del autor y dibuja perfiles de hombres y contornos de hechos y lugares dentro de los cánones del subjetivismo.
En resumen, el mérito de ambos volúmenes descansa en que su contenido guarda el testimonio de vidas humanas. De quien escribe y de los que al servicio de la cultura entregaron sus despojos a la tierra…