Un himno quebrado
Quise siempre,
quizá todavía lo ansío,
rezar con dulzura
-para todos-
el himno sencillo
de mi mundo
sin palabras
parloteadas.
De ese mundo
amasijado
que se cuaja
en el rescoldo caliente
de las voces fecundadas
por las tumbas de mis muertos;
en la sombra fresca
del alero
que cobija
a las creencias viejas
que formaron a los hombres
de mi tierra
y en la vos que se arremansa
honda,
muy honda,
en la familiar ternura
que riela en torno
de la mesa de los míos.
Pero a ese himno vital
sencillo,
recóndito,
apenas musitado,
se le cayeron
poco a poco
las letras,
las palabras
y los símbolos;
destrozado y mordido
por todos
los que alrededor nuestro
están perdiendo
los límites del hombre
balbuceando enfebrecidos
la cuita enloquecida
de sus ansias
que se hacen polvo
en el polvo de los gritos
sin silencios
hondos.
i Qué conmovido y extraño
me siento
al encontrar sólo
en el trino de mis ramas
las palabras plenas
de ese mundo tan profundo!