Personajes inolvidables
Carmen Emma Navajas Mogro de Alandia, gestora de la Casa de la Cultura, muere a los 74 años
Mario E. Barragán Vargas
(Obituario publicado el 6 de agosto de 2004)
Doña Carmen Emma Navajas Mogro de Alandia, la prominente abogada, jurisconsulta y diplomática tarijeña que descolló en numerosas facetas de su vida y del acontecer de Tarija falleció, el día 5 de agosto, en la Clínica Attié, luego de una larga y penosa enfermedad. La búsqueda de salud ocupó los últimos años de una vida íntegramente dedicada al servicio de la colectividad.
Carmen Emma Navajas Mogro de Alandia, hija de la conocida dama tarijeña doña Emma Mogro Moreno y de Don Jorge Navajas Trigo, cursó estudios primarios en la Escuela María Laura Justiniano de nuestra ciudad y los de bachillerato en el Liceo Lindaura Anzoátegui de Campero. Continuó estudios de abogacía en la Universidad “Juan Misael Saracho” de nuestra ciudad luego de un breve intento de hacer estudios en la ciudad de La Plata, Rep. Argentina. Egresó el año 1955 y contrajo nupcias poco tiempo después con el pintor Oscar Alandia Pantoja, quien visitó Tarija contratado por la Universidad tarijeña para dar conferencias sobre arte, ocasión en la cual se conocieron y mantuvieron un romance que duró varios años antes de llegar al matrimonio.
Emma Navajas de Alandia se hizo luego Catedrático de Filosofía del Derecho en la Facultad que le dio formación, cátedra en la cual permaneció por más de 30 años. Llegó a ocupar el cargo de Secretaria General de la Universidad en 1971. Luego de desempeñar trabajos como abogada libre, asesorando bancos y cooperativas, entró en la Judicatura como Juez de Instrucción, Juez de Partido y luego, Vocal de la Corte Superior de Justicia, hasta 1967.
El año 1978 se constituyó en miembro fundador de la Oficina de Derechos Humanos conjuntamente con el padre Manuel Fariñas y Julián Cartagena, apoyando la Huelga de las esposas de mineros que se desarrollaba en esos momentos en La Paz, pidiendo el retorno de la democracia.
En 1979 entra en la arena política como miembro del Partido Demócrata Cristiano, tienda en la cual presentó su candidatura para la diputación en las elecciones de 1979, ganando un curul en el periodo de 1979 – 1983. En 1983 es designada Embajadora de Bolivia en Costa Rica permaneciendo en esa posición hasta 1986.
Nuevamente diputada nacional en la gestión 1987-1993, es designada posteriormente Ministra de Educación, ocasión en la cual desarrolló dos gestiones importantes para Tarija. La primera fue la creación de la orquesta de Cámara de Tarija, para la cual consiguió la dotación de los instrumentos musicales necesarios; la segunda por uno de los logros de mayor importancia para Tarija: la creación de la Casa de la Cultura, que estuvo siendo gestionada reiteradamente en Tarija por el Dr. Oscar Prada Campero. La Casa de la Cultura abrió sus puertas en 1993, ocasión en la que fue declarada “HIJA PREDILECTA DE TARIJA” por la Honorable Alcaldía Municipal de Tarija.
Regresó poco tiempo después a la función diplomática desempeñando el cargo de Ministro de Primera en la Embajada de Bolivia en el Perú durante los años 1997 hasta el 2000, ocasión en la que el Embajador de Bolivia en el Perú, el Dr. Gumucio, estuvo como rehén en la toma de la Embajada por Sendero Luminoso, por lo cual le tocó tomar delicadas decisiones. Al término de esas funciones comenzaron sus problemas de salud para no abandonarla nunca más.
Le sobreviven su esposo, Oscar Alandia Pantoja, distinguidísimo pintor abstracto con larga y meritoria carrera tanto en escenarios nacionales como internacionales; sus hijos: Marcos, Mateo, Mariana, Elisa y Valentina, todos profesionales de brillante trayectoria que le dieron varios nietos.
Si algo puede decirse de Emma Navajas de Alandia es su remarcable empuje y el deseo de hacer las cosas, matizado con la más dulce y aguda ironía, rasgo muy característico y propio, con una chispa tan particular que la hacía verdaderamente única, causando la inmediata atención de los circunstantes y cautivando a todos, sin excepción.
La pérdida de Emma es algo tan lamentable como la de Maritza, su dilecta hermana, fallecida hace poco y la de su amada Madre, Doña Emma Mogro de Navajas, la matrona tarijeña por excelencia.
HA MUERTO EL PADRE LORENZO…
Obituario del Padre Lorenzo Calzavarini Ghinella ofm
Tarija, febrero de 2012
SOCIEDAD DE ETNOGRAFIA E HISTORIA DE TARIJA (SOETHIS)
Con él se van, lamentablemente, 400 años de historia de Tarija… ¿Quién conocía más y mejor los documentos que encierra la Biblioteca y Archivo Franciscano? Nadie asimiló tanto como el Padre Lorenzo la esencia que destilan los innumerables documentos y legajos del Archivo del Convento Franciscano de Tarija y desgranan no solo la historia de Tarija sino también de la de todo el Chaco tarijeño, chuquisaqueño y cruceño, conquistados desde este rincón del país. Muy atinadamente indicaba, nuestro venerado Padre Lorenzo, que la verdadera historia de Tarija estaba en los muros del Convento Franciscano.
¿Cuántos desvelos costó desentrañar toda la maraña de cartas e informes de las idas, venidas, exploraciones, expediciones, intenciones, precauciones, lamentaciones e incomprensiones que surgieron de la planificación y estrategia utilizadas para la fundación de tantas misiones en el Chaco? ¿Cuántas fueron las cargadas tazas de café que alimentaron los amaneceres del Padre Lorenzo para analizar las briznas de evidencia que pudieran haber permitido develar el misterio que encerraba una actitud, intención o propósito de algún personaje frente a una situación determinada? ¿Cómo comprender, por ejemplo, el pensamiento de Mandeponay, el mburubichá de Macharetí, frente a situaciones tan comprometidas como la Batalla de Curuyuqui?
Todo ello requería un trabajo y dedicación que solo el Padre Lorenzo pudo haber encarado, no solamente porque estaba profundamente interesado sino, sobre todo, porque estaba perfectamente preparado para ello. Fue como si la historia hubiera ido confeccionando un molde en el cual vino a encajar perfectamente el Padre Lorenzo; como si los desvelos de Fray Manuel Mingo de la Concepción, de los padres Alejandro M. Corrado y Antonio Comajuncosa o del Padre Maldini por conservar, analizar, interpretar y dar a conocer lo que se vino haciendo en estos 400 años de historia del Convento Franciscano y del Colegio de Propaganda Fide de Tarija hubieran cristalizado súbitamente cuando el padre Lorenzo, formado en una estricta disciplina científica en la Universidad de Lovaina, Bélgica, llegó para hacerse cargo del vacío que pronto iba a dejar el recordado Padre Maldini. Y ciertamente, no vino con las manos vacías, trajo consigo una importante Biblioteca reunida en el curso de su estadía previa en Cochabamba, la cual finalmente pasó a formar parte de la actual Biblioteca del Convento Franciscano, aporte de una gran importancia para Tarija.
Y eso fue tan solo el comienzo. Largos años de estudios, análisis, comparaciones, confrontaciones, planificación de acciones y desvelos fueron necesarios para la publicación de todos los volúmenes que intentan resumir la historia del Convento Franciscano, de Tarija y de la conquista del Chaco, en último término. Entre ellos debe mencionarse la publicación de la obra del Padre Doroteo Giannechini, extraviada hasta entonces en los archivos franciscanos de Italia y, por sobre todas las cosas, la monumental obra de siete tomos que tituló: “Presencia franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia según documentos del Archivo Franciscano de Tarija, 1606- 1936”, el año 2006, en la cual trata de hacer públicos los documentos que encierra la Biblioteca del Convento Franciscano de Tarija con importantísimas acotaciones que hacen de ella algo realmente invalorable.
Nos da muchísima pena la inesperada y lamentable partida del Padre Lorenzo. Tanto como la que seguramente le invadió a él dejar un mundo con semejante cantidad de cosas inacabadas y en el que había todavía mucho que hacer; una partida tan prematura era lo menos que habría podido pensar en esos momentos. Hasta el último momento luchó por volver al Convento en Tarija, quizás no solamente para dar el último adiós a sus recordados claustros sino también para dar las últimas disposiciones de lo que debía hacerse tras de su partida. No pudo desgraciadamente cumplir con ese propósito. Nos sentimos acongojarnos por una pérdida tan lamentable.
Paz en su tumba…
ANTONIO (ANTÓN) ÁVILA CAMPERO †
Mario E. Barragán Vargas
A Antonio Avila Campero todos lo conocíamos como Chacho. El gustaba sin embargo llamarse a sí mismo ANTÓN, nadie supo por qué motivos, quizás rememorando a Antón Chejov, uno de sus émulos. Hijo de Don Alejandro Ávila y de Doña Iria Campero Mealla, fallece súbita y prematuramente debido probablemente a una falla cardiaca.
Chacho mostró desde muy joven talento para una serie interminable de inclinaciones a las cuales se dedicaba íntegra y completamente. La música le apasionó desde pequeño dedicándose a arreglar y afinar pianos así como a tocar y componer de una manera desenfrenada, incluso sin tener formación, lo cual no le amilanaba, característica que imprimía a cada uno de los proyectos que emprendía. El teatro fue una de sus aficiones preferidas; junto a su hermano Edgar llegó a poner en escena obras de una enorme complejidad para el tiempo y la juventud de ambos hermanos. Resulta increíble que hubieran podido crear entonces el Teatro Experimental Universitario ejecutando obras como “El canto del cisne”, “Conferencia sobre el daño que hace el tabaco” y “El oso”, de Antón Chejov o “Hermano Lobo” de R. González Pacheco (enero de 1966).
Esta actividad artística le dio la satisfacción de encontrar la compañera de su vida en una persona que compartía sus inclinaciones, Marlene Reese Cabezas, con quien funda Radio Universidad y con la que contrae matrimonio el 24 de julio de 1967. Fruto de esta unión resultó una familia muy unida con cuatro hijos, cada uno de los cuales descolló en su campo de acción respectivo; todos, sin embargo, se beneficiaron con la vena artística de sus padres.
Antón tuvo muchísimas otras inquietudes entre las cuales puede citarse la arquitectura, la pintura, la administración pública y la planificación de proyectos (1); a todas ellas se dedicaba con idéntica pasión. Sin embargo, lo que siempre mantuvo como norte fijo e inmutable fueron dos obras a las que dedicó prácticamente toda su vida: la una estuvo constituida por lo que él llamaba “El poema”, que era en realidad un poema que inició cuando joven pero de una extensión tal que año que pasaba iba tomando mayores proporciones; cada vez le añadía cosas y cambiaba o mejoraba otras. Sin embargo, nunca quiso publicarlo pese a las reiteradas insinuaciones de sus familiares y amigos, entre ellos nuestro querido Roberto Echazú, que trataba de convencerlo. Quizás a su muerte tengamos la suerte de conocerlo pero publicamos aquí uno de sus versos para que nos demos cuenta de su gran valor intrínseco. La otra obra a que nos referimos es una novela, sin nombre igualmente, que relata aparentemente partes de su vida pero que tampoco terminó de completar hasta su muerte.
La personalidad de Antón fue siempre muy compleja y constituyó motivo de permanente admiración para su esposa e hijos que no solamente lo querían sino que lo respetaban y admiraban. Personalmente me impresionó enormemente la visión con la que pudo construir algo como el local de lo que fue “La Mandrágora del Duende” en la calle Ramón Rojas, que se adapta admirablemente a lo que el sueño de un comediante o un dramaturgo pudiera tener para desarrollar sus actividades. Se encuentra lamentablemente tan desperdiciado que sería de desear que pudiera tener mejor destino que el resto de sus obras y pensamientos. Antón, al fin de cuentas y por sobre todas las cosas, fue un filósofo de la vida.
“EL POEMA...” (fragmento)
Antonio (Antón) Avila Campero
La esencia,
La substancia,
Los fenómenos,
El tiempo y el espacio, la nada y el todo
Olían a desconocidos deseos. ¿No sería
Que el Universo divagaba
Su propio asombro,
Su infinitud,
O era que la soledad de soledades se nutría
De voces
De conceptos etéreos,
Volátiles
Para evitar su muerte?
…
MI AMIGO, ALFREDO…
OBITUARIO PARA EL DR. ALFREDO SCOTT MORENO
Dr. Mario E. Barragán V.
Hubieron varias cosas que nunca pude explicarme de las actitudes de Alfredo. Algunas podían hacerlo por sí mismas, otras no. La que más me impactó fue la que, luego de haber pasado dos años como becado en Checoeslovaquia, de haber asimilado con una velocidad increíble un idioma de tanta complejidad, de haber vencido el primer año de la carrera de Medicina y de haberse adaptado con gran maestría al nuevo medio, hubiera decidido, de buenas a primeras, ir a continuar sus estudios a Moscú, un ambiente completamente desconocido en el que tenía que aprender un nuevo idioma y comenzar la carrera de nuevo. Algo impensable e injustificable… No para Alfredo, desde luego. Intuyo que, para él, lo que se vivía en un país socialista como Checoeslovaquia no era más que un remedo de lo que realmente deseaba ver. No era suficiente escuchar a Novotny, el Presidente checo, a quien con sorprendente maestría, imitaba: “Soudruzky a soudruzi, vázeny prátele…”. Lo que él aparentemente quería era vivir en carne propia lo que suponía era el paraíso socialista: el internacionalismo proletario en su verdadera esencia y eso, indudablemente, solo podía encontrarlo en la cuna del mundo socialista. Todo lo demás tenía poca significación para él.
Este gesto configuraba la verdadera esencia de su personalidad y la profundidad de sus valores filosóficos. No sé si realmente encontró lo que buscaba. Nunca pude comentar con él este aspecto porque las subsiguientes etapas de su vida fueron muy accidentadas. Su retorno al país para vivir las dictaduras que nos agobiaron durante tanto tiempo; su feliz unión con Raquelita y el nacimiento de Tamara, su primogénita, fueron una pequeña luz en una vida que se presentaba azarosa.
Luego, la prisión y el exilio forzado. Su vida en una población que lo acogió con cariño. Salta fue para él una especie de refugio dorado que recordaba con gran satisfacción.
Su retorno al país y su inserción en nuestro pequeño mundo austral fue el siguiente paso. Su capacidad fue aquí felizmente reconocida y apreciada. Fue Presidente del Colegio Médico de Tarija y comenzó una titánica tarea para convertir la celda con barrotes destinada a los enfermos psiquiátricos que encontró en el Hospital San Juan de Dios en algo que pudiera considerarse a la altura de los cánones internacionales.
COPRE e INTRAID fueron los instrumentos que sirvieron para crear un verdadero Hospital o Instituto de Psiquiatría que es lo que nos legó con su infatigable dedicación. Para él significaron logros de los cuales se sentía realmente satisfecho.
La vida le fue sin embargo ingrata en muchos aspectos. Le quitó prematuramente a Raquelita y su salud, profundamente quebrantada, terminó injustamente con una existencia que debió merecer plazos temporales más significativos.
Pero el espíritu que le guiaba permanecerá entre nosotros. Principalmente la potencialidad expresiva que llevaba dentro. La infinidad de hilos y telarañas que era capaz de poner en acción para analizar cualquier aspecto de la vida en una multitud de valores y con gran profundidad era algo que impactaba. Por qué, con una capacidad semejante, Alfredo no dejó la Medicina y la Psiquiatría y se dedicó de lleno a escribir sus pensamientos es algo que entra dentro de la esfera de lo que califiqué inicialmente como inexplicable.
Si bien el primer hecho que me permití señalar podía comprenderse, implícitamente, este es quizás el que nunca encontrará respuesta. Conservemos mientras tanto su recuerdo y mantengamos su espíritu crítico e inquisidor como valores que son necesarios preservar para las generaciones presentes y futuras.
Paz en tu tumba, querido Alfredo…
DR. ARTURO SORUCO AZURDUY †
Dr. Mario E. Barragán Vargas
Nacido el 14 de junio de 1941, hijo del Cnl. Arturo Soruco y de la distinguida dama tarijeña doña Rosa Azurduy, casado con la Sra. María Luisa Grandchand de quien tuvo tres hijos, María Jimena, Ricardo e Ignacio, el Dr. Arturo Soruco Azurduy falleció el 17 de abril pasado luego de prolongada enfermedad que gravitó poderosamente en su vida profesional y personal.
Arturo, “PICHON”, para todos sus amigos, fue un ejemplo de bondad y la amabilidad personificada. Irradiaba amistad y nadie podía sentirse solo en su cercanía, sin discriminaciones. Actuaba con caballerosidad y parsimonia desusadas que lo hacían aparecer como un personaje de otro tiempo y forzaban a volver a mirarlo para preguntarse de dónde salía una personalidad tan excepcional.
Acaso con estas armas forjó una trayectoria colmada de flores que a su paso le desbrozaban el camino y lo proyectaban a cumplir tareas reservadas a personalidades escogidas. Después de estudios exitosos se diplomó como Médico-cirujano en la Facultad de Medicina de la Universidad “San Francisco Javier” de Sucre en 1967 siguiendo posteriormente cursos de especialización en Anestesiología en la República Argentina. A su retorno se incorporó a las lides de la cirugía en el Hospital “San Juan de Dios” de Tarija donde forjó las bases de la nueva Anestesiología de ese Hospital y de nuestro medio, en general. Es indudablemente el personaje central en todos los avances que se llevaron a cabo en la Anestesiología durante todos esos tormentosos años en los que había que trabajar prácticamente a puro pulmón en las precarias instalaciones de un vetusto hospital que dejaba mucho que desear, por lo que fue uno de los impulsores de la construcción del nuevo Hospital. Posteriormente ingresó a la Caja Nacional de Seguridad Social donde trabajó en su especialidad por muchos años tanto en el antiguo con en el nuevo edificio, siendo testigo de sus innumerables vicisitudes; llegaría luego a desempeñarse como Jefe Médico de esa institución y Director del Hospital Obrero.
En su vida profesional participó en innumerables reuniones científicas y congresos médicos de la especialidad y constituyó el personaje infaltable de todos los acontecimientos gremiales de la época. Fue fundador y Presidente de la Sociedad Tarijeña de Anestesiología y Presidente del Colegio Médico Departamental de Tarija.
Como hombre público participó activamente en las luchas cívicas siendo elegido Primer Vice-Presidente del Comité Cívico de Tarija. Militante activo del Movimiento Nacionalista Revolucionario fue un luchador consecuente llegando a desempeñarse como Jefe del Comando Departamental de esa tienda política. Desempeñó posteriormente el cargo de Alcalde Municipal de la ciudad de Tarija por varios años.
Arturo, “PICHON”, deja un vacío imposible de llenar, por lo cual siempre quedará en el recuerdo de quienes tuvieron la suerte de conocerlo y tratarlo. Paz en su tumba y resignación para todos, principalmente para María Luisa, sus hijos y sus sentidos deudos, entre los cuales nos contamos todos los que estuvimos en alguna oportunidad en su cercanía.
Publicado en: LA VOZ DEL SUR, Tarija, martes 18 de junio de 1991.
PERSONAJES INOLVIDABLES
ROBERTO BARRAGÁN ARCE
El año en que mi madre me envió a Tarija “...a que recupere el acento...” fue para mí grato por diversos motivos, entre ellos por haber tenido la oportunidad de tratar de cerca a un tío abuelo mío, el Dr. Leon Arce Castrillo, a quien tuvimos la pena de perder hace poco tiempo atrás.
Por horas y días pude compartir con él estableciendo una comunicación tan estrecha que por instantes se convertía en dependencia. Se divertía contándome sus anécdotas, opiniones y ocurrencias que siempre me impresionaban profundamente. Cuando sintió que la vida le abandonaba pensó que tal vez yo podría ayudarle escribiendo todo lo que me iba transmitiendo. Íntimamente sabía que estaba errado pero no quise desilusionarlo y le prometí hacer cuánto estuviera en mis posibilidades. Cumplo ahora esa promesa tratando de esbozar algunas de las cosas que de él más me impactaron.
En primer lugar debo decir que me cautivó enormemente su personalidad, con su carácter firme y decidido y su sorprendente presencia de ánimo. Pude advertirlo cuando, en circunstancias de gran emotividad, a sus 85 años, cuando las fuerzas le abandonaban, supo refrenar sus lágrimas en el momento en que le imponían una condecoración para hilvanar, acto seguido, un discurso de agradecimiento pleno de coherencia, buen sentido y tan lleno de clarísimos recuerdos que motivó la admiración general. Igualmente, incluso en su agonía, manteniendo una lucidez mental extraordinaria casi hasta el momento de expirar, pudo expresar con toda cabalidad sus sentimientos diciendo: “Dios mío, qué terrible es la partida...”
Quizás esta era una característica familiar ya que una de sus bisabuelas, realista convencida en la época de la Guerra de la Independencia, al verse acosada por un batallón rebelde que quería requisar su cabalgadura mató de un disparo de pistola a su caballo para decir, seguidamente: “...Ahora, llévenselo...” A la pregunta de uno de sus sobrinos de si sabía montar a caballo respondió: “...Yo he nacido en la silla...” y faltaba poco para que esto hubiera sido la verdad literal ya que su madre, doña Carmen Castrillo de Arce, ilustre matrona tarijeña, fue una eximia amazona y León, décimo y último hijo, nació a los pocos segundos de un fatigante viaje a caballo motivado por el inminente alumbramiento.
En Tarija todavía vivió el ambiente de frontera que se respiraba en el país chiriguano con leyendas de las periódicas incursiones del cacique Chiquiacá y los sacrificios sin cuento que tenían que sufrir “...hombres nobles como el sol y pobres como la luna...” conforme calificó el cronista franciscano Alejandro Corrado a los pobladores de la cuenca. Allí absorbió el espíritu de sacrificio y abnegación de los colonizadores al mismo tiempo que la indomable rebeldía, el amor a la libertad y la sagacidad de la nación chiriguana. Este ambiente, lleno de leyendas de “malones”, “neófitos”, misiones construidas con gran sacrificio y destruidas con saña, colonos, jesuitas, franciscanos y caciques inmolados, de luchas permanentes por la defensa del territorio, formó su personalidad y templó su carácter.
Quedó enormemente impresionado con las periódicas epidemias que se sufrían en la zona, muy especialmente las de fiebre bubónica, enfermedad endémica de la frontera que motivó la entronización de San Roque, patrono de esa enfermedad, como protector de Tarija. En 1924 presenció incluso una que llevaba diariamente a la tumba a muchos pobladores; debieron impresionarle entonces las filípicas del padre Columbano Puccetti que preconizaba: “...muertas las ratas muertas las pulgas, muertas las pulgas muerta la peste...” con las que ayudó a combatirla.
Todo ello estaba matizado con pasajes de la vida provincial de las primeras décadas del siglo que le impresionaron profundamente, como la picaresca figura de don Nestor Arce, “...verdadero playboy de la época que cautivaba los mejores salones, dominaba todas las mesas de juego y montaba los mejores caballos...”. Esto lo suavizaba con la admiración a la sabiduría filosófica de don Julio Justiniano: “...hombre que hizo muchísimo por Tarija, al extremo que no lleva su nombre ni siquiera un poste de la plaza pública...” y quien calificaba a los extranjeros que llegaban periódicamente a Tarija como: “...los egresados de la Universidad de Sama...” porque cuando comenzaban el descenso hacia Tarija empezaban a pensar qué profesión iban a ejercer; cuando llegaban al pié de la cuesta estaban egresados, titulados y con vasta experiencia...”.
Estudiante brillante desde sus primeros años escolares se dedicó a la misma profesión de su padre, don Hilarión Arce Castrillo, galeno de reconocida filantropía y queridísimo en las tierras regadas por el Guadalquivir. Luego de terminar sus estudios en la Universidad de La Paz partió a la guerra como médico militar. La Guerra del Chaco fue “su” guerra y nó otra cualquiera. Desde su trinchera, en varios hospitales de campaña pero fundamentalmente en el de “La Horqueta”, atendió a los enfermos y heridos de guerra haciendo observaciones de la mayor importancia. Le impresionó sobre todo la frecuencia de la tuberculosis entre los soldados procedentes del Altiplano, lo cual le movió a pensar en una susceptibilidad racial a esta enfermedad y fue algo que le cautivó por el resto de sus días. Concedió asimismo la mayor importancia a las carencias vitamínicas sobre las que escribió una monografía muy adelantada para su tiempo; trataba de combatirlas creando personalmente huertos de verduras en cada lugar donde era destinado llevando semillas de hortalizas en sus bolsillos. De sus recuerdos de la guerra conservaba indeleble la magnificencia del territorio que fue a defender y expresaba frecuentemente que: “... eso del infierno verde es una mentira; el Chaco es un paraíso...”.
Se dedicó posteriormente con intensidad al problema de la tuberculosis encarándolo de la manera más científica posible a través de la Epidemiología. Según sus propias palabras: “...debió haber sido salubrista...” y eso es lo que fue en realidad. Sus trabajos sobre el tema sorprenden hasta ahora a los entendidos por su profundidad y alcances. La extensión de ellos y su relevante personalidad atrajeron la elección de Bolivia como sede del XVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Tuberculosis (ULAST) que se realizó en la ciudad de La Paz el año 1964 y del que fue destacado presidente.
Fue fundador de la Cátedra de Tisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz y educador de muchas generaciones de médicos. Conservaba sin embargo un amargo recuerdo de la forma en que fue separado prematuramente de ella “...cuando pudo haber dado todavía tanto de sí...”.
Llevó una vida de permanente entendimiento con su amada esposa, doña Mercedes Galindo de Achá, distinguida dama de la sociedad cochabambina que fue su compañera ideal y constituyó un invalorable apoyo incluso en los penosos momentos de su larga enfermedad, drama que él absorbió con una solvencia moral extraordinaria atendiéndola personalmente con una solicitud y resignación admirables.
Después de una larga y prolífica vida profesional en La Paz y luego del intenso sufrimiento que le ocasionó la pérdida de su amada compañera, se refugió en su quinta de “Los algarrobos” sobre la orilla derecha del río Guadalquivir donde, luego de intentar revivir ilusiones de años mozos, tuvo que rendirse a la evidencia de las incapacidades que la edad le echa a uno encima, dejando con mucho pesar el vacío de las cosas que hubiera querido realizar sin que la vida le alcanzara para tanto. Murió rodeado del ambiente de solicitud y cariño que mi madre le brindó: “...como la hija que no llegó a tener...”.
Terminaré citando la frase con la que finalizó el elocuente discurso de agradecimiento a la condecoración que le impuso el Ministerio de Previsión Social y Salud Pública y que resume su vida: “...Yo nunca estuve solo, todo lo que hice se lo debo a los demás. He tenido una vida feliz así que puedo decir: vida, no me debes nada; vida, estamos en paz...”