Del Libro “La Batalla de La Tablada 200 Años” De: Juan Ticlla Siles:
2 Aráoz De La Madrid en el Alto Perú 32 Alipio Valencia Vega
Mientras el ejército español, remarcando la derrota del tercer ejército auxiliar rioplatense comandado por el general José Rondeau, le perseguía en su retirada, y después con el general La Serna como comandante, invadía la provincia de Salta, la ‘Republiqueta’ de Padilla en la Laguna, así que murió el guerrillero jefe en El Villar, se había dividido. Una de las fracciones estaba mandada por el guerrillero Esteban Fernández, a quién cooperaban los comandantes José Zerna, Prudencio, Miranda y Agustín Ravelo. Fernández recibió de Belgrano, desde Tucumán, la comandancia superior de las guerrillas del Este y entonces, en febrero de 1817 se preparó para batir a los coroneles Meruri y La Hera del ejército realista, que se encontraban en posición del territorio de la antigua ‘republiqueta’ de La Laguna. El 15 de marzo, Fernández y sus auxiliares con 200 hombres atacaron a Maruri al que derrotaron y persiguieron hasta el pueblo de La Laguna, donde los realistas estaban fortificados, pero a la noticia de que en la plaza de armas continuaba aun clavada en una pica la cabeza del comandante Manuel Ascencio Padilla, los guerrilleros se enfurecieron tanto, que vencieron toda resistencia y encabezados por la viuda doña Juana Azurduy de Padilla, que para esta campaña se había plegado a Fernández, tomaron el pueblo y capturaron la plaza, apoderándose de la cabeza de su caudillo, la cual fue sepultada con gran ceremonia en el templo de La Laguna; quedó así restaurado el poderío de la ‘guerrilla’ en esa región.
Entre tanto, el general José de La Serna ya a cargo de la comandancia suprema del ejército realista del Alto Perú, habiendo resuelto atacar a los revolucionarios de las Provincias Unidas, invadiendo éstas, observó la gran importancia de la plaza de Tarija para este propósito y en diciembre de 1816, ocupó esta ciudad.
Conoció La Serna la importancia de esta plaza que lo ponía en comunicación con el interior del Alto Perú, especialmente con las provincias de Chichas y de Cinti, a la, vez que cubría las extensas fronteras del Chaco y de Orán. Al retirarse, dejó de gobernador de la provincia de Tarija, al brigadier don Antonio María Álvarez, pero este renunció pronto al mando por motivos de salud, y fue reemplazado por el coronel don Mateo Ramírez, mandado del cuartel general de Tupiza[33].
El coronel Ramírez amagado por el guerrillero Uriondo, batió a este en Santa Ana, obligándole a replegarse a las Salinas. Entonces extendió el área de su dominio hasta Concepción, adonde envió al teniente coronel Andrés de Santa Cruz con 150 soldados realistas.
Después del descalabro de Rondeau en el Alto Perú y su retirada hasta el norte argentino, el general Belgrano recibió instrucciones del gobierno de Buenos Aires para hacerse cargo del maltrecho ‘ejército del norte’, reorganizarlo, rearmarlo y reajustarlo para realizar una nueva campaña en el Alto Perú. Para este objeto se situó en Tucumán, donde cumplía rigurosamente las tareas que se le habían encomendado. A comienzos de 1817 el coronel Gregorio Araoz de la Madrid de quien el comando del ejército patriota tenía muy buen concepto, recibió la comisión de marchar al Alto Perú, penetrar por las líneas realistas de Humahuaca, Tupiza y llegar hasta Oruro para cortar las líneas de comunicación de los ejércitos realistas del Alto Perú que amenazaban de ‘invasión’ a las Provincias Unidas, con el Perú. Se le dio como segundo comandante al mayor Antonio Giles, con 400 dragones que no tenían caballos; y dos piezas de artillaría. El 18 de marzo de 1817 esta expedición salió de Tucumán, rumbo al norte, hacia Yavi. Poco después, La Madrid recibió 70 caballos con la advertencia del general Belgrano de que eran los únicos disponibles por el momento. Entonces, La Madrid, para hacerse de caballada para su expedición, resolvió desviarse del trayecto que se le había ordenado, hacia la derecha, marchando hacia la ciudad de Tarija.
Desde el lugar llamado Cangrejillos, donde a comienzos de abril sorprendió un destacamento español que llevaba correspondencia del cuartel general de Tupiza a Salta, La Madrid fue en dirección noroeste, llegando con rapidez a la cuesta del Inca que descendió para atravesar la quebrada de Tolomosa penetrando a la zona de Tarija por la Puerta del Gallinazo. Allí se le incorporó el guerrillero Eustaquio Méndez con un destacamento de cien montoneros. Estos marcharon velozmente como avanzada, no porque hubiese por ahí tropas enemigas, sino más bien para detener a todos los viajeros que iban rumbo a Tarija, a fin de impedir que los realistas de esta ciudad se apercibiesen de la aproximación de una fuerza regular rioplatense. Esta misión fue cumplida con absoluta exactitud por los guerrilleros del ‘Moto’ Méndez, y permitió a los dragones de La Madrid aproximarse a Tarija sin que los realistas sospecharan siquiera de su marcha.
En Concepción estaba posesionado un escuadrón realista de 100 hombres, protegido por 50 infantes, todos al mando del coronel Andrés Santa Cruz, quién precisamente por ignorar la marcha de la expedición rioplatense, se ausentó esos días a Tarija. El coronel La Madrid dejó a un lado el pueblo de Concepción y llegó a la vista de Tarija el 14 de abril. En la ciudad el coronel Mateo Ramírez que mandaba el batallón Granaderos del Cuzco, tenía a su cargo la plaza que estaba cubierta en sus contornos de parapetos y trincheras; además ahí se encontraba transitoriamente el coronel Andrés Santa Cruz. Ramírez, considerando que las fuerzas enemigas que se aproximaban eran las del guerrillero Uriondo, salió con un destacamento ‘para batirlos’. Los rioplatenses y guerrilleros bajaban la cuesta de La Tablada y el destacamento realista pasaba el río Guadalquivir. Los argentinos se desplegaron en batalla y comenzaron a disparar sus dos cañones; esto atemorizó al destacamento de Ramírez que se replegó a la ciudad de Tarija, cubriendo con sus tropas los parapetos y trincheras.
La Madrid trasladó su artillería el cerro de San Juan e intimó rendición a Ramírez, que se negó. Comenzó entonces el combate con fuego de fusilería y artillería. Durante toda esa noche la artillería bombardeó las posiciones realistas de Tarija.
El 15 de abril en la mañana, un destacamento realista de 100 hombres mandados por el comandante Malacabeza, lugarteniente de Santa Cruz, llegó del inmediato valle de la Concepción, donde se habían oído los cañonazos, y apareció en el campo de La Tablada. La Madrid personalmente con su escuadrón de húsares, salió a su encuentro, mientras los Granaderos del Cuzco de la ciudad, a órdenes de Ramírez y Santa Cruz, se preparaban para atacar a La Madrid por la retaguardia. Pero entonces aparecieron los guerrilleros del ‘Moto’ Méndez, de Mendieta, de Avilés, de Garay, que reunidos por Uriondo, habían acudido de inmediato a apoyar a los rioplatenses. Estos guerrilleros, tomando posiciones a lo largo del río Guadalquivir, atacaron a la guarnición de Tarija y no le permitieron rebasar sus parapetos y trincheras, impidiéndole caer sobre La Madrid y sus húsares por la espalda. Entre tanto, este, dirigiendo personalmente una impetuosa carga contra las fuerzas realistas de Concepción, logró derrotarlas completamente, produciéndoles 63 muertos, mientras él tuvo uno solo.
Entonces, la guarnición realista, contenida por el fuego de los guerrilleros y atemorizada por su tremendo ‘japapeo’, silenció sus armas. La Madrid intimó la rendición al coronel Ramírez, y éste, sintiéndose rodeado completamente por los terribles ‘montoneros’, la aceptó, a condición de que los guerrilleros -a quienes temían grandemente los realistas- no ingresarán a la plaza, sino solamente las fuerzas de línea argentinas.
En consecuencia, en el mismo día rindieron sus armas en el cuerpo de las Carreras, 3 tenientes coroneles (entre ellos Santa Cruz), 18 oficiales y 274 soldados, siendo los trofeos de este triunfo 400 fusiles, 114 armas de toda especie. 5 cajas de guerra y muchos otros pertrechos militares.
En esa brillante victoria, los dragones de La Madrid no habrían sido suficientes para lograrla, sin el concurso decidido, valiente y audaz de los ‘montoneros’ desde que La Madrid apareció en la Cuesta del Inca, donde se apresuró a prestarle sus invalorables servicios el ‘Moto’ Méndez con sus 100 guerrilleros, y después todos los demás jefes reunidos en torno a don Francisco Uriondo.
Después del triunfo de la Tablada los guerrilleros y los patriotas en general, proporcionaron al coronel La Madrid armas, municiones, caballos, víveres, vituallas, forraje y toda clase de recursos para que pudiese mantener su tropa en actitud ofensiva contra los realistas. Sesenta jóvenes tarijeños se incorporaron al escuadrón Húsares para brindarle el concurso de su propia vida en su campaña. A fin de retener la región de Tarija en manos de los patriotas, el coronel La Madrid designó, en nombre del gobierno de las Provincias Unidas, al guerrillero Francisco Uriondo, como gobernador-intendente de la provincia y asignó también misiones defensivas y ofensivas a los comandantes guerrilleros. Particularmente fueron movilizados para contener los posibles avances de los jefes realistas Ricafort, O’Reilly y Lavín que reunían tropas en las regiones de Chichas, Potosí y Cinti, aparentemente para atacar a los patriotas y guerrilleros de la zona de Tarija.
Después de unos días de permanencia en Tarija, reorganizando y reforzando su destacamento, el coronel La Madrid se puso en campaña hacia Potosí, realizando difíciles jornadas por los caminos abruptos de esas regiones, llevando sus caballos de tiro y su artillería al lomo de mula. Ya cerca de Potosí, al llegar a los Baños termales de Don Diego, La Madrid dirigió sus fuerzas sobre Chuquisaca, realizando una marcha sigilosa, de la que los españoles no lograron apercibirse. El [20] de mayo en la noche llegó el ejército patriota a las afueras de la ciudad y se situó en la altura de la Recoleta, esperando el amanecer del 1 para asaltar la ciudad, pero apercibidos los defensores realistas de la presencia de La Madrid, opusieron gran resistencia y rechazaron a los atacantes, no obstante, que estos casi llegaron al centro de la ciudad. La Madrid se retiró hacia Tarabuco y en el camino tuvo una escaramuza con una partida enemiga. Llegó a Tarabuco donde se le incorporaron las ‘guerrillas’ de Fernández y Ravelo, de La Laguna, y de Acebey, de Cinti, con lo que sus efectivos se hicieron de 700 combatientes.
A fines de mayo, La Madrid volvió sobre Chuquisaca para asaltarla nuevamente, pero supo que venía en auxilio de la capital, el coronel O’Reilly con una división de más de 1000 hombres y quiso salir a su encuentro, pero seguido por el general La Hera que salió con la guarnición de Chuquisaca, optó por la retirada a marcha forzadas hasta Sopachuy, donde mientras descansaba su columna el 12 de junio, fueron atacadas las tropas de La Madrid por los realistas del general de La Hera y el coronel Espartero, sorpresivamente, siendo derrotados los patriotas. El desastre fue salvado porque los guerrilleros de Ravelo y de Lugones alcanzaron a cubrir la retaguardia de los patriotas que así pudieron realizar su retirada más tranquilamente. El coronel La Madrid (ascendido después de la batalla de La Tablada), con 150 hombres de su destacamento se retiró rápidamente de Sopachuy a Pomabamba y de aquí marchó hacia Tarija.
El general realista La Serna envió una división al mando del coronel Mariano Ricafort que ocupó Tarija el 11 de julio de 1817 obligando a retirarse de la ciudad al guerrillero Francisco Uriondo. La Madrid, protegido por las guerrillas de Uriondo, del ‘Moto’ Méndez, de Ramón Rojas, de Matías Guerrero y de Garay -quién fue derrotado y muerto por los realistas en Chocloca en agosto realizó su retirada hasta Concepción para pasar a Santa Ana y establecer finalmente su campamento en Toldos. El 14 de julio el coronel realista Antonio Vigil se presentó ante Padcaya, fuertemente hostigado por los guerrilleros Mendieta, Uriondo, Ravelo y el propio coronel La Madrid; en una escaramuza murió el capitán patriota Colet. Cuando los jefes guerrilleros y La Madrid reconocieron que los realistas componían una división de 800 hombres, se replegaron al campamento de Toldos.
Un refuerzo patriota de Yavi conducido por el comandante Juan Antonio Rojas se aproximó a Tarija y al mismo tiempo el guerrillero Eustaquio Méndez atacaba la ciudad, habiendo ingresado en ella, dando muerte a siete soldados realistas y un oficial y tomando once prisioneros con parte de los bagajes de los ‘chapetones’.
Estas acciones obligaron a Vigil y su destacamento a abandonar Padcaya el 17 de julio y replegarse a la ciudad de Tarija, de inmediato el guerrillero Matías Guerrero ocupó la villa de Padcaya, abandonada por los realistas.
A fines de septiembre, en tarea de hostigamiento a la plaza de Tarija, ocupada por los realistas, se encontraban al comandante Juan Antonio Rojas y el guerrillero Francisco Uriondo desde Concepción; y el ‘Moto’ Eustaquio Méndez con el capitán García recorrían los campos de Sella, Carachimayo y San Lorenzo, formando un anillo en rededor de Tarija, para asaltarla en cualquier momento.
El coronel La Madrid permaneció en su campamento de Toldos, presidiendo todo ese movimiento de los montoneros y su destacamento, practicado contra las fuerzas realistas de Tarija, hasta el mes de noviembre de 1817, en que lo abandonó prendiéndole fuego como acto de hostilidad contra los españoles, retirándose y refugiándose en Orán. En el mes de diciembre, en cumplimiento de órdenes del general Belgrano se retiró de Orán a Tucumán con los restos de su destacamento, protegido por los guerrilleros de la ‘Republiqueta’ de Tarija, las cuales, cumplido este cometido, regresaron a sus bases de aquellos valles para continuar su cruenta e infatigable lucha contra el régimen colonial.
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BATALLA DE LA TABLADA[34]
ALBERTO SÁNCHEZ ROSSEL
En la gloriosa y heroica campaña sostenida por nuestro pueblo en la guerra de la independencia americana, resalta con vívidos fulgores la gesta del 15 de abril de 1817. Todas las obras históricas que se han escrito sobre la epopeya de los quince años consignan en sus páginas esta acción guerrera cuya importancia y trascendencia se ha relievado justicieramente. Empero, pocos son los historiadores que le han dedicado un análisis sucinto. Menos aún, los que han hechos resaltar la decisiva intervención que le cupo a nuestros caudillos. Esto se justifica en cierto modo ya que, al tratar en conjunto quince largos años de permanente lucha irradiada en un extenso territorio, no es posible detenerse en el estudio minucioso de acciones aisladas. Más nosotros, que anhelamos aportar nuestro modesto concurso para el mejor conocimiento del pasado histórico de nuestro pueblo, estamos obligados a analizar en sus fases y detalles más importantes este episodio guerrero, aún a trueque de cansar a nuestros lectores. Creemos cumplir un deber de tarijeño. Y en ello nos apoyamos para encarecer la indulgencia de quienes nos lean.
ANTECEDENTES
El General Belgrano Comandante en Jefe del Ejército Auxiliar Argentino había organizado su Cuartel General en Tucumán. Desde allí amparada convenientemente las acciones del caudillo Martín Miguel Güemes que se esforzaba por desalojar al enemigo que invadió la circunscripción de Salta. Con la intención de auxiliar los movimientos de los guerrilleros altoperuanos, Belgrano decidió enviar un destacamento que se internara en el Alto Perú amagando Tupiza y Cotagaita, con el objetivo de llegar hasta Oruro. Era una maniobra muy difícil y atrevida, indudablemente, pero, de efectuarse conforme al plan preestablecido, sus resultados habrían logrado incalculables ventajas para las armas patriotas.
Un proyecto de tanta envergadura debía confiarse a un jefe que reuniera las más sobresalientes condiciones de guerrero. Y éste fue el Teniente Coronel Don Gregorio Aráoz de La Madrid.
El valeroso y aguerrido jefe argentino partió de Tucumán el 18 de marzo de 1817, al mando de una columna compuesta por 100 soldados del Primero y Segundo Regimiento de Infantería; dos Compañías del Regimiento Número 9 de Milicias de Tucumán; un Escuadrón del Húsares y dos piezas de artillería de montaña.
Al ingresar en territorio altoperuano, se informó que los caudillos tarijeños amagaban el valle hostigando sin descanso a las fuerzas de Mateo Ramírez. Supuso, acertadamente, que aquellos podían facilitarle cabalgaduras que tanto necesitaba para proseguir su marcha. Decidió pues, penetrar a Tarija: dio parte a Belgrano de su determinación y torció su ruta desde Sococha. La Madrid fue severamente apercibido por su General y jefe, cuyas instrucciones desobedeció. Refiriéndose a este episodio, escribe el Teniente Coronel argentino en sus Memorias:
Un día antes de llegar a Tarija me alcanzó una comunicación de General en Jefe, en que me contestaba a la que le dirigí de San Carlos, indicándole que yo me proporcionaría los caballos en Tarija; se quejaba amargamente por haber separado de sus instrucciones; pero con tanta fuerza, que me ofendí de reproche tan injusto en mi concepto; porque siendo los caballos el primer elemento para la empresa, no parecía propio que me lo hiciera quién no me los había proporcionado y mucho menos cuando de seguir sin ellos la ruta que se me indicaba, marchaba de seguro al precipicio, sin conseguir el objeto que el General se había propuesto.
A marchas forzadas siguió La Madrid en dirección a Tarija. El 8 de abril batió en Cangrejillos a una patrulla realista: su Comandante quedó muerto en el campo; fueron tomados 6 prisioneros. Pocos días después trasmontó el “Abra del gallinazo”, situada hacia el Este de la región de Tolomosa, circunscripción de la actual Provincia del Cercado y descendió por la Cuesta del Inca.
INTERVIENE EUSTAQUIO MÉNDEZ
En este último lugar se le reunió Moto Méndez con sus jinetes.
La fama del caudillo no era desconocida para la Madrid, quién lo recibió con grandes muestras de consideración y aprecio. Inmediatamente le confío la misión de guiar la marcha limpiando de obstáculos y sorpresas el camino.
Méndez desplegó a sus montoneros cubriendo extensa área como patrulleros de avanzada. Cumpliendo instrucciones del caudillo, apresaron a todas las personas que encontraron en su camino: hombres, mujeres y niños. El astuto Moto anuló así toda posibilidad de que el enemigo se informará de la aproximación del ejército patriota.
Tarija estaba guarnecida por fuertes unidades; entre otras los Granaderos del Cuzco, cuyo jefe era Mateo Ramírez, a la vez Gobernador de la Provincia.
Los puntos de acceso a la ciudad se hallaban fortificados y en los alrededores de la plaza se levantaban trincheras; eran las precauciones defensivas que tomó el General La Serna cuando fue sitiado por Méndez y sus montoneros. Además, en el valle de Concepción, se encontraba el comandante Don Andrés de Santa Cruz, al mando de 80 jinetes y un piquete de infantería. Este jefe, luchó más tarde en las filas patriotas. Fue Presidente de la República de Bolivia y tuvo una destacada actuación en la política sudamericana.
Como se ve, la Villa estaba fuertemente defendida y en condiciones de resistir y repeler victoriosamente cualquier ataque.
La Madrid, informado por las patrullas de Méndez de que en Concepción acantonaba una importante unidad, desvío su camino hacia la derecha, penetrando por un punto intermedio entre aquel villorio y Tarija. El 14 de abril avistó la ciudad, a la que amagó por el Este. Anoticiado Ramírez de la aproximación de tropas, supuso que se trataba de alguna fracción de los caudillos y salió a su encuentro. Se dice que al arengar a su gente exclamó: «Vamos a desparpajar a esos gauchos».
Posiblemente llevó consigo sólo una parte de sus efectivos. Cuando los patriotas descendían por La Tablada, avistaron al enemigo que había cruzado el río. Inmediatamente el Teniente Coronel La Madrid ordenó el despliegue de su Infantería y montó sus cañones, en tanto los jinetes de Méndez se aprestaban para realizar un movimiento envolvente. El jefe realista retrocedió con la mayor rapidez posible hasta ocupar las trincheras de la ciudad. Méndez cargó con singular denuedo produciendo muchas bajas y tomando los primeros prisioneros. La Madrid se internó por el Barrio de San Roque ocupando toda la parte alta de la Villa hasta la Loma de San Juan. La capilla del mismo nombre le sirvió más tarde como Puesto de Comando.
Nuestros guerrilleros se desplegaron rodeando la ciudad; ocuparon con patrullas todas las salidas y puntos de acceso, controlando, además, Concepción para evitar el auxilio de las tropas acantonadas allí.
LA MADRID INTIMA RENDICIÓN
Después de disparar sus cañones sobre la Villa, envió un emisario a Ramírez con el pliego cuyo texto es el siguiente:
«Si en el término de media hora, no se rinde Ud. a discreción, con la división de su mando, tanto Ud. como ella serán pasados a cuchillo. Dios guarde a Ud. muchos años. Puerta del Gallinazo. Abril 14 de 1817. Gregorio Aráoz de La Madrid».
Los términos de la intimación no deben sorprendernos. La Madrid era un jefe de valor temerario, y sus actitudes decididas, y arrogantes siempre, traducían los rasgos de su temperamento. Ramírez remitió con el mismo emisario esta respuesta:
He recibido su oficio de Ud. en el que se me impone pena de ser pasado a degüello con la guarnición de mi mando, si en el término de media hora no me entrego a discreción. Los oficiales de honor sólo por tirar cuatro tiros no se entregan a discreción; lo haré sólo cuando me queden 20 hombres, y éstos sin municiones útiles para batirse. Dios guarde a Ud. muchos años. Tarija, abril 14 de 1817. El Gobernador de esta plaza Mateo Ramírez.
La altivez de la respuesta fue desmentida poco después por la actitud cobarde del mismo que la firmó.
Algunos historiadores sostienen que el comandante Andrés de Santa Cruz se encontraba este día en Concepción y que, al escuchar los disparos de los cañones, condujo a sus soldados hacia Tarija. Esto no es evidente, pues el mismo La Madrid, en sus Memorias deja claramente establecido que aquel militar, tal vez por motivos de servicio, se hallaba en esta ciudad. En honor de la verdad debemos anotar que Santa Cruz trató porfiadamente de incorporarse a su base, pero ya lo dijimos: los montoneros controlaban todas las salidas.
EL COMBATE
Nuestros chapacos, conocedores como eran de toda la región, no descuidaron ni un solo instante, aún durante la noche, su labor de vigilancia. Al amanecer del día 15, informaron a La Madrid que una numerosa columna de infantes y jinetes se aproximaba a la ciudad al mando de Malacabeza. Tomó en el acto una fracción de sus tropas y dejando el grueso de éstas bajo órdenes del Mayor don Antonio Giles, se dirigió al encuentro del enemigo.
Los realistas sitiados en la plaza, se aprestaban por su parte a salir de las trincheras para atacar por la retaguardia a las fuerzas de La Madrid. Este avistó a los peninsulares en el campo de La Tablada y se enteró recién que eran muy superiores en número. Cualquier otro jefe habría retrocedido; era lo prudente. Pero La Madrid jamás dio cara vuelta al enemigo. Los españoles intentaron atacarlo por retaguardia, más, los montoneros tarijeños apostados en la cuenca del Guadalquivir, cargaron impetuosamente sobre los Granaderos del Cuzco. Pelearon con denuedo singular realizando prodigios de valor y arrojo. Nuevos y reiterados intentos de salida encontraron la barrera infranqueable opuesta por nuestros heroicos chapacos. Mientras tanto en La Tablada, La Madrid buscaba una posición favorable en espera de los refuerzos que habían pedido a Giles. La caballería enemiga inició el asalto; el bravo jefe argentino dividió a sus escasas fuerzas para contraatacar por el centro y los costados. Las arengó con estas vibrantes palabras:
«Carabinas a la espalda, sable en mano y a degüello, a ellos que son unos cobardes».
En ese preciso momento llegaba al campo de lucha Moto Méndez y sus jinetes. Con temeraria intrepidez se lanzaron sobre el enemigo. Los montoneros chapacos arrollaron el ala izquierda amagando la retaguardia, mientras La Madrid y sus hombres atacaban el centro. Los españoles se dispersaron huyendo despavoridos. Cuando llegó el refuerzo enviado por Giles, el combate había concluido. Quedaron en el campo sesenta y cinco españoles muertos y cuarenta prisioneros. Nuestras armas sufrieron pocas bajas: algunos montoneros y el negro herrador que cayó combatiendo al lado del valeroso La Madrid.
Los patriotas regresaron al campamento de San Roque. El jefe argentino, noble como valiente, dispuso la libertad los prisioneros heridos y los remitió al cuartel de Ramírez. Inmediatamente después se trasladó a la Loma de San Juan donde estableció su Puesto de Comando, utilizando para el efecto la pequeña capilla que aún existe, erigida en Monumento Nacional por Ley de la República.
RENDICIÓN DE LOS REALISTAS
En la tarde de ese mismo día, envió una nueva intimación a Ramírez, concebida en los siguientes términos:
Nunca ha sido impropio de oficiales de honor el rendirse a discreción, cuando no tienen como sostenerse ni esperanza de auxilio como Ud.; pues ni Lavín ni O’Relly, a quién Ud. ha escrito para el efecto, pueden hacerlo porque no tienen una fuerza capaz de resistir a la mía. En esta virtud puede usted verificar su rendición, en inteligencia de que serán tratados tanto usted como sus oficiales y tropa, con todo el aprecio y distinción propios de mi carácter y en caso contrario verificare, dentro de cinco minutos, lo dicho en mi oficio de ayer. Ya lo supongo a Ud. impuesto de la suerte que ha corrido el Comandante Malacabeza por los prisioneros que le he remitido, pero, sin embargo, le anoticio: que los muertos son 65, prisioneros 40, fusiles tomados 70. Todo lo que prueba su propia ruina y me hace creer que no se derrame más sangre. Dios guarde a Ud. muchos años. Alto de San Juan, abril 15 de 1817.
Ramírez y sus oficiales que conocían de lo que era capaz el jefe argentino y aterrorizados, además, por la intervención de las de los montoneros chapacos, aceptaron la rendición. Desmintiendo su arrogancia del día anterior, Ramírez respondió:
Visto el oficio de Ud. que acabo de recibir, en que se me hace la segunda intimación, anticipándome haberme negado los recursos pedido a Lavín y O’Relly, por la toma, según se deja entrever, de los pliegos que remití a éstos. Contesto a Ud. que este motivo no es bastante a desmayar yo ni mis oficiales para sostener hasta el último extremo las armas de S. M. en esta plaza, pues aún tengo fuerzas suficientes y bien dotadas de lo necesario, según verá Ud. Más la derrota que ha sufrido el escuadrón de caballería me hace entrar en capitulación consultando con la humanidad por parte de ambas divisiones, si las admite Ud. bajo los términos siguientes:
Primero: Que se nos reciba prisioneros a los de esta guarnición con los honores de la guerra, y uso de espadas para los oficiales, permitiéndonos bagajes hasta el depósito de prisioneros.
Segundo: Que los paisanos a quienes hemos comprometido a tomar las armas sean bien tratados, permitiéndoseles la existencia a lado de sus familias. Tercero: Que entren en la plaza sólo las tropas de línea, que eviten todo desorden en el pueblo.
Bajo estas bases y persuadidos que Ud. como oficial de honor, que sabe observar lo propuesto, hemos venido en ello unánimes y conformes, de cuya aceptación espero el aviso.
Tarija, abril 15 de 1817. Mateo Ramírez.
El documento transcrito no precisa de comentario.
La Madrid respondió inmediatamente:
En el oficio de Ud. que acabo de recibir, he tenido a bien admitir la rendición de esa plaza, bajo los tres artículos propuestos, por una generosidad propia del carácter americano, en la inteligencia de que ahora mismo deberá salir con toda la guarnición a rendir las armas al campo de las Carreras, situado al Este del pueblo, con sus respectivos jefes y oficiales. Dios guarde a Ud. muchos años. Alto de San Juan, a 15 de abril de 1817. Gregorio Aráoz de La Madrid.
La rendición tuvo lugar en la pampa que se extiende desde el hospital San Juan de Dios hasta el Prado Bolívar. Equivocadamente sostienen algunos escritores que se produjo en la explanada de la Loma de San Juan.
Depusieron las armas y se entregaron a discreción el Gobernador Coronel Mateo Ramírez, tres Tenientes Coroneles, entre estos Andrés de Santa Cruz, todos los oficiales y 300 soldados. El botín fue tan importante: 400 fusiles, 140 armas de diferentes clases, 8 cajas de munición, una bandera y otros pertrechos.
En mérito de su comportamiento heroico, La Madrid fue ascendido por Belgrano a Coronel efectivo. La Gobernación de la Provincia fue confiada a Francisco de Uriondo. Los oficiales combatientes recibieron su promoción al grado inmediato. El flamante Coronel argentino se dedicó a reorganizar su división. Más de 80 jóvenes tarijeños, pertenecientes a conocidas familias de la ciudad, se incorporaron voluntariamente a las filas. Los patriotas proporcionaron caballos, todo género de armas y cuanto implemento pudiera necesitare para la prosecución de la campaña. Después de una permanencia de tres semanas en la Villa, La Madrid emprendió la marcha hacia Chuquisaca, acompañado de algunos de nuestros caudillos y sus montoneros.
INJUSTICIA INEXPLICABLE DE LA MADRID
En los partes que este jefe elevó sobre la Batalla de La Tablada, apenas si consigna incidentalmente la partición de los guerrilleros tarijeños José Antonio Ruiz, Juan Esteban Garay y Matías Guerrero. No se refiere en absoluto a los heroicos caudillos Méndez, Uriondo, Rojas, Avilés, Mendieta, sin cuya intervención hubiese sido imposible la victoria. ¿Cómo explicarse esta conducta, censurable a todas luces, del jefe argentino? Hemos referido ya la eficiente, abnegada y decisiva actuación que les cupo a nuestros guerrilleros. Sin su ayuda La Madrid hubiese sufrido el más duro fracaso de su vida militar. Su derrota habría ensombrecido y anulado para siempre su trayectoria de guerrero. No olvidemos que Belgrano le censuró acremente la gravísima falta de disciplina y desobediencia en que incurrió. Es lógico suponer que, sin la gloriosa victoria del 15 de abril, un Consejo de Guerra le hubiera privado de su jerarquía militar y acaso sentenciado a la pena de muerte.
Ya vimos que desde su ingreso a territorio tarijeño recibió el auxilio valeroso y eficaz de nuestros caudillos. En la cuesta del Inca se le incorporó Méndez con sus montoneros. Estos guiaron su marcha evitando que se informara de ella al enemigo. Profundos conocedores hasta de las más extraviadas sendas, impidieron que los emisarios enviados por Ramírez en pedidos de refuerzos a Lavín y O’Relly cumplieron su cometido. ¿Cuál habría sido el resultado de estos jefes si acuden en socorro de la plaza?
Es oportuno recordar que nuestros caudillos concurrieron con más de mil trescientos guerrilleros, en tanto que las tropas traídas por La Madrid, escasamente sumaban seiscientas plazas.
Veamos lo que dice un escritor imparcial y cuyo testimonio está fuera de toda duda, el General Miguel Ramallo, refiriéndose a este episodio histórico:
Por otra parte, el número de montoneros el día 15 fue abrumador, porque en la noche del 14 se incorporaron todas las partidas que merodeaban por esos contornos. Hemos visto como cuidaron la retaguardia de La Madrid cuando fue el encuentro de las tropas reales a La Tablada y es por consiguiente la rendición tan pronta de las trincheras, obedeció al cúmulo de los montoneros que se presentaron alrededor de ellos, porque Ramírez podía haberse batido sin mucho esfuerzo con los soldados argentinos, cuyo número no superaba en mucho al de su guarnición y sabemos qué clase de soldados eran los renombrados Granaderos del Cuzco
La inexplicable injusticia de La Madrid empaña su propia trayectoria y sus merecimientos, en tanto queda incólume el heroísmo y la gloria de nuestros caudillos.
[32] Alipio Valencia Vega. El "Moto" Eustaquio Méndez. La rebeldía campesina contra el despotismo colonial. La Paz: Juventud, 1981: 87-95. [T]
[33] Luis Paz. -Ob. Citada. [V]
[34] Alberto Sánchez Rossel. Moto Méndez, el caudillo chapaco. Ensayo histórico-biográfico sobre el guerrillero de la Independencia coronel José Eustaquio Méndez. Un aporte a la historia de Tarija. Tarija: Universitaria: 1950: 98-115. [T]