Presentación del libro “La batalla de Canchas Blancas de 1879, en la guerra del Pacífico”
por el presidente de (SOETHIS) Dr. Mario E. Barragán Vargas
Distinguido señor Alcalde Municipal de la ciudad de Tarija.
Señor Presidente y Miembros del Honorable Concejo Municipal de Tarija.
Señores miembros del Consejo del Fondo Editorial del Concejo Municipal
Quisiera comenzar esta brevísima alocución relatando uno de los hechos que dieron origen a lo que se sabe sobre lo que llamamos: “La Batalla de Canchas Blancas”, supuestamente ocurrida un 12 de noviembre del año 1879, a los pocos meses de la invasión chilena a Antofagasta, que refleja la forma en la cual se ha manejado la información existente para mostrar la manera responsable en que hemos actuado dentro de nuestra Sociedad para el tratamiento de este tema.
El caso se inicia en un momento en el cual Doña Isolina Morales v. de Pantoja, hija del Cnl. Mariano Lino Morales de los Reyes (nieto, supuestamente, del Cnel. Martín Guemes), resolvió documentar los recuerdos que conservaba del accionar de su padre, el Cnel. Lino Morales de los Reyes y del de las fuerzas tarijeñas que lucharon en la Guerra del Pacífico en una declaración Jurada que fue debidamente notariada por el Dr. Jaime Moreno, Notario de Fe Pública de Primera Clase[1], el 27 de agosto de 1967 en la ciudad de Tarija.
Doña Isolina relata que desde sus 19 años de edad, cuando tuvo lugar la invasión chilena a Antofagasta (1979), hasta el momento en que hizo esas declaraciones, a sus 103 años, estuvo reuniendo cuidadosamente datos de los hechos en los que participó su padre, el Cnel. Lino Morales, convirtiéndose, paulatinamente, en custodia y depositaria solamente de documentos que su padre y sus partidarios consideraron importantes en un momento determinado sino también de los recuerdos de una época turbulenta que arrasó con las más caras aspiraciones de la Patria, que se vio privada de un acceso soberano al mar por la acción de un país imbuido de afanes imperialistas avasalladores.
En su relato, Doña Isolina hace hincapié en el clima de confrontación y represión que existía en el país tanto en la época del gobierno del Gral. Melgarejo como durante todo el periodo de la llamada Guerra del Pacífico, provocada por Chile en 1879. Esta situación se prolongó hasta mucho después de terminado ese conflicto debido a la acción de quienes participaron en el Golpe de Estado que se dio al Gral. Hilarión Daza y su extrañamiento del país para terminar siendo asesinado en Uyuni, en 1794; asimismo, el de su abogado el Dr. Ipiña, ocurrido poco después; el del propio héroe de Tambillos, el Cnl. Rufino Carrasco, asesinado a cuchilladas en el atrio de la Iglesia de San Francisco, en La Paz e, incluso, el fusilamiento de los Colorados de Bolivia que tan destacada actuación tuvieron al comienzo de las acciones bélicas con Chile. Este clima de intimidación se extendió sin embargo hasta mucho después de esos acontecimientos puesto que, al comienzo de la guerra del Chaco, el 7 de octubre de 1932 aparece bruscamente muerto en Tarija el Cnl. José Ayoroa, hijo del Cnl. Juan Bautista Ayoroa, luego de haber visitado San Lorenzo en busca de indicios acerca de los documentos que habría dejado el Cnel. Ezequiel Apodaca en custodia de la hija del Cnel. Lino Morales de los Reyes. El Cnel. Ayoroa llegó a Tarija procedente de Arica el día 5 de octubre al llamado del Presidente Salamanca y el periódico La Opinión de Tarija le da ese día la bienvenida y le hace una entrevista pero, al día subsiguiente se informa de su súbito deceso el 7 de octubre. El mismo periódico informa de la realización de una autopsia en la que se le extrajeron los intestinos debido a que se sospechaba un hecho luctuoso[2]. Poco tiempo después, su hermano, Walter Ayoroa, incorporado al Ejército Boliviano en la Campaña del Chaco, falleció en circunstancias igualmente misteriosas después de haber pedido licencia para averiguar la forma en la cual falleció su hermano José. Ninguna de esas dos muertes fue esclarecida pese a las circunstancias tan obscuras en las cuales ocurrieron. Todo este acontecer explica el clima de intimidación que pintó Doña Isolina, haciéndole temer represalias contra su persona por ser la depositaria de documentos de semejante trascendencia.
Uno de los secretos más celosamente guardados por Doña Isolina fueron los escritos del Cnl. Ezequiel Apodaca, Jefe del Estado Mayor de la V División, al comienzo de sus Memorias (párrafo No. 11, pág. 2) indicó:
“Las hojas de este relato las comienzo en Potosí, pero seguiré poniéndola para seguridad poco a poco he resuelto mandarlas a San Lorenzo a la familia Cavero” [3].
Que este propósito del mencionado Coronel hubiera sido realmente cumplido lo confirma la propia Doña Isolina cuando señala:
“…y, sobretodo, consulté la “Memoria de la Guerra del 79 que dejó el Coronel Apodaca, un tarijeño de Yesera que fue jefe del Estado Mayor de la Quinta División, en la referida contienda… ”.
Este “borroso” relato de Doña Isolina deja translucir el hecho de que ella estuvo en poder de una de las copias del Diario del Cnl. Apodaca y que este fue, muy probablemente, uno de los documentos que componían su famosa “petaca”, que guardó tan celosa y secretamente por casi 100 años.
Según el Cnl. DEM. Edmundo Sanabria Morales, Jefe del Dpto. V “Historia” del Comando en Jefe de las FF.AA.[4], la primera referencia a las denominadas Memorias del Cnl. Ezequiel Apodaca recién comienzan a citarse en 1956[5], cuando el Dr. Carlos Gonzáles Saavedra hizo conocer que tenía en su poder una carta original del Gral. Hilarión Daza en la que manifestaba a su interlocutor, el Dr. Luciano Valle, que tenía en su poder un ejemplar firmado de las Memorias del Cnel. Ezequiel Apodaca como principal prueba de su inocencia.
Poco después, en 1969, un grupo de intelectuales, entre los cuales se encontraba el Dr. Carlos Morales Ávila, nieto del Cnel. Lino Morales, conformaron el “Comité Nacional Pro Reivindicación Histórica de la Guerra del Pacífico” para conmemorar el 90 aniversario de la victoria de lo que llamaron la Batalla de Canchas Blancas. Es en este momento en el que comenzaron a circular copias mecanografiadas de las Memorias que mencionamos anteriormente, probablemente tomadas del manuscrito original que estuvo siendo custodiado hasta ese momento por Doña Isolina según su propia referencia. Quienes estuvieron a cargo de tal cometido fueron sus sobrinos, el Dr. Carlos Morales Ávila y su hermano, el Dr. Ariel Morales Ávila, poco antes de la fundación del indicado Comité, en 1969. Estas acciones permitieron individualizar ese olvidado documento y que se iniciara un proceso de análisis de sus diversas incidencias[6] permitiendo que esas Memorias hubieran podido ser visibilizadas, conocidas y promocionadas.
Esta fue la forma en la cual SOETHIS estudió el caso de la famosa “petaca de Doña Isolina”. Los acontecimientos que relatan las propias memorias son de una importancia tan grande que cambian completamente la forma de encarar la historia de esta luctuosa página de nuestro pasado.
La significación de las memorias del Cnl. Apodaca
Las Memorias del Cnl. Apodaca no fueron en general tomadas en cuenta por autores bolivianos probablemente por desconocimiento de su existencia puesto que, conforme mencionamos, su descubrimiento fue relativamente tardío.
El primero que las menciona, de manera parcial, es Roberto Querejazu Calvo en su obra: “Guano, salitre y sangre”[7] en el Capítulo XIX, en el que cita varios de los episodios que relata Apodaca, especialmente la reunión de Campero con su Estado Mayor (pág. 354) y algunas otras incidencias (pág. 362-363) como la descripción de lo que llama “emboscada” a un destacamento chileno en Canchas Blancas. En ningún momento llega a calificar ese hecho de armas como una “batalla”. Describe sin embargo, con lujo de detalles, el dramático momento en que el Cnl. Villarpando explotó en llanto cuando constató los resultados de esa BATALLA (pág. 367) pero continúa restando importancia al propio hecho de armas, lo cual resulta muy paradójico, por decir lo menos.
Querejazu no hace ninguna referencia al Parte de Guerra enviado por el Cnl. Lino Morales el 13 de noviembre de 1789 al Gral. Narciso Campero, Comandante en Jefe de la V División, conducido y entregado: “en mano propia” por el Cnl. Juan Bautista Ayoroa, el Capitán Antelo y el Cnl. Ezequiel Apodaca que se unió a esa comitiva una vez que se cercioró de la contundencia del triunfo en Canchas Blancas.
Querejazu debió haberse visto sorprendido ante la abundancia y brillantez de los datos aportados por Apodaca pero se dejó llevar por el espíritu negacionista impreso por quienes no querían que ese hecho hubiera sido conocido. En todo caso, resulta evidente que puso en ese momento un filtro a la información que había recibido mencionando unas cosas y otras no, como si hubiera dudado de su autenticidad y veracidad. No explica sin embargo la razón por la cual se permite dudar de un hecho de armas descrito de forma tan brillante ni el criterio empleado para hacer una discriminación de ese tipo.
Sin embargo, pese a ello, en varios artículos de prensa que fueron publicados posteriormente, condensados en un nuevo libro[8], el mismo autor refiere: “Solamente dos fracciones de la Quinta División llegaron a cumplir misiones bélicas. Lo hicieron mientras el grueso de sus camaradas deambulaba sin sentido en su retaguardia”. Mencionando, concretamente los hechos ocurridos en Tambillos, al mando del Cnel. Rufino Carrasco y los de la Batalla de Canchas Blancas, que tuvo lugar en las cercanías de la población de Alota, el 12 de noviembre de 1879.
Como se puede constatar, el autor reconoce en esta ocasión el valor de la información contenida en las Memorias del Cnl. Apodaca y, por consiguiente, su autenticidad, validez y veracidad pero continúa restándole magnitud. Sigue, asimismo, sin referirse al Parte de Guerra del Cnl. Morales.
Un hecho que debe señalarse de entrada es que, hasta la fecha, no se ha podido localizar ningún original de las Memorias escritas por el Cnl. Apodaca. Lo único que existe son los “mecanografiados” que hemos descrito, extraídos, según suponemos, de un “manuscrito original” puesto que en el momento en que aquel se habría producido no existían máquinas de escribir. Por consiguiente, siendo “copias” de “copias”, no se puede tener la certeza absoluta de que lo se dice en ellas sea auténtico y fidedigno.
Este hecho obligó al empleo de técnicas heurísticas de investigación[9] que permitan la valoración de datos y factores coincidentales que podrían coadyuvar a establecer la validez de los hechos descritos, tensionando al máximo el relato conforme a lo recomendado por algunos autores[10]. Entendemos por heurística “el conjunto de técnicas o métodos para resolver un problema” [11]. Heurística significa, etimológicamente: “hallar, inventar”, siendo vista como: “el arte de inventar” por parte de los seres humanos, con la intención de procurar: “estrategias, métodos, criterios, que permitan resolver problemas a través de la creatividad o el pensamiento divergente o lateral”. En otros términos, quizás podríamos utilizar también el término: “perspicacia”, que es definida por la agudeza de criterio para diferenciar lo cierto de lo dudoso.
Analizando toda la documentación y la información acumulada con estos principios, se pueden establecer los siguientes datos para el análisis consiguiente:
FACTORES HEURÍSTICOS NEGATIVOS
· La desaparición de los originales de los documentos de mayor importancia, es decir, tanto de las Memorias del Cnl. Ezequiel Apodaca como del Parte de Guerra de la Batalla de Canchas Blancas enviada por el Cnl. Lino Morales al Gral. Narciso Campero.
· La desaparición física de todos los autores o co-autores de los hechos que se estudian.
FACTORES HEURÍSTICOS POSITIVOS
· La existencia de copias de documentos supuestamente tomados de los originales cuya autenticidad y veracidad debe establecerse.
· La existencia de datos y pruebas “concurrentes” que pueden contribuir a establecer la real ocurrencia de los hechos en duda.
· Asimismo, la existencia de datos aportados por lo que podríamos llamar: “la tradición familiar” y la “colectiva”, mantenidas a lo largo del tiempo, como es el caso de la Declaración de Doña Isolina y de la de los pobladores de Alota, lugar en el cual se van descubriendo pruebas “arqueológicas” en el teatro de los supuestos hechos bélicos en estudio.
Las Memorias del Cnl. Apodaca en opinión de algunos autores chilenos
Los autores chilenos Aldo Garrido y Pablo Lacoste[12] hacen una valoración de la historia de este documento siguiendo los planteamientos de Bauer[13] y Atkinson[14] para establecer su grado de autenticidad y, de acuerdo a ello, califican a este documento de: “verosimil y una fuente de valor histórico”.
Estos autores hacen notar que las Memorias de Apodaca fueron ignoradas por la corriente historiográfica de la Guerra del Pacífico, tanto en Chile como en el Perú y en la misma Bolivia
Sin embargo, como hipótesis de trabajo, los autores citados concluyen que: “este Diario puede considerarse auténtico y merece por tanto ser incorporado al corpus documental de la Guerra del Pacífico junto a ser reconocido como una fuente valiosa para el análisis de diversos temas de la historia latinoamericana.”
Pese a ello, hacen una diferenciación muy neta entre las Memorias del Cnl. Apodaca y el Parte de Guerra enviado por el Cnl. Lino Morales al Gral. Narciso Campero, al cual no le dan ninguna credibilidad, basando estas apreciaciones, sobre todo, en los partes del personal del ejército chileno que se encontraba de servicio en la zona.
Estos autores hacen igualmente un análisis acerca de la autenticidad de los hechos relatados por ese documento, es decir, que los hechos relatados corresponden efectivamente a la persona que está haciendo el relato y no a otra persona o personas que hubieran podido intervenir, lo cual puede verificarse efectuando el cotejo de los datos, fechas y otros datos complementarios como, por ejemplo, la mención directa a la familia Cabero que Apodaca hace en las primeras páginas del Diario que es desde luego muy creíble debido a que ninguna otra persona habría podido conocer con semejante precisión las relaciones de esa familia con el Cnl. Morales. El mismo tipo de razonamiento se puede aplicar a cada uno de los comentarios que realiza en todo el curso del relato, con detalles reveladores sobre las circunstancias en las que se produjeron los hechos, las fechas, los lugares, los actores principales y sus relaciones recíprocas, todo lo cual contribuye a avalar no solamente esa “autenticidad” sino, también, su fidelidad con respecto a los hechos relatados.
Al mismo tiempo, sin embargo, debe comprobarse la “veracidad” de lo que se relata, es decir, la valoración de que lo que se dice corresponde efectivamente a la realidad y de que los hechos relatados sucedieron en esa forma y no en otra diferente. Esto es algo que se va confirmando puntualmente a medida que se van analizando los diferentes acontecimientos a los cuales hace referencia, uno por uno, haciendo ver que lo que se relata refleja la estricta verdad, sin exageraciones ni desviaciones que podrían hacer sospechar alguna tendencia a manipular la realidad, pudiendo decirse, sin temor a equivocación, que lo que esas Memorias refieren es, no solamente “autentico” sino, también, “veraz y fidedigno”, es decir, que se ajusta estrictamente a la verdad de los hechos, tanto en los más mínimos que hubieran podido suceder como en los de gran envergadura, como es el caso de la propia Batalla, a la cual Apodaca no duda en darle ese exacto calificativo.
Lo propio puede decirse del Parte de Guerra enviado por el Cnl. Morales al Gral. Narciso Campero el día 13 de noviembre, al día siguiente de la Batalla, el cual fue conducido por los Cnls. Juan Bautista Ayoroa, Teodoro Villarpando y Ezequiel Apodaca, comisionados de la entrega de ese documento: ”en mano propia” al Gral. Campero.
Por consiguiente, el Parte no solamente que existió realmente y fue puntualmente “entregado”, sino que, inmediatamente, fue “ocultado”, de manera intencional por el Alto Mando de la V División boliviana. Esta misma actitud fue secundada indudablemente por el Alto Mando de Chile, con algún propósito que pudo haber estado concertado dadas las circunstancias en que se produjo.
El 13 de marzo de 1880, Apodaca escribe:
“Lo de la Batalla de Canchas Blancas, luego del triunfo de Tarapacá, que tanto nos costó, nadie sabe… Alguien se guardó los Partes con la idea de que: “hay que fregar a los dacistas”.
Esta es una muestra de la forma en la que SOETHIS ha trabajado para tratar de solucionar un problema de gran importancia para el país, en su conjunto. Los capítulos correspondientes a la propia Batalla, considerada con justeza como una segunda Batalla de Cannas[15] por la meticulosidad con la que fue concebida y ejecutada, así como sus consecuencias inmediatas y mediatas que serán desarrolladas para conocimiento del respetable público aquí presente, por el VicePresidente de SOETHIS, el Dr. Hugo Suárez Calbimonte.
Agradezco la oportunidad de dirigirme a las distinguidas autoridades y personalidades que nos acompañan en este acto, trascendental en la solución de uno de los más acuciantes dilemas que ha confrontado nuestra tierra respecto a un acontecimiento que, pese a que no se tiene la seguridad absoluta de que hubiera realmente existido, se mantuvo latente en la memoria colectiva durante más de un siglo: la llamada Batalla de Canchas Blancas, cuyo 144 aniversario habríamos estado cumpliendo el día de ayer: 12 de noviembre.
En esos momentos, Tarija, sin buscarlo, se convirtió en uno de los pivotes en los que descansaba toda una serie de situaciones que comprometían nuestra presencia en la costa del Pacífico, lamentablemente perdida por fallas que nunca debieron haber sucedido. Esta es la razón por la cual nuestra Sociedad de Etnografía e Historia presenta en este magno recinto una obra que encara espinosos problemas con valentía y el más sano propósito de aclarar conceptos tratando, al mismo tiempo, de no herir la susceptibilidad de sectores que podrían sentirse afectados con los hechos que aquí se relatan.
Soethis, una joven pero pujante agrupación científica creada en nuestra ciudad, se complace en presentar al Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Tarija, la publicación de los estudios realizados en los Conversatorios virtuales realizados los 2 o 3 últimos años investigando las diferentes vicisitudes que hubieran estado relacionadas con este hecho histórico que el Consejo Editorial del Honorable Concejo Municipal, con lúcida previsión, tuvo a bien aprobar para que sea incluida entre las obras del Fondo Editorial publicadas al finalizar este año de 2023. Nuestros parabienes por una decisión tan atinada.
Quiero resaltar aquí la decisiva y brillante actuación de una personalidad que se dedicó íntegramente a la solución de este problema tratando de encontrar las vías más factibles de llevarlo adelante pese a los problemas emergentes. Me refiero a la actuación del Dr. Hugo Roberto Suárez Calbimontes, Vicepresidente de SOETHIS y gran defensor de las concepciones y resoluciones que se tomaron dentro de la Sociedad, llevando este proyecto con gran resolución y valentía hasta su conclusión final. Agradezco personalmente tan brillante y decidida actuación.
Agradezco asimismo a los miembros del Consejo Cientìfico, dirigido por el Dr. Hugo Roberto Suárez Calbimonte en colaboración con los consocios: Dr. Javier Blades Pacheco, Sr. Elías Vacaflor Dorakis, Dr. Juan Carlos Castellanos y el Lic. Gustavo Guerrero Rojas.
Tenemos que agradecer asimismo a los siguientes panelistas, por su brillante participación:
Dr. Carlos Cardona Ayoroa
Gral. Edwin Alfonso De La Fuente Jeria
Gral. Eduardo Paz Campero Amelunge
Dr. Rodolfo Becerra de la Roca,
Elías Vacaflor Dorakis
Muci Chali Chungara,
Lic. René Pablo Silva Arancibia,
Dra. Rosa Ángela Gallardo Guzmán,
Cnl. Carlos Diego Martínez Estévez
Cnl. Juanito Aldazosa Monrroy
Sr. Franz Huanca Cruz
Dr. Rodolfo Becerra de la Roca
Lic. René Pablo Silva Arancibia
Dra. Rosa Ángela Gallardo Guzmán:
Sr. Franz Huanca Cruz
Estoy seguro que este volumen se convertirá rápidamente en una joya de la historiografía tarijeña que se ha de constituir en el orgullo de la historiografía nacional y sudamericana. Nos enorgullecemos de estar contribuyendo con pasos tan positivos en la ciencia historiográfica.
FELICITACIONES A LOS MIEMBROS DE LA SOCIEDAD DE ETNOGRAFÍA E HISTORIA DE TARIJA
AGRADECIMIENTOS AL CONSEJO EDITORIAL Y AL CONCEJO MUNICIPAL DE LA CIUDAD DE TARIJA
HONOR Y GLORIA AL GRAL (POSTUMO) CARLOS LINO MORALES DE LA SIERRA Y A LOS CORONELES EZEQUIEL APODACA, MARIANO COLODRO, MIGUEL ESTENSSORO, JUAN BAUTISTA AYOROA.
FELICITACIONES A LOS VALEROSOS COMBATIENTES DE LA BATALLA DE CANCHAS BLANCAS Y A LOS POBLADORES DE LA COMUNIDAD DE ALOTA CUYOS REPRESENTANTES SE ENCUENTRAN EN ESTA SALA. AGRADECEMOS SU PRESENCIA.
[1] Declaración notariada de doña Isolina Cabero v. de Pantoja de fecha 25 de agosto de 1967 en Tarija.
[2] Periódico “La Opinión” de Tarija, 7 de noviembre de 1932.
[3] Esto resultó evidente puesto que la propia Doña Isolina Cabero v. de Pantoja, dice en la deposición notariada que hizo en 1967: “Desde el 15 de abril de 1965, comencé a reunir mis recuerdos y releer viejos papeles que tenía yo guardados, consulté a mis hermanas luz Morales viuda de Echazú, que actualmente vive y a mi finada hermana Ernestina Morales Serrano que ya murió sobre tradiciones, tertulias que escuchamos en chicas a gentes mayores sobre lo de la Guerra del Pacífico.
[4] Prólogo del mecanografiado hecho publico en 1970 en el gobierno del Cnl. Juan José Torres y posteriormente publicado, en 2017 y 2018 por el Comando en Jefe de las FF.AA en el folleto titulado: “Memoria del Cnl. Ezequiel Apodaca, 1879 – 1880”.
[5] Artículo del Dr. Carlos Durán González publicado en la revista Potosí, el 10 de noviembre de 1956. No se pudo obtener una copia.
[6] Hugo Roberts Barragán: “Gran traición en la Guerra del Pacífico” (1979).
[7] R. Querejazu Calvo: 1979. “Guano, Salitre y Sangre”.
[8] Aclaraciones históricas sobre la guerra del pacifico. Roberto QUEREJAZU Calvo. Librería Editorial Juventud. 1995, La Paz- Bolivia
[9] Ver ANEXOS.
[10] Bauer, W. ({1957} 1970=. Introducción al estudio de la historia (3ª ed.). Barcelona: Bosch.
[11] Tomado de Diccionario de la Lengua Española RAE, actualización 2020. Ver ANEXOS.
[12] Garrido, Aldo y Lacoste, Pablo. “Memoria del coronel Ezequiel Apodaca: entre Canchas Blancas y el singani como bebida nacional”. Publicación de Universidad Arturo Prat. Instituto de Estudios Internacionales (INTE). Versión On-line ISSN 0719-0948.
[13] Bauer, W. ({1957} 1970=. Introducción al estudio de la historia (3ª ed.). Barcelona: Bosch.
[14] Atkinson,R. (2014). Los cañones del atardecer. La guerra en Europa, 1944 – 1945. Barcelona: Crítica.
[15] La batalla de Cannas tuvo lugar el 2 de agosto del año 216 a. C. entre el ejército púnico, comandado por Aníbal Barca, y las tropas romanas, dirigidas por los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, en el marco de la segunda guerra púnica. Es considerada como un modelo de preparación psicológica y de cohesión de sus componentes para enfrentar un enemigo claramente superior en cantidad y armamento.