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Del libro: Poetas Tarijeños, de Heriberto Trigo Paz. Año 1958

José Julián Pérez De Echalar

Secundando el pronunciamiento de Buenos Aires

Cántaro
  • Heriberto Trigo Paz
  • 05/02/2023 00:00
José Julián Pérez De Echalar
La Vittoria Foto: Heriberto Trigo Paz

Secundando el pronunciamiento de Buenos Aires : . 25 de mayo de 1810, los patriotas tarijeños levantarose en armas el 15 de julio de ese mismo En sus estandartes habían inscrito, con letras mayusculas, estas tres palabras: Patria — Libertad — Independencia.

Abanderado de ese movimiento republicano fue un poeta y gran orador: José Julián Pérez de Echalar.

A su lado estaban otros inspirados cantores de la libertad, heraldos líricos de la independencia americana y del patriotismo. Hay que encabezar la cita con los nombres de dos ilustres sacerdotes: los hermanos José Mariano y Sebastián Ruyloba. En las milicias, Méndez, Rojas, Avilés, Vásquez, Gamarra, Flores, Gaete ...

Ganada la plaza, los victoriosos establecieron en la villa un gobierno provisional.

Con fecha 7 de septiembre de 1810, el Cabildo, Justicia y Regimiento de Tarija extendió las cartas credenciales de «diputado al Congreso de Buenos Aires», en favor del señor doctor José Julián Pérez de Echalar.

Según testimonio que recogió y legó don Tomás O’Connor d’Arlach, Pérez de Echalar nació en Tarija «en la antigua casa situada en la esquina de la iglesia Matriz, hacia el sur, el día 16 de febrero de 1780». Era hijo legítimo de don Juan Pérez Estrada, miembro del Ayuntamiento, y de doña María Agustina de Echalar, «una de las más notables y dignas matronas de aquella época».

Llevado a la pila bautismal, apadrinaron la ceremonia del sacramento cristiano su tío, el general realista don Nicolás de Echalar, y la señora Gervasia Loayza.

El suceso dio lugar a fiestas muy animadas.

Tratábase de una familia opulenta, de «alta alcurnia», poseedora de títulos de nobleza, y fidelísima servidora de la Corona española.

En el seno de esa familia, Pérez de Echalar vivió toda su infancia en un ambiente de encendida veneración a la monarquía.

Los padres esmeráronse en el cuidado y la educación del niño, que «desde muy pequeño reveló claro talento». Le rodearon — al decir de don Tomás — de cuanto «podía aspirar el hijo del más opulento hidalgo de aquellos tiempos». Tan pronto como José Julián concluyó sus estudios primarios, en Tarija, enviáronle a Chuquisaca. Allí los prosiguió en los ciclos superiores, hasta recibirse de abogado.

En la célebre universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca moldeóse el espíritu del patriota José Julián Pérez de Echalar.

Allí tuvo compañeros cuyos nombres — como el suyo propio — más tarde harían historia: Bernardo de Monteagudo, Manuel María del Barco y Urcullo, Crispín Santos Diez de Medina, entre otros.

Conjuntamente con ellos, Pérez de Echalar pudo leer libros insospechados, familiarizarse con algunos de los poetas románticos de la época, escuchar discursos encendidos de nueva fe. La causa de la independencia americana prendió pronto en su espíritu.

El provenía de un hogar español, monárquico por añadidura. Pero, nacido en las postrimerías del período colonial, había visto, en pocos años, muchas cosas: injusticias, esclavitud, torturas, pobreza, sacrificios, heroísmo ... Pérez de Echalar no trepidó, y abrazó, pues, la causa republicana, e hízose soldado de la patria. Volcó su pasión en la tribuna oratoria, en el pasquín (no había prensa) y en la poesía.

Y adviértase que eso ocurría cuando muchos americanos continuaban adoptando la postura monárquica.

Pérez de Echalar es, así, uno de los primeros intelectuales que, entre hombres de diversas cualidades, intervienen en ese suceso múltiple que fue el de la emancipación americana. Ellos han sido conductores, y también realizadores. Sus nombres y sus hazañas recogió la historia, pero el estudio del fenómeno literario está, cuando menos, incompleto,  quizá por hacerse. Los intelectuales encendieron el espíritu de los patriotas. Sus escritos, sus proclamas, sus versos, fueron como antorchas de la libertad y de la patria.

Convertido en adalid de la causa republicana, Pérez de Echalar regresó a Tarija. No perdió un; solo minuto en la tarea que le correspondía cumplir. El campo era propicio. Promovió reuniones, hizo planes, encendió — por aquí y por allá — la chispa  revolucionaria. Sus padres sintiéronse «profundamente contrariados» por las ideas y las actitudes de su «amadísimo hijo». Cierta vez, José Julián recogióse al hogar después de dos días de ausencia «sospechosa», y, al ingresar a la casa paterna, encontró-] se con que allí estaban familiares y amigos suyos en animada reunión. Su madre — a quien él «amaba con ternura» — hízole llamar. Imaginando lo que ocurriría en público, el hijo adelantóse hasta la puerta del salón e improvisó esta cuarteta:

Cuando pensé de mis gustos

tener larga posesión,

me veo de los cabellos

pendiente como Absalón.

Aplausos, risas, abrazos obviaron el inconveniente.

La alusión parece justa — en sentido figurado, claro está — si se toma en cuenta que Pérez de Echalar rebelóse abiertamente contra la monarquía española, que sus padres servían y defendían con lealtad y honda convicción.

Nada, y nadie podría detenerle en su lucha por la idea emancipadora. Y siguió adelante. En procura del fin propuesto, puso lo mejor de sus energías, de su claro talento y de su capacidad. El poeta de naturaleza sensible fue levantando voluntades, encendiendo el fuego de la redención. Erguido, cantaba la nueva fe. El entusiasmo de la gente era cada vez mayor. Pérez de Echalar comprendía que la poesía tiene una misión. Y la suya debía cumplirla.

En ese orden, lo breve y lo cáustico era lo más adecuado para los fines que perseguían los revolucionarios. Con esa convicción, don José Julián escribió muchos epigramas, la mayor parte de los cuales lamentablemente no han llegado hasta nuestros días. Uno de los pocos que se salvó dice así:

Aunque te pese, tirano,

Tendrás que reconocer

Que el pueblo es soberano

Y a él hay que obedecer.

La gente — toda clase de gente — los recitaba y hasta los cantaba.

No importa que esos versos pertenezcan a la «historia de las agitaciones políticas» — como se le antojara a Menéndez y Pelayo —. «La lira — ha dicho Gutiérrez — estaba a la altura de la espada». Y eso es lo importante.

Así fue gestándose y creciendo el movimiento patriótico en Tarija. El levantamiento popular no podía aplazarse. Y el 15 de julio de 1810, el pueblo levantóse en armas y ganó la plaza.

La Junta provisional de gobierno, establecida en la Argentina, cursó invitaciones a todas las provincias para que «manden sus representantes a un Congreso General» que se reuniría en Buenos Aires, «con el encargo de fijar en definitiva la forma de gobierno que se considerara más conveniente».

Ya sabemos que, con fecha 7 de septiembre de 1810, el Cabildo de Tarija otorgaba las cartas credenciales de diputado a aquel Congreso al doctor José Julian Pérez de Echalar, el amado poeta del pueblo,, su alto dirigente intelectual.

En diciembre de aquel mismo año, llegaban a Buenos Aires los diputados por las Provincias Unidas. De inmediato constituyeron la Asamblea. La guerra de la independencia americana había adquirido proporciones de incendio. Sucedíanse victorias y derrotas. Y también disenciones civiles, aun en la propia Junta de Buenos Aires.

El doctor Pérez de Echalar encontróse en el Congreso con uno de sus más queridos compañeros de estudios y de luchas: el doctor Bernardo de Monteagudo. Juntos veiaseles en todo momento. Ambos se levantaban como campeones de la libertad y la independencia. Tratábase de dos «carolinos» talentosos y eruditos, de dos formidables juristas y fogosos oradores.

Por aclamación, Pérez de Echalar ocupó el cargo de secretario del Congreso.

El «Diario Oficial» (Buenos Aires, 26 de febrero de 1813), presenta al diputado por Tarija tal como fue en el seno de la Asamblea: hombre de lucha, innovador, idealista, demócrata, celoso guardián de las garantías individuales ...

Posteriormente, el 8 de octubre de 1813, constituyóse un triunvirato encargado del gobierno de las Provincias Unidas. Con el consenso de la mayor parte de los distritos, aquél quedó compuesto por los diputados Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Pasos y José Julián Pérez de Echalar.

La labor del doctor Pérez de Echalar en Buenos Aires no se redujo a lo que específicamente le atañía en el Parlamento y en la Junta de Gobierno. El insigne tarijeño encontró una buena prensa en cuyas columnas volcó sus inquietudes culturales y patrióticas.

Además, hizo — cual correspondía a su rango y I a su investidura — intensa vida social. Casado con doña Margarita Zegada, distinguida dama argentina, rolóse con lo más rancio de la aristocracia porteña.

Su figura física ha sido descrita por alguien que le conoció personalmente. Un hombre de «bella presencia, regular estatura, más alto que bajo, airoso porte». Su carácter — agrega el informante — eral «honrado y nobilísimo», su «genio, alegre y expansivo». Un orador de palabra «fácil y elocuente».

Disensiones políticas alejaron a Pérez de Echalar del gobierno de las Provincias Unidas. En el orden privado, su vida había sufrido honda perturbación: la incomprensión conyugal, le apartó del hogar.

El gran patriota enfermó gravemente. «Empezó« por una lánguida tristeza — dice d’Arlach — y terminó por una locura rematada». Internado en el Manicomio, allí pasó sus últimos años, recluido, solo, hasta que le llegó la muerte a mediados de 1826.

Sabido es que, con el desarrollo de la sociedad humana, evoluciona el arte, particularmente el arte social. Guerrero, religioso, filosófico, patriótico, pueden ser sus hitos enunciativos.

La literatura americana, en las postrimerías de la Colonia y la iniciación de la era republicana, tuvo que ser épico-patriótica. Sus voces convulsionaron a América, y mantuvieron viva la llama del patriotismo.

Pérez de Echalar, situado en la encrucijada de dos momentos históricos: la Colonia y la república, Irrumpió, al igual que otros poetas, con su voz elevada. Combatió las injusticias. Escribió himnos de redención. Es el primer poeta tarijeño épico-patriota.

Sus versos estaban cargados de intención social, más que literaria. Era el arte intencionado que cumplió su misión encendiendo el fuego del patriotismo, y, luego, alimentándolo, animándolo.

No falta, indudablemente, en la obra poética de Pérez de Echalar, lo íntimo, pero hay que destacar que lo fundamental en ella fue el anhelo de patria libre, independiente y soberana, al lado del ideal de justicia y libertad. Por algo este poeta tarijeño amó a la patria como un alucinado.

 

Versos de Pérez de Echalar

 

NIÑA HERMOSA

¿Por qué buscar anhelosa,

Niña hermosa,

En otra parte el placer,

Si al soplo de tu ventura

La natura

agotó en tí su poder?

Es, amiga, tu existencia

Grata esencia

De dulce felicidad;

Y en su curso la armonía,

A porfía

Ostenta su variedad.

 

A la luz de tu mirada,

Extasiada

Siente el alma el dulce ardor

De una atracción que cautiva

Con la viva

Eficacia de! amor.

 

En tu rostro la belleza,

Su viveza

Hace ufana resaltar,

Y tu acento melodioso

¡Cuán dichoso

Hace el pecho palpitar!

 

Eres flor cuyo perfume

No consume

Del infortunio el rigor;

Y ante cuya gentileza,

Que embelesa,

No prevalece el dolor.

 

Eres bien que en grata calma

Goza el alma,

Y no se puede expresar;

Bien que la mente acaricia

Con delicia

Que no se puede olvidar.

 

Eres, en fin, niña bella,

Una estrella

De refulgente esplendor,

En el venturoso cielo

Do el consuelo

Es astro fulgurador.

 

No busques pues anhelosa,

Niña hermosa,

En otra parte el placer,

Que al soplo de tu ventura

la natura

Agotó en tí su poder.

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