Del libro: Poetas Tarijeños, de Heriberto Trigo Paz. Año 1958
Poetas tarijeños
Requerimientos cordiales y estímulos amistosos



INTRODUCCIÓN
Requerimientos cordiales y estímulos amistosos determinan la publicación de esta serie de pequeños libros que, con el rubro general de Poetas Tarijeños, irán apareciendo de modo sucesivo.
Siendo éste el primer volumen de la colección, me parece justo escribir unas páginas liminares, tratando de explicar antecedentes y propósitos.
En la conciencia tarijeña viene madurando la nobilísima intención de alcanzar en plenitud la emoción del tiempo pasado. ¿Cómo lograrla? Por los caminos de la historia y por los caminos del arte. En el vasto mundo del arte, está la poesía. Estos volúmenes serán, dentro de naturales limitaciones, una fracción de esos caminos, y contribuirán a disipar las «tinieblas del olvido» en que se encuentra la poesía tarijeña, permitiéndonos gozar de la sensación del tiempo pasado. Pero la colección no se detendrá allí. También recogerá lo contemporáneo, lo del tiempo presente, vivo y palpitante.
El hombre va haciendo la historia. Y al enlazar presente y porvenir, tiene que llevar la mirada al pretérito. Leyendo a los poetas tarijeños, acercándonos a ellos, que fueron guías espirituales de su pueblo, como otros y ellos mismos fueron héroes de la Justicia, del Derecho y de la Libertad, experimentamos que una fuerza substancial viene a reconfortarnos, y nos sentimos — como dijo un lírico — bajo «un sol que luce más allá del tiempo».
Tarija tiene voz y tiene mensajes generosos que trasmitir, mensajes que deben ser dichos, difundidos, propagados, porque son vivos y fecundos, utilísimos en estas horas estremecidas de un mundo que parece hundirse en la nada, donde hay grandes sectores angustiados que quieren crear algo nuevo, en un clima que sea de paz, de amistad y de justicia.
Para abordar eficazmente el porvenir, necesitamos la colaboración del pasado, con lo que forjamos nuestras esperanzas. Disfrutaremos de ellas, sabiendo lo que hemos sido.
En orden a la cultura, el desenvolvimiento progresivo de Tarija no debe ser menospreciado. Su gente fue capaz de desarrollar — y desarrolló — aquello que los sociólogos llaman «fenómeno funcional».
Hoy día ese movimiento está poco menos que estancado, si se tiene en cuenta el ritmo ascendente que debió haber seguido. Faltan medios y modos para que voluntades e inteligencias superen dificultades para la creación estética. Pero no hay que perder la fe y la esperanza. Volviendo la mirada al pasado, esforcémonos en despertar y estimular la sensibilidad de la juventud, si queremos afirmar el futuro. Y aquí debo decir que, con el pensamiento puesto en la juventud estudiosa, he dado forma y vida a esta colección. Los jóvenes encontrarán en ella algo que puede orientar sus gustos literarios, que sirva para su formación intelectual.
En un mayor campo de aplicación, me anima el propósito de coadyuvar, de contribuir a la cultura nacional, divulgando la poesía tarijeña por medio de estos pequeños tomos, sirviendo el compilador de algo así como de intermediario entre los poetas y el público. No es ninguna novedad decir que en Bolivia se ignora a los escritores, a los poetas, a los artífices de la cultura nacional, que son nuestra gloria. Nada extraño es, por consiguiente, que el espíritu humano — el de los jóvenes, especialmente — siga alimentándose con lo que viene de fuera del país.
Tenemos la obligación de salvar de la ignorancia a nuestros poetas y a nuestra poesía. La tarea tendrá utilidad, si no para el tiempo presente, sí para el futuro.
A los poetas tarijeños se les ha agraviado con un injusto olvido, hasta el extremo de que ahora ni siquiera se les conoce. Extraño destino el suyo. Agazapados en la insularidad tarijeña, apretados en su reducido círculo literario, escribieron casi para sí mismo. No se preocuparon de que trascienda lo comunicativo. Cierto que no había, o eran escasos, los medios para materializar la comunicación. El problema no ha sido superado hasta hoy. Además, por culpa nuestra, por nuestra manera de ser, porque llevamos — intencionalmente o no — una vida de aislamiento o de retraimiento, nuestros hombres de valer no sólo que no se levantan sobre la fama, sino que se pierden en el olvido, en la ignorancia o en el desconocimiento. De nacer en un centro mayor, esos hombres habrían alcanzado honor y celebridad. Los casos son patentes, algunos de los cuales podrá evidenciar el lector a través de esta serie de pequeños tomos. Anticipo, pues, que si toda obra ha de definirse por el objeto que le da vida, esta colección de Poetas Tarijeños tiene el de divulgar las figuras de nuestros vates.
Al sacar del olvido a los poetas tarijeños, hay que hacer honor a esos esforzados cultores cuyas existencias son ejemplares. Por algo ellos fueron capaces de vencer la resistencia pasiva del medio y cantar en estrofas armoniosas lo bueno, lo noble, lo espiritual de la vida, por encima de las turbulencias bolivianas, de la politiquería criolla, absorbente, dañina, perversa …
* * *
La poesía tarijeña puede clasificarse de diversas maneras. Una de ellas, por periodos, lo que no deja de ser arriesgado, sobre todo si se pretendiera señalar periodos fijos. No hay cómo encasillar la poesía.
Si insinúo en seguida una posible división, es porque creo que ella será de utilidad para marcar algo así como puntos de referencia de etapas evolutivas.
La mayor dificultad con que se tropieza es relativa a la documentación del primer período y de las primeras décadas del segundo. Lamentablemente, la producción de la época ha desaparecido. Sólo fragmentos de algunos versos han llegado hasta nuestros días. Merced a ellos y a la tradición es posible señalar rasgos típicos de la poética tarijeña en esos años.
El primer periodo — que comenzaría en la Colonia— está por descubrirse. Trasuntaría el ideal religioso, trataría de la organización de la Colonia, describiría la naturaleza, a veces las cosas, las personas y los lugares nuevos, relataría viajes. Casi no habría variedad en los temas. La versificación, deficiente. La influencia del espíritu eclesiástico, manifiesta. En su última instancia, prima el carácter épico-patriota, con versos cargados de intención social.
En el segundo periodo — que se iniciaría años después de fundarse la república — la poesía tarijeña está integrada por ideas políticas y filosóficas, incluyendo lo religioso. El estilo es más orgánico. La independencia americana, la patria, son temas preferidos. Hay fuego y sangre. Sus vates son románticos de pura ley. Alcanza su mayor tónica a finales del ciclo.
El tercer período empezaría con el siglo XX. Aparecen formas y temas nuevos. Existen poetas románticos, líricos y modernistas. Se asoma la poesía nativa y no falta la literatura social. Al lado de la belleza se busca la verdad.
La guerra del Chaco abre una nueva etapa. Irrumpen temas variados y originales. Lo autóctono y los valores nativos cobran intensidad. Lo vernacular adquiere primacía. La poesía revolucionaría ocupa lugar notorio.
Y ahora unas palabras sobre los contornos de lo que será esta colección.
Ella revelará la marcha, el desarrollo de la poesía en Tarija, vale decir que reflejará jalones de la historia espiritual de nuestro pueblo. Un pueblo vale no sólo por su prosperidad material, sino también por su vida cultural.
Las publicaciones se harán siguiendo, en lo posible y aconsejable, un orden cronológico de presentación, de acuerdo a las fechas de nacimiento de los poetas, apartando todo discernimiento crítico-histórico. Muy lejos me encuentro de pretender estudios eruditos. No detendré mi atención, ni la del lector, en cuanto a la socorrida clasificación por «escuelas». Tampoco perseguiré el análisis orgánico de la poética tarijeña. Bastará tomar ciertos ángulos de lo humano y de lo estético de cada autor, lo esencial para conformar una idea del hombre y del literato. Así, estos trabajos quizá apenas si tengan sabor periodístico.
Por sobre todo, procuraré que la colección conforme un panorama de la poética en Tarija, un paisaje salpicado de matices diversos y estremecidos de lo humano, de sentimiento, de belleza y de verdad. Posiblemente sea sólo una tentativa, y no más; una incursión por campo inexplotado, aunque limitada por falta de espacio y de fuentes documentales completas.
Cada selección irá precedida de una semblanza biográfica, de un perfil del autor, que en lo sintético exprese e informe lo necesario, acentuando los rasgos principales, con lo que estimo se facilita la comprensión de emociones espirituales, lo íntimo del poeta. Si pretensión hubiese de mi parte, ella sería que- el lector encuentre en estos trabajos amenidad espiritual.
En la colección he reunido una estimable cantidad de composiciones. Del material que me ha sido dado encontrar, tras paciente y porfiada búsqueda, he escogido los poemas que me parecen dignos de perdurar, de ser reproducidos, por sanos, por nobles, por limpios. Hay que advertir, sin embargo, que en la selección no se aplican ni medidas de mucho rigor, ni mezquinas exclusiones.
La mayor parte del material ha sido tomado de periódicos de distintas épocas. Casi toda la producción de los poetas tarijeños está desparramada en publicaciones de ese género. De ellas hay que exhumarla. A excepción de lo correspondiente a un número reducido de poetas, la poesía tarijeña nunca fue recogida en libro. Eso hace mucho más difícil la tarea de recopilación y de selección.
La falta de material disponible, la deficiencia de información, privarán, indudablemente, a esta colección de algunos nombres y de algunas composiciones. Faltarán autores y faltarán versos. No se atribuya tal cosa a la voluntad del compilador. Aún sin mediar las circunstancias expuestas, bien sabido es que en todas las antologías se lamentan ausencias, como también se lamentan presencias. Esta colección no puede ser una excepción. En ella no habrá que lamentar presencias, pero el lector encontrará «voces mayores» y «voces menores».
Podrá hacerse, igualmente, reparos en cuanto a las piezas elegidas. Unos objetarán falta de rigor; otros, excesivo escrúpulo eliminatorio. Indudablemente que del material disponible se ha espigado en la medida de lo aconsejable y justo, desinteresándose el compilador de todo aquello que podría conducir a parcialidad e injusticia. Y una advertencia más: lo seleccionado no es lo meramente «representativo» del poeta, de acuerdo a determinado «credo» estético.
Si toda antología es provisional, ésta lo es como ninguna, máxime si los «designios de objetividad» han sido sólo hallazgos hechos esporádicamente, en papeles viejos, en recortes de prensa, desparramados por aquí y por allá. Hay que insistir en que no hay colecciones, archivos, libros, nada de donde seleccionar con comodidad. La tarea del compilador ha sido, pues, ardua y difícil. Por ello, excúsense faltas y omisiones. Valga la intención que inspiró la obra.
Pese a esas y otras deficiencias y dificultades, en esta colección resonará la lira tarijeña; lo expresado por los temperamentos poéticos de Tarija a través de las edades, al correr de los años, desde la Colonia hasta nuestros días. La cuarteta grácil y el verso largo. El amor, el sufrimiento, la naturaleza, la emoción religiosa, la patria, la familia, la vida... Poemas de radiante perennidad, expresiones que reflejan los más nobles sentimientos de convivencia humana. En suma, lo que importa para la evocación y la presencia de siempre.
Verdad que la inspiración de los poetas tarijeños ha dejado zonas intocadas; pero eso es explicable, y de ningún modo podrá abrirse por ello cargo a nuestros vates.
¿Que algunos desdeñaron los preceptos de la retórica y de la métrica? Sí, pero eso no mancha. Muchos son los poetas de valor universal que se muestran indiferentes con la retórica y con la métrica, y ello no les priva de gloria y nombradía.
No me ciego en la exaltación de la producción poética en Tarija. Mas, no se olvide que aun en América éste es un género literario en gestación, y que en Bolivia está impulsando un querer ser. No se ha desarrollado, ni ha alcanzado personalidad porque el medio económico-social se lo impide. Fácilmente se puede individualizar casos de gente de talento y de natural disposición, ahogada o perdida en la maraña del oscurantismo. El proceso literario sigue amarrado o sometido al proceso estructural de la vida del país.
Se dirá que no faltan, y a veces sobran, en algunos poetas tarijeños, ciertos rasgos de idealismo y hasta de infantilidad. Evidente. Esto puede ser criticable, pero no se olvide que también ello ocurrió en otros poetas, en grandes poetas americanos. Las causas son obvias. Así lo entenderán los espíritus sanos. No debe interesar lo que digan los mezquinos.
La imitación y la influencia de lo foráneo son manifiestas en ciertos poetas tarijeños, como son muy marcadas en otros vates bolivianos. El «mal» es de la mayor parte de los poetas de América, particularmente de los románticos y los neorrománticos. Sabido es que nuestra lira comenzó por imitar, en busca de su propia personalidad. No diré que hemos avanzado mucho, pero buenos atisbos se podría señalar en el tiempo contemporáneo, en que hay poetas que, en lo vernáculo, están citando al alma de nuestras nacionalidades.
Es notaría la relación interna, íntima entre los poetas tarijeños, pese a las particularidades. Trátase de espíritus que insinúan una tendencia común, anhelos románticos, sentimentalidad, espiritualidad ...
Las formas de tales manifestaciones poéticas son, indudablemente, de valor desigual. Pero esa diversidad es simpática y hasta necesaria para el conjunto. Decía un crítico que «toda obra antológica tiende por naturaleza hacia una estructuración coral».
Las poesías recogidas en esta colección forman esa «estructura coral». Podría señalarse que aquí ocurre algo parecido a lo de la naturaleza, en que rosas y cardos, flores y espinas, yerbas y árboles, forman el conjunto diverso y lo hacen encantador. En todo caso, insisto en que los poemas recogidos en esta colección pertenecen a la literatura que es vida y es arte; que aquí se trata de poetas que han enriquecido el vivir espiritual de su pueblo. Para juzgarles, hay que situarlos en su época y en su medio. Que de ello tampoco se olviden los críticos.
Pocas palabras más para cerrar este preámbul
Acometida la tarea con esperanza, y, aún más, con entusiasmo, quisiera el compilador que quien se acerque a nuestros poetas lo haga sólo con intención limpia y pura. Y hallará poesía; hallará ese algo único e inexplicable que decía Valéry; eso que un crítico calificara de «una verdad misteriosa»; hallará algo indefinible, y, sin embargo, algo que todos creemos saber lo que es, y que parece que no se puede explicar con palabras: poesía.
Haced, lector, con los versos de los Poetas Tarijeños, lo que León Felipe aconsejaba con valor universal, y hallaréis poesía:
«Deshaced este verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
si después queda algo todavía
eso
será poesía.