Del Libro: Motivos Campestres, Tarija. 1960
El Entierro (A Franz Ávila del Carpio)
Por el sinuoso camino



Por el sinuoso camino
Que a Pampa Redonda lleva;
Salimos una mañana,
Resplandeciente y serena.
Con el amigo Raimundo,
Ensillamos muy temprano
Y antes que el sol alumbre,
Dominábamos el llano.
El cabalgaba en un zaino,
Yo en un potrito alazán;
Ambos tiraban la rienda,
Sedientos de caminar.
Pronto la verde Tablada,
Nos brindaba su paisaje;
Su fraganciosa campiña,
Llena de espeso ramaje.
Un ranchito su silueta,
Destaca allá a la distancia,
Los fuertes golpes de un bombo,
Llaman gente a aquella estancia.
A pocos metros del rancho,
Bajo un frondoso sauzal,
Descansan cuatro caballos,
Sujetos por el bozal.
Algunos indicios claros,
Un fin de fiesta hacen ver;
De aquellas que con frecuencia,
Suele el chapaco tener.
Frenamos nuestros caballos
Y a observar nos detuvimos;
Aquel lugar se encontraba,
Repleto de campesinos.
Algo tenían en el suelo,
Que silenciosos rodeaban;
Unos miraban al cielo,
Otros parece que oraban.
Un viejo de albina barba,
Majestuoso, impenetrable,
Dirige la ceremonia,
Con voz tranquila y afable.
Se trataba del entierro,
De un niño en la edad primera;
Al que en un cajón de pino
Lo iban sacando hacia afuera.
Marca sus golpes el bombo,
No se escucha más palabra;
Y al son del violín chapaco,
Bailan su danza macabra.
Desde ese momento empieza
Una estruendosa algazara;
Salen y entran al camino,
Ni un momento el baile para.
Nos acercamos al viejo,
Sin interrumpir la orgía,
Sorprendidos del motivo
De esta gran algarabía.
¿No le parece inhumano,
Junto a un muerto esta alegría?
Preguntamos al anciano,
Que el ataúd conducía.
Señor se trata de un niño,
Que sin mancha al cielo vuela
Y no compriendo por qué
Tengamos que sentir pena.
Pa arrastrar el yugo nace,
El hombre como el ternero;
La muerte en su aspecto triste,
Es la bendición del cielo.
Y si venimos al mundo
Ha llevar nuestra cadena
La muerte es liberación
Y la vida una condena.