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Doctor Aniceto Arce (Segunda parte)

Arce, en la guerra

Cántaro
  • Bernardo Trigo
  • 15/05/2022 00:00
Prologo Campero y Arce

Prologo Campero y Arce

Prologo Campero y Arce

Prologo Campero y Arce

Puente el  Valle

Puente el Valle

Imágenes pintorescas de la ciudad de Tarija

Imágenes pintorescas de la ciudad de Tarija

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Imágenes pintorescas de la ciudad de Tarija

Imágenes pintorescas de la ciudad de Tarija

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Prologo Campero y Arce
Prologo Campero y Arce
Puente el  Valle
Imágenes pintorescas de la ciudad de Tarija
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Arce, en la guerra

Hombre discutido En este capítulo la figura de Arce ocupa un plano superior.  Aplaudido, glorificado, lapidado, perseguido… Es el hombre más discutido de todos los que han pasado por el escenario político de la República, en el correr de los años 79 al 80. Eso, nos lo dice la historia.

«Arce, hombre práctico, de mirada certera y recto criterio, había previsto la guerra con Chile, como un infortunio nacional; pudo medir las consecuencias de la lucha, que eran de seguro desastre para la patria, e inútil fue su empeño para evitarla».

La guerra se produjo.

Don Aniceto, impregnado de patriotismo, se propuso organizar un cuerpo de voluntarios en el Sud y atacar sobre Calama, a fin de distraer al enemigo y destruir sus unidades. Fracasó en su empeño — dice Paz — por falta de armas y porque el gobierno de Daza lo consideraba un peligroso enemigo político. El general Campero organizó la Quinta División, que acántonó en Cotagaita, porque el Gobierno le negó toda colaboración. Arce, protestó airadamente y puso a disposición del Jefe de la División, armas, vestuario y dinero.

El escritor Prudencio Bustillo, dice: «Las gacetas de la época registraron formidables acusaciones contra Arce. Afirmaban que el Pontífice de Huanchaca quería la paz por poner en salvo sus minas; que Chile había encontrado en él un activo e interesado secundón de sus miras; que Arce había premiado a los canallas que se sublevaron en La Paz, acaudillados por Silva; que, en fin, había dispersado intencionalmente la Sexta División del Gral. Flores, comprando en alto precio la sospechosa inercia militar»...

El pueblo engañado no comprendía la labor de Arce, puesta al servicio del país. Nada significó su oferta de préstamo de quinientos mil pesos, en momentos en que Bolivia estaba en difícil situación económica; tampoco le interesó al Gobierno la protesta de la Compañía Huanchaca de financiar un empréstito que pudiese hacer frente a las necesidades de la guerra.

Puerto para Bolivia La grave acusación contra Arce reposaba en haber servido de intermediario Para buscar la solución de la guerra a base de un puerto para Bolivia. Y aquí es necesario no olvidar que la preocupación de nuestro estadista reposaba en romper el enclaustramiento de Bolivia.

De ahí que la circular que dirigió Arce el año 1886, contiene estos tópicos: «Es preciso que el partido se esfuerce en elegir a los hombres que profesan el principio que dio origen a su formación: la rectificación de nuestras fronteras, con la adquisición de un Puerto en el Pacifico. Creo que la anexión de Tacna y Arica a Bolivia es un hecho inevitable, que tiene que realizarse tarde o temprano, pero que requiere impulso».

Prefecto de Chuquisaca Pues bien. Producido el desastre de San Francisco y la vergonzosa retirada de Camarones, se verificó el cambio político en Bolivia. En pleno campo de batalla, el general Narciso Campero fue proclamado Presidente de la República. El país necesitaba reorganizarse. Arce, fue «aclamado» Prefecto del Departamento de Chuquisaca.

Al poco tiempo de ejercicio prefectural. tuvo que cesar en sus funciones por haber sido proclamado convencional por Potosí.

Convencional del 80 Téngase en cuenta, como nota honrosa, que las Provincias de Concepción, posteriormente llamada Avilés, y Gran Chaco, del Departamento de Tarija, también hicieron igual proclamación. Producida la elección, obtuvo la banca parlamentaria por absoluta mayoría, en ambos distritos.

Esa Convención — año 1880 — ha pasado a la historia llena de gloria. Concurrieron a ella las mentalidades más cultivadas de Bolivia. Hasta hoy, es la única Asamblea que dio al país el imperio de sus derechos y el goce de sus libertades democráticas en nuestra pobre y azotada vida republicana.

Vice Pdte. de la República La Convención del 80 estudió y analizó a los grupos militantes, avaluó a los hombres e hizo frente al desastre de la guerra. Organizó el Gobierno de la República, auscultando el sentimiento nacional y dentro del más alto concepto de amor a la patria. Fueron proclamados Presidente de la Nación, el general Narciso Campero, que representaba a los «guerreristas»; Primer Vice-Presidente, el Dr. Aniceto Arce, Jefe de la fracción «pacifista» y Segundo Vice-Presidente, el Dr. Belisario Salinas, que era el alma y nervio de la augusta Asamblea.

La proclamación de los designados tuvo lugar el 30 de mayo. Y como el general Campero estaba en esos momentos a la cabeza del Ejército combatiente en el Alto de la Alianza, asumió la Suprema Magistratura el Primer Vice-Presidente, Dr. Aniceto Arce, hasta el 19 de junio, fecha en la que se invistió al general Campero del cargo de Presidente Constitucional de la República.

Guerreristas y pacifistas La política internacional de Bolivia cada día se hacía más vidriosa. Los «guerreristas» con Campero y los «pacifistas» con Arce. Se decía que habían acuerdos reservados con Gabriel René Moreno y con Salinas Vega, a quienes se los declaró traidores a la patria, por haber sido portadores de proposiciones que definían la posición de Bolivia en la guerra. Pasados los años y serenados los espíritus, se barrió la ignominia y la reparación fue amplia, plena. Gabriel René Moreno ha sido consagrado como el apóstol del pensamiento nacional, y Salinas Vega sirvió a Bolivia en diversas legaciones en Europa, con talento y gallardía. La justicia hizo luz. No habían sido traidores: habían sido patriotas.

Uno de los pasajes de la vida de relación de Arce con Campero lo relata el historiador Alcides Arguedas en estos términos: «Al dejar Campero la Presidencia para asumir el mando general del Ejército en campaña y asumir dualidad de funciones que sería objeto de ardiente debate, había propuesto Campero a Arce lo siguiente: «Usted Presidente y yo General en Jefe del Ejército». El señor Arce, contestó: «No quiero responsabilidades a medias: o toda o ninguna. Yo Presidente de la República podría decir a usted: no necesito sus servicios de General en Jefe y lo separaría del Ejército; usted vendría y me retiraría de la silla presidencial».

El Presidente de la República, general Narciso Campero, era, como hemos dicho, «guerrerista» y debió sentirse muy amargado al frente de la política «pacifista» de su Vicepresidente, doctor Aniceto Arce. Comentando este punto Prudencio Bustillo en su obra ya citada, dice: «Grande debió ser el despecho de Campero y mayor su desilusión al ver que sus compañeros le dejaban casi solo en la brecha. Entonces hizo un cuarto de conversión hacia una política más vigorosa. Teniendo la sartén por el mango, no podía permitir que los partidarios de la paz paralizaran la acción del Gobierno. Pero le faltaba un pretexto, un documento, algo que le sirviera de base para castigar la oposición en la persona de su Jefe, Arce. La casualidad le puso en las manos ese documento. A mediados de marzo del 81, el Ministro de Gobierno recibió una carta de Arce dirigida al señor Pol, de Cochabamba, mientras el señor Pol recibía, sorprendido, una comunicación al Ministro de Gobierno. Pudo leer el Ministro el siguiente párrafo en la carta privada de Arce: «Guerra: Estamos sin noticias de la guerra: en este correo me faltan cartas aún de mis corresponsales en Tacna. Nuestras locuras nos trajeron la guerra, la pérdida del territorio y todavía vencidos, extenuados, hacemos ridículas provocaciones para atraer el comunismo. La única tabla de salvación para Bolivia es la necesidad que tiene Chile de ponerla a su vanguardia para asegurar sus conquistas. Por esto mismo, nuestra actitud debía ser silenciosa, digna y de labor paciente. Esperan la solución en la Convención; creo que ella parirá monstruos».

Expatriado A raíz de este supuesto o real documento, el Gobierno mandó notificar a Arce para que desocupe el territorio de la República. La orden se cumplió. Arce publicó un vibrante Manifiesto a la Nación, explicando su pacifismo y fustigando al Gobierno por el atentado de que había sido víctima. Viajó al exterior el 21 de mayo de 1881, en compañía de sus dos hijos: Carlos y Ricardo. Lo acompañaban también los jóvenes José Gutiérrez Guerra y Demetrio Toro.

Permaneció don Aniceto algún tiempo en Buenos Aires, donde abrió polémica de prensa desde las columnas de «El Nacional», atacando a sus adversarios que le refutaban violentamente en el diario «El Siglo». Arce hizo mal al llevar a la prensa extranjera asuntos de índole interna de Bolivia que revestían suma gravedad.

Luego, de Buenos Aires viajó a España, Italia, Alemania, Inglaterra y Francia. En aquellos países, y particularmente en Francia, se consagró al estudio del comercio y de la industria, de las nuevas técnicas, de la inmigración, etc., deseoso de traer conocimientos útiles para Bolivia.

De vuelta En agosto de 1882, Arce regresó a la patria, llamado por sus amigos políticos, que lo habían proclamado candidato a la Presidencia de la República. Trajo consigo cien familias de obreros españoles, para los trabajos de Huanchaca y diez hermanas de la caridad, para la atención del hospital de la ciudad de Sucre. Vinieron enormes cargamentos de mobiliario, maquinarias, plantas, semillas, etc.

En el senado El Senado Nacional, al tener conocimiento del regreso de Arce al seno de la patria, lo llamó a ocupar su asiento. La renuncia no se dejó esperar, alegando haber sido fustigado y calumniado en forma ruin y perversa, no creyendo de su decoro presidir las deliberaciones camarales. La renuncia fue rechazada por unanimidad de votos. Arce acató el pronunciamiento de sus colegas y concurrió al Senado.

Campaña presidencial

Los dos Bandos La lucha política se localizó en los dos sectores ya mencionados. Los «pacifistas» con Arce, y los «guerreristas» con Camacho. Los primeros eran los «constitucionales», que posteriormente, con la jefatura de Baptista, tomaron el nombre de «Conservadores»; y los segundos eran los «liberales».

El Jefe Supremo de la Nación, Gral. Campero, era el eje y sostén de la agrupación Liberal, pero, hombre de elevados sentimientos de honestidad y de respeto a los derechos cívicos, no usó de la violencia, dejando que la opinión colectiva se cristalice. No se podía esperar otra cosa de este soñador de la democracia grande, sincera y bien entendida.

Un tercero En ese estado de agitación intensa de los pueblos y de los hombres, se presentó a la lucha electoral don Gregorio Pacheco, acaudalado minero, varón gentil, de perfecto lineamiento caballeresco, y dijo a la Nación: «En la lucha de dos agrupaciones que invocan la guerra y la paz, mi bandera es de concordia». Era la voz de un hombre nuevo. Prudencio Bustillo comenta: «Hábilmente secundado por sus amigos políticos (Pacheco) se bautizó con el calificativo de «demócrata», contrabalanceó las ventajas de sus adversarios acudiendo a un arma que no se había empleado hasta entonces en el país: el cohecho» .

La lucha El partido «Constitucional» ocupó sus posiciones. En un banquete que los señores Blodel ofrecieron a don Aniceto, éste físonomizó su política en forma enérgica y vanidosa. Entre otras cosas dijo: «Luchará el billete con el billete, y el cheque contra el cheque...»

Y fue la lucha, no de la democracia, sino de la burguesía. Ardiente, violenta. La prensa se desbordó. El escritor señor Lemoine, al hacer la biografía del general Camacho, dice sobre el particular: «Se vieron entonces prodigios de corrupción. Se traficaba con todas las cosas. La República fue una bolsa de nueva especie, en que se hacían operaciones bursátiles sobre las conciencias, sin pudor, con alzas y bajas; en que se compraban y vendían los hombres, ya conforme a tarifas, o ya según la calidad de la humana mercadería... Constituyeron (Arce y Pacheco) agencias públicas de rescate de sufragios. Se veía en ellas una mesa sobre la que se alzaba el resplandor de una lámpara, un crucifijo rodeado de talegos de plata. Entraban allí el artesano y el campesino, prestaban juramento de adhesión y salían entre sombras con el precio de su adhesión en el bolsillo».

La acción del Gobierno fue serena. Empero, le faltó, a decir verdad, entereza para resguardar la pureza del sufragio y evitar la corruptela que ha dejado seguidores hasta nuestros días.

El resultado El resultado de la elección fue el siguiente: Pacheco, 11.760 votos; Arce, 10.263; y Camacho, 8.202.

Como ninguno de los candidatos había obtenido la mayoría absoluta de sufragios, sobre el total de 30.465 votos que se emitieron, correspondía al Congreso, por disposición constitucional, hacer la elección.

Pactos En el Congreso,  la composición política era muy clara: 29 liberales (camachistas); 24 constitucionales (arcistas); y 16 demócratas (pachequistas). Parecía que estaba descartado que el elegido sería el general Camacho. Pero no tal. Comenzaron las conversaciones y los acuerdos de grupo, en un ambiente de intensa agitación. «Arce, acompañado por José Manuel Gutiérrez, tuvo una entrevista con Camacho en el Kenko, con propósito de fijar las bases de una fusión de sus grupos». Por su parte, el hábil parlamentario y hombre público don Julio Méndez, produjo el acercamiento liberal-demócrata. El líder conservador, don Mariano Baptista, se percató de los movimientos y precipitó el acuerdo entre conservadores y demócratas, a base de la elección de don Gregorio Pacheco. Así fue. Y Pacheco fue proclamado Presidente de la República por     47 votos. Los liberales quedaron burlados horriblemente.

Desde ese momento Arce estaba consagrado por el pacto como el sucesor de Pacheco. No se puede negar que el Gobierno de los demócratas, no fue de ellos, como era de esperar, pues gobernó el partido Conservador.

Ministro en el extranjero Después, don Aniceto Arce fue nombrado Ministro de Bolivia en Chile. Al poco tiempo, se lo designó Enviado Extraordinario en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España e Italia. Fijó su residencia en París.

El Ministro Arce enalteció el nombre de Bolivia en el exterior. Ostentaba con orgullo las insignias de «Comendador de la Legión de Honor». La Legación boliviana en la capital francesa era el hogar de los latinoamericanos. Estaba instalada en la Avenida de los Campos Elíseos, en un regio palacete que adquirió Arce particularmente, por dos millones de francos, a los banqueros Berthier. Luis Paz, dice: «Actos de alta filantropía, suntuosas manifestaciones al cuerpo diplomático residente en aquella gran ciudad; ostentación de lujo, acumulación de arte

y belleza en el palacio que adquirió y otros actos de munificencia, dieron realce e importancia a la Legación de Bolivia y rodearon el nombre de Arce de extraordinario prestigio en la capital del mundo civilizado. Desde entonces, y quizá por primera vez, la prensa europea se ocupó de los intereses de Bolivia.(3)

Regreso Arce, regresó a Bolivia el año 1887, a fin de intensificar sus trabajos electorales.

Llegó a Sucre, lleno de optimismo, pletórico de energías y con el corazón abierto para todos. Su anhelo era laborar con creciente decisión por el bien de la patria. Soñó hacer una presidencia ideal, de trabajo y prosperidad.

Situación política La prensa de oposición extremó sus ataques. El partido Liberal, organizado y disciplinado, retaba al Gobierno. Se susurraban preparativos revolucionarios.

Arce se intoxicó con esa política criolla de chismes, delaciones, intrigas y maldades. Contaba con el apoyo franco y decidido del Gobierno. Los liberales de la talla de Ramírez, Caballero, Lora, Pando, Acosta y otros, habían planeado la revolución. Acumularon fondos y comprometieron a algunos jefes del Ejército.

Las elecciones municipales de ese año (1887) fisonomizaron la situación política. Los liberales triunfaron en muchos distritos de la República; pero el partido de gobierno desplegó una política violenta, mediante los agentes de policía y los procedimientos amorales ante los tribunales de justicia, para convertir la derrota en victoria... ¡La eterna historia!...

Se produjeron muchos hechos de sangre. En Bolivia nunca pierde el Gobierno. La independencia ciudadana está en pañales.

Conferencia de Paria Por todo esto, Camacho dirigió a Arce una carta (diciembre del 87), en la que lo invitaba a «celebrar una entrevista personal con él, fijando para ello el lugar y el día, para buscar una solución decorosa para ambos y salvar juntos a la patria de la tempestad próxima a estallar». Arce aceptó la invitación, designando al pueblo de Paria como sede de la conferencia.

Los liberales creían que allí Camacho debía apresar a Arce, valiéndose del Regimiento de Artillería que estaba comprometido. Pero parece que el Gobierno tenía tomados todos los hilos y el Regimiento abandonó Paria intempestivamente, con ruta opuesta a la que Camacho debía usar para ingresar al pueblito. «No cabe duda que el Gobierno adoptó medidas militares; cambió uno u otro jefe de cuerpo y modificó el acantonamiento de algunos batallones».

Por esta razón, la conferencia se realizó en un plano vulgar, llegando Camacho a hacer proposiciones infantiles.- Arce estuvo fuerte; «trató a Camacho con desdeñoso lenguaje; parecía decirle: No seré yo quien salga ahora al exterior como reo político, pues se han cambiado los papeles; pero no abusaré de la situación: me basta con ponerlo en ridículo...» La conferencia de Paria fue un rotundo triunfo para Arce.

Resultado electoral Producidas las elecciones, Arce obtuvo 25.396 votos, contra 7.183 que tuvo Camacho. Desde ese instante, el partido Liberal comenzó a tramar una nueva conspiración.

Arce, Presidente

Investidura Proclamado el triunfo, el Congreso Nacional invistió a don Aniceto Arce como Presidente Constitucional de la República el día 15 de agosto de 1.888.

Primeros actos «Uno de sus primeros actos — dice Prudencio Bustillo — fue mostrar a las claras su propósito de restablecer la disciplina del Ejército, alejando de los cuarteles a las rabonas, elemento perturbador que siempre había tomado parte en los motines de épocas pasadas. Por otra parte, algunos militares de alta graduación, afiliados a la masonería, se creía que debían ser separados de sus unidades».

Sedición El espíritu sedicioso estaba latente. A Camacho no le agradaban las revoluciones. Empero, el directorio liberal de Chuquisaca había acordado pronunciar el movimiento armado; más, en el preciso instante Camacho emprendió viaje a La Paz. Las preguntas que se formulan sobre la razón que tuvo para ello el jefe liberal siguen sin respuesta. ¿Miedo? ¿Previsión? ¿Respeto a la ley? No lo sabemos. Quizá el correr del tiempo establezca la verdad. Con todo, cierto grupo de juventud liberal, profundamente enardecido por la forma como se realizaron las elecciones, preparó el golpe definitivo del que hacemos mención. Los momentos eran supremos. Los sargentos del batallón «Loa», que eran los que debían producir la revolución, estaban nerviosos. Se los acusaba; se los castigaba; se desconfiaba de ellos; no había jefes del movimiento; todos esperaban... y esperaban.

Atentado Contra el pdte. Prudencio Bustillo, nos refiere, en su obra ya citada, que un Peluquero, Pablo Arispe, «fígaro criollo», se puso en contacto con los cuatro sargentos del «Loa» y tramaron el golpe revolucionario para el 8 de septiembre, fecha que en Sucre se celebra con gran pompa la festividad religiosa de «Nuestra Señora de Guadalupe». Al Tedéum que se ofrecía en la iglesia Catedral concurrieron — como de costumbre — las corporaciones oficiales. El batallón «Loa» se hallaba en facción para rendir los honores militares al Presidente de la República. Lo demás está brillantemente descrito por el historiador Miguel de los Santos Taborga en los siguientes términos: «Como nunca, las corporaciones y el Presidente habían penetrado en el templo antes que el Arzobispo. Pocos pasos antes de que el señor Arce llegara a la puerta de la Catedral, el tambor mayor del Loa hace callar súbitamente la música; estaba dada la primera señal para el asesinato; faltaba la segunda que debía darla el mismo tambor mayor con el bastón. Iba a darla, cuando se sobrecoge! Es que en ese instante el Arzobispo, precedido de la cruz y rodeado de su comitiva, aparece por la esquina de Rumicruz. Ha fallado el golpe: el Presidente penetra ileso en el templo. No por eso desisten los conjurados. Con la solemnidad propia de nuestra Catedral, se comenzó la misa; se entonó por el Pastor de Charcas el himno Gloria in excelsis; el coro a grande orquesta cantaba: et interra pax hominibus bone voluntatis. ¿No era un oráculo que anatemizaba la rebelión, en el momento mismo que estallaba? Suena el primer disparo; le siguen dos o tres; luego son descargas cerradas. Ha estallado la revolución (horas 10 y 45). La confusión, el espanto, el terror se apoderan de la concurrencia. Nadie permanece en su puesto; cesa ex abrupto la melodía del canto y se levanta un murmullo semejante a la voz de muchas aguas. Sucedió el caos a la augusta majestad de la solemnidad religiosa. Al rasgarse la Constitución y venir abajo todas las instituciones, bamboleaban aún los cimientos del templo. El Presidente intentó salir inmediatamente, pero lo contuvieron en semejante temeridad; el fuego era vivísimo en todas direcciones. A los primeros tiros acudió el Jefe del Loa, Cnel. Saravia; íntentó contener el desborde, pero inútilmente; un sargento le disparó cuatro tiros a quemarropa y bandeadas las piernas, apenas pudo retirarse a la esquina del Cabildo, donde cayó para expirar pocas horas después. La guardia de la Policía se propuso resistir y luchó por algunos momentos contra los revoltosos, pero cuando menos pensaba se vio acometida por la espalda por enemigos de nuevo género. Todo estaba concluido. No había garantía para nada ni para nadie. Y dentro del templo se agitaba lo más selecto y granado de la sociedad, El pavor era indescriptible... Todo estaba lleno de gentes: madres que buscaban a sus hijos; niños que lloraban; mujeres que se accidentaban; lamentos, exclamaciones, gemidos que salían de olas de cabezas humanas que se estrellaban contra muros de piedra».

De otra parte, el historiador Alcides Arguedas refiere que «la soldadesca que había acribillado a balazos el escudo y bandera de Chile» (...) «ebria de odio y de alcohol recorría las calles en tumulto cometiendo mil abusos y pidiendo a gritos «la cabeza de Arce para beber chicha en su calavera».

Arce, sereno y valeroso, tomó el hábito franciscano del padre Santiago Raurich, que tenía su misma estatura y complexión orgánica. Salió del seminario y cruzó la calle. «Alzaron sus rifles y dispararon precipitadamente un balazo y otro balazo asestado a la espalda del fraile — dice Mariano Baptista — que prosiguió su camino, paso ante paso, sin dar muestras de haberse precipitado el movimiento rítmico de su fuerte corazón. A las 23 varas le esperaban ansiosos, en su hospitalaria mansión, don Atanasio Urioste y doña Adela Arana Costas de Urioste»

Movilización En la noche, Arce se dirigió a la casa de un empleado suyo, el mecánico Blanco, y con él marchó hasta «La Florida», (4 kilómetros), desviando caminos. Allí tomó buenas bestias y partió... Llegó a Cochabamba y movilizó las fuerzas concentrándolas en Oruro. Declaró, a la vez, en estado de sitio la República: nombró Secretario General a don Enrique Borda y Jefe de Estado Mayor al coronel Julián López. De Oruro, a la cabeza de dos mil hombres, el Presidente se dirigió a Potosí.

Mientras tanto, en Sucre, los revolucionarios estaban sin orientación política. No había jefe. Faltaba el hombre. El movimiento no tenía consistencia alguna. Don Belisario Salinas, asumió la Jefatura Política y designó a don Ricardo Mujía (padre), Prefecto de Chuquisaca. El Gral. Camacho estaba en La Paz, guardando un silencio abrumador... No contestaba a los llamados; no impartía directivas...

Refriega Sin embargo, las fuerzas militares sublevadas eran crecidas y estaban en pie de guerra. De ahí que, al llegar las fuerzas leales a las inmediaciones de Potosí, encontraron a los efectivos rebeldes perfectamente organizados para el combate. «De súbito el Gral. La Faye ordenó al Regimiento Bolívar que rompiera fuego; le siguió el mayor Manuel Canseco, que se impuso como Jefe del Batallón 1º. y se trabó la batalla, que apenas fue posible hacerla suspender en la noche. Al amanecer, el Ejército revolucionario se puso en vergonzosa fuga, declarándose en derrota».

Prudencio Bustillo, dice: «La refriega de Karikari tuvo un desenlace imprevisto para la técnica guerrera. Sobre la desolada pampa vecina de Potosí, encontraron los dos ejércitos sin hacerse mayor daño que el que hubiesen inferido ejecutando los movimientos de una maniobra. Esto no obstante, el Ejército de Arce llevó la peor parte, al punto de que algunos prófugos propalaron a su paso la noticia de su derrota. Sobrevino la noche. Arce vivaqueó con sus tropas al pie de los altos cerros que dominan la pampa y al día siguiente temprano, vióse al ejército revolucionario huir precipitadamente hacia el pueblecito de Chaqui, donde se dispersó...»

Domingo L. Ramírez, que fue un líder de la intelectualidad liberal, publicó en Buenos Aires un interesante folleto, titulado «La Revolución». En él hace cargos y acusaciones muy reveladores, dejando en descubierto una triste hipótesis: que la retirada de Airupata, habría sido la retirada de un «ejército victorioso...» ¿Se vendieron los Jefes? ¿Qué ocurrió? La historia todavía no ha establecido la rigurosa verdad sobre este punto.

Represiones Arce asumió el mando supremo, con toda la entereza de su carácter. «Como coronación de la represión, levantóse el patíbulo para los sargentos del Loa. que promovieron el movimiento revolucionario». Se produjeron confinamientos, procesamientos judiciales y cambio de muchos empleados públicos. Se apresó a los redactores de «El Imparcial», cuyo director era don Zoilo Flores, y las policías extremaron la persecución, el terror y la intranquilidad...

Conspiraciones El liberalismo reanudó sus trajines revolucionarios. «Se conspiraba en todas partes. El Gral. Camacho recién había levantado en armas a las poblaciones del Departamento de La Paz; el coronel Aguirre, secundó el movimiento, ayudado por el célebre Julio Castro, alias el «Castrito»; por último, el coronel Pando atacó la ciudad de Sucre con un cuerpo de colquechaqueños»

Violencias A su vez, las autoridades de provincias extremaron sus violencias. Es por esto que, muy justicieramente, dice Prudencio Bustillo que «la posteridad ha echado sobre los hombros de Arce toda la responsabilidad. Sin embargo de esto, corresponde a la historia sondear en el espíritu de los autores visibles de los actos, para denunciar las influencias que se ejercieron sobre ellos». Este mismo concepto, lo emitió el eminente hombre público don Alberto Gutiérrez. Y para justificar estas apreciaciones, citaremos el caso producido en Cinti: «El Subprefecto José Domingo Avila, taló sistemáticamente las fincas de los rebeldes y echó la caballada de un destacamento sobre los viñedos de aquel hermoso valle». Esto, es sólo el reflejo de la barbarie.

Oposición La oposición combatió sin tregua; y quizá fue un obstáculo para que Arce realice muchas obras de positivo beneficio para el país.

Dentro de ese ambiente, el Gobierno trataba de prestigiar su situación, presentando programas de trabajo y proponiendo reformas saludables en el Ejército y en la Administración.

Ferrocarriles El espíritu emprendedor de Arce consiguió que la Compañía Huanchaca, comprase la línea férrea de la Compañía de Salitres, de Antofagasta a Pampa Central. Esa línea llegó a Ollagüe y cuando tocó la frontera de la ocupación chilena, se tendió el ramal a Pulacayo. El año noventa, estuvo la línea en Uyuni y gracias a Arce se acordó prolongarla hasta La Paz. Más, al conocer el Congreso la solicitud de la Compañía para la «prolongación del ferrocarril de Uyuni a La Paz, pasando por Oruro», la voz de condena se levantó calificando ese ferrocarril como estratégico para Chile, que serviría a la conquista chilena, etc., habiendo, en consecuencia, fracasado el proyecto. Se pudo obtener, solamente, la aprobación de los trabajos de la sección Uyuni—Oruro.

Este ferrocarril, al decir de Luis Paz, llegó a Oruro el 15 de mayo de 1892, recorriendo 930 kilómetros con un costo total de dos millones novecientos cincuenta mil libras, sin comprender el ramal de Uyuni a Pulacayo y Huanchaca.

Las fiestas que se realizaron para la inauguración de la línea fueron suntuosas, «pomposas, animadas y bulliciosas», como gustó describirlas Alcides Arguedas, quien hizo el siguiente relato de ellas: «El 15 de mayo, día del estreno, hubo, desde el amanecer, dianas militares, desfiles, corretear ansioso de escolinos. A la una de ese día se tendieron los rieles en la plaza y hora después entraron bajo arcos triunfales las locomotoras bautizadas con los nombres de «Arce», «Oruro» y «Cochabamba», cargando tras sí diversos carros y bodegas, lujosamente adornados de banderas y flores. En punta de rieles provisionales, esperaba el Mandatario rodeado de su Gabinete, del Cuerpo Diplomático, de los altos funcionarios y de un enorme gentío. Vestía Arce traje ceremonial, con su banda tricolor al pecho y un sombrero de dos picos con enormes plumas de los colores de la bandera nacional». Agrega: «Al remachar el clavo de oro en los rieles, Arce, profundamente emocionado, dirigió una breve alocución a su auditorio: «Me siento satisfecho al ver hoy mi obra terminada y estoy ampliamente indemnizado de las contradicciones con que la pasión unas veces y otras la ignorancia, se propusieron cerrarme el camino hacia este grandioso fin. Que el día de hoy sea el principio de nuestra regeneración. Dejemos que Bolivia se levante por la industria que vigoriza, por el trabajo que ennoblece y por el orden y la paz que hacen grandes y fuertes a los pueblos».

Baptista, cuenta que, «arrodillándose el anciano, y junto con el choque de la percusión, resonaban como un sollozo estas palabras suyas. «Muera yó; mátenme; llenada está mi tarea...»

En su último mensaje presidencial, Arce, refiriéndose a esta su obra, dijo: «El ferrocarril en Bolivia ha sido la constante sugestión de mi espíritu, una aspiración condensada desde lejos, en los anhelos juveniles y en los propósitos de la edad madura. He intervenido en la política del país sin otra mira y he buscado el poder con el solo objeto de realizarla».

El noble pueblo de Oruro, a iniciativa de destacados ciudadanos, tales como Severo Fernández Alonso, Simón I. Patino. Víctor Sanjinés y otros, invitó al vecindario (2 de febrero de 1907) a una reunión para acordar la colocación de una estatua de don Aniceto Arce que «implantó el primer ferrocarril boliviano». Años más tarde, la estatua se levantó en la plaza principal. La imagen del patricio está de pie, en una actitud tal como señalando el porvenir..,

otras obras En el capítulo de obras públicas del Gobierno de Arce, hay mucho que agregar. Así tenemos en cuanto a carreteras: Potosí—Sucre; Sucre—Cochabamba—Oruro; Oruro-La Paz; La Paz—Obrajes; Challapata—Lagunillas; Cochabamba—Beni; Tarija—Sama. En otro orden, el gobierno del gran tarijeño realizó la construcción de casas de gobierno, escuelas, servicios telegráficos, postales y otros en diversas capitales de departamento y de provincia. Trabajó puentes, tales como el de Río Grande; el del Pilcomayo; el «Arce», sobre el Guapay, en la Barca; el «Antonio José de Sucre», sobre el río Chicha Pilcomayo y otros. Cabe destacar que entonces se tendió una buena parte de las líneas telegráficas de la República, uniendo pueblos, villas, cantones y aldeas.

Fundación de Uyuni En la administración Arce fue fundada la ciudad de Uyuni, «dotando a ese nuevo distrito de la respectiva organización política, administrativa y judicial».

«Avenida Arce» Mandó construir con el Ejército y bajo su personal dirección, la hermosa y amplia «Avenida» que hoy lleva su nombre en la ciudad de La Paz.

En Tarija En la ciudad de Tarija, inició los trabajos de las aguas potables, que fueron concluidos durante el Gobierno de Baptista. Verdad es que Arce no prestó la atención y el esmero que era de esperar a su pueblo natal. Quizá las agitaciones de su Gobierno no le permitieron recordar de modo adecuado a la tierra de su nacimiento y de sus primeros años; o, ¿llevaba dentro el alma la negra decepción que saben imprimir los desengaños del hogar?...

Ejército Otro aspecto especial y digno de recuerdo de la administración Arce, es la reforma del Ejército. El comprendió que el militarismo es quien ha plasmado la vida de la República. Quiso dignificar la carrera ilustrando al oficial. Con esa inspiración, por Decreto Supremo de 27 de noviembre de 1888 fundó el primer Colegio Militar, haciendo de esa institución un cuerpo organizado, bajo la dirección del Gral. Dn. Pedro Villamil, egresado de la Escuela de Estado Mayor de Francia. Creó, en cada cuerpo de línea, «Escuelas Reglamentarias», para la educación del soldado; y, finalmente, expulsó a las «rabonas» de los cuarteles.

Fronteras patrias Su política con relación a nuestras fronteras patrias estaba perfectamente definida. El largo pleito de fronteras con la República Argentina, concluyó mediante la misión Baptista. La constante preocupación de Arce fue solucionar nuestros diferendos con Chile, mediante la adquisición de Tacna y Arica, lo que no pudo conseguir por la compacta oposición liberal. Sobre el particular, dice don Antonio Quijarro: «La adquisición de Tacna y Arica era para el señor Arce el más acariciado de sus ideales, la piedra fundamental de su programa de Jefe de Partido. Esa adquisición ha sido el objeto invariable de sus aspiraciones, la corona de gloria en perspectiva con que se lisonjeaba de ornar las sienes al poner término a la procelosa carrera pública, que ha ejercido incalculable trascendencia en la suerte del país».

Por eso y con sobrada razón se ha dicho que «Arce, nació constructor».

Así, dentro de ese ambiente de lucha, de combate, de intranquilidad y de zozobra, gobernó la República. Y la gobernó, con un presupuesto ridículo, cuyas rentas no alcanzaban a cuatro millones de pesos bolivianos.

(3) Se nos asegura que Arce fue uno de los primeros en usar el alumbrado eléctrico en París.

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