La obsesión del sol
Un Collar para Beatrice
Título de un libro editado el pasado año por Rossemarie Caballero



Título de un libro editado el pasado año por Rossemarie Caballero, escritora ya conocida en nuestro medio y que, por tanto, no precisa tarjeta de presentación. Tiene obra publicada y méritos suficientes.
La cubierta del nuevo volumen cobija siete cuentos novedosos, tanto en su concepción, estructura y desenlace. Les ofrezco un enfoque sobre el contenido, en faceta tópica en que destacan varias situaciones descriptivas con referencia al sol, de modo particular; aunque hay otras respecto a la luna, a los árboles y flores, en vivencias extraídas de la Naturaleza.
No obstante que debido a la temática de los cuentos que integran la obra parecieran independientes unos de otros, hay una luz espléndida que ilumina a todos y cada uno. Esa luz vital aparece de pronto y se incrementa página tras página bajo diferentes matices e interpretaciones.
En el cuento que lleva por epígrafe ¿En qué momento ha pasado tanto tiempo?, Malena evoca la existencia de su amado, con quien planeaba huir a fin de conocerse mejor, pero “la brusca presencia del sol de la muerte se llevó a Joaquín”. Menudean figuras literarias de carácter poco convencional, como una “lombriz fosforescente” que alumbraba desde muy adentro de la tierra, “el gusano ese que antes de ser lombriz y arrastrarse fue hombre”. Lombriz que tenía escrita con sangre en la espalda, la palabra ‘vuelve’. A poco se convertiría en insecto, emparentándose a la creación del checo Franz Kafka; pero, en este caso, aparece convertido en flor, en rosas, y en frutos. Clara interpretación panteísta de la vida, sin vuelta de hoja.
El cuento narra que Carmiña, la madre de Joaquín, junto a un hortelano, “plantaron pensamientos de varios colores”, que los regaban hasta que cobraron vida propia y levantaron vuelo. Al final la protagonista recuerda la casa en la que vivía Joaquín acompañado de su madre, y remarca “antes de que el sol de la muerte asomara”.
Otro cuento, titulado Batería baja alerta sobre una noticia preocupante, momento en que empezó a “brillar como esmeralda expuesta al sol candente del medio día”. Tomó con calma la nueva, vinculada a su estado de salud heredado del progenitor, a quien casi no recordaba porque lo perdió de muy niña.
En La señorita Strike se puntualiza que “el sol orillaba el ocaso circunflejo de la melancolía”; postrada en una cama de hospital “el sol se había escapado”. Y cual si fuera poco, la autora hilvana valiosas imágenes: “Le pareció ver parpadear el sol sin mancha, sin sombra”/ “Y se iba cuando caía el sol, sin luz, un sol delicado que parecía sombra”/ “envuelta en las sombras de un sol que acababa de desfallecer”/ “Desde la ventana de su habitación miraba al sol, y lo encontraba brillante, amarillo intenso”.
En el párrafo que sigue, la protagonista pierde la conciencia y “solo distingue el núcleo de un sol intenso, amarillo casi blanco que parpadea y se apaga”. Igual que le pasó al órgano de la visión.
Así continúa la serie de alusiones al astro rey, hasta que al final del cuento Eloina no la escuchó a la señorita Strike por estar metida en un féretro “bajo un sol sin manchas”.
En la primera parte de Un collar para Beatrice, que sirve de título al libro, se encuentra tres menciones al sol sin mayor relieve en la figura retórica; solo la molestia que causaban los dorados rayos en el rostro del personaje Jota mientras era conducido en ambulancia hasta el hospital. Él recuerda a Beatrice en un extraño sueño y la escritora estampa una feliz sentencia: “No fue más. El amor era eso. Una fiesta, dos miradas. Una eternidad”.
Lo relatado por Rossemarie es, entre otros aspectos, la evocación de lo que pudo ser un romance y no fue de modo pleno, por haber mediado circunstancias poco afortunadas. El desperfecto mecánico de la ambulancia y la demora en el auxilio motivan el desenlace fatal haciendo que a Jota en la morgue lo coloquen en una bolsa para cadáveres, ubicada muy cerca de Beatrice, cuyo cuerpo fue rescatado de la laguna. El amor prometido se trunca para siempre y el cuento concluye con el eco del cuervo imaginado por el escritor Edgar Allan Poe: Nunca/ nunca / nunca más.
La reiteración de construcciones gramaticales relativas al sol, en este caso, no resulta tediosa; al contrario, muy atractiva. Algunos poetas hicieron lo propio, como Oscar Cerruto con la palabra soledad, o Pedro Shimose con el término patria. Valgan los ejemplos.
En síntesis, es una obra muy bien escrita y que cautiva la atención del lector, llevándolo hacia senderos imprevistos y, en ciertos momentos, desconcertantes; algo similar a una transmutación de la realidad, o un drástico viraje de la normalidad a lo puramente imaginario. Magnífico aporte el de Rossemarie Caballero al género del cuento.