Del libro: “Origen de la independencia de Tarija” de Luis Pizarro. Tarija –Bolivia. 1955
La Rebelión de Tarija El pueblo proclamó su Libertad y constituyó un Gobierno Independiente el 25 de julio de 1807.
Gran trastorno produjo, no sólo en Tarija, sino en la Intendencia de Potosí



Gran trastorno produjo, no sólo en Tarija, sino en la Intendencia de Potosí, en el Arzobispado y la Real Audiencia de Charcas, la separación ordenada del Partido de aquel nombre, que constituía, con sus provincias, una enorme extensión territorial, sembrada por todas partes de colonias y pueblos civilizados, florecientes; la que formaba más de la cuarta parte del distrito audiencial de Charcas; para agregarlo, por determinación del Soberano absoluto, a la Intendencia y al nuevo Obispado de Salta, acrecentando así la jurisdicción y el prestigio de la Audiencia Pretorial de Buenos Aires.
Honda ha debido ser la sensación de pesar producida en aquellas entidades de la Colonia, afectadas con esa enorme e inesperada mutación. No obstante las mismas, se resignaron a cumplir tal Disposición Suprema y la cumplieron sin observación alguna.
Tarija por el contrario opuso resistencia violenta.
Así que se llevó a la ciudad la Real Resolución para su ejecución, el pueblo amotinado, deliberó en Cabildo Abierto y acordó resistir enérgicamente el cumplimiento de la misma, y elevó, por intermedio del Cabildo, su protesta ante el Rey, manifestándole los trastornos que su realización produciría en el orden civil, religioso, político, jurídico, social, económico y geográfico.
Y en ese acto de franca rebelión, el pueblo proclamó solemnemente su LIBERTAD e INDEPENDENCIA.
Ejercitó así, heroicamente, su inmanente derecho de autodeterminación el 25 de julio, de 1807. Fecha que constituye su más gloriosa efemérides, que debemos festejar y conmemorar; día luminoso que significa el nacimiento de Tarija a la vida libre. Y, como consecuencia, su bautismo fue de sangre defendiendo su libertad.
De allí, con audacia, se dispararon los primeros tiros contra el régimen colonial.
Jamás hasta entonces, ningún pueblo de América había osado alzarse contra las disposiciones del Rey absoluto. Esa épica acción significó un ejemplo y un llamamiento a la revolución a los pueblos de la Colonia.
No sólo fueron ésos los motivos revolucionarios, sino también otros, muy hondos, humanos y filosóficos. Fue el despertar del pueblo con la visión hacia las normas de la ley, del derecho y de la justicia; esto es, hacia el régimen de la democracia. Por eso desconoce al Monarca absoluto. Es un gesto arrogante y supremo. Sabe que su voluntad soberana debe resolver acerca de sus derechos fundamentales de libertad y de sus altos destinos. Su juventud estaba imbuida, secretamente, de los principios y del espíritu de los enciclopedistas que inspiraron y determinaron la revolución francesa. Hay en esa gallarda y decisiva acción un hondo sentido de evolución y transformación espiritual y de avance civilizador, que nada ni nadie puede detener. La marcha del mundo hacia adelante, incontenible y arrolladora, es la marcha del progreso. Son las nuevas generaciones, siempre inconformes con lo pasado y con las ideas vetustas, que señalan los nuevos derroteros de la humanidad. A ellas está confiado el fanal luminoso de la civilización. Es la cultura que impele ese perenne movimiento creador, ascendente, hacia el perfeccionamiento sucesivo, que nunca satisface. La renovación es la ley de la vida. Nada queda paralizado, inmovilizado.
Bajo el nombre de libertad, excelsa palabra que abre nuevos horizontes de vida, imaginaba, la rebelde juventud tarijeña, una nación en que nadie sería súbdito del Rey, sino de la ley, y en que ésta sería tan poderosa que tendría bajo su dominio la justicia, el orden moral, político y social.
Así iniciado en el goce y ejercicio de la libertad, el pueblo, con audacia se aventuró a. luchar sólo, aislado, sin cooperación alguna contra el ejército peninsular, y triunfó rotundamente. Y a través de los años corridos, con cruentos sacrificios y con alternativas en la guerra libertadora, supo mantener con ardimiento y coraje, su independencia y soberanía conquistadas.
En medio del despotismo y de la esclavitud reinantes en América, se yergue altivo el pueblo de Tarija y rechaza la real determinación que cambia su destino, disponiendo de su imprescriptible soberanía. Y poseído del espíritu que inmortalizó a Sagunto y Numancia, proclama la suprema y audaz alternativa, de libertad o muerte.
De hecho se constituyó en la memorable y clásica fecha referida, en Estado soberano e independiente. Desde entonces se gobernó por sí y para sí, mediante su Cabildo, elegidos por el pueblo los miembros que lo integraban. Organiza su administración, su economía y sus fuerzas armadas para defenderse y resguardar su libertad conquistada. La autoridad de esa institución estaba sostenida por un ejército aguerrido en las luchas ininterrumpidas con las hordas salvajes del Chaco.
No es extraño que el Partido de Tarija, que tenía bajo su dominio y jurisdicción una gran superficie geográfica y varias provincias pobladas, se transformase en Estado. Montevideo también partido, se declaró nación, como la provincia del Paraguay. Chile era una simple capitanía y se convirtió, asimismo, en república.
Si bien se dio cumplimiento en parte a la Real Resolución, realizando la separación del Partido de Tarija de la Intendencia de Potosí, en cambio el pueblo tarijeño se negó rotundamente a someterse a la jurisdicción del gobierno de Salta, quedando así de hecho aislado e independiente de ambas entidades coloniales.
En consecuencia ese nuevo gobierno, democráticamente organizado, continuó ejerciendo dominio y soberanía privativa sobre todo su distrito.
En el libro titulado “Virutas Históricas”, escrito por el ilustre historiador y diplomático argentino, D. Francisco Centeno, editado en tres tomos en Buenos Aires, dice, entre otras cosas, en la página 447: “...Tarija, tierra admirable y hermosa, que pertenecía a Salta desde muchos años antes de 1810, fue injustamente anexada, sin título ni derecho, a la República Bolívar, y rompió las cadenas españolas por sus propios y heroicos esfuerzos como es bien sabido”.
La última parte del fragmento transcrito, significa una confirmación plena acerca de lo que voy demostrando, en sentido de que ese pueblo se libertó del dominio español, por los esfuerzos de sus propios y heroicos hijos, en 1807.
La Intendencia de Salta, trató inútilmente, con insistencia, de someter a Tarija a su autoridad. Así fue que envió como gobernador a Mariano Gordaliza, a quien, una vez llegado a esa ciudad, el pueblo le obligó a regresar a su país, y así lo hizo.
Se ve que el Intendente de Potosí, que fue afectado con la referida disposición suprema, miraba con satisfacción, la enérgica actitud de ese pueblo rebelde en defensa de su independencia. Se nota que ya había relajamiento en el régimen colonial, con motivo de la situación de guerra en que se encontraba a la sazón España con Francia.
Después que pasó esa situación, el Monarca español contestó a la protesta de referencia que le dirigió el Cabildo en nombre del pueblo tarijeño, mediante la Real Resolución de 2 de marzo de 1811, en la que ratifica la Real Cédula de 17 de febrero de 1807 y declara que la provincia de Chichas estaba incluida en la misma, pues que forma parte integrante del Partido de Tarija.
Cuando estalló en Buenos Aires la Revolución libertaria en 1810, y se despachó de la metrópoli el primer ejército auxiliar al Alto Perú, bajo el comando del general Balcarce, entonces Tarija, que hacía tres años gozaba de plena libertad, desde 1807, organizó y movilizó una fuerte división de jóvenes patriotas, la que, bajo el mando de Larrea, fue a combatir a las tropas españolas, junto con las tropas argentinas en Cotagaita, Suipacha y Huaqui, límite con el Perú, libertando a su triunfante paso todos los pueblos del Alto Perú.
Asimismo sus escuadrones de caballería combatieron heroicamente al ejército realista en Salta y Tucumán.
Se ve el enorme sacrificio que hizo el pueblo tarijeño, al enviar sus regimientos a distancias tan remotas, a luchar y derramar su generosa sangre por la libertad de otros pueblos.
Esos hechos demuestran que el incipiente Estado se desenvolvía tranquilamente y con eficiencia, dentro de un ambiente de plena independencia. De lo contrario no habría podido formar y despachar esa fuerte división que se comportó heroicamente en las mencionadas acciones libradas por la libertad.
Forma contraste el hecho de que cuantas veces el ejército español cargó con furor de venganza sobre ese país combativo, nadie lo defendió, ni argentinos ni altoperuanos, ni siquiera por consideración de reciprocidad y solidaridad. Lo dejaron solo, sin auxilio, abandonado a su propia suerte. Y su libertad fue disputada sangrientamente en los campos de batalla por el coraje indomable de sus propios hijos. Esa es la verdad histórica.
En apoyo de lo que llevo dicho, cito al ilustre historiador salteño, doctor Bernardo Frías, quien en su libro “Historia de Güemes”, tomo tercero, pág. 572, dice: “En Tarija se formó una brillante División de voluntarios, compuesta de sus más distinguidos ciudadanos y fue, bajo el comando de Larrea, a incorporarse a la pequeña vanguardia de la Patria, que había llegado a Yavi con el general Balcarce, así como la división de Salta. Juntas allí las tres divisiones marcharon sobre el enemigo”.
Combatieron al ejército realista concentrado en Cotagaita; pero fueron derrotadas las fuerzas patriotas el 27 de octubre de 1810.