Del libro: “Costumbres y creencias del campo tarijeño” de 1993
La Salamanca
En los pueblos del norte argentino y sur de Bolivia
En los pueblos del norte argentino y sur de Bolivia se habla mucho de la salamanca, pero ¿Qué es la salamanca?. Toda la gente se pregunta lo mismo y sólo hacen conjeturas de lo que sería la salamanca. Hay mucha gente que piensa que la salamanca es un lugar siniestro donde el diablo tiene su morada, y hasta se le ha dedicado una zamba para denotar la presencia satánica en este lugar.
Por lo que hemos oído relatar cuentos a jóvenes y viejos relativos a la salamanca, nos vamos a atrever a describir esta leyenda tal cual lo quiere imaginar la gente.
La persona que tiene pacto con el diablo es llamada salamanquera, pero nadie sabe cómo se hizo este pacto. Sólo se dice que tiene pacto con mandingas de entregar anualmente un peón que trabaje con él y nada más, dicen, también, que es el único que sabe lo que es la salamanca.
Se dice, que el salamanquero a horas entradas de la noche como a eso de las once o doce cuando todo está en calma y silencio, cuando sólo se oye el croar de sapos y ranas y la luna llena está llegando a su zenit, llega a la poza donde tiene cita el encuentro con el diablo. Entra tranquilamente a la poza sin mojarse y sin ademán alguno dentro del antro se encuentra con una sala bien amueblada, ricamente amueblada, los muebles dispuestos con elegancia.
Unas veces pueda ser que sea el primero en llegar, otras cuando ya han llegado otros salamanqueros que también ha sido citados. Si es el primero toma asiento tranquilamente sin inmutarse esperando la llegada de los otros, poco a poco van llegando los otros salamanqueros, también van llegando músicos, todos vestidos de negro como si estuvieran yendo a un funeral. Aunque todavía no ha llegado el jefe, los músicos tocan melodías muy bonitas pero extrañas y un poco tristonas algunos de los asistentes al compás de esa música empiezan a bailar, son bailes exóticos y casi deshonestos.
El salón está iluminado con profusión de luces muy brillantes sin deslumbrar a nadie, están iluminados todos los rincones de la sala.
Los asistentes al resplandor de estas luces son semejantes a lenguas de fuego que se mueven como espectros descarnados que deambulan sin ritmo ni compás, como si quisieran destrozarse los unos a los otros, pues sus rostros parecen fauces hambrientas. Se oyen cantos como si fueran gritos de espanto y horriblemente obscenos.
Después de no se qué tiempo de espera y de estar escuchando obscenidades se produce un apagón de luz, el jefe está llegando, todo queda en absoluta obscuridad las voces callan, pero la música sigue sonando y las pisadas de los bailarines parecen producir chispas y hasta pareciera vérseles cuernos y colas como de víboras.
En ese preciso momento hace su entrada mandingas con una vestimenta fosforescente y a su paso deja un fuerte olor a azufre quemado. El diablo, con su cola como de una gran serpiente que se retuerce, está acudiendo a la cita nocturna. Después todo queda a media luz o por mejor decir, casi en penumbra. Mandingas va saludando a cada uno de los presentes sin darles la mano como si temiera quemarlos o petrificarlos. La música suena unas veces fuerte chirriante, descompasada, diabólicamente escalofriante, otras como si fuera un murmullo lejano y plañidero, como si alguien estuviera lamentándose, es una confusión de sonidos y ruidos que excitan al nerviosismo. A los salamanqueros nuevos les causa miedo, tienen ganas de salir a la escapada, corriendo a la desesperada; pero hay algo que los detiene que los hiela y no los deja moverse. Él diablo toma pareja, es una mujer de regular estatura, de movimientos torpes como los de una culebra que ha ingerido un sapo, su mirada es satánicamente fulgurante, y con ella baila un gran rato haciendo sonar sus espuelas las que despiden en cada pisada llamaradas de fuego.
Los nuevos salamanqueros empiezan a temblar a tener miedo, sudan frío, sienten mareos, nauseas, en fin no saben qué les pasa, los viejos, acostumbrados a estas cosas, los animan de alguna manera acompañándolos con estruendosas carcajadas las que se oyen retumbar de cerro en cerro como si fuera el mismo diablo que se ríe.
Mandingas para templar los ánimos de los salamanqueros les hace unas miradas casi fulminantes a estas miradas mandingas las acompaña con carcajadas que parecen desplomar las montañas y nadie entiende a nadie a causa del griterío originado por las ciento un voces de los concurrentes. Al fin se escucha un estruendo como de un rayo que fulmina. Nadie sabe qué es. Se hace la luz, una luz azulada casi fosforescente, como si mojara y empapara la ropa. En este momento se produce una especie de relámpago que deja a los asistentes como electrizados, quedan quietos, totalmente inmóviles, casi como estatuas, pero se oyen brutales carcajadas salidas de no sé qué antro infernal.
Se inician las entrevistas, de satanás y los salamanqueros. Satanás entra a un despacho muy singular, no se sabe si este despacho, está alumbrado o está en penumbras, lo cierto es que mandingas empieza a llamar uno por uno, empezando por los más nuevos, los que se van a iniciar, estos acuden temblorosos al llamado. Ahí adentro, después de no sé qué conversación firman documentos, unos dicen que la firma es con la propia sangre, otros dicen que son estigmatizados en su propio corazón, estos nuevos salamanqueros salen sudorosos, tristes, serios y pálidos, los más pobres con una bolsa que al parecer les quema las manos, pero que fácilmente puede adivinarse monedas de oro como adelanto del contrato firmado. A continuación van los viejos a renovar sus contratos, lo hacen con toda serenidad como si fuera una cosa natural verse con el diablo. Unos salen de la entrevista sonrientes alegres, otros asustados pálidos como amargados, serios, pensativos y sin ganas para nada.
Olvidaba decir que los fatídicos músicos tocaban compases descompasados, lúgubres como el aullido de un perro en luna llena, música lastimera como el silvo del viento en noche oscura cuando se cola por medio de un pajonal en una estación invernal, música que a cualquiera de nosotros nos helaría la sangre y se nos pararían los pelos de la cabeza o si somos débiles hasta nos desmayaríamos.
Terminada la entrevista entre salamanqueros y satanás, acción que termina poco antes que canten los gallos, anunciando las tres de la madrugada los músicos tocan, música sicodélica, casi como abandonados de su consciente, todos bailan provocativamente, pero a desgano como quien tiene prisa de salir de aquel lugar. Poco a poco van saliendo los salamanqueros rumbo a sus respectivas casas, pero al parecer y por la cara que presentan, ninguno está satisfecho del negocio realizado en los antros de la salamanca. La poza queda en completo silencio como si nada hubiera sucedido en sus entrañas, sólo se oye el dulce murmullo de las aguas que plácidas e inocentes se deslizan por entre las abruptas peñas. Si en este momento pasara alguna persona, por casualidad, por estos parajes, poco después de concluir aquellas fatídicas entrevistas, nada oiría, más que el chirrido de los grillos, pero si lo hiciera diez minutos antes, escucharía una música desconocida, cantos incomprensibles, carcajadas, ladrido de perros y hasta maullido de gatos y otras mil voces más confundidas las unas con las otras todo esto resulta natural para aquel que ya lleva en su mente que aquel lugar por donde está pasando es la salamanca y que el diablo es dueño de ese lugar, seguro que aprieta el paso para alejarse cuanto antes de aquel sitio siniestro.
Así hemos tratado de describir la famosa leyenda de la salamanca y que mucha gente cree que realmente existe, pero que no deja de ser una leyenda más que se cuenta entre la gente.
LOS DESESPIRITADOS
Ananías Barreto
Mucha gente, tanto de la ciudad como del campo, después de haber tenido un sobresalto y sentirse algo nervioso o después de haber sufrido un verdadero susto, acude a algún curandero para ver si lo cura. El curandero lo primero que le pide son los orines, y si el enfermo manda a alguien por receta debe mandarle sus orines, adquirido este elemento, que le servirá como de análisis de laboratorio, después de ponerlo al sol y mirarlos con detenimiento diagnostica: "Es asustadura hay que llamarlo".
Entonces inquiere el lugar preciso donde ocurrió el susto y se dispone a la ceremonia con muchas hojas de coca en la boca, luego grita el nombre del asustado por lo menos unas tres veces o más, si después de estas llamadas no recobra la salud el gritador como también se lo llama, dictamina la traída del alma al cuerpo, como ya dijimos en otro aparte.
-"Es necesario ir a trayer el espíritu del enfermo, pues se ha quedao ande a sufrió el susto; pero es necesario una botella de trago, dos onzas de coca y cigarros de esos LM y dos hombres kiuchudos" (valientes).
- "Güeno señor", contesta el dueño del enfermo casi frunciendo las narices por el pedido del curandero, "Que le vamos a hacer, al fin de que el enfermo se aliveye, hay que hacer los por donde".
El gritador se va a preparar la ceremonia. Busca dos hombres kiuchudos, porque dice que en estos casos mandingas se lo quiere quitar y si uno se deja quitar el espíritu el enfermo muere. Fuera de los que el curandero a pedido, el dueño del enfermo, junto con los kiuchudos, lleva un cuchillo bendito, un chicote bendito, fósforos también benditos. Todos deben llevar estos utensilios. Esto precaviendo se presentará la ocasión de que mandingas quiera quitarles el ánimo del enfermo. Así está dispuesto por el gritador.
Un día viernes se dirigen a la casa del enfermo, allí charlan con los dueños de la casa de cosas sin sentido oscurecida la noche y después de confortar al enfermo con palabras persuasivas como predisponiéndolo a recibir el espíritu, luego se van donde aconteció el susto, una vez llegados al sitio, el gritador reparte coca, cigarros a los acompañantes, luego se sientan de cuclillas, muy quedos, casi sin hacer ruido alguno como temerosos que mandingas los localice y escape con el espíritu en las manos, toman unos tragos de aguardiente de la misma botella, después de algunos minutos el curandero se levanta de un salto, dando chicotazos al suelo dice:
- "taitu sanciprian a medias" corre como loco por aquí y por allá, dando chicotazos al suelo a las piedras árboles y a todo lo que encuentra a su paso, ordenando a sus ayudantes.
-"Atajen aquí" indicándoles con el dedo por donde tienen que atajar y los acompañantes ignorando de lo que acontece, también dan chicotazos por donde pueden, el curandero da unos saltos como queriendo atajar algo. Así van caminando dirección de la casa del enfermo hasta que el cansancio les obliga a tomar descanso.
Este descanso, generalmente, se toma debajo de un molle u otro árbol frondoso, allí el gritador hace un cerco con los chicotes y el curandero planta su cuchillo al medio del cerco, sentados de cuclillas al rededor del cerco el uno frente al otro, en esta posición el curandero repare coca y cigarros y tomando unos tragos de aguardiente. Cada uno mete a la boca un poco de bicarbonato o lejía (Ceniza de una hierba especial para este efecto) juntamente con la coca, encienden sus cigarros fuman y mastican la coca hasta que el cigarro ya está para terminar de quemarse, entonces vuelven a tomar unos tragos de aguardiente y se disponen a proseguir su tarea, tiran las colillas de los cigarros y de inmediato tiran también el mascajo de coca, no sé con que ensalmo y reanudan la marcha dando chicotazos .a diestra y siniestra corriendo unas veces recto otras en zigzag gritando y profiriendo palabras bulgares, los ayudantes no saben que hacer, van por donde sea, dan chicotazos por donde pueden, el curandero de rato en rato grita".
"Se escapa el carajo, no lo dejen, por ahí por ahí" indica con el dedo sin dejar de correr.
Así la pasan la noche entera. La mayoría de las voces el gritador dice habérsele escapado el espíritu y pretexta que los ayudantes no eran buenos, por lo tanto será necesario hacer la prueba el próximo viernes. Por lo general, el gritador hace durar la traída del ánimo tres viernes consecutivos, y todas las veces que dice traerlo llega a la casa del enfermo borracho o casi borracho él y sus ayudantes.
El viernes que el curandero quiere hacer llegar el espíritu, porque quiere no porque realmente el enfermo esté desespiritado como él dice lo hace llegar según dice.
"Al fin i podíu hacerlo llegar, mea costao mucho, porque mandingas a tuita costa quería quitármelo, pero al fin lui trayiu ya lo ve osté, aura sí que el enfermo se va guapiar".
Ya lo dijimos, el curandero y sus ayudantes están borrachos pués han bebido toda la noche y están que no pueden tenerse en pie.
Olvidaba decir que antes de empezar las llamadas del espíritu y preparar los ritos y ceremonias, entre gritador e interesado habían convenido una suma sustancial de dinero o su equivalente en especies animales, como ya lo dijimos al tratar de los brujos y es costumbre entre esta clase de gente.
Ahora medio borracho y sudoroso, se sienta en el poyo dando muestras de verdadero cansancio a esperar la paga. Entre el curandero y los ayudantes también pactaron una suma de no sé cuánto y ellos al igual que el patrón esperan su parte.
Recibido el dinero se vuelve hacia sus ayudantes diciendo:
"Amigos, aquí está lo que les corresponde" y mirando al dueño de casa manifesta:
"Pa que vea osté que la plata no es sólo pa mí".
Si lo estipulado es en especies animales, dice a sus ayudantes:
"Ostedis han trabajao lindo tienen derecho a su paga" y sacando de su faltriquera el dinero ya contado de antemano le da a cada uno su porción, luego dirigiéndose al dueño de casa le dice:
- "Bueno, ya gua volver por el asunto". El dueño de casa contesta:
- "Vuelva nu más cuando quiera, que todo vastar listu".
Cuando hablamos de las brujerías, hablamos de la autosugestión que muchos enfermos tienen a causa de todos estos fenómenos psíquicos que en la sencillez de nuestra gente es más fuerte todavía que en las personas que tienen ciertos conocimientos.
La verdad es que el enfermo de asustadura, sentirá una breve mejoría pero no sanará ya que requiere do un tratamiento médico para curar sus nervios que es de lo que está enfermo.
LOS DUENDES
Ananías Barreto
En el género literario, hay un sin número de leyendas de todos los tipos y para todos los gustos. En Europa, especialmente en suiza se habla de la leyenda de los gnomos que viven en el centro de la tierra, una especie de geniecillos españoles, estos gnomos a veces aparecen en la superficie de la tierra, especialmente a la luz de la luna llena, pero sin hacer travesuras como nuestros duendes, sino ocupándose de algún trabajo artesanal.
En América, en tiempo de los Incas o quizá desde tiempos muy remotos creían en los "machulas" que, según la leyenda quechua, eran seres que vivían en la oscuridad, porque todavía no había luz en la tierra, para ellos era tan natural vivir en la oscuridad como para nosotros ver la luz; pero llegó un tiempo en que se dieron cuenta que se aproximaba la luz y se asustaron muchísimo y corrieron despavoridos a ocultarse en las oscuras cuevas de las montañas. Hoy, dicen, de esos antros salen de vez en cuando, pero, en las noches tenebrosos con la pérfida intención de hacer daño a la gente. (1)
Cuando los españoles llegaron a la América, la conquistaron y colonizaron y después de contactarse con ellos, se dieron cuenta que los habitantes de estas tierras les serían útiles para satisfacer sus ambiciones, les nació el interés de tener gente sumisa y servicial, para ello, los encomenderos, corregidores y otros españoles, que tenían a su cargo una determinada cantidad de naturales, vieron que la religión les venía como anillo al dedo para sus propósitos.
Y sin más, se dieron a la tarea de evangelizar, aunque ellos mismos no sabían lo que era ser cristiano, para tener gente sumisa había que arrancar "la bárbara y diabólica superstición de los indios" haciéndolos cristianos, no por persuasión y convencimiento, sino a la fuerza y con amenazas.
Es de hacer notar que los religiosos en esos tiempos de la colonia eran muy pocos y estos habrían sido los verdaderos evangelizadores, aunque en muchos casos, los mismos religiosos eran acusados y alejados de los lugares de evangelización, porque se oponían a las intenciones perversas de explotación de los señores encomenderos.
Estos curas laicos llenos de codicia y ambición y deseosos de acrecentar desmesuradamente sus riquezas, se dieron a la mañosa tarea de amalgamar las leyendas de geniecillos y machulas haciendo nacer, de este modo los duendes americanos, cuya leyenda subsiste todavía en nuestra gente, pero no como leyenda sino como una realidad.
¿Qué son los duendes? según la imaginación de nuestra gente y la tradición heredada, de los inventores de estos seres, herencia de tres siglos y medio, los duendes son fantasmagóricos una especie de demiurgos griegos, pero con poderes malignos para causar daños corporales o psíquicos a la gente.
Estos seres pueden aparecerse a las personas bajo diferentes figuras: de hombre, de mujer, de un amigo, de un niño, etc. siempre lleva un sombrero muy grande
Las gentes de nuestros campos y algunos de pueblos y ciudades, imaginan al duende como un niño pequeño como de cuatro años, en esta figura, sólo se encarga de hacer daño a niños no bautizados.
Hay muchas mujeres que dicen haber visto al duende al pie de la cuna o camita del niño, el niño llora muy fuerte, hasta despertar a la madre para que el niño deje de llorar enciende la luz. Por esta razón, dicen, los niños lloran en la noche oscura y no dejan dormir, algunas veces lloran durante el día sin que haya posibilidad de hacerlos callar, y es porque el duende está acercándose.
En esta realidad las madres campesinas piensan, que el duende está rondando la casa, para poder llevarse al niño por lo tanto hay que hacer bautizar al niño para poder alejar así al duende y el niño deje de llorar.
En el caso de que, algunas madres de algunos niños hayan creído haber visto al duende, creemos que se debe a alguna alucinación por diferentes causas psicosomáticas o anomalías psíquicas, en el segundo caso pensamos que se trata de alguna dolencia del niño que la madre ignora siendo esta la causa del llanto del niño.
Cuando se trata de niños de cierta edad, de 2 a 6 años, el duende suele aparecérseles en figura de otro niño, más o menos de su misma edad puesto un sombrero extremadamente alón, el duende muestra al niño de su predilección, una variedad de juguetes a cual más bonito e invita al niño elegido a jugar con él atrayéndolo hacia sí de esta manera, podérselo llevar a la cueva donde él vive o para despeñarlo en cualquier barranco.
Hay gente que cuenta, sobre el duende, cosas inverosímiles e insólitas, pero que al fin y al cabo son explicables, pues, como ya indicamos en el caso de las alucinaniones, culpables de estas visiones la mnemopatía, los efectos de la psicopatía hereditaria o congénita, enfermedades estas que causan alucinaciones y a veces son las culpables de axidentes fatales.
Volviendo un poco atrás, al tiempo de la colonia todo laicos y eclesiásticos defendieron la leyenda del duende por diferentes motivos. Los unos, los laicos por utilidad o mejor, para tener gente sumisa, pues, se le inculcaba, que con el bautismo se hacía hijo de Dios, lo que en parte es cierto, pero la otra parte tiene mucho de picardía, "Dios ama y premia en la otra vida al pobre si en esta vida es sumiso y obediente a su patrón".
De este modo, el poderoso, sometía al nativo y lo retenía en la más abyecta humillación, amenazándolo con el castigo de Dios sino era sumiso al patrón quien estaba haciendo de "padre".
Los otros, los clérigos, por no haber entendido bien la sagrada escritura, pues, estos tenían el gran deseo de acrecentar rápidamente el número de los bautizados, cuantos más mejor apóstol, pero sin concederles, a los pobres, un mínimun de instrucción religiosa, casi diríamos a la manera protestante.
Los encomenderos lo único que usaban, para convencerlos era la violencia y la exación, de este modo el nativo, poco a poco, se acostumbró a exigir el bautismo como un acto mágico para curar ciertas enfermedades que podrían afectar al niño o para que no llore en la noche o también, para que no se vaya al infierno.
También, se les inculcó que si los niños no se bautizaban ellos mismos se convertían en duendes y que muchos desastres naturales se les debía a ellos, como por ejemplo las granizadas, pues estos niños convertidos en duendes amasaban la nieve y los arrojaban y los arrojan actualmente a los sembrados; por esta razón había que bautizarlos, y hay que bautizarlos a lo que cueste, de lo contrario tendríamos un enemigo más en el quehacer diario.
Todo esto denota que al pasar de los años se sembró en los naturales una religión de miedo y no de amor, fue un adiestrar para el servicio y no para aprender a amar a Dios del amor; muy parecido a lo que hacen actualmente los protestantes.
Esta idea de la religión del miedo perdura todavía en nuestra gente sencilla del campo, que fue sometida por siglos a la humillación y a la servidumbre como acémilas de carga. Pero no sólo en aquellos tiempos de la colonia en que la historia nos cuenta cosas espantosas, sino que, en tiempos de la república y aún en nuestros días hay gente que recuerda todavía las vejaciones de que eran objeto las personas sometidas a un patrón, hasta tal punto que los patrones llegaron a ensillar a sus peones y ponerles freno por las faltas más insignificantes, si llegaban a faltar, los azotaban y cometían toda clase de atropellos amén de las violaciones de las hijas de los arrenderos y peones y a mujeres casadas y otros sin fin atropellos del mismo jaez.
Esta es la triste historia del nacimiento de los duendes en nuestro suelo tarijeño y sudamericano.
(1) Leyenda traída por Kay Pacha.