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Tarija en el periodo formativo Arqueologia de Tarija (Segunda parte)

El periodo formativo Michel ubica el Periodo Formativo entre ca. 2000 a.C.- O d.C. y se caracteriza por sitios arqueológicos con una dimensión de 1 Ha con profusión de herramientas líticas y un menor porcentaje de cerámica. Se encuentran muchas veces cerca de las áreas que fueron usadas en...

Cántaro
  • Ricardo Ávila Castellanos
  • 07/04/2019 00:00
Tarija en el periodo formativo Arqueologia de Tarija  (Segunda parte)
Restos-arqueologicos
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El periodo formativo
Michel ubica el Periodo Formativo entre ca. 2000 a.C.- O d.C. y se caracteriza por sitios arqueológicos con una dimensión de 1 Ha con profusión de herramientas líticas y un menor porcentaje de cerámica. Se encuentran muchas veces cerca de las áreas que fueron usadas en el tiempo arcaico y fueron posiblemente las primeras aldeas sedentarias donde se practicaba una agricultura incipiente, generalmente cerca de fuentes de agua para poder llevar a cabo la primera agricultura.
Según Beierlein (2009:51-61), la cerámica formativa de Sama muestra una integración a una macro región cultural ubicada entre el Norte de Chile, Noroeste Argentino y el Sur de Bolivia, presentando decoración incisa y punteada con diseños geométricos.
Asimismo, según Michel (2008), las evidencias correspondientes al Formativo de la cordillera de Sama se relacionan con la cerámica descrita por Ibarra Grasso como Tarija Inciso con evidencias de conexiones con El Chaco. Este tipo de artefactos aparecen en orillas de las lagunas y ríos y los sitios, por lo general, tienen una dimensión de 1 Ha. con profusión de herramientas líticas; la cerámica es mínima en cantidad. Opina que posiblemente fueron las primeras aldeas sedentarias donde se practicaba una agricultura incipiente.
Michel describe también, en la parte baja de Sama (2000 msnm), estructuras en forma de plataformas de 12 m de diámetro, que poseen en su parte central una piedra alargada parada de menos de 1 m de altura. Es probable que estas estructuras correspondan a una fase tardía del Formativo en la que se produjo una expansión hacia otros ecosistemas con manifestaciones rituales similares a las del noreste argentino.
Aparentemente, siempre según Michel, el patrón de asentamiento sufrió cambios considerables a finales del Formativo (ca. 400-500 d. C.), época en la cual las poblaciones se asentaron en sectores de ladera de montaña donde podían desarrollar agricultura en terrazas e irrigación a gran escala. Este momento se encuentra más relacionado con la cerámica que se conoce con el nombre de Chicha, mejorada a partir del Formativo local y que Michel denomina “Tarija-Chicha” por su ubicación en Tarija-Sama. El componente Chicha se encontraría distribuido en todos los sectores aptos para la agricultura en Sama, con preferencia en quebradas que correspondería a un período de tiempo situado entre aproximadamente el 500 al 1470 d.C.
Los asentamientos que Michel denomina como “Tarija-Chicha” de Sama se caracterizarían por ser de diferentes tamaños y jerarquías; los más grandes y de mayor importancia se encontrarían en los valles de alto potencial agrícola en altura (Curqui, Palqui, Ñoquera) y/ o en eco-nichos del altiplano (Pueblo Viejo), como centros de actividades de alta producción agrícola de terrazas y, a la vez, con la presencia de pequeños asentamientos cerca de redes comerciales de caravanas llameras. Todos presentarían corrales rectangulares grandes con un solo acceso (desde 10 x 11 m a mayores tamaños) y 2 cuartos pequeños (2 x 1.50 m) en su interior situados al fondo.
Del mismo modo, el uso de múltiples caminos para el abastecimiento de productos se encuentran ampliamente reflejadas en el arte rupestre que cubre muchas de las quebradas, caminos, apachetas y pasos entre los valles y el altiplano como expresión de las labores rituales que esa actividad implicaba (Methfessel, 1997; 2000).
Asimismo, los sitios de gran extensión agrícola, el control de los valles con sitios medianos y el de microambientes con recursos dispersos mediante asentamientos pequeños denotan diferenciación social y jerarquías en el uso del espacio desarrollado en un largo período de tiempo. Las abundantes “pucaras o fortalezas” en altura reflejarían la existencia de momentos conflictivos, posiblemente relacionados a las incursiones de grupos de las tierras bajas, guaraníes y también del altiplano.
La presencia Inka en el área (1430-1532 d.C.) es mínima o indirecta y resulta inferida por características decorativas de la cerámica en el sitio arqueológico de Palqui, donde se encontraron platos con “cabezas de “patito” típicos de esta cultura y en el uso del borde evertido, en el caso de los pucos con decoración de rayas paralelas en el interior. Esta decoración se asemeja a las piezas Inka-Cusqueño y a la influencia inkaica decorativa del Altiplano boliviano (Beierlein: 2000).

Los caminos pre-incaicos de Tarija
Los caminos que se encuentran en profusión en Tarija (id) están indudablemente en relación con la actividad de “caravaneo” sumada a la integración regional que se producía en toda la zona. Muchos de ellos conectan la parte del río San Juan del Oro con la parte alta de las lagunas y llegan después al valle de Tarija, integrando de esta manera varios ecosistemas diferentes y complementarios. Según Beierlein (2000), el origen de estos caminos debe ser muy antiguo, posiblemente basado en el paso de los primeros grupos humanos de la zona que usaban pasos obligados para seguir a las manadas de animales de caza. Posteriormente la sedentarización de los grupos humanos y la domesticación de los camélidos llevaron al desarrollo del intercambio mediante caravanas de llamas.
Los caminos más conocidos en Sama son los de Pujzara-Pinos y de Torohuayco al valle de Tarija, aunque estos solo constituyen pequeñas partes de caminos más largos que en la época prehispánica cubrían toda la zona de Sama. Otros caminos existen en la parte de Iscayachi, Falda la Queñua, Orosas y Tariquía sin agotar todos los que se pudieron identificar hasta el presente.
Michel (2010) indica que: “…los chichas llegaron a constituir ciudades agricultoras conectadas por una amplia red de caminos que en la época Inca ya fueron reutilizados estratégicamente para ingresar al valle de Tarija…”, añadiendo al respecto: “… al parecer, las poblaciones datan de los años 700 a 800 después de Cristo y se piensa que cuando tuvieron contacto con los incas ya eran sociedades avanzadas…”, lo cual apoya la idea de Browman de que en esa época se desarrollaron en los valles del sur de Bolivia: “… entidades políticas poderosas e independientes, anteriores y contemporáneas a Tiwanaku …” (1984).
No se descarta el hecho que en algún momento estos caminos hubieran podido recibir un componente “Inca” pero este tendría que haber sido necesariamente muy pequeño dado el corto tiempo en el que estos llegaron a desenvolverse en la región y su prácticamente ningún interés en llevar adelante una labor de este tipo dada la actitud esencialmente depredadora que aplicaron en esta zona conforme posteriormente veremos, algo que no pudo haber favorecido actividades tales como la construcción o mejora de la red caminera ya existente.

Arte rupestre
Beierlein se refiere a las pinturas y grabados rupestres (2000.) que se encuentran en una gran cantidad de lugares en Tarija, muy particularmente en las áreas estratégicas, para el paso de caravanas de llamas o de la caza. Los primeros vestigios son los grabados paleoindios o arcaicos de ñandúes p.e. en la localidad de Vizcarra, seguidos por grabados de caravanas de llamas llevadas por hombres a posibles centros de poblaciones prehispánicos como se observa en algunos grabados de Torohuayco. Otro motivo de arte rupestre son las espirales. No se conoce el significado de este motivo para la gente de ese entonces pero su frecuente aparición nos hace pensar en un significado especial.
Las zonas más conocidas por sus grabados rupestres en la zona de Sama serían Torohuayco, Chorcoya, Vizcarra y Ñoquera, aparte de muchos grabados y pinturas aisladas que se encuentran en toda la zona del Altiplano de Sama.

Periodo Inca
La Invasión Inca en el sur de Bolivia se sitúa alrededor del año 1.480 d.C. Consecuentemente, el impacto que este hecho pudo tener en los restos arqueológicos evidenciables en la zona es en general muy pequeño. Es precisamente lo que se observa en la región de Sama donde no se encuentran tantos restos de la cultura incaica como en otras partes de Bolivia; su presencia solo se infiere por las características decorativas de algunas muestras de cerámica como es el caso que Beierlein menciona de los platos con “cabezas de patito” encontrados en el sitio de Palqui, que se asemejarían a las piezas Inka-Cusqueño de influencia inkaica observables en el Altiplano boliviano (2000). Igualmente se mencionan como rasgos típicos de esta cultura el uso del borde evertido en el caso de los pucos con decoración de rayas paralelas en el interior y la de algunos otros elementos decorativos.
No se tienen datos respecto a lo que podría encontrarse en los valles centrales de Tarija aunque el mismo patrón es señalado por Rendón (2004) quien indica que se evidencia una forma muy distinta de relacionamiento entre el Estado Inka y los Chichas, por una parte, y Tarija, por otra, ya que en la primera se cuenta con una gran infraestructura administrativa como es el sitio Chuquiago (Angelo: 2003) pero no se ha identificado nada similar en el caso de Tarija, no obstante contar con sitios habitacionales cuya extensión abarca las 60 o más hectáreas. Pese a ello, señala un mismo tipo de cerámica Inka local claramente definible e identificable que se caracteriza por rasgos como los cuencos con cabeza ornitomorfa y los aríbalos de base plana de pequeño tamaño con decoración La Paya que describe Bennet (1936:391-392).
Es muy probable que este nuevo tipo de patrón de dominación Inca en Tarija hubiera podido ser consecuencia, conforme veremos, de un total y completo despoblamiento de sus habitantes, los cuales fueron trasladados en masa a otras zonas en calidad de mitimaes a zonas como Pocona y Aiquile en la zona de Yamparaez, Salta en el Tucumán, y el valle de Elqui en Chile, lugares donde posteriormente fueron encontrados en calidad de mitimaes de los Incas (Barragán:2008:112-125).
A su vez, varias zonas de Tarija fueron ocupadas por “guarniciones” de mitimaes procedentes en su mayoría de Charcas, principalmente de grupos soras AGI, Justicia, 1125), que llegaban periódicamente a la zona a ocupar la fortaleza Inca de Esquile. Esta fortaleza era probablemente la que se nombra como Fortaleza Aquilcha en el documento de encomienda de Francisco Pizarro a Francisco de Retamoso (AGI Justicia 1125:ff 31v-33v) que contabilizaba “cien casas”.
Beierlein indica que se habría podido identificar un nuevo tipo de control Inca en toda la zona de los Chichas establecido a través de alianzas con las élites locales y el uso de regalos como llamas, bienes de consumo (maíz y coca, cerámica, textiles etc.) unido al apoyo del estado inca en calidad de cooperación pero con la amenaza implícita de una campaña militar en caso de rechazo. Esta integración al régimen Inca ofrecía a la élite local el acceso a bienes de lujo y la participación en una jerarquía incaica altamente desarrollada en la cual los Chichas fueron reconocidos como “Chichas orejones” por su excelente desempeño en varias campañas militares, principalmente en la conquista de los Chachapoyas en Quito (Espinosa Soriano, 1969), obteniendo un puesto preferencial y un trato especial por parte de los Incas.
Evidentemente, conforme veremos posteriormente, este fue particularmente el caso de los churumatas y de los moyos moyos de Tarija que fueron trasladados “en masa” a los lugares indicados en los que formaban parte de las guarniciones militares Incas desde aproximadamente 1480, asignados a diferentes caciques, principalmente a Comsara y Yucura. Los españoles ya los encontraron en esas zonas a su llegada en 1538 y los asimilaron a sus respectivas encomiendas
Resumidamente y de manera general puede decirse que, si bien la arqueología del Altiplano de Sama y la de la Cordillera del mismo nombre han sido bastante bien estudiadas, la correspondiente a los valles de Tarija propiamente dicha no ha sido tocada hasta el momento, existiendo solo referencias tangenciales de material recogido en la superficie o del análisis de colecciones particulares cuyo valor intrínseco es desde luego discutible.
Es necesario mencionar al respecto que, según opinión de Don Carlos Methfessel (1995), una persona que tiene recorridos casi todos los rincones de los valles centrales de Tarija y gran parte de sus territorios circundantes, los sitios arqueológicos que existen en Tarija son “innumerables”, pudiendo verificarse su existencia en una gran cantidad de lugares, muchos de ellos de una magnitud tal que puede ser calificada como de “enorme” dada la extensión de los mismos, muchos ya completamente “desaparecidos” por efecto de la actividad humana.
Lugares como “Pampa la Villa” y “Saladillo”, en el valle de La Concepción, “Tolomosa”, “El Antigal de Alisos”, “San Blas”, “Lourdes”, “Orosas”, “Tarija la Vieja”, entre muchos otros, son remarcables por su tamaño que hace ver que las apreciaciones del Capitán Don Juan Rodríguez Durán, lugarteniente de Luis de Fuentes, eran verdaderamente muy ajustadas a la realidad (AGI Patronato 142, n.1,r.3,ff 53-74).
Precísamente la magnitud de estas estructuras hace pensar que hubieran tenido una larguísima evolución y que, conforme plantea Browman (1984), estos pueblos hubieran sido anteriores o contemporáneos con Tiawanaku.
Pese a todo ello, ninguno de los sitios indicados mereció hasta el presente un estudio siquiera de aproximación salvo las superficiales menciones de algunos autores, particularmente sobre el sitio de El Saire o el Antigal de Alisos, lo cual no permite hacer ninguna inferencia seria de lo que esos lugares realmente ocultan o significan, razón por la cual, pese a la validez de los estudios hasta el momento efectuados en la Cordillera y el Altiplano de Sama, debemos esperar a que se tome la decisión de emprender estudios de la seriedad necesarias para sacar conclusiones respecto al territorio de los valles centrales de Tarija, que encierran tesoros de enorme valor.

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