Rostro que encandila
La vi en el bosque toda rebosante, en el extenso mar ataviada de colores. La sentí en mi piel sudorosa y fría, a veces, grácil, dulce y bella, incomparable siempre. Desperté de pronto: ¡No era real la diva aquella que se perdió en la niebla de mis sueños!



La vi en el bosque
toda rebosante,
en el extenso mar
ataviada de colores.
La sentí en mi piel
sudorosa y fría, a veces,
grácil, dulce y bella,
incomparable siempre.
Desperté de pronto:
¡No era real la diva
aquella que se perdió
en la niebla de mis sueños!
toda rebosante,
en el extenso mar
ataviada de colores.
La sentí en mi piel
sudorosa y fría, a veces,
grácil, dulce y bella,
incomparable siempre.
Desperté de pronto:
¡No era real la diva
aquella que se perdió
en la niebla de mis sueños!