Poema - homenaje de don Alberto Rodo Pantoja a su tía doña Isolina Morales de Pantoja al cumplir cien años de vida
Hugo R. Suárez Calbimonte PREFACIO: Precioso poema inédito, encontrado por Hugo R. Suárez Calbimonte en el domicilio del Lic. Javier Ichazo Pantoja, cuya autoría corresponde al conocido escritor y poeta don Alberto Rodo Pantoja, presentado el día 19 de abril de 1965, en ocasión de...



Hugo R. Suárez Calbimonte
PREFACIO: Precioso poema inédito, encontrado por Hugo R. Suárez Calbimonte en el domicilio del Lic. Javier Ichazo Pantoja, cuya autoría corresponde al conocido escritor y poeta don Alberto Rodo Pantoja, presentado el día 19 de abril de 1965, en ocasión de celebrarse los cien años de vida de doña ISOLINA MORALES CAVERO DE PANTOJA, hija del héroe SR. CNL. MARIANO LINO MORALES DE LOS REYES, que entre otras hazañas militares, como comandante del Ejército de Bolivia en la Batalla de Canchas Blancas, derrotó al invasor chileno en la luctuosa Guerra del Pacífico, batalla que la canalla y vergonzosa actitud de obscuros intereses antipatrióticos bolivianos, hasta el presente, tratan de ocultar aquella importante hazaña de nuestra historia. El documento original más fotografías, se encuentran en el domicilio del Lic. Javier Ichazo Pantoja, nuestro apreciado amigo cariñosamente llamado “Fori”, descendiente directo de don Lino Morales De Los Reyes y doña Isolina Morales de Pantoja, quién heredó y guarda, entre otras reliquias, la antigua casa, en actual proceso de restauración, solar que fuera de don Lino Morales, ubicada entre San Lorenzo y Tarija Cancha, heredada primero por su hija doña Isolina, luego su bisnieto Humberto (Caco) Pantoja Morales y finalmente su chozno nieto Javier Ichazo Pantoja.
Ese memorable día, no debe quedar en el olvido en nuestra historia, particularmente para los tarijeños; doña Isolina, fue bendecida por el querido obispo de Tarija Mons. Juan Nicolai en la histórica Basílica de San Francisco, el acto de homenaje se efectuó en la Plaza del Rey, actualmente Plaza Uriondo o del Molino, la digna dama agasajada plantó un ceibo, la tradición familiar comenta que fue para suplir el antiguo y recordado ceibo que por tradición popular inveterada en Tarija, se asegura que era el árbol donde combatientes y guerrilleros de la independencia de nuestro suelo, se refugiaban en su espléndida sombra, legendario árbol centenario que fue talado por la ignorancia e insensibilidad de un alcalde de ese tiempo.
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POEMA
A MI DILECTA TÍA ISOLINA
EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
Vengo desde San Lorenzo,
la tierra en que usted nació
y que don Eustaquio Méndez
con gloria inmortalizó,
trayéndole los saludos,
como cordial expresión
del cariño de parientes
y amigos que tantos son,
sus abrazos muy sinceros
y su felicitación
en el gratísimo día
en que cien años cumplió
de vida abnegada, llena
de dignidad y de honor.
Es un acontecimiento
que nos inspira fervor
para elevar nuestras preces
hasta el trono del Señor
y pedirle que le otorgue,
como especial concesión,
muchos años más de vida
y con su bondad infinita
oirá nuestra petición,
y podremos rodearla
con la tierna estimación
que es el cariño que está
latiendo en el corazón
de todos los que apreciamos
de su existencia el valor.
Ahora, que nuestros ojos
se vuelvan años atrás,
que es siempre muy grato
el retrospectivo mirar,
si de íntimas y entrañables
cosas hay que recordar.
Y lo que a mí me contaron,
también lo voy a contar:
Fueron sus padres don Lino
Morales, gran militar,
coronel que dio a su espada
un refulgente brillar
con grandes hechos heroicos
que guarda el patrio historial,
y doña Natalia Cavero,
a quien solían ensalzar
por su gracia, don de gentes
en nuestro ambiente social.
Sé que muy joven dejó
el sanlorenceño lar.
Su tío Adeodato Moreno
la trajo acá a radicar;
le dio maestros competentes
en educar y enseñar.
Una juventud radiante,
donasura singular,
belleza deslumbradora
y sencillez y bondad
fueron altos atributos
con que le quiso adornar
el Señor, dispensador
de ese don que es el celestial.
En eso vino el Amor
con flechas en su carcaj;
colocó una en el arco
y, muy diestro en disparar,
hizo blanco en el costado
que apresuró el palpitar.
Y fue en ese mismo instante
que la otra flecha fue a dar
en el amplio, fuerte pecho
de su rendido galán
don Isidoro Pantoja,
hidalgo a carta cabal,
que años después presidió
el Concejo Municipal.
Fue su gestión memorable
Que aplaudió esta capital,
pues trabajó, tesonero,
con honradez proverbial.
Tan sincero sentimiento
que impulsó a conjuncionar
los dos nobles corazones,
tuvo que cristalizar
en boda que apadrinaron,
por fraternal amistad,
Zenona V. de Molina,
una dama principal,
y Ventura Limarino,
caballero, locuaz,
soñador y generoso
que evocaba a d´Artagnan.
Con tan plausibles auspicios
se constituyó el nuevo hogar
que alegraron los retoños
y que presentes están
para entregar a su madre,
en reverencia filial,
todo el inmenso cariño
que tan sólo el maternal
corazón con sus efluvios
al hijo sabe inspirar.
Quiero hacer leve paréntesis
para decir lo que yo
tengo guardado por siempre
en lo hondo del corazón:
Era un niño de dos años
cuando mi madre murió.
¡Qué tremenda soledad,
qué angustia y desolación,
qué inmenso vacío en la casa,
qué tortura, qué aflicción!
Mi padre mi hermano y yo
anegados de dolor.
Entonces mi tía Isolina
hasta su hogar me llevó
y con maternal afecto
multiplicó su atención
que atenuaba la amargura
que a mi espíritu sumió
la orfandad que es la desgracia
que no tiene parangón.
¿Qué puedo ahora decirle
Al recordar tal favor?
Mi intenso agradecimiento
Sólo tiene concreción
en las sentidas palabras:
¡Que se lo pague el Señor!
Después el amante cónyuge
partió hacia la eternidad,
y ella tuvo una viudez
con pena y serenidad,
acatando la doctrina
que Jesús vino a enseñar.
Fueron pasando los años
en un lento desfilar,
y la vida se desliza
como agua de manantial,
unas veces suave, clara,
otras que enturbia el pesar,
que la vida sólo es esto:
goces vienen, penas van.
Los años siguen pasando
y llegan al centenar;
tan trascendental suceso
a todos admirará,
y los que estamos reunidos
lo queremos festejar.
Congratulación, abrazos
sinceros recibirá,
y yo, todo emocionado,
les invito a levantar
la copa: Por tía Isolina,
de pie vamos a brindar!
Tarija, 19 de abril de 1965 Firmado:
Alberto Rodo Pantoja
PREFACIO: Precioso poema inédito, encontrado por Hugo R. Suárez Calbimonte en el domicilio del Lic. Javier Ichazo Pantoja, cuya autoría corresponde al conocido escritor y poeta don Alberto Rodo Pantoja, presentado el día 19 de abril de 1965, en ocasión de celebrarse los cien años de vida de doña ISOLINA MORALES CAVERO DE PANTOJA, hija del héroe SR. CNL. MARIANO LINO MORALES DE LOS REYES, que entre otras hazañas militares, como comandante del Ejército de Bolivia en la Batalla de Canchas Blancas, derrotó al invasor chileno en la luctuosa Guerra del Pacífico, batalla que la canalla y vergonzosa actitud de obscuros intereses antipatrióticos bolivianos, hasta el presente, tratan de ocultar aquella importante hazaña de nuestra historia. El documento original más fotografías, se encuentran en el domicilio del Lic. Javier Ichazo Pantoja, nuestro apreciado amigo cariñosamente llamado “Fori”, descendiente directo de don Lino Morales De Los Reyes y doña Isolina Morales de Pantoja, quién heredó y guarda, entre otras reliquias, la antigua casa, en actual proceso de restauración, solar que fuera de don Lino Morales, ubicada entre San Lorenzo y Tarija Cancha, heredada primero por su hija doña Isolina, luego su bisnieto Humberto (Caco) Pantoja Morales y finalmente su chozno nieto Javier Ichazo Pantoja.
Ese memorable día, no debe quedar en el olvido en nuestra historia, particularmente para los tarijeños; doña Isolina, fue bendecida por el querido obispo de Tarija Mons. Juan Nicolai en la histórica Basílica de San Francisco, el acto de homenaje se efectuó en la Plaza del Rey, actualmente Plaza Uriondo o del Molino, la digna dama agasajada plantó un ceibo, la tradición familiar comenta que fue para suplir el antiguo y recordado ceibo que por tradición popular inveterada en Tarija, se asegura que era el árbol donde combatientes y guerrilleros de la independencia de nuestro suelo, se refugiaban en su espléndida sombra, legendario árbol centenario que fue talado por la ignorancia e insensibilidad de un alcalde de ese tiempo.
[gallery type="slideshow" size="full" ids="214588,214589,214590,214591"]
POEMA
A MI DILECTA TÍA ISOLINA
EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
Vengo desde San Lorenzo,
la tierra en que usted nació
y que don Eustaquio Méndez
con gloria inmortalizó,
trayéndole los saludos,
como cordial expresión
del cariño de parientes
y amigos que tantos son,
sus abrazos muy sinceros
y su felicitación
en el gratísimo día
en que cien años cumplió
de vida abnegada, llena
de dignidad y de honor.
Es un acontecimiento
que nos inspira fervor
para elevar nuestras preces
hasta el trono del Señor
y pedirle que le otorgue,
como especial concesión,
muchos años más de vida
y con su bondad infinita
oirá nuestra petición,
y podremos rodearla
con la tierna estimación
que es el cariño que está
latiendo en el corazón
de todos los que apreciamos
de su existencia el valor.
Ahora, que nuestros ojos
se vuelvan años atrás,
que es siempre muy grato
el retrospectivo mirar,
si de íntimas y entrañables
cosas hay que recordar.
Y lo que a mí me contaron,
también lo voy a contar:
Fueron sus padres don Lino
Morales, gran militar,
coronel que dio a su espada
un refulgente brillar
con grandes hechos heroicos
que guarda el patrio historial,
y doña Natalia Cavero,
a quien solían ensalzar
por su gracia, don de gentes
en nuestro ambiente social.
Sé que muy joven dejó
el sanlorenceño lar.
Su tío Adeodato Moreno
la trajo acá a radicar;
le dio maestros competentes
en educar y enseñar.
Una juventud radiante,
donasura singular,
belleza deslumbradora
y sencillez y bondad
fueron altos atributos
con que le quiso adornar
el Señor, dispensador
de ese don que es el celestial.
En eso vino el Amor
con flechas en su carcaj;
colocó una en el arco
y, muy diestro en disparar,
hizo blanco en el costado
que apresuró el palpitar.
Y fue en ese mismo instante
que la otra flecha fue a dar
en el amplio, fuerte pecho
de su rendido galán
don Isidoro Pantoja,
hidalgo a carta cabal,
que años después presidió
el Concejo Municipal.
Fue su gestión memorable
Que aplaudió esta capital,
pues trabajó, tesonero,
con honradez proverbial.
Tan sincero sentimiento
que impulsó a conjuncionar
los dos nobles corazones,
tuvo que cristalizar
en boda que apadrinaron,
por fraternal amistad,
Zenona V. de Molina,
una dama principal,
y Ventura Limarino,
caballero, locuaz,
soñador y generoso
que evocaba a d´Artagnan.
Con tan plausibles auspicios
se constituyó el nuevo hogar
que alegraron los retoños
y que presentes están
para entregar a su madre,
en reverencia filial,
todo el inmenso cariño
que tan sólo el maternal
corazón con sus efluvios
al hijo sabe inspirar.
Quiero hacer leve paréntesis
para decir lo que yo
tengo guardado por siempre
en lo hondo del corazón:
Era un niño de dos años
cuando mi madre murió.
¡Qué tremenda soledad,
qué angustia y desolación,
qué inmenso vacío en la casa,
qué tortura, qué aflicción!
Mi padre mi hermano y yo
anegados de dolor.
Entonces mi tía Isolina
hasta su hogar me llevó
y con maternal afecto
multiplicó su atención
que atenuaba la amargura
que a mi espíritu sumió
la orfandad que es la desgracia
que no tiene parangón.
¿Qué puedo ahora decirle
Al recordar tal favor?
Mi intenso agradecimiento
Sólo tiene concreción
en las sentidas palabras:
¡Que se lo pague el Señor!
Después el amante cónyuge
partió hacia la eternidad,
y ella tuvo una viudez
con pena y serenidad,
acatando la doctrina
que Jesús vino a enseñar.
Fueron pasando los años
en un lento desfilar,
y la vida se desliza
como agua de manantial,
unas veces suave, clara,
otras que enturbia el pesar,
que la vida sólo es esto:
goces vienen, penas van.
Los años siguen pasando
y llegan al centenar;
tan trascendental suceso
a todos admirará,
y los que estamos reunidos
lo queremos festejar.
Congratulación, abrazos
sinceros recibirá,
y yo, todo emocionado,
les invito a levantar
la copa: Por tía Isolina,
de pie vamos a brindar!
Tarija, 19 de abril de 1965 Firmado:
Alberto Rodo Pantoja