Cnl. Eustaquio Méndez “El Moto”
¿Nació en Carachimayo, Cantón Canasmoro, en el lugar denominado “La Torre”. Cuando tenía dos años de edad sus padres se trasladaron a “Churquihuaico”, que queda en el mismo Cantón. Y siendo ya joven, con un pequeño capital que le dieron sus padres, se radicó en el pueblito de San...



¿Nació en Carachimayo, Cantón Canasmoro, en el lugar denominado “La Torre”. Cuando tenía dos años de edad sus padres se trasladaron a
“Churquihuaico”, que queda en el mismo Cantón. Y siendo ya joven, con un pequeño capital que le dieron sus padres, se radicó en el pueblito de San Lorenzo, donde personalmente trabajó una casa, que está en la esquina de la actuales calles “Gral. Ávila y “Sucre”, a diez o doce metros de la plaza principal. Esa casa, que es de dos cuerpos, con un balcón colonial, hoy es de propiedad de doña Lindaura Molina(1), que la tiene por sucesión hereditaria a su padre don Eliseo Molina que fue hijo de doña Leonor Méndez, hija de don Eustaquio.
En la parroquia de San Lorenzo, hoy capital de la Provincia Méndez, se encuentra la siguiente partida:
“En esta Iglesia y Beneficio de San Lorenzo y Valle de Tarija la Vieja, en veinte días del mes de septiembre de 1784 años, yo el Licenciado Doctor Joseph Mariano de Miranda, de licentia parrochi de este Beneficio, bauticé puse óleo y chrisma a Eustaquio, de un día, hijo legítimo de Juan Méndez y de María Arenas, españoles existentes en Canasmoro, de esta Doctrina. Fue padrino el señor Mro. Joseph de Aldana, que sabe las obligaciones de padrino, siendo testigo Santos Chauque, y para que conste lo firmo yo: Joseph Miranda”.
Su cuna fue de abolengo castellano. Hogar alejado de las mundanales pasiones, que estuvo consagrado a roturar la tierra para vivir a la sombra del amor, allá en las faldas vírgenes de los “tomatas”, donde se levantaron las trincheras contra los chiriguanos.
Su buena y cristiana madre, doña María, alternando con las faenas del campo llegó a enseñarle las primeras letras de la cartilla. Es por esto que muy joven se hizo el “jefe nato del paisanaje”, dirigiéndolo con su palabra, su consejo, su valor y su hombría de bien.
Perdió a su madre en los primeros años de su juventud. Nos lo demuestra el hecho de que Méndez, cuando se cortó la mano derecha, se quejó recordando a su “vieja” “que era tan buena y que nada le negaba”; y lo dicho corresponde a pocos años anteriores a 1810, fecha en la que nuestro biografiado iniciaba sus actividades guerreras en pro de la independencia. Después, estuvo en Humahuaca, Yavi, Orán, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, punto éste de donde regresó trayendo dos mulos “redomones”, uno para su padre y otro para su tío Fermín Arenas. Y cuenta la tradición de familia, que regresó a sus “pagos” después de tres años de haber estado fuera del hogar.
El Dr. Domingo Paz, en su interesante trabajo “Don Eustaquio Méndez”, antes citado, refuta victoriosamente al historiador Guzmán sobre la leyenda que perfila en su obra “Historia de Bolivia”, cuando dice que don Eustaquio “cayó prisionero en una refriega con los “Húsares”, en la que le cortaron la mano derecha; y que habiéndolo hecho curar, La Serna lo volvió a su casa con la condición de no alzar armas contra el Rey y de mantener quieta la gente de su parcialidad y que fue el gaucho fiel a su palabra por toda su vida”. La falsedad de la información lo prueba la acción de Méndez de toda la larga trayectoria de la guerra de la independencia, mereciendo que el Libertador Simón Bolívar, después de la batalla de Ayacucho, le escriba una carta “adjuntándole el despacho de Coronel efectivo”.
Otro hecho de importancia, y que justifica nuestros asertos, es el regalo de una espada que le hizo el General Manuel Belgrano, la que conservan sus familiares con religioso respeto.
Según el doctor d’Arlach, que tuvo motivos para conocer la verdad por haber estado Méndez en su casa protegido por su abuela la señora Francisca Ruyloba de O’Connor y haber oído la relación verídica que le hizo esta buena señora, se llega a la misma conclusión. Concuasan las notas biográficas de Luis y Domingo Paz, originadas en informaciones recogidas personalmente de viejos vecinos de Canasmoro y San Lorenzo. Y, finalmente, la queja que contiene una disposición testamentaria de don Eustaquio, cuando dice: “Yo que comencé mis mocedades desgraciándome con mi mano derecha y que ingresé a defender la independencia de mi Patria”. Por todo eso creemos que la verdad histórica es la siguiente:
Eustaquio, era un apuesto muchacho, payador y señor de la jarana; y un día cualquiera bebió con exceso y jugó la “taba”, que era su deleite, perdiendo alguna suma de pesos. Fue a su casa a traer dinero. Su padre se lo negó y trató de retenerlo, lo que motivó profundo disgusto en el joven, alegando quedar mal con sus amigos. Frases más y tomó el lazo para coger a su brioso caballo “tordillo”. El padre le salió al frente. El mozo protestó, y con la mano derecha puesta en el pecho del anciano; lo rechazó Don Juan, cayó al suelo, denunciando: “Mi hijo me ha pegado”. ¿Fue verdad?. No queremos creerlo. Suponemos que se abrió paso con alguna violencia solamente. Continuó su camino, rumbo al “potrero”. Gaucho matrero para manejar el lazo, dio con el cogote del “bruto”, que partió en precipitada fuga, arrastrando al “diestro”, que tenía envuelto el lazo en la mano derecha, cual es de usanza en los “campeadores”. “El lazo se enredó en el brazo de Méndez, que fue arrastrado hasta casi arrancarle la mano derecha que, al desenredarse de la cuerda, quedó unida al brazo sólo por una tira ensangrentada de la piel. Entonces Méndez, con una serenidad imperturbable y en presencia de las personas que acudieron a su auxilio, con la mano izquierda sacó de su cintura el aguzado puñal, y cortando con él su mano derecha, la arrojó al campo, exclamando con un acento de tristeza mezclada de cólera: “Lejos de mí, mano que empujaste a mi venerable padre...” (d’Arlach).
Desde entonces Eustaquio Méndez fue “El Moto”; y con ese sobrenombre es conocido y distinguido en su larga carrera de guerrillero.
Producidos los movimientos revolucionarios de la independencia, en Chuquisaca y Buenos Aires, los pueblos, villas y aldeas se plegaron a ellos con entusiasmo y ardiente patriotismo. La junta provisional gubernativa de las Provincias del Río de La Plata fue reconocida por Tarija en fecha 25 de junio de 1810 (2). Méndez, el gaucho de la copla y la taba de Canasmoro, se incorporó al movimiento. “Desde entonces -dice un cronista- el vecindario de Tarija vivía en continua agitación, a causa de entradas alternativas en la plaza de fuerzas realas y patriotas. Cuando penetraban las del Rey, tenían que huir a los campos y ocultarse en lugares seguros, durmiendo muchas noches en los techos de sus casas y viéndose obligados, más de una vez, a salir de ellas dejándolas entregadas al furor de los enemigos, que las saqueaban y cometían todos los delitos que son y han sido siempre el sangriento cortejo de las convulsiones armadas”.
Méndez, desde el primer momento se puso al servicio de la independencia. Organizó a sus gauchos; disciplinó a sus efectivos; asaltó posiciones; defendió “partidos” y presentó combate en toda la larga trayectoria de la guerra de los quince años. Llegó a tal grado la organización de sus fuerzas que formó las “divisiones fronterizas”, que tenían su dependencia de los efectivos del Gral. Belgrano. La previsión del caudillo tocó los extremos del detalle. En San Lorenzo formó una unidad auxiliar, con el Cap. Pedro Tejada, el Tte. Juan José Vallejos y el Alférez José Perales, bajo el comando de don Ramón Cabrera, encargada de vigilar los caminos y proveer de víveres.
El 20 de enero de 1812, el Gral. Balcarce envió a Tarija al guerrillero Güemes, con la misión de obtener ganado para el Ejército. Se reunió una tropa de 300 caballos. La partida salió custodiada por los efectivos del Moto Méndez. En Chocloca fueron sorprendidos por el regimiento realista “Fernando 7o”. La refriega fue dura. Murió el capitán Doloberri. Uriondo y Méndez merecieron de Belgrano cita de honor. Al poco tiempo Méndez pasó con las fuerzas que comandaba el Sgto. Mayor Pedro Antonio Flores, a Tucumán, donde se libró la batalla del 24 de septiembre de 1812. Se constató que de 800 hombres que partieron en la unidad, regresaron sólo 427. En esta acción de armas los batallones realistas “Paura” y “Fernando 7o” fueron destrozados. El Sgto. Mayor Flores procedió a reorganizar sus filas. Y con los efectivos de Méndez se sumó a 1.000 hombres, que marcharon a Salta el 19 de marzo de 1813.
El combate que tuvo lugar en el paraje llamado “Las Colinas” y que hoy es conocido por “Las Lomas Patriotas”, que queda a dos kilómetros del pueblo de San Lorenzo, hacia el norte fue una de las acciones de Méndez que tuvo mayor repercusión en los comandos del Ejército Auxiliar.
Güemes suponía a Tarija bajo el dominio de los patriotas y mandó al Cmdte. Flores a hostigar a los realistas e impedir el avance a Tupiza, Suipacha y Yavi. Al aproximarse estas fuerzas, los realistas creyeron, a su vez, que avanzaba una División, por lo que desocuparon rápidamente la ciudad, sin mayores detalles. Tomaron rumbo al norte, donde Méndez los acometió con hombría, logrando diseminarlos.
Los movimientos de los guerrilleros tarijeños se extendían sobre la línea del río San Juan, donde supieron de la aproximación del Gral. Olañeta, con una fuerza muy superior. Los patriotas optaron por retroceder, llegando a los valles de Concepción, perseguidos por el Cnl. Melchor José de Levín, que allí les dio alcance, ocasionándoles ingentes bajas. En esa acción de armas, Méndez recibió una herida de lanza.
El siempre valiente guerrillero, reaccionó pronto. Reorganizó sus cuadros y nuevamente estuvo en campaña. Comenzó por privar a los realistas de toda comunicación con el partido de San Lorenzo, que era el granero de las tropas. El 15 de noviembre de 1816, Uriondo se dirigió a Güemes diciéndole: “Todo está cortado, y por todas partes son batidos sin piedad. Méndez es el terror de los enemigos”.
La acción de Canasmoro, es otro episodio heroico de Méndez y su gente. Fueron destrozados por el enemigo, cubriendo el campo de batalla con cadáveres. Lavín, el feroz Lavín... hizo de sus maldades un día de gala. El historiador Cortez, dice sobre el particular: “Los vencedores entraron a Tarija, llevando en las colas de los caballos, las cabezas de los patriotas”.
Cuando el Virrey de Lima, La Serna, visitó Tarija (año 1816) se alojó en la casa que es hoy de don Justino López (calle “Gral. Bernardo Trigo”), que queda a media cuadra de la plaza “Luis de Fuentes”. La infantería real ocupó el Cabildo y la caballería la hacienda de San Luis (hoy propiedad de los herederos de don Domingo Paz). Los precios de plaza subieron enormemente; la carestía de la vida tocó extremos jamás supuestos. Entonces, los gauchos de Méndez sitiaron la ciudad y degollaron a cuatro españoles, que merodeaban por las afueras de la población. Los realistas atacaron para romper el cerco. Nada lograron. Murieron algunos soldados del Virrey. “Pasaron algunos días -dice d’Arlach- y la necesidad que tenía La Serna de regresar al interior se hacía cada día más imperiosa. Méndez se hallaba en apuros por no tener con qué socorrer a su tropa, que daba un extraordinario ejemplo de moralidad y honradez. Un soldado de Méndez no se atrevía jamás a tomar por la fuerza ni una naranja, falta que su Jefe habría castigado con la pena de muerte. Sabedor de este apuro, el Virrey le mandó una carta y dos talegos de onzas de oro de obsequio. Méndez le contestó en términos respetuosos rechazándole el obsequio, y le decía: “A Méndez, Excelentísimo señor, no se lo seduce con oro; él desprecia y ha despreciado siempre el dinero”. Mientras tanto el cerco seguía y la situación era imposible. La Serna, le envió un segundo emisario, “suplicándole le pida lo que quiera, a condición de suspender el cerco y dejar que le introduzcan víveres”. La contestación, se redujo: Alzar el cerco, siempre que se dicte un decreto suspendiendo para siempre “el tributo que los naturales del país, como todos los del resto del Perú, pagaban por concepto de indigenal”. La Serna, apremiado por la necesidad, tuvo que acceder a la imposición.
El 15 de abril de 1817 tuvo lugar la batalla de “La Tablada”. Méndez y sus gauchos lucían en ese combate el clásico uniforme “lacre”, formando bello combinado con el verde que llevaban las fuerzas de La Madrid.
En ese hecho de armas se llenaron de gloria las fuerzas “chapacas” que sobresalieron por su intrepidez y serenidad.
En Suipacha, las fuerzas de Méndez llegaron tan oportunamente que lograron cortar la unidad de los efectivos realistas. Combatieron con denuedo ostentando orgullosos el “parte” de combatientes.
Algo que hay que admirar en Méndez, es el dinamismo. Sus efectivos estaban en el alto de Carachimayo, tan luego como en las serranías de Salinas; en Yavi, Suipacha, Cotagaita, como en Yesera, Santa Ana y Chocloca. Son recorridos mayores de 60 leguas, sin caminos y sin más guía que la orientación, propia del campesino tarijeño.
En documento fechado el 22 de noviembre de 1818, Méndez fue felicitado por el Gral. Belgrano, por sus acciones de armas, enviándole de regalo un sable y un uniforme, que los usaba en los días de festividad religiosa.
Producida la victoria de Ayacucho, que definió la emancipación americana, Méndez ingresó a la ciudad de Tarija comandando sus fuerzas y plantó en la plaza mayor “el árbol simbólico de la Libertad”. Años después, ese árbol fue conocido como la hermosa “Ceiba de Méndez”.
Al poco tiempo que El Moto llegó a Tarija, recibió del Libertador Simón Bolívar una carta llena de afecto, adjuntándole el despacho de Coronel de Ejército de la República.
Satisfecho del deber cumplido, se retiró a sus “pagos”, llevando como recuerdo muchas heridas ocasionadas en las guerrillas y batallas por la independencia. La de lanza, que le infirieron las fuerzas de Lavín, no se le cerró en mucho tiempo. De la derrota en la batalla de Cuyambuyo, pudo escapar de sus perseguidores pasando cerros, montañas y desiertos poblados de fieras, a pesar de su mal estado de salud. Llamó al sacerdote de la parroquia don Joseph de los Reyes y, después de confesarse, le pidió lo desposara con la “prenda” de su vida. El día 21 de enero de 1825, se realizó el matrimonio con la moza de sus años juveniles, doña María Salomé Ibárbol, Vivió en feliz unión algunos años. La muerte lo privó de la compañera. Contrajo segundas nupcias con doña María Estefanía Rojas, que era una bella chapaca de Sella: rubia, alta, inteligente y atractiva.
Después de Ayacucho, se delineó perfectamente la organización del Alto Perú en república independiente. Tarija se dividió en dos bandos: uno bolivianista y otro fiel a los partidos unidos del Río de la Plata, El primero lo presidía don Bernardo Trigo; y, el segundo, el Dr. José Felipe Echazú. Don Eustaquio, se compactó con Trigo, de quien era compadre espiritual. Por esto es que encontramos a Méndez en los movimientos del 6 de junio, 26 de agosto, 7 de septiembre y 17 de octubre del veintiséis. En la exposición de motivos de los sucesos de agosto, resaltan hechos de tal magnitud, que nos revelan de todo comentario. Dice así:
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“Exposición del suceso de Tarija, en la nueva reincorporación de esta provincia a la República de Bolivia, practicada el día 26 de agosto de 1826, dirigida al Ministro de la Guerra.- El día 26 del presente mes, fue aprehendido el coronel D. Eustaquio Méndez, y tratada su persona del modo más cruel, y se le conducía a la provincia de Salta por órdenes del Teniente Gobernador Dr. Gordaliza, sin hacerle saber las causas de su prisión; en seguida fue mandado prender el coronel D. Gavino Ibáñez, y conducido del punto de San Lorenzo, hasta la habitación de dicho Gordaliza, quien le intimó orden para que también marchase a la misma Capital de Salta, y resistió, pidiendo su causa para marchar con ella, lo que le contestó dicho Gordaliza, que lo había hecho traer preso porque desde que llegó a ésta, con los papeles públicos y decreto del Soberano Congreso de Bolivia, se había puesto la provincia en agitación; y le repuso Ibáñez, que los papeles públicos eran para que todo el mundo los viese, con lo cual lo dejó y se regresó para San Lorenzo y a la legua de camino se encontró con el Comandante Cabero, quien le dio noticia que en San Lorenzo había una convulsión con el objeto de quitar los presos; con cuyo motivo retrogradó Ibáñez con Cabero, a poner en noticia al jefe este resultado. Inmediatamente fue llamado por el gobierno el coronel D. Bernardo Trigo y el indicado Ibáñez, y fueron mandados a contener los hombres que reunidos venían a la Villa. Se verificó el encuentro de los gauchos a quienes hechas las reflexiones por los comisionados no pedían otra cosa que la libertad del Coronel Méndez, con lo que se hizo saber al jefe esto mismo, quien prometió que siempre que se entregasen las armas, daría orden para que le den alcance a Méndez, y le devuelvan y después de entregadas las armas faltó Gordaliza a su compromiso. En este estado fue necesario tomar otro arbitrio para la devolución, que fue el que el coronel Trigo lo afiance con su persona y bienes, con cuyo motivo se consiguió apenas la orden del regreso del preso Méndez, quien se hallaba a distancia de diez leguas de la Villa, en marcha. Se le desataron las fuertes ligaduras de los brazos y el sincho de cuero fresco a la cintura. Regresó Méndez a casa del Gobernador, quien se encerró con él sin permitir que nadie entrase a verlo, y ordenándole después de comprometerlo a que ayudase a llevar los reclutas a Salta, a que se prestó Méndez en ese momento, y le intimó que fuese a aprestarse para su marcha, sin permitirle que hablase con persona alguna en esta Villa, como así sucedió y sólo pudo, de los extramuros del pueblo, mandarle llamar al Coronel Trigo, quien fue inmediatamente y con él principió la combinación del suceso, de resultas de haberle asegurado Méndez, que uno de los crímenes que motivaron la causa de su prisión, según le dijo Gordaliza, era el que Méndez hubiese venido a casa de Trigo, días antes a hablar con él. Asimismo le aseguró Méndez que si no salían pronto de la Villa correrían la misma suerte de él, pues iban a prender a dicho Gral. Trigo, a D. Gavino Ibáñez, D. José María Aguirre, D, Fernando Aguirre, D. Manuel Leaplaza y otros más; con éste se congregaron dicho Trigo, Ibáñez, José M. Aguirre, D. Fernando, D. Manuel José Aráoz, D. Agustín Mendieta y el Presbítero D. Juan José Mendieta y D. Manuel Leaplaza, con quienes combinaron un plan de seguridad, y no encontrando otro que el de quitar los infelices reclutas, y la autoridad puesta por Salta y el Estado Argentino, que tenían sofocada la provincia y su voto general excepción de 8 ó 10 hombres aturdidos y aspirantes, se tomó la medida de cargar esta plaza con 150 hombres desarmados, y poner en libertad la leva cruel que habían practicado sin excepción de casados, viudos con hijos, etc., y aseguran nuestras personas y bienes atacados, ya por sola nuestra opinión de pertenecer a Bolivia.- Parecen increíbles las medidas tan tirantes que se habían adoptado para la remisión de los reclutas, pues se han recogido dos cargas de cinchones de cuero fresco con que iban a ser ligados cada dos hombres, cuyos hechos nos han puesto en la dura precisión de dar este paso anticipado a los que S.E. el Presidente de la República daría según se lo ordena el Soberano Congreso, en cuya virtud hacemos esta tosca exposición, suplicando que S.E. nos haga justicia, y no tenga este paso el carácter de temerario, pues no ha precedido estrépito alguno, y además ésta pasó anticipado a la llegada del actual Prefecto y los tres comisionados representantes, que se han nombrado para exigir nuestra reincorporación a Bolivia, y pedir lo demás que convenga. Es cuanto por ahora nos ocurre poner en noticia del Ministro de la Guerra, y de S.E. el Presidente, remitiéndonos en los demás actos precedentes a las actas celebradas, que van en copia legalizada.- Tarija, 28 de Agosto de 1826. (Fdo.) Bernardo Trigo, Gavino Ibáñez, José María Aguirre, José Fernando Aguirre, Agustín de Mendieta, Eustaquio Méndez, Juan Ramón Ruyloba, Manuel José Aráoz”.
El anterior documento demuestra la triste situación por la que atravesaban Tarija y sus hombres, aquellos que habían puesto al servicio de Bolivia todas sus energías y actividades, sin ser escuchados ni atendidos en forma alguna...
Téngase en cuenta que dos meses antes de aquella presentación Méndez se dirigió al “Teniente Político y Militar”, que gobernaba Tarija bajo el dominio del Río de La Plata, enunciando con modestia sus merecimientos y anunciando su retiro del Ejército. Allí se refleja el dolor del hombre en su más expresiva verdad, sin poder comprender actitudes egoístas y menos la razón para negar a Tarija el derecho de ser boliviana. Creyó entonces que había llegado para él la hora de retirarse a la vida privada. El mencionado escrito al gobernador dice:
“El Coronel José Eustaquio Méndez, ante V. parezco y digo:
Que llevado de los sentimiento de un corazón amador de la Patria, desde que nació el sistema de su emancipación, tuve la gloria de entrar en la empresa de formar la valerosa legión de gauchos de San Lorenzo, que por todas partes buscan a los enemigos: batirlos, derrotarlos y ponerlos en fuga, atropellándolos hasta sus cuarteles; forzar sus murallas; entrar en la plaza, llenándola de muertos y sacando prisioneros; hacerles sentir el peso de la espada de los americanos de honor, que no los arredran las dificultades y peligros.- Todo Tarija vio el espectáculo, y el mundo no lo ignora: que aunque yo salí con vida, quedó vertida mi sangre en la muerte de mi sobrino. No era ella la que me había de acobardar de llevar adelante la misión. Los pasos de los Ciucos eran los míos, aunque en cuadruplicado trabajo. Ellos componían una vanguardia pertrechada de armamento, municiones y oficiales, y yo con mis gauchos éramos un puñado, sin dinero, sin auxilio, y sin más armamento que de nuestros esforzados brazos, quitaban al enemigo únicas especies que traían al campo: pero en el encontrando la mies en mi casa, la incendiaron, después de saquear más de cinco mil pesos en los ganados y muebles que se llevaron. Más, para mi acalorado entusiasmo, todo era menos que el objeto de la libertad que buscaba: enjugaba las lágrimas de mis parientes y padres cargados de una edad septuagenaria (soterrados en las cuevas) y corría tras de los enemigos; atropellando a los que con timbales, publicaban bandos contra la Patria, y mi espada escarmentó a los que iban a reducir a cenizas al pueblo de San Lorenzo. Acciones que me recabaron el cariño con que el Excelentísimo General Belgrano, me mandó en obsequio una espada y un uniforme. Yo no querría hacer recuerdo de mis arrojos y glorias ni de los servicios pecuniarios que hice. Pero mi honor sindicado por la negra envidia de los Patriotas Flamantes, me exige decir a Ud. que Méndez viéndose gravemente herido con una bala en el pecho atravesado de lanzas, sin armas, sin municiones, sin auxilio, sin recursos, pobre y a la barba del enemigo, capituló. Pero ¿qué capitulación?. La más honrosa a la Patria y al partido de su comando.- Ved aquí el testimonio de los quilates de sus tareas militares, con que para hacer una buena paz, fue menester una buena guerra, como decía un sabio Emperador. Así mis desvelos, mis fatigas, mis sudores, mi sangre vertida y heridas que llevo en mi cuerpo, dieron la vida civil a medio Tarija, por quien poco es mi vida misma. Servicios que han merecido los elogios y aprecios del Excelentísimo Sr. Libertador, cuando tuvo la benignidad de despacharme el título de Coronel de las Milicias: documento que para mí y para mis hijos será una ejecutoria y timbre de honor; pero por decirme V. lo pido al Exmo. Sr. General de nuestra provincia, he testimoniado mi obediencia entregándolo. Cuando yo creía que mis sacrificios por la Patria, fuesen el descanso de mi edad mayor, antes de llegar a ella, veo mi buen nombre anublado; mi persona rebajada, y retozar a mis enemigos sobre mis méritos, porque en la última estación de la guerra, no aceleré con imprudencia el grito en compañía de la atolondrada plebe, que nunca tuvo más consistencia que la veleta de una torre. Yo bien sabía cuándo había de correr el velo de mi corazón, pero se me juzga por la opinión de un grupo, en cuya atención menos sensible me será soterrarme relevado del servicio en una casa de campo que el que se desconfíe de mi persona. Por tanto, A.V. pido y suplico, que con una pensión para mantenerme con mi familia, se me dé mi retiro, por ser de Justicia.- Tarija 8 de junio de 1826.- (Fdo.) J. Estq. Méndez”.
Después vino la negra ingratitud; y el heroico guerrillero de la independencia se retiró a sus propiedades de Carachimayo. Allí vivía pobre y solo, reteniendo el cargo honorífico de Comandante del 3er. Regimiento de la Guardia Nacional, en cuya condición recibió la siguiente orden del Gobernador de Tarija, don Manuel Dorado:
“Tarija, 4 de diciembre de 1837.- Señor Coronel:- Impuesto de su nota fechada ayer y el parte remitido por el Capitán Murillo, que Ud. me adjunta, debo decirle que el citado capitán debe continuar con la comisión que se le tiene encargada, alternando las guardias o espías en los caminos aparentes, para que no se perjudiquen los individuos que las componen; haciendo Ud. se observe lo prevenido en mi anterior comunicación, mientras se dé la contra-orden, que deberá ser muy pronto.- Dios gua. a Ud. (Fdo.) MI. Dorado”.
La contestación no se dejó esperar y una vez más revela la entereza de Méndez: “No conozco -le dice- que estemos en guerra con nadie para perjudicar a la gente con reclutas. No he mandado los espías porque están las gentes de labranza; y yo no seré verdugo de mis pagos”.
Lo que nunca negó “El Moto” fue sus servicios a la Patria. Estando en sus haciendas, el año 1838 fue llamado por el Comandante General para colaborar en la organización de efectivos militares que debían incorporarse a las fuerzas del Mariscal Santa Cruz, que libraban la campaña del Perú.
Sobrevino la incursión de fuerzas argentinas para reconquistar a Tarija, a órdenes del Gral. Gregorio Paz. La batalla de Montenegro definió posiciones (3). El Moto actúo como Coronel de la Guardia Nacional, mereciendo la distinción de “Miembro de la Legión de Honor” y con derecho de usar “un escudo de paño celeste de figura ovalada, con la inscripción de “Vencedor de Montenegro” bordada en oro”, como lo dice la Orden General de 30 de junio de 1838.
También ostentaba la condecoración de “Vencedor de Iruya”, batalla donde combatieron “uno contra tres”.
Cumplidos esos deberes para con Bolivia, Méndez nuevamente se retiró a sus propiedades de Canasmoro, consagrándose a cultivar la tierra.
Pero la penetración al territorio nacional de las fuerzas peruanas (1841), comandadas por el Gral. Gamarra -el implacable enemigo de Bolivia-, obligaron a El Moto salir de su retiro y tomar los efectivos de la Guardia Nacional, marchando con su Regimiento a ponerse a órdenes del Presidente Ballivián.
Eustaquio Méndez era un hombre corpulento, enjuto y lleno de vida. El acento de su voz marcado y ronco le daba mayor apostura. De carácter franco, noble, sincero, amigo de sus amigos. Generoso con el vencido. Estricto y exigente en los deberes militares.
El Dr. d’Arlach relaciona un episodio que fisonomiza la nobleza del corazón de Méndez. Dice que en las primeras correrías contra los realistas, El Moto fue puesto en rigurosa prisión y se le remachó una barra de grillos. Pasaron los meses, y la miseria lo abatió en la cárcel; y lo abatió profundamente. Don Vicente Ichazo, era hombre rico de la Villa y muy conocido como partidario de la monarquía. Un día, fue al Cabildo y el Alcaide se acercó a contarle las miserias del preso. Don Vicente, le alcanzó un peso fuerte. Méndez recibió la caridad con profundo respeto. Años más tarde, don Vicente tuvo que emigrar a la Argentina, cuando Tarija declaró su incorporación a Bolivia. Méndez pasaba por el río San Juan con sus hombres que regresaban de la campaña del sur. La tropa hambrienta, requisó las viviendas y dio con don Vicente, que había estado de paso a Yavi. Lo apresaron y le quitaron sus “cargas”. El Moto, informado que fue, ordenó ponérselo en libertad y entregarle lo quitado indebidamente. Cuando don Vicente se acercó a expresarle su reconocimiento, le respondió: “No olvido nunca cuando Ud. me protegió en la Cárcel. Nada tema, porque Méndez jamás sabe olvidar un favor”.
Después de esta campaña estuvo muy enfermo. Se retiró a sus haciendas de Carachimayo. Su salud quebrantada, la fatiga de la campaña y la aflictiva situación económica por la que atravesaba lo deprimieron profundamente y creyó de su deber de católico variar de vida y dignificar su hogar. Llamó a su concubina y le ordenó requerir al sacerdote, pues era su deseo casarse. Así lo hizo, declarando que en esa forma legalizaba a sus hijos; y como se sentía tan enfermo, le dijo: “Voy a morir tranquilo. He cumplido mi deber con la Patria y con mis hijos. Te pido María que te portes bien; sé siempre buena mujer y buena madre.”
Corría el año 1849. Méndez tenía 65 años. Conservaba el vigor de su corpulenta organización. Era partidario apasionado del caudillo criollo don Manuel Isidoro Belzu. Desempeñaba la Prefectura de Tarija don Pedro Gonzáles y la Comandancia General el Coronel Gandarillas. En la frontera argentina los desterrados políticos tenían su cuartel general. Los presidía el Gral. José Miguel de Velasco. Allí organizaron una fuerza militar para derrocar al “tirano”. Se contaba entre los jefes de esas unidades al Gral. Sebastián Agreda y al Cnl. José Rosendi. Las autoridades de Tarija al tener conocimiento del avance de las tropas revolucionarias abandonaron la plaza, por carecer de elementos suficientes para contrarrestar el ataque. Méndez reunió sus gauchos para defender a Belzu. Los revolucionarios ocuparon sin resistencia la ciudad, dirigiéndose con un pelotón de hombres a San Lorenzo para destruir las fuerzas de El Moto. Se produjo el encuentro. El parte oficial, dice:
“República Boliviana.- E.M. General del Ejército.- Cuartel General en San Lorenzo, a 1o. de mayo de 1849.- Al Señor Secretario General de S.E. el Presidente de la República.- SS.G.- Después de seis días de esforzadas marchas, ocupó el día de ayer la División de Operaciones del Ejército Nacional la Capital de Tarija.- Con noticia de que los rebeldes al mando del caudillo Eustaquio Méndez se hallaban en el Cantón de San Lorenzo, continuó su marcha con el objeto de destruirlos.- A las cinco y media de la tarde los encontramos posesionados de las alturas de Santa Bárbara en el número de quinientos hombres de ambas armas.- Diez minutos fueron suficientes para destruirlos completamente.- Su infantería quedó toda prisionera, y la caballería cargada y perseguida por la nuestra, se dio a la fuga.- En la obstinada persecución que se le hizo, fue hecho prisionero con graves heridas el caudillo Méndez: Se cree que morirá S.E. el General en Jefe juzga que este acontecimiento afianzará para siempre la causa de la razón y proporcionará al Ejército Nacional un completo triunfo sobre todos los traidores.- Al participarle a V.G. de orden de S.E. el General en Jefe, con el fin de que se sirva elevarlo al conocimiento de S.E. el Presidente provisorio de la República me suscribo de V.G.- Atento Seguro Servidor. (Fdo.) S. Agreda”.
El parte anterior debe haber sido pasado inmediatamente después de la captura de El Moto, porque una vez que se pronunció la victoria a favor de las armas del Gral. Agreda, Méndez y unos pocos de sus fieles lograron fugar con rumbo a la ciudad de Tarija. El coronel Rosendi con un pelotón de soldados los acosaban. Aquellos llegaron a San Mateo (distante 5 kms.) y agotados se detuvieron, en el falso supuesto de estar muy lejos del enemigo y sin esperar que fuesen perseguidos, cuando una cerrada carga de fusilería los sorprendió, produciéndose la confusión Nada pudo la voz ronca y varonil del Jefe para contenerlos. Gritos, heridos, muertos... Todo un desastre. Méndez cerró las espuelas a su brioso caballo “lobuno” y avanzó por las blancas y polvorientas barrancas. Se lo seguía sañudamente, sin obtener que el legendario caudillo se rindiese. “Rosendi”, que se llamaba un valiente, quiso alcanzar la gloria de tomar al coronel Méndez -dice Domingo Paz- Avanzó solo. Don Eustaquio diestro en el sable y en el caballo dio vuelta al oír que le intimaba rendición. Contestó estas históricas palabras: “Que se rinda su abuela, carajo”. Le hizo una carga de sable, pero obligado nuevamente a emprender la fuga, lo alcanzó la bala de un disparo de pistola”. Así herido y sangrando fue conducido a la Cárcel y sometido a torturas. La bondad de las damas obtuvo que se mitigaran sus dolores. La ilustre señora Francisca Ruyloba de O’Connor (esposa del Gral. Burdett O’Connor) consiguió de las autoridades que se permitiese al héroe hacer sus disposiciones testamentarias y llevarle a su casa habitación para prestarle el cuidado que merecía un herido y gran servidor de la Patria.
Inmediatamente compareció el Notario don Agustín de Mendieta y se redactó el testamento, que es un hermoso documento de moral cívica y una enseñanza para las futuras generaciones:- “Hallándome preso y enfermo -dice- herido de bala, dicto mi testamento”. Y luego el texto, del que vamos a consignar las cláusulas que consideramos de importancia histórica:
“Tercera: Declaro haber sido casado y velado en primeras nupcias con doña Salomé Ibarbol, y durante mi matrimonio hemos tenido nueve hijos legítimos, de los cuales cinco han muerto en su menor edad y sólo existen cuatro, llamados Leonor, Manuel, José y Gertrudes”
“Cuarta: Declaro ser casado y velado en segundas nupcias con doña María Estefanía Rojas y durante mi matrimonio no hemos tenido hijo alguno, pero antes de casarnos con la citada Rojas, tuvimos tres naturales, cuando mi viudez de la primera mujer, llamados José Manuel, Eulalia y Eliodoro; y estando casado con la primera mujer tuve en la María Estefanía tres hijos adulterinos, llamados Manuel Cruz, Ignacio y Paula”.
“Décima: Declaro no deber ni poca ni mucha cantidad a persona alguna”.
El testamento finaliza con la siguiente declaración:
“A los que dicen que me deben, les perdono; y mando a mi albacea don Juan Cortez, no cobre ni ejecute, por ser gente que sirvió a mi Patria, y porque supieron dar su vida por seguirme, como guapos que luchamos por nuestros pagos. Muero sin aborrecer, sin haber quitado nada a nadie, y habiendo servido con mis animales que se acabaron en las milicias. No queda más que retazos de bienes, que serán partidos entre mis hijos por igual, y si alguno reclama o se queja, perderá todo. Quiero que me entierren con mi ropa overa, usada en el Montenegro, y al lado de mi madre en el panteón de San Lorenzo”.
Y los recuerdos de esas bellas lecciones de un alma que tuvo, en su momento, las rebeldías de la fiera salvaje, duermen olvidadas por los pueblos y archivadas por el peso de los años...
La tarde del 4 de mayo de 1849, el bravo coronel Eustaquio Méndez, El Moto, exhaló el último suspiro de vida. Cerró los ojos para descansar en la gloria.
La Convención Nacional de 1880, inspirada en las acciones de justicia póstuma, por Ley de 19 de octubre designó a la provincia de San Lorenzo, del Departamento de Tarija, con el nombre de Méndez.
La obra de este héroe la recordamos sólo en los actos de ostentación patriota. Se llega al extremo de que nadie sabe cuál es la tumba que guarda sus restos mortales. Algunos la señalan en un sitio perdido en el viejo cementerio de Tarija. Pero no hay nada cierto y efectivo. Corresponde a nuestras autoridades e instituciones levantar una información, dar con esas cenizas santificadas por el dolor y recogerlas.
Un recuerdo de amor para Méndez, como para todos aquellos que sirvieron y cayeron por la Patria. Que las generaciones vean, miren, sientan llenas de emoción, que se honra el recuerdo de nuestros héroes, que se venera sus cenizas, que se mantiene el culto y se cultiva espiritualmente la memoria de sus buenos hijos que, en días decisivos, supieron dar lo mejor que se tiene: la vida...
¡La gratitud es la flor de la superación moral!
(1) La casa denominada hoy “Casa Histórica del Cnl. Eustaquio Méndez es propiedad de la Universidad Boliviana “Juan Misael Saracho”
(2) “La Prensa”, Buenos Aires, 23 de agosto de 1936.
(3) Veáse “La Batalla de Montenegro”, en “Las Tejas de mi Techo”.
Extracto de la obra “Tarija y sus Valores Humanos”
de Bernardo Trigo.
HOMENAJE AL CLXVI ANIVERSARIO
DE LA BATALLA DE “LA TABLADA”
“Churquihuaico”, que queda en el mismo Cantón. Y siendo ya joven, con un pequeño capital que le dieron sus padres, se radicó en el pueblito de San Lorenzo, donde personalmente trabajó una casa, que está en la esquina de la actuales calles “Gral. Ávila y “Sucre”, a diez o doce metros de la plaza principal. Esa casa, que es de dos cuerpos, con un balcón colonial, hoy es de propiedad de doña Lindaura Molina(1), que la tiene por sucesión hereditaria a su padre don Eliseo Molina que fue hijo de doña Leonor Méndez, hija de don Eustaquio.
En la parroquia de San Lorenzo, hoy capital de la Provincia Méndez, se encuentra la siguiente partida:
“En esta Iglesia y Beneficio de San Lorenzo y Valle de Tarija la Vieja, en veinte días del mes de septiembre de 1784 años, yo el Licenciado Doctor Joseph Mariano de Miranda, de licentia parrochi de este Beneficio, bauticé puse óleo y chrisma a Eustaquio, de un día, hijo legítimo de Juan Méndez y de María Arenas, españoles existentes en Canasmoro, de esta Doctrina. Fue padrino el señor Mro. Joseph de Aldana, que sabe las obligaciones de padrino, siendo testigo Santos Chauque, y para que conste lo firmo yo: Joseph Miranda”.
Su cuna fue de abolengo castellano. Hogar alejado de las mundanales pasiones, que estuvo consagrado a roturar la tierra para vivir a la sombra del amor, allá en las faldas vírgenes de los “tomatas”, donde se levantaron las trincheras contra los chiriguanos.
Su buena y cristiana madre, doña María, alternando con las faenas del campo llegó a enseñarle las primeras letras de la cartilla. Es por esto que muy joven se hizo el “jefe nato del paisanaje”, dirigiéndolo con su palabra, su consejo, su valor y su hombría de bien.
Perdió a su madre en los primeros años de su juventud. Nos lo demuestra el hecho de que Méndez, cuando se cortó la mano derecha, se quejó recordando a su “vieja” “que era tan buena y que nada le negaba”; y lo dicho corresponde a pocos años anteriores a 1810, fecha en la que nuestro biografiado iniciaba sus actividades guerreras en pro de la independencia. Después, estuvo en Humahuaca, Yavi, Orán, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, punto éste de donde regresó trayendo dos mulos “redomones”, uno para su padre y otro para su tío Fermín Arenas. Y cuenta la tradición de familia, que regresó a sus “pagos” después de tres años de haber estado fuera del hogar.
El Dr. Domingo Paz, en su interesante trabajo “Don Eustaquio Méndez”, antes citado, refuta victoriosamente al historiador Guzmán sobre la leyenda que perfila en su obra “Historia de Bolivia”, cuando dice que don Eustaquio “cayó prisionero en una refriega con los “Húsares”, en la que le cortaron la mano derecha; y que habiéndolo hecho curar, La Serna lo volvió a su casa con la condición de no alzar armas contra el Rey y de mantener quieta la gente de su parcialidad y que fue el gaucho fiel a su palabra por toda su vida”. La falsedad de la información lo prueba la acción de Méndez de toda la larga trayectoria de la guerra de la independencia, mereciendo que el Libertador Simón Bolívar, después de la batalla de Ayacucho, le escriba una carta “adjuntándole el despacho de Coronel efectivo”.
Otro hecho de importancia, y que justifica nuestros asertos, es el regalo de una espada que le hizo el General Manuel Belgrano, la que conservan sus familiares con religioso respeto.
Según el doctor d’Arlach, que tuvo motivos para conocer la verdad por haber estado Méndez en su casa protegido por su abuela la señora Francisca Ruyloba de O’Connor y haber oído la relación verídica que le hizo esta buena señora, se llega a la misma conclusión. Concuasan las notas biográficas de Luis y Domingo Paz, originadas en informaciones recogidas personalmente de viejos vecinos de Canasmoro y San Lorenzo. Y, finalmente, la queja que contiene una disposición testamentaria de don Eustaquio, cuando dice: “Yo que comencé mis mocedades desgraciándome con mi mano derecha y que ingresé a defender la independencia de mi Patria”. Por todo eso creemos que la verdad histórica es la siguiente:
Eustaquio, era un apuesto muchacho, payador y señor de la jarana; y un día cualquiera bebió con exceso y jugó la “taba”, que era su deleite, perdiendo alguna suma de pesos. Fue a su casa a traer dinero. Su padre se lo negó y trató de retenerlo, lo que motivó profundo disgusto en el joven, alegando quedar mal con sus amigos. Frases más y tomó el lazo para coger a su brioso caballo “tordillo”. El padre le salió al frente. El mozo protestó, y con la mano derecha puesta en el pecho del anciano; lo rechazó Don Juan, cayó al suelo, denunciando: “Mi hijo me ha pegado”. ¿Fue verdad?. No queremos creerlo. Suponemos que se abrió paso con alguna violencia solamente. Continuó su camino, rumbo al “potrero”. Gaucho matrero para manejar el lazo, dio con el cogote del “bruto”, que partió en precipitada fuga, arrastrando al “diestro”, que tenía envuelto el lazo en la mano derecha, cual es de usanza en los “campeadores”. “El lazo se enredó en el brazo de Méndez, que fue arrastrado hasta casi arrancarle la mano derecha que, al desenredarse de la cuerda, quedó unida al brazo sólo por una tira ensangrentada de la piel. Entonces Méndez, con una serenidad imperturbable y en presencia de las personas que acudieron a su auxilio, con la mano izquierda sacó de su cintura el aguzado puñal, y cortando con él su mano derecha, la arrojó al campo, exclamando con un acento de tristeza mezclada de cólera: “Lejos de mí, mano que empujaste a mi venerable padre...” (d’Arlach).
Desde entonces Eustaquio Méndez fue “El Moto”; y con ese sobrenombre es conocido y distinguido en su larga carrera de guerrillero.
Producidos los movimientos revolucionarios de la independencia, en Chuquisaca y Buenos Aires, los pueblos, villas y aldeas se plegaron a ellos con entusiasmo y ardiente patriotismo. La junta provisional gubernativa de las Provincias del Río de La Plata fue reconocida por Tarija en fecha 25 de junio de 1810 (2). Méndez, el gaucho de la copla y la taba de Canasmoro, se incorporó al movimiento. “Desde entonces -dice un cronista- el vecindario de Tarija vivía en continua agitación, a causa de entradas alternativas en la plaza de fuerzas realas y patriotas. Cuando penetraban las del Rey, tenían que huir a los campos y ocultarse en lugares seguros, durmiendo muchas noches en los techos de sus casas y viéndose obligados, más de una vez, a salir de ellas dejándolas entregadas al furor de los enemigos, que las saqueaban y cometían todos los delitos que son y han sido siempre el sangriento cortejo de las convulsiones armadas”.
Méndez, desde el primer momento se puso al servicio de la independencia. Organizó a sus gauchos; disciplinó a sus efectivos; asaltó posiciones; defendió “partidos” y presentó combate en toda la larga trayectoria de la guerra de los quince años. Llegó a tal grado la organización de sus fuerzas que formó las “divisiones fronterizas”, que tenían su dependencia de los efectivos del Gral. Belgrano. La previsión del caudillo tocó los extremos del detalle. En San Lorenzo formó una unidad auxiliar, con el Cap. Pedro Tejada, el Tte. Juan José Vallejos y el Alférez José Perales, bajo el comando de don Ramón Cabrera, encargada de vigilar los caminos y proveer de víveres.
El 20 de enero de 1812, el Gral. Balcarce envió a Tarija al guerrillero Güemes, con la misión de obtener ganado para el Ejército. Se reunió una tropa de 300 caballos. La partida salió custodiada por los efectivos del Moto Méndez. En Chocloca fueron sorprendidos por el regimiento realista “Fernando 7o”. La refriega fue dura. Murió el capitán Doloberri. Uriondo y Méndez merecieron de Belgrano cita de honor. Al poco tiempo Méndez pasó con las fuerzas que comandaba el Sgto. Mayor Pedro Antonio Flores, a Tucumán, donde se libró la batalla del 24 de septiembre de 1812. Se constató que de 800 hombres que partieron en la unidad, regresaron sólo 427. En esta acción de armas los batallones realistas “Paura” y “Fernando 7o” fueron destrozados. El Sgto. Mayor Flores procedió a reorganizar sus filas. Y con los efectivos de Méndez se sumó a 1.000 hombres, que marcharon a Salta el 19 de marzo de 1813.
El combate que tuvo lugar en el paraje llamado “Las Colinas” y que hoy es conocido por “Las Lomas Patriotas”, que queda a dos kilómetros del pueblo de San Lorenzo, hacia el norte fue una de las acciones de Méndez que tuvo mayor repercusión en los comandos del Ejército Auxiliar.
Güemes suponía a Tarija bajo el dominio de los patriotas y mandó al Cmdte. Flores a hostigar a los realistas e impedir el avance a Tupiza, Suipacha y Yavi. Al aproximarse estas fuerzas, los realistas creyeron, a su vez, que avanzaba una División, por lo que desocuparon rápidamente la ciudad, sin mayores detalles. Tomaron rumbo al norte, donde Méndez los acometió con hombría, logrando diseminarlos.
Los movimientos de los guerrilleros tarijeños se extendían sobre la línea del río San Juan, donde supieron de la aproximación del Gral. Olañeta, con una fuerza muy superior. Los patriotas optaron por retroceder, llegando a los valles de Concepción, perseguidos por el Cnl. Melchor José de Levín, que allí les dio alcance, ocasionándoles ingentes bajas. En esa acción de armas, Méndez recibió una herida de lanza.
El siempre valiente guerrillero, reaccionó pronto. Reorganizó sus cuadros y nuevamente estuvo en campaña. Comenzó por privar a los realistas de toda comunicación con el partido de San Lorenzo, que era el granero de las tropas. El 15 de noviembre de 1816, Uriondo se dirigió a Güemes diciéndole: “Todo está cortado, y por todas partes son batidos sin piedad. Méndez es el terror de los enemigos”.
La acción de Canasmoro, es otro episodio heroico de Méndez y su gente. Fueron destrozados por el enemigo, cubriendo el campo de batalla con cadáveres. Lavín, el feroz Lavín... hizo de sus maldades un día de gala. El historiador Cortez, dice sobre el particular: “Los vencedores entraron a Tarija, llevando en las colas de los caballos, las cabezas de los patriotas”.
Cuando el Virrey de Lima, La Serna, visitó Tarija (año 1816) se alojó en la casa que es hoy de don Justino López (calle “Gral. Bernardo Trigo”), que queda a media cuadra de la plaza “Luis de Fuentes”. La infantería real ocupó el Cabildo y la caballería la hacienda de San Luis (hoy propiedad de los herederos de don Domingo Paz). Los precios de plaza subieron enormemente; la carestía de la vida tocó extremos jamás supuestos. Entonces, los gauchos de Méndez sitiaron la ciudad y degollaron a cuatro españoles, que merodeaban por las afueras de la población. Los realistas atacaron para romper el cerco. Nada lograron. Murieron algunos soldados del Virrey. “Pasaron algunos días -dice d’Arlach- y la necesidad que tenía La Serna de regresar al interior se hacía cada día más imperiosa. Méndez se hallaba en apuros por no tener con qué socorrer a su tropa, que daba un extraordinario ejemplo de moralidad y honradez. Un soldado de Méndez no se atrevía jamás a tomar por la fuerza ni una naranja, falta que su Jefe habría castigado con la pena de muerte. Sabedor de este apuro, el Virrey le mandó una carta y dos talegos de onzas de oro de obsequio. Méndez le contestó en términos respetuosos rechazándole el obsequio, y le decía: “A Méndez, Excelentísimo señor, no se lo seduce con oro; él desprecia y ha despreciado siempre el dinero”. Mientras tanto el cerco seguía y la situación era imposible. La Serna, le envió un segundo emisario, “suplicándole le pida lo que quiera, a condición de suspender el cerco y dejar que le introduzcan víveres”. La contestación, se redujo: Alzar el cerco, siempre que se dicte un decreto suspendiendo para siempre “el tributo que los naturales del país, como todos los del resto del Perú, pagaban por concepto de indigenal”. La Serna, apremiado por la necesidad, tuvo que acceder a la imposición.
El 15 de abril de 1817 tuvo lugar la batalla de “La Tablada”. Méndez y sus gauchos lucían en ese combate el clásico uniforme “lacre”, formando bello combinado con el verde que llevaban las fuerzas de La Madrid.
En ese hecho de armas se llenaron de gloria las fuerzas “chapacas” que sobresalieron por su intrepidez y serenidad.
En Suipacha, las fuerzas de Méndez llegaron tan oportunamente que lograron cortar la unidad de los efectivos realistas. Combatieron con denuedo ostentando orgullosos el “parte” de combatientes.
Algo que hay que admirar en Méndez, es el dinamismo. Sus efectivos estaban en el alto de Carachimayo, tan luego como en las serranías de Salinas; en Yavi, Suipacha, Cotagaita, como en Yesera, Santa Ana y Chocloca. Son recorridos mayores de 60 leguas, sin caminos y sin más guía que la orientación, propia del campesino tarijeño.
En documento fechado el 22 de noviembre de 1818, Méndez fue felicitado por el Gral. Belgrano, por sus acciones de armas, enviándole de regalo un sable y un uniforme, que los usaba en los días de festividad religiosa.
Producida la victoria de Ayacucho, que definió la emancipación americana, Méndez ingresó a la ciudad de Tarija comandando sus fuerzas y plantó en la plaza mayor “el árbol simbólico de la Libertad”. Años después, ese árbol fue conocido como la hermosa “Ceiba de Méndez”.
Al poco tiempo que El Moto llegó a Tarija, recibió del Libertador Simón Bolívar una carta llena de afecto, adjuntándole el despacho de Coronel de Ejército de la República.
Satisfecho del deber cumplido, se retiró a sus “pagos”, llevando como recuerdo muchas heridas ocasionadas en las guerrillas y batallas por la independencia. La de lanza, que le infirieron las fuerzas de Lavín, no se le cerró en mucho tiempo. De la derrota en la batalla de Cuyambuyo, pudo escapar de sus perseguidores pasando cerros, montañas y desiertos poblados de fieras, a pesar de su mal estado de salud. Llamó al sacerdote de la parroquia don Joseph de los Reyes y, después de confesarse, le pidió lo desposara con la “prenda” de su vida. El día 21 de enero de 1825, se realizó el matrimonio con la moza de sus años juveniles, doña María Salomé Ibárbol, Vivió en feliz unión algunos años. La muerte lo privó de la compañera. Contrajo segundas nupcias con doña María Estefanía Rojas, que era una bella chapaca de Sella: rubia, alta, inteligente y atractiva.
Después de Ayacucho, se delineó perfectamente la organización del Alto Perú en república independiente. Tarija se dividió en dos bandos: uno bolivianista y otro fiel a los partidos unidos del Río de la Plata, El primero lo presidía don Bernardo Trigo; y, el segundo, el Dr. José Felipe Echazú. Don Eustaquio, se compactó con Trigo, de quien era compadre espiritual. Por esto es que encontramos a Méndez en los movimientos del 6 de junio, 26 de agosto, 7 de septiembre y 17 de octubre del veintiséis. En la exposición de motivos de los sucesos de agosto, resaltan hechos de tal magnitud, que nos revelan de todo comentario. Dice así:
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“Exposición del suceso de Tarija, en la nueva reincorporación de esta provincia a la República de Bolivia, practicada el día 26 de agosto de 1826, dirigida al Ministro de la Guerra.- El día 26 del presente mes, fue aprehendido el coronel D. Eustaquio Méndez, y tratada su persona del modo más cruel, y se le conducía a la provincia de Salta por órdenes del Teniente Gobernador Dr. Gordaliza, sin hacerle saber las causas de su prisión; en seguida fue mandado prender el coronel D. Gavino Ibáñez, y conducido del punto de San Lorenzo, hasta la habitación de dicho Gordaliza, quien le intimó orden para que también marchase a la misma Capital de Salta, y resistió, pidiendo su causa para marchar con ella, lo que le contestó dicho Gordaliza, que lo había hecho traer preso porque desde que llegó a ésta, con los papeles públicos y decreto del Soberano Congreso de Bolivia, se había puesto la provincia en agitación; y le repuso Ibáñez, que los papeles públicos eran para que todo el mundo los viese, con lo cual lo dejó y se regresó para San Lorenzo y a la legua de camino se encontró con el Comandante Cabero, quien le dio noticia que en San Lorenzo había una convulsión con el objeto de quitar los presos; con cuyo motivo retrogradó Ibáñez con Cabero, a poner en noticia al jefe este resultado. Inmediatamente fue llamado por el gobierno el coronel D. Bernardo Trigo y el indicado Ibáñez, y fueron mandados a contener los hombres que reunidos venían a la Villa. Se verificó el encuentro de los gauchos a quienes hechas las reflexiones por los comisionados no pedían otra cosa que la libertad del Coronel Méndez, con lo que se hizo saber al jefe esto mismo, quien prometió que siempre que se entregasen las armas, daría orden para que le den alcance a Méndez, y le devuelvan y después de entregadas las armas faltó Gordaliza a su compromiso. En este estado fue necesario tomar otro arbitrio para la devolución, que fue el que el coronel Trigo lo afiance con su persona y bienes, con cuyo motivo se consiguió apenas la orden del regreso del preso Méndez, quien se hallaba a distancia de diez leguas de la Villa, en marcha. Se le desataron las fuertes ligaduras de los brazos y el sincho de cuero fresco a la cintura. Regresó Méndez a casa del Gobernador, quien se encerró con él sin permitir que nadie entrase a verlo, y ordenándole después de comprometerlo a que ayudase a llevar los reclutas a Salta, a que se prestó Méndez en ese momento, y le intimó que fuese a aprestarse para su marcha, sin permitirle que hablase con persona alguna en esta Villa, como así sucedió y sólo pudo, de los extramuros del pueblo, mandarle llamar al Coronel Trigo, quien fue inmediatamente y con él principió la combinación del suceso, de resultas de haberle asegurado Méndez, que uno de los crímenes que motivaron la causa de su prisión, según le dijo Gordaliza, era el que Méndez hubiese venido a casa de Trigo, días antes a hablar con él. Asimismo le aseguró Méndez que si no salían pronto de la Villa correrían la misma suerte de él, pues iban a prender a dicho Gral. Trigo, a D. Gavino Ibáñez, D. José María Aguirre, D, Fernando Aguirre, D. Manuel Leaplaza y otros más; con éste se congregaron dicho Trigo, Ibáñez, José M. Aguirre, D. Fernando, D. Manuel José Aráoz, D. Agustín Mendieta y el Presbítero D. Juan José Mendieta y D. Manuel Leaplaza, con quienes combinaron un plan de seguridad, y no encontrando otro que el de quitar los infelices reclutas, y la autoridad puesta por Salta y el Estado Argentino, que tenían sofocada la provincia y su voto general excepción de 8 ó 10 hombres aturdidos y aspirantes, se tomó la medida de cargar esta plaza con 150 hombres desarmados, y poner en libertad la leva cruel que habían practicado sin excepción de casados, viudos con hijos, etc., y aseguran nuestras personas y bienes atacados, ya por sola nuestra opinión de pertenecer a Bolivia.- Parecen increíbles las medidas tan tirantes que se habían adoptado para la remisión de los reclutas, pues se han recogido dos cargas de cinchones de cuero fresco con que iban a ser ligados cada dos hombres, cuyos hechos nos han puesto en la dura precisión de dar este paso anticipado a los que S.E. el Presidente de la República daría según se lo ordena el Soberano Congreso, en cuya virtud hacemos esta tosca exposición, suplicando que S.E. nos haga justicia, y no tenga este paso el carácter de temerario, pues no ha precedido estrépito alguno, y además ésta pasó anticipado a la llegada del actual Prefecto y los tres comisionados representantes, que se han nombrado para exigir nuestra reincorporación a Bolivia, y pedir lo demás que convenga. Es cuanto por ahora nos ocurre poner en noticia del Ministro de la Guerra, y de S.E. el Presidente, remitiéndonos en los demás actos precedentes a las actas celebradas, que van en copia legalizada.- Tarija, 28 de Agosto de 1826. (Fdo.) Bernardo Trigo, Gavino Ibáñez, José María Aguirre, José Fernando Aguirre, Agustín de Mendieta, Eustaquio Méndez, Juan Ramón Ruyloba, Manuel José Aráoz”.
El anterior documento demuestra la triste situación por la que atravesaban Tarija y sus hombres, aquellos que habían puesto al servicio de Bolivia todas sus energías y actividades, sin ser escuchados ni atendidos en forma alguna...
Téngase en cuenta que dos meses antes de aquella presentación Méndez se dirigió al “Teniente Político y Militar”, que gobernaba Tarija bajo el dominio del Río de La Plata, enunciando con modestia sus merecimientos y anunciando su retiro del Ejército. Allí se refleja el dolor del hombre en su más expresiva verdad, sin poder comprender actitudes egoístas y menos la razón para negar a Tarija el derecho de ser boliviana. Creyó entonces que había llegado para él la hora de retirarse a la vida privada. El mencionado escrito al gobernador dice:
“El Coronel José Eustaquio Méndez, ante V. parezco y digo:
Que llevado de los sentimiento de un corazón amador de la Patria, desde que nació el sistema de su emancipación, tuve la gloria de entrar en la empresa de formar la valerosa legión de gauchos de San Lorenzo, que por todas partes buscan a los enemigos: batirlos, derrotarlos y ponerlos en fuga, atropellándolos hasta sus cuarteles; forzar sus murallas; entrar en la plaza, llenándola de muertos y sacando prisioneros; hacerles sentir el peso de la espada de los americanos de honor, que no los arredran las dificultades y peligros.- Todo Tarija vio el espectáculo, y el mundo no lo ignora: que aunque yo salí con vida, quedó vertida mi sangre en la muerte de mi sobrino. No era ella la que me había de acobardar de llevar adelante la misión. Los pasos de los Ciucos eran los míos, aunque en cuadruplicado trabajo. Ellos componían una vanguardia pertrechada de armamento, municiones y oficiales, y yo con mis gauchos éramos un puñado, sin dinero, sin auxilio, y sin más armamento que de nuestros esforzados brazos, quitaban al enemigo únicas especies que traían al campo: pero en el encontrando la mies en mi casa, la incendiaron, después de saquear más de cinco mil pesos en los ganados y muebles que se llevaron. Más, para mi acalorado entusiasmo, todo era menos que el objeto de la libertad que buscaba: enjugaba las lágrimas de mis parientes y padres cargados de una edad septuagenaria (soterrados en las cuevas) y corría tras de los enemigos; atropellando a los que con timbales, publicaban bandos contra la Patria, y mi espada escarmentó a los que iban a reducir a cenizas al pueblo de San Lorenzo. Acciones que me recabaron el cariño con que el Excelentísimo General Belgrano, me mandó en obsequio una espada y un uniforme. Yo no querría hacer recuerdo de mis arrojos y glorias ni de los servicios pecuniarios que hice. Pero mi honor sindicado por la negra envidia de los Patriotas Flamantes, me exige decir a Ud. que Méndez viéndose gravemente herido con una bala en el pecho atravesado de lanzas, sin armas, sin municiones, sin auxilio, sin recursos, pobre y a la barba del enemigo, capituló. Pero ¿qué capitulación?. La más honrosa a la Patria y al partido de su comando.- Ved aquí el testimonio de los quilates de sus tareas militares, con que para hacer una buena paz, fue menester una buena guerra, como decía un sabio Emperador. Así mis desvelos, mis fatigas, mis sudores, mi sangre vertida y heridas que llevo en mi cuerpo, dieron la vida civil a medio Tarija, por quien poco es mi vida misma. Servicios que han merecido los elogios y aprecios del Excelentísimo Sr. Libertador, cuando tuvo la benignidad de despacharme el título de Coronel de las Milicias: documento que para mí y para mis hijos será una ejecutoria y timbre de honor; pero por decirme V. lo pido al Exmo. Sr. General de nuestra provincia, he testimoniado mi obediencia entregándolo. Cuando yo creía que mis sacrificios por la Patria, fuesen el descanso de mi edad mayor, antes de llegar a ella, veo mi buen nombre anublado; mi persona rebajada, y retozar a mis enemigos sobre mis méritos, porque en la última estación de la guerra, no aceleré con imprudencia el grito en compañía de la atolondrada plebe, que nunca tuvo más consistencia que la veleta de una torre. Yo bien sabía cuándo había de correr el velo de mi corazón, pero se me juzga por la opinión de un grupo, en cuya atención menos sensible me será soterrarme relevado del servicio en una casa de campo que el que se desconfíe de mi persona. Por tanto, A.V. pido y suplico, que con una pensión para mantenerme con mi familia, se me dé mi retiro, por ser de Justicia.- Tarija 8 de junio de 1826.- (Fdo.) J. Estq. Méndez”.
Después vino la negra ingratitud; y el heroico guerrillero de la independencia se retiró a sus propiedades de Carachimayo. Allí vivía pobre y solo, reteniendo el cargo honorífico de Comandante del 3er. Regimiento de la Guardia Nacional, en cuya condición recibió la siguiente orden del Gobernador de Tarija, don Manuel Dorado:
“Tarija, 4 de diciembre de 1837.- Señor Coronel:- Impuesto de su nota fechada ayer y el parte remitido por el Capitán Murillo, que Ud. me adjunta, debo decirle que el citado capitán debe continuar con la comisión que se le tiene encargada, alternando las guardias o espías en los caminos aparentes, para que no se perjudiquen los individuos que las componen; haciendo Ud. se observe lo prevenido en mi anterior comunicación, mientras se dé la contra-orden, que deberá ser muy pronto.- Dios gua. a Ud. (Fdo.) MI. Dorado”.
La contestación no se dejó esperar y una vez más revela la entereza de Méndez: “No conozco -le dice- que estemos en guerra con nadie para perjudicar a la gente con reclutas. No he mandado los espías porque están las gentes de labranza; y yo no seré verdugo de mis pagos”.
Lo que nunca negó “El Moto” fue sus servicios a la Patria. Estando en sus haciendas, el año 1838 fue llamado por el Comandante General para colaborar en la organización de efectivos militares que debían incorporarse a las fuerzas del Mariscal Santa Cruz, que libraban la campaña del Perú.
Sobrevino la incursión de fuerzas argentinas para reconquistar a Tarija, a órdenes del Gral. Gregorio Paz. La batalla de Montenegro definió posiciones (3). El Moto actúo como Coronel de la Guardia Nacional, mereciendo la distinción de “Miembro de la Legión de Honor” y con derecho de usar “un escudo de paño celeste de figura ovalada, con la inscripción de “Vencedor de Montenegro” bordada en oro”, como lo dice la Orden General de 30 de junio de 1838.
También ostentaba la condecoración de “Vencedor de Iruya”, batalla donde combatieron “uno contra tres”.
Cumplidos esos deberes para con Bolivia, Méndez nuevamente se retiró a sus propiedades de Canasmoro, consagrándose a cultivar la tierra.
Pero la penetración al territorio nacional de las fuerzas peruanas (1841), comandadas por el Gral. Gamarra -el implacable enemigo de Bolivia-, obligaron a El Moto salir de su retiro y tomar los efectivos de la Guardia Nacional, marchando con su Regimiento a ponerse a órdenes del Presidente Ballivián.
Eustaquio Méndez era un hombre corpulento, enjuto y lleno de vida. El acento de su voz marcado y ronco le daba mayor apostura. De carácter franco, noble, sincero, amigo de sus amigos. Generoso con el vencido. Estricto y exigente en los deberes militares.
El Dr. d’Arlach relaciona un episodio que fisonomiza la nobleza del corazón de Méndez. Dice que en las primeras correrías contra los realistas, El Moto fue puesto en rigurosa prisión y se le remachó una barra de grillos. Pasaron los meses, y la miseria lo abatió en la cárcel; y lo abatió profundamente. Don Vicente Ichazo, era hombre rico de la Villa y muy conocido como partidario de la monarquía. Un día, fue al Cabildo y el Alcaide se acercó a contarle las miserias del preso. Don Vicente, le alcanzó un peso fuerte. Méndez recibió la caridad con profundo respeto. Años más tarde, don Vicente tuvo que emigrar a la Argentina, cuando Tarija declaró su incorporación a Bolivia. Méndez pasaba por el río San Juan con sus hombres que regresaban de la campaña del sur. La tropa hambrienta, requisó las viviendas y dio con don Vicente, que había estado de paso a Yavi. Lo apresaron y le quitaron sus “cargas”. El Moto, informado que fue, ordenó ponérselo en libertad y entregarle lo quitado indebidamente. Cuando don Vicente se acercó a expresarle su reconocimiento, le respondió: “No olvido nunca cuando Ud. me protegió en la Cárcel. Nada tema, porque Méndez jamás sabe olvidar un favor”.
Después de esta campaña estuvo muy enfermo. Se retiró a sus haciendas de Carachimayo. Su salud quebrantada, la fatiga de la campaña y la aflictiva situación económica por la que atravesaba lo deprimieron profundamente y creyó de su deber de católico variar de vida y dignificar su hogar. Llamó a su concubina y le ordenó requerir al sacerdote, pues era su deseo casarse. Así lo hizo, declarando que en esa forma legalizaba a sus hijos; y como se sentía tan enfermo, le dijo: “Voy a morir tranquilo. He cumplido mi deber con la Patria y con mis hijos. Te pido María que te portes bien; sé siempre buena mujer y buena madre.”
Corría el año 1849. Méndez tenía 65 años. Conservaba el vigor de su corpulenta organización. Era partidario apasionado del caudillo criollo don Manuel Isidoro Belzu. Desempeñaba la Prefectura de Tarija don Pedro Gonzáles y la Comandancia General el Coronel Gandarillas. En la frontera argentina los desterrados políticos tenían su cuartel general. Los presidía el Gral. José Miguel de Velasco. Allí organizaron una fuerza militar para derrocar al “tirano”. Se contaba entre los jefes de esas unidades al Gral. Sebastián Agreda y al Cnl. José Rosendi. Las autoridades de Tarija al tener conocimiento del avance de las tropas revolucionarias abandonaron la plaza, por carecer de elementos suficientes para contrarrestar el ataque. Méndez reunió sus gauchos para defender a Belzu. Los revolucionarios ocuparon sin resistencia la ciudad, dirigiéndose con un pelotón de hombres a San Lorenzo para destruir las fuerzas de El Moto. Se produjo el encuentro. El parte oficial, dice:
“República Boliviana.- E.M. General del Ejército.- Cuartel General en San Lorenzo, a 1o. de mayo de 1849.- Al Señor Secretario General de S.E. el Presidente de la República.- SS.G.- Después de seis días de esforzadas marchas, ocupó el día de ayer la División de Operaciones del Ejército Nacional la Capital de Tarija.- Con noticia de que los rebeldes al mando del caudillo Eustaquio Méndez se hallaban en el Cantón de San Lorenzo, continuó su marcha con el objeto de destruirlos.- A las cinco y media de la tarde los encontramos posesionados de las alturas de Santa Bárbara en el número de quinientos hombres de ambas armas.- Diez minutos fueron suficientes para destruirlos completamente.- Su infantería quedó toda prisionera, y la caballería cargada y perseguida por la nuestra, se dio a la fuga.- En la obstinada persecución que se le hizo, fue hecho prisionero con graves heridas el caudillo Méndez: Se cree que morirá S.E. el General en Jefe juzga que este acontecimiento afianzará para siempre la causa de la razón y proporcionará al Ejército Nacional un completo triunfo sobre todos los traidores.- Al participarle a V.G. de orden de S.E. el General en Jefe, con el fin de que se sirva elevarlo al conocimiento de S.E. el Presidente provisorio de la República me suscribo de V.G.- Atento Seguro Servidor. (Fdo.) S. Agreda”.
El parte anterior debe haber sido pasado inmediatamente después de la captura de El Moto, porque una vez que se pronunció la victoria a favor de las armas del Gral. Agreda, Méndez y unos pocos de sus fieles lograron fugar con rumbo a la ciudad de Tarija. El coronel Rosendi con un pelotón de soldados los acosaban. Aquellos llegaron a San Mateo (distante 5 kms.) y agotados se detuvieron, en el falso supuesto de estar muy lejos del enemigo y sin esperar que fuesen perseguidos, cuando una cerrada carga de fusilería los sorprendió, produciéndose la confusión Nada pudo la voz ronca y varonil del Jefe para contenerlos. Gritos, heridos, muertos... Todo un desastre. Méndez cerró las espuelas a su brioso caballo “lobuno” y avanzó por las blancas y polvorientas barrancas. Se lo seguía sañudamente, sin obtener que el legendario caudillo se rindiese. “Rosendi”, que se llamaba un valiente, quiso alcanzar la gloria de tomar al coronel Méndez -dice Domingo Paz- Avanzó solo. Don Eustaquio diestro en el sable y en el caballo dio vuelta al oír que le intimaba rendición. Contestó estas históricas palabras: “Que se rinda su abuela, carajo”. Le hizo una carga de sable, pero obligado nuevamente a emprender la fuga, lo alcanzó la bala de un disparo de pistola”. Así herido y sangrando fue conducido a la Cárcel y sometido a torturas. La bondad de las damas obtuvo que se mitigaran sus dolores. La ilustre señora Francisca Ruyloba de O’Connor (esposa del Gral. Burdett O’Connor) consiguió de las autoridades que se permitiese al héroe hacer sus disposiciones testamentarias y llevarle a su casa habitación para prestarle el cuidado que merecía un herido y gran servidor de la Patria.
Inmediatamente compareció el Notario don Agustín de Mendieta y se redactó el testamento, que es un hermoso documento de moral cívica y una enseñanza para las futuras generaciones:- “Hallándome preso y enfermo -dice- herido de bala, dicto mi testamento”. Y luego el texto, del que vamos a consignar las cláusulas que consideramos de importancia histórica:
“Tercera: Declaro haber sido casado y velado en primeras nupcias con doña Salomé Ibarbol, y durante mi matrimonio hemos tenido nueve hijos legítimos, de los cuales cinco han muerto en su menor edad y sólo existen cuatro, llamados Leonor, Manuel, José y Gertrudes”
“Cuarta: Declaro ser casado y velado en segundas nupcias con doña María Estefanía Rojas y durante mi matrimonio no hemos tenido hijo alguno, pero antes de casarnos con la citada Rojas, tuvimos tres naturales, cuando mi viudez de la primera mujer, llamados José Manuel, Eulalia y Eliodoro; y estando casado con la primera mujer tuve en la María Estefanía tres hijos adulterinos, llamados Manuel Cruz, Ignacio y Paula”.
“Décima: Declaro no deber ni poca ni mucha cantidad a persona alguna”.
El testamento finaliza con la siguiente declaración:
“A los que dicen que me deben, les perdono; y mando a mi albacea don Juan Cortez, no cobre ni ejecute, por ser gente que sirvió a mi Patria, y porque supieron dar su vida por seguirme, como guapos que luchamos por nuestros pagos. Muero sin aborrecer, sin haber quitado nada a nadie, y habiendo servido con mis animales que se acabaron en las milicias. No queda más que retazos de bienes, que serán partidos entre mis hijos por igual, y si alguno reclama o se queja, perderá todo. Quiero que me entierren con mi ropa overa, usada en el Montenegro, y al lado de mi madre en el panteón de San Lorenzo”.
Y los recuerdos de esas bellas lecciones de un alma que tuvo, en su momento, las rebeldías de la fiera salvaje, duermen olvidadas por los pueblos y archivadas por el peso de los años...
La tarde del 4 de mayo de 1849, el bravo coronel Eustaquio Méndez, El Moto, exhaló el último suspiro de vida. Cerró los ojos para descansar en la gloria.
La Convención Nacional de 1880, inspirada en las acciones de justicia póstuma, por Ley de 19 de octubre designó a la provincia de San Lorenzo, del Departamento de Tarija, con el nombre de Méndez.
La obra de este héroe la recordamos sólo en los actos de ostentación patriota. Se llega al extremo de que nadie sabe cuál es la tumba que guarda sus restos mortales. Algunos la señalan en un sitio perdido en el viejo cementerio de Tarija. Pero no hay nada cierto y efectivo. Corresponde a nuestras autoridades e instituciones levantar una información, dar con esas cenizas santificadas por el dolor y recogerlas.
Un recuerdo de amor para Méndez, como para todos aquellos que sirvieron y cayeron por la Patria. Que las generaciones vean, miren, sientan llenas de emoción, que se honra el recuerdo de nuestros héroes, que se venera sus cenizas, que se mantiene el culto y se cultiva espiritualmente la memoria de sus buenos hijos que, en días decisivos, supieron dar lo mejor que se tiene: la vida...
¡La gratitud es la flor de la superación moral!
(1) La casa denominada hoy “Casa Histórica del Cnl. Eustaquio Méndez es propiedad de la Universidad Boliviana “Juan Misael Saracho”
(2) “La Prensa”, Buenos Aires, 23 de agosto de 1936.
(3) Veáse “La Batalla de Montenegro”, en “Las Tejas de mi Techo”.
Extracto de la obra “Tarija y sus Valores Humanos”
de Bernardo Trigo.
HOMENAJE AL CLXVI ANIVERSARIO
DE LA BATALLA DE “LA TABLADA”