FELIPE PALAZON DELATRE
Lo tengo presente: Menudo y sin embargo grandioso. Su faz afilada, iluminada por una aureola de bondad "perceptible", imbuía serenidad, confianza, razonamiento, porque a todo le encontraba solución y en otros casos, reavivaba la fe, las esperanzas. Siempre presente donde se lo necesitaba con su...



Lo tengo presente: Menudo y sin embargo grandioso. Su faz afilada, iluminada por una aureola de bondad "perceptible", imbuía serenidad, confianza, razonamiento, porque a todo le encontraba solución y en otros casos, reavivaba la fe, las esperanzas. Siempre presente donde se lo necesitaba con su palabra de alivio, plena de sabiduría y consuelo. Su generosidad, desplegaba un gran respeto por todas las personas que se le aproximaban y sus oídos estaban atentos.
El año 1973, un año trascendental para el Colegio Humanístico Técnico "AVELINA RAÑA", el que estaba al borde de un colapso total, ya con orden de cierre, por la ausencia de alumnado, causado principalmente por intereses creados que no vale la pena recordarlos, que hicieron que las niñas asistentes a sus aulas, se desbandaran, tornándolo cada vez más, en agobiante abandono, inmerso en la soledad amarga, por la falta de apoyo, de orientación, cual un barco sin timón, vapuleado por las olas del mar embravecido todo era negativo. La autoridad Distrital de Educación de entonces, junto a algún personero del Ministerio de Educación que vino de La Paz, en lugar de dar pautas para recobrarlo, de hacer un verdadero trabajo de supervisión para conducirlo por el camino que era necesario para que retome el accionar correcto, no quería analizar cuáles eran las causas de esta devastación y poder ponerle remedio, ya que tratándose de un establecimiento educativo dentro de una comunidad en la que tanta falta hace abrir muchísimos más, con una aberración, ordenaron su cierre paulatino, empezando por el 1ro. y 2do. medio. A las pocas alumnas que quedaban en esos cursos, las subieron a una camioneta para reinscribirlas en otros colegios de la ciudad. Nunca olvidaré el llanto y la desesperación de las chiquillas, cuando en forma desgarradora las arrancaban de su querido colegio. Igualmente, a las maestras, las distribuyeron como ayudantes de las que muchas fueron sus alumnas, colocándolas en una situación de intrusas, para justificar anodinamente el pago de sus sueldos. Ninguna de las profesoras quería hacerse cargo de la Dirección, porque a la Directora titular, la invitaron a la jubilación y la situación era muy delicada. Todo el personal pidió que yo me encargara de ello, incluso la misma Directora me solicitó que la reemplazara hasta que salga su trámite jubilatorio. Todo ello fue una odisea. Llegó la Directora Nacional de Educación Técnica y prácticamente me obligó a quedarme.
Si bien es cierto que tenía alguna experiencia por el hecho de que me desenvolvía como Subdirectora ad Honorem en el Bachillerato Comercial y tenía a mi cargo la cátedra de Relaciones Humanas, pensaba que correctamente no era la persona indicada, yo no tenía derecho a ocupar esas funciones, como y lo manifestaba, además de ser un reto muy difícil. Fueron las circunstancias las que sin otra opción, me pusieron a la cabeza.
En el establecimiento, todo era incierto, triste. En momentos de no saber dónde llevar los ojos, como si nuestra ansiedad lo hubiera llamado, estuvo la maravillosa presencia del Hermano Felipe Palazón Delatre, que llevaba su apoyo, su condición de digno seguidor de Juan Bautista de La Salle, para ofrecernos su mano amiga, para darnos ánimo, fuerzas, consejo para seguir conduciendo una institución, que de no persistir, hubiera desaparecido.
Entonces, Él estaba allí con sus alumnos en una campaña de reforestación.
Cuando voy al Colegio AVELINA RAÑA, al rememorar esos momentos y contemplar el verdor de su entorno, siento su espíritu en el aroma de los preciosos pinos, los que como una demostración de solidaridad, junto con las pocas alumnas que quedaron: 6 en el 3ro. Medio y 5 en el 4to., los jóvenes del Colegio Antoniano La Salle que lo acompañaban, fueron los que los plantaron. Hoy, ese hermoso ornamento, simboliza para mí, el Apóstol Centinela de la Educación, al Ser que siempre supo dar de sí, porque fue la semblanza del amor y de la entrega, de la paciencia, de la comprensión, con la humildad propia de los grandes. Que Dios lo tenga en su Santo Reino.
El año 1973, un año trascendental para el Colegio Humanístico Técnico "AVELINA RAÑA", el que estaba al borde de un colapso total, ya con orden de cierre, por la ausencia de alumnado, causado principalmente por intereses creados que no vale la pena recordarlos, que hicieron que las niñas asistentes a sus aulas, se desbandaran, tornándolo cada vez más, en agobiante abandono, inmerso en la soledad amarga, por la falta de apoyo, de orientación, cual un barco sin timón, vapuleado por las olas del mar embravecido todo era negativo. La autoridad Distrital de Educación de entonces, junto a algún personero del Ministerio de Educación que vino de La Paz, en lugar de dar pautas para recobrarlo, de hacer un verdadero trabajo de supervisión para conducirlo por el camino que era necesario para que retome el accionar correcto, no quería analizar cuáles eran las causas de esta devastación y poder ponerle remedio, ya que tratándose de un establecimiento educativo dentro de una comunidad en la que tanta falta hace abrir muchísimos más, con una aberración, ordenaron su cierre paulatino, empezando por el 1ro. y 2do. medio. A las pocas alumnas que quedaban en esos cursos, las subieron a una camioneta para reinscribirlas en otros colegios de la ciudad. Nunca olvidaré el llanto y la desesperación de las chiquillas, cuando en forma desgarradora las arrancaban de su querido colegio. Igualmente, a las maestras, las distribuyeron como ayudantes de las que muchas fueron sus alumnas, colocándolas en una situación de intrusas, para justificar anodinamente el pago de sus sueldos. Ninguna de las profesoras quería hacerse cargo de la Dirección, porque a la Directora titular, la invitaron a la jubilación y la situación era muy delicada. Todo el personal pidió que yo me encargara de ello, incluso la misma Directora me solicitó que la reemplazara hasta que salga su trámite jubilatorio. Todo ello fue una odisea. Llegó la Directora Nacional de Educación Técnica y prácticamente me obligó a quedarme.
Si bien es cierto que tenía alguna experiencia por el hecho de que me desenvolvía como Subdirectora ad Honorem en el Bachillerato Comercial y tenía a mi cargo la cátedra de Relaciones Humanas, pensaba que correctamente no era la persona indicada, yo no tenía derecho a ocupar esas funciones, como y lo manifestaba, además de ser un reto muy difícil. Fueron las circunstancias las que sin otra opción, me pusieron a la cabeza.
En el establecimiento, todo era incierto, triste. En momentos de no saber dónde llevar los ojos, como si nuestra ansiedad lo hubiera llamado, estuvo la maravillosa presencia del Hermano Felipe Palazón Delatre, que llevaba su apoyo, su condición de digno seguidor de Juan Bautista de La Salle, para ofrecernos su mano amiga, para darnos ánimo, fuerzas, consejo para seguir conduciendo una institución, que de no persistir, hubiera desaparecido.
Entonces, Él estaba allí con sus alumnos en una campaña de reforestación.
Cuando voy al Colegio AVELINA RAÑA, al rememorar esos momentos y contemplar el verdor de su entorno, siento su espíritu en el aroma de los preciosos pinos, los que como una demostración de solidaridad, junto con las pocas alumnas que quedaron: 6 en el 3ro. Medio y 5 en el 4to., los jóvenes del Colegio Antoniano La Salle que lo acompañaban, fueron los que los plantaron. Hoy, ese hermoso ornamento, simboliza para mí, el Apóstol Centinela de la Educación, al Ser que siempre supo dar de sí, porque fue la semblanza del amor y de la entrega, de la paciencia, de la comprensión, con la humildad propia de los grandes. Que Dios lo tenga en su Santo Reino.