Tarija: El País cumple 33 años
Cantín: “El País crece y da dividendos: hay que sacudirse el pesimismo”
El director de El País analiza los principales desafíos del periodismo en la Bolivia de hoy tras un año en el que el diario ha repartido dividendos y ha duplicado su presencia en internet
El diario El País cumple este jueves 33 años de existencia, una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta todos los vericuetos del camino en cada una de esas décadas superadas. Referencia de la información de ida y vuelta en Tarija, el diario vive una especie de primavera post – pandémica donde se han abordado transformaciones clave que han servido para asentar los pilares del oficio y a partir de ahí, empezar una nueva etapa de crecimiento.
El País (EP).- 33 años no son pocos…
Jesús Cantín (JC).- No son pocos y menos en esta época en la que aparecen medios como hongos, especialmente en Tarija, donde la época de las “vacas gordas” dejó muy malas praxis en muchos campos, especialmente en el periodismo.
EP.- Cómo se lleva eso de ser el director del “medio tradicional” decano del departamento
JC.- Bueno para mí es un orgullo y una responsabilidad porque este diario que fundó Jimmy Borda y sostuvieron en tiempos complicados grandes como don Gastón y don Julio Vaca Guzmán en sus inicios, que suelen ser los años más tumultuosos, y Babel y Ricardo después, que pilotaron la modernización, se ha convertido en referencia para los tarijeños y ahora para el resto del país que quiere saber qué se está haciendo en Tarija y por aquí han pasado grandes periodistas y grandes directores que han contribuido precisamente a que el diario esté donde está y tenga la consideración que tiene.
Ahora, lo de “medio tradicional” es una especie de falacia muy repetida en algunos círculos del oficio que no se acomoda a la realidad pues este “medio tradicional” fue el primero en dar el salto a internet y a las redes y hoy por hoy es el que trabaja profesionalmente el formato digital, pues elpais.bo es la prioridad de toda la estructura del diario y hemos implementado no solo redes, sino newsletter, suscripciones y otras formas de crear contenido novedosas, así que si con "tradicional" nos quieren decir "viejitos" la verdad que están mal.
EP.- Son tiempos difíciles para el periodismo…
JC.- Lo son, pero siempre lo han sido. Este oficio siempre ha estado en crisis y salvo las grandes cabeceras internacionales como El País de Madrid, el New York Times, y otros similares que se sustentan por los aportes a pérdida de sus accionistas que necesitan medios de comunicación para salvaguardar determinados intereses, el resto siempre ha sobrevivido, unos con más dignidad que otros, pero básicamente han sobrevivido. En Bolivia nadie se ha hecho rico manejando diarios, algunos se han creído que sí y han acabado huyendo dejando tremendas deudas por pagar sobre todo a los trabajadores. Esa es la realidad del periodismo en este país, pero no de ahora, de siempre.
EP.- ¿Es más difícil hacer periodismo hoy?
JC.- Técnicamente no lo es, técnicamente es mucho más fácil por todo lo que se ha implementado de tecnología. Hay acceso permanente a las fuentes en tiempo real, aunque en Bolivia se sigan ocultando cuando les interesa y no se prodiguen por las redes. Yo mismo paso muchas temporadas fuera y no pierdes el contacto ni el contexto precisamente por esos avances.
Ahora, hay problemas serios con el tema publicitario, básicamente porque el modelo de negocio ha cambiado y esto aplica a las empresas privadas, que prefieren invertir directamente en sus marcas en redes sociales porque dicen que les compensa más. Hay muchos estudios en Europa que señalan que no es tan verdad como se cree, que el algoritmo no responde como se reporta y que los usuarios en redes están tan habituados a ver y descartar publicidad que se han vuelto insensibles y que por ende, esa inversión privada en sus propias redes es absurda.
El problema mayor está con los públicos porque no solo es que despilfarren sus recursos alimentando sus redes para mayor gloria del ejecutivo de turno creyendo que así llega su mensaje más directamente a sus votantes, que como en el caso anterior, no rinde, sino que de fondo hay una voluntad manifiesta de someter a cualquier medio independiente por la parte económica, lo cual hace mucho daño a la democracia.
EP.- ¿Está en riesgo la democracia en Bolivia?
JC.- No es que esté en riesgo, es que técnicamente ha sido suspendida en aspectos centrales en este momento: los jueces se han auto prorrogado con la venia del Gobierno; los ministros no pueden ser interpelados en el hemiciclo y la Asamblea directamente es ignorada y silenciada y la prensa tiene las manos atadas en demasiados casos: el martes compareció Arce en La Paz y ninguno preguntó por lo sucedido en la Asamblea. ¿Puedes creer?
EP.- ¿Cómo está El País en ese sentido?
JC.- El País está tan amenazado como todos aunque tenemos algunos puntos fuertes y algunos débiles también pero de los que somos conscientes y por ende, somos menos vulnerables. El País sigue siendo un diario local con una fuerte identidad tarijeña que enfoca la actualidad no solo desde la óptica de esta región bendecida y golpeada a partes iguales, sino desde una óptica periférica común a al 70% del territorio nacional pero solo al 30% de su población. Creo que hablamos de un país y de una Bolivia que en La Paz desconocen e incluso desprecian, porque hay mucha soberbia capitalina también, lo hemos visto recientemente con el censo pero lo vemos muchas veces cuando se hacen eco de cosas de las que llevamos meses hablando. Pasa habitualmente con temas de hidrocarburos, pero no solo. Nuestro principal desafío es precisamente crecer y tener más voz en los centros de poder porque creo que la pobreza en la discusión de las políticas públicas a la que asistimos tiene que ver mucho con posiciones muy cerradas que se retroalimentan continuamente y no contemplan otras alternativas salvo adoptar algunos discursos polarizantes que ciertamente no tienen recorrido en Bolivia.
EP.- ¿Cuáles son esos desafíos?
JC.- Bueno, la dinámica optimista siempre pasa por crecer, aunque todavía estamos asentando la raíz tras el impacto de la pandemia. En El País optamos primero por consolidar un equipo más pequeño y más eficiente, con todo el apoyo tecnológico posible y ya el año pasado se empezó a crecer en alcance de la web con casi ocho millones de páginas vistas al año y este año nos estamos superando, estamos por encima de los digitales de ámbito nacional como Erbol o ANF y creciendo. Se trabaja mucho la difusión en redes y en grupos cerrados de WhatsApp y se han implementado contenidos de nicho y formatos como las newsletter, que son El Despertador con las novedades diarias, La Brecha de contenido feminista y Mediterráneo que repasa toda la actualidad internacional y su impacto en Bolivia. También se ha modernizado Pura Cepa y sostenemos suplementos históricos como Cántaro.
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Por otro lado, en 2022 se inició la transformación en Sociedad Anónima y ya en 2023 se han repartido dividendos, está toda la información en la web y también hay un paquete de acciones disponible por si alguien está interesado.
Además, se está creciendo muy despacito, pero creciendo, en el tema de suscripciones que es una vía de financiación alternativa importante que han adoptado casi todos los medios a nivel internacional y que en Bolivia es muy difícil por muchas consideraciones, pero se está creciendo y cada vez hay más gente más consciente de que es necesario apoyar el periodismo para asegurar la información de calidad. En El País por cierto iniciamos con esto en 2016 y fuimos pioneros, porque luego ya sabes el estigma y tal.
¿Hay futuro?
JC.- Hay, pero exige más coordinación en el gremio e ideas más claras. La comparación de lo que tendrían que ser nuestros medios nacionales insignia con cualquiera de los del entorno… Es urgente adoptar medidas que garanticen el acceso a la información de los ciudadanos y eso difícilmente el mercado lo hará, y tampoco el gobierno de turno, así que habría que buscar fórmulas de financiación de largo plazo, pero es un jardín peligroso en el que de vez en cuando entro en los editoriales, pero que se debe cuidar despacio.