Los sueños del Guadalquivir #34: Hablar con el enemigo
La intolerancia y la polarización social extrema que vivimos es un fenómeno característico en nuestra sociedad, pero que existió en todo el mundo y en todas las épocas a lo largo de la historia humana.



Cuando quieras resolver algo con alguien más, no hay de otra que ponerte a hablar con esa persona, por muy difícil que sea. Puede que no te salga bien, que no se entiendan, o lo que sea. Pero si no haces siquiera el intento, nunca vas a conseguir nada. Yo siempre creí que cuando tienes algún problema no sirve de nada ocultar la cabeza, porque los problemas no desaparecen, solo se hacen más grandes.
Hay tres ciencias que analizan el acto comunicativo: la lingüística, la filología y las ciencias de la comunicación. Tanto la antropología como la sociología tienen ramas que se dedican a ello: la socio- y la etnolingüística. Y hay abundantes aproximaciones teóricas que analizan la comunicación, el mensaje, la enunciación, los actores, el contexto, la estrategia, el conflicto, la negociación y la resolución del conflicto.
Lo que yo hoy quiero es introducir y operativizar el concepto de la alteridad. La alteridad es la noción de la otredad desde un punto de vista social. Los tarijeños se diferencian de los paceños, los bolivianos de los chilenos, los k’aras de los aymaras y los karay de los guaraní porque son DIFERENTES. O por lo menos porque se consideran diferentes. La alteridad es una forma de creación de comunidad. Tu eres mi hermano por ser tarijeño, por ser del mismo barrio, por pertenecer a la misma iglesia, por ser del Ciclón o incluso por militar en el mismo partido político.
En cambio, el que no pertenece a tu grupo suele entrar al grupo de enemigos, especialmente si su grupo tiene una historia de conflicto con “nuestro” grupo. Los neurocientíficos han descubierto que las mismas hormonas que nos hacen buenas personas con nuestros compañeros de grupo, nos hacen unos verdaderos desgraciados con los diferentes: mas propensos a la antipatía, menos sensibles al dolor ajeno, innecesariamente crueles y más extremos en nuestros prejuicios y en nuestras reacciones.
Esto significa que, en términos de alteridad, siempre va a ser más fácil resolver un problema con un amigo que con un otro ajeno y peleado. ¿Se dan cuenta cuan inútil parece ser tratar de sentar en una sola mesa a feministas y anti-feministas, a creacionistas y evolucionistas, a derechistas e izquierdistas, a abortistas y pro-vida, a terraplanistas y cientificistas…? Todas ellas son alteridades en conflicto, y cada una de ellas es extrema en su posición.
Esta es la receta perfecta para el fracaso a cualquier comunicación entre partes. No importa cuan racional o cuan sentida sea tu argumentación, no le va a hacer mella a tu oponente. Este es el fenómeno que llamamos “polarización”: mientras mas extrema tu postura, más extrema la mía. Para resolver este tipo de impases entre grupos antagónicos se suele utilizar mediadores profesionales pagados para posibilitar algún tipo de dialogo, y normalmente tienen resultados limitados.
Aquí estoy hablando de una perspectiva que podemos aplicar nosotros a nivel individual. Lo que tenemos que hacer es dejar de pensar en nuestro oponente como enemigo, sino como hermano. Esto es más fácil de lo que te imaginas, y es todavía más fácil mientras más lo practicas. Esto no implica para nada abandonar nuestra postura original ni dejar de ser lo que somos.
Como boliviano yo aprendí a odiar a los chilenos por robarnos el mar. Mi educación cívica se encargó de eso. Pero algunos de mis mejores amigos son chilenos. No los veo como enemigos, sino como HERMANOS. Tengo una inmensa cantidad de hermanos repartidos a lo largo del mundo. De hecho, los chunchos son un ejemplo de ello: ellos me enseñaron cada vez a ampliar mis fronteras un poquito más allá.
Entonces como antropólogo creo que la alteridad juega un factor importante. Es diferente si considero a los demás como mis hermanos, mis amigos. Porque, aunque estén “equivocados” (obsérvese las comillas), tengo la empatía para comprenderlos. Esto es mucho muy importante. Eso no significa que les acepte cualquier cosa. Pero lo que sí significa es de que voy a hacer mi mejor esfuerzo para comprenderlos y me voy a tomar el tiempo para explicarles lo que pienso, lo que siento y para construir juntos.
Lo interesante de esta aproximación es que también se la puede aplicar como movimiento, institucionalmente o como política pública: los encuentros ecuménicos entre diferentes denominaciones religiosas, los intercambios culturales y las políticas de hermandad son importantes para tender puentes de entendimiento. El problema con los políticos es que suelen utilizar discursos de odio para ganar votos, y eso es lo contrario a lo que digo. Y lo que yo digo es de que cada uno de nosotros es responsable de a quien odia. Por eso le suelo tener tan poca tolerancia al nacionalismo, al racismo y al sexismo. Pero no a las personas. A las personas no.