Los sueños del Guadalquivir: Mi victimización
“Mírenme, mírenme. Soy diferente, soy feminista, soy de mente abierta y tolerante con todos. Mírenme, soy más culto que ustedes”. Ten vaquito, material para que te quejes en el próximo artículo. Estúpido Vaco, nos acusó
Uno de los problemas de ponerse al medio es que te colocas a distancia de tiro de los dos bandos en disputa. Si miro atrás, creo que puedo resumir todas las críticas que me hicieron a dos argumentos básicos: 1) que no coloco el cuerpo en juego y 2) que me victimizo.
La cita del acápite (más arriba) es un ejemplo perfecto de esta crítica desde el bando masculino, pero también me llegó lo mismo desde el otro lado: “En tu nuevo artículo he sentido otra vez (ya te lo había dicho una vez antes) de que victimizas la situación del hombre dentro del discurso feminista. Algo así: de que vos te sientes injustamente excluido. La cosa me parece que es, que las características que se asocian con los hombres suelen recibir más reconocimiento, estatus y poder. Ese, veo yo, es el problema. Me parece claro que lo que es asociado con ‘hombre’ tiene más reconocimiento, estatus y poder – esos serían los privilegios. Eso me parece injusto.”
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Dejemos de lado la sensación personal y veamos algunos parámetros extra. Para comenzar: si no hubiera escrito lo que escribí, no hubiera llegado a donde estoy. Si lo que escribí lo escribí como lo escribí, pienso que es porque esa era la única forma en la que lo podría haber hecho: desde mi individualidad.
Ahora bien, ¿no es animarse a escribir algo así colocar el cuerpo en juego? Esto implica, en primer lugar, atreverse a enfrentarse a los demonios que habitan en nuestro interior. Y, en segundo lugar, enfrentarse también a las críticas de la sociedad, sea como hombres o como mujeres, en fuego cruzado. Es cierto que no es la misma forma de poner el cuerpo de, por ejemplo, las activistas y feministas. Pero parafraseando a mi amiga Dani Rodríguez: ¿Por qué debería seguir un camino que no es mío solo porque ustedes me lo dicen?
En segundo lugar, referente al tema de la victimización: ¿de qué manera puedes escribir desde ti mismo si no es recurriendo a tus miedos y esperanzas? [El abogado del diablo me dice: “sin victimizarte”] Hubo un momento en todo este proceso en el que tomé la decisión consciente de asumir el riesgo de seguir escribiendo estas palabras, de equivocarme y de ser criticado. Como dicen mis amigos y amigas: ese es el riesgo y el precio de atreverte a hablar. (Leo esto y pienso: sigue pudiendo leerse como victimización personal).
Si no hubiera escrito lo que escribí, no hubiera llegado a donde estoy. Si lo que escribí lo escribí como lo escribí, pienso que es porque esa era la única forma en la que lo podría haber hecho: desde mi individualidad
La forma de escribir es una decisión personal. La auto referencialidad es método y es retórica. Lo aséptico, lo no-emocional, también es una decisión metodológica. Yo estoy escogiendo escribir desde mis sentimientos, y eso tiene su propia carga conceptual. No me puedo imaginar escribir todo esto como una simple reflexión teórica, sin colocar el alma en juego. No me puedo imaginar escribir un informe técnico sin primero una fase de auto reflexión que te desgarre el corazón. En ese caso preferiría, en toda sinceridad, no escribir nada. Con lo que llegamos a lo que me dice mi primer abogado del diablo: no escribas nada. Y me niego rotundamente. Puedes irte al diablo, tu diablo, no pienso callarme.
Y así llegamos al segundo punto: si no pienso callarme, y si asumo mi responsabilidad con lo que digo: ¿Cómo puedo estar victimizándome, o cómo puedo estar victimizándolos a los hombres? Esa es la única manera que conozco de llegar a un conocimiento real: colocando todo sobre la mesa, para diseccionarlo y discutirlo sin tapujos. Es decir: yo lo considero una herramienta metodológica concreta, atrevida y necesaria.
Entonces, incluso si suponemos que no coloco el cuerpo y que me victimizo, yo igual creo que lo que hago tiene sentido. Creo que en algún momento vamos a llegar a una situación en la que podamos hablar de todo esto de una manera no-emocional. Pero no me puedo imaginar otra forma de comenzar este debate que no sea visceral.
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Tal vez el problema esté en la referencialidad interpersonal: el sentirse agredido, tanto de un lado como del otro. Hay un dicho que me parece muy relevante en ese sentido: “No lo hagas personal, no lo tomes personal”. Esto no quiere decir que no sea personal; al fin y al cabo ese es todo mi argumento: que mi construcción del conocimiento se basa en mi auto referencialidad y reflexividad sentipensante. A lo que se refiere es: no ataques a nadie y no te tomes nada personal, aunque sea un ataque real. Toma todo con calma y contribuye a disipar cualquier agresión que aparezca en la cancha. Cuando hables de alguien, se lo más profesional posible y haz uso de toda la empatía que puedas. Di lo que tengas que decir, pero evita hacer ataques gratuitos, innecesarios.
Me declaro culpable de haber utilizado mi poder mediático para trolear a mis amigos. Espero no repetir ese error. Cuando me refiero a que estoy interesado en un dialogo sincero, lo digo en serio. Me interesa lo que tengan que decir. No me interesa auto victimizarme. Tómenlo como un proceso necesario, tanto emocional como intelectualmente. Quiero pensar en todo esto como una gran oportunidad para que crezcamos. Pienso que, por fin, hemos comenzado algo que vale la pena llevar hasta el final.