Los sueños de San Roque #13
Los sueños de San Roque: El sentido de la tradición
¿Qué significa proteger nuestra tradición, ahora que tenemos la declaratoria de la fiesta de San Roque como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad?



Por definición la TRADICIÓN es aquello que proviene del tiempo de nuestros abuelos en una línea temporal que nos conecta con el pasado y que nosotros seguimos practicando. Requiere una transmisión generacional (de padres a hijos) y un sentido cultural compartido. La tradición es dinámica; se recrea cada generación, en cada nueva situación y con cada persona que participa de ella. La tradición no se acaba con lo que hacían nuestros abuelos y abuelas, sino que nos la apropiamos y la vivimos cotidianamente. Y en una situación así es imposible pensar que la tradición no pueda cambiar, aunque siempre mantenga esa referencia fundamental a un pasado compartido.
Si quisiéramos que nuestra fiesta fuera como la de nuestros abuelos, lo primero que tendríamos que hacer borrar a la gran mayoría de los chunchos que salen a bailar (perdón: a danzar). Tendríamos que conseguir a alguien que los tenga a raya a los chunchos a plan de garrotazos y tendríamos que volver a abrir las chicherías de San Roque para que el pueblo se reúna a festejar hasta altas horas de la noche. Yo sé que a muchos de ustedes les agradaría revivir por lo menos una de ellas; pongo mis manos al fuego por ello. ¿Quién no añora los buenos viejos tiempos? Pero la cosa es que la tradición no funciona así. En algún momento los vecinos del barrio de San Roque decidieron que ya no querían borrachos en su fiesta, y ahora no hay ningún tarijeño que no esté orgulloso de que su fiesta sea la única del país que se festeja sin alcohol. (Exagero; no creo que ningún tarijeño no se lo desee ni que sea la única fiesta de Bolivia sin alcohol. Pero así se dice.)
Las cosas han cambiado enormidades desde siempre. Recordemos que alguna vez no había chunchos en la fiesta de San Roque. Los chunchos son un aditamento “nuevo”, tomando en cuenta que los orígenes de la fiesta de San Roque se pierden en las nieblas la época colonial. “Ancestral” es la palabra adecuada, con chichas, tomatas y chiriguanos. También es la palabra adecuada para los chunchos si los pensamos en su recorrido panandino y sus orígenes prehispánicos. Pensar que el origen de los chunchos se pierde en las profundidades del tiempo, que los incas heredaron esta tradición de otros pueblos más antiguos todavía y de que la historia de los chunchos se asocia a mitos ancestrales como el de los machulas (los titanes ancestrales perdidos con la nacida del sol), del Gran Paititi (la gran ciudad de oro) y de las warmi auca, las amazonas o mujeres guerreras que le dieron su nombre al bosque y al rio mas grandes del mundo. A mí me da vértigo tan solo pensarlo.
Pero disgrego, volvamos al punto. Desconocemos cómo era la fiesta original. No sabemos, por ejemplo, por qué la Fiesta Grande de San Roque se festeja el primer domingo de septiembre y no el 16 de agosto, que es el día del santo. Los orígenes de la fiesta tal como la conocemos se encuentra a finales del siglo XIX, y casi todo lo que sabemos ahora de San Roque proviene de esta época. Pero inclusive para entonces las cosas han cambiado enormidades. En esa época los chunchos eran poquitos y estaban acompañados por sus guardianes, los diablos con sus chicotes, que los protegían y los controlaban. Una historia que me gusta es que a principios de agosto don Aurelio Arce pagaba a los tamboreros para que salgan a tocar por las calles el redoble de San Roque para que la gente se entere que ya estaba por llegar la fiesta. O la feria de San Roque, donde se reunían artesanos, campesinos y comerciantes de toda la comarca para la feria comercial mas grande de la región; una Exposur al otro lado de la calle ancha. O la construcción comunitaria de la iglesia de San Roque, la torre Eifel de Tarija.
Pero las cosas cambian, y queremos creer que será siempre para bien. Lo que nunca cambia es el sentido de la tradición. Cada vez que salimos a tocar, a danzar y a acompañar al santo es una ventana que abrimos hacia nuestro pasado compartido, al mundo de nuestros ancestros. ¿Cuántos de nosotros no tenemos una persona querida que murió durante nuestra vida y que recordamos cada vez que redoblan las campanas? Por ellos y por su memoria es que debemos cuidar nuestra tradición; pero también por nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Por nuestras hijas y las hijas de nuestras hijas. No se trata de no cambiar ni un punto. La tradición viva no la podemos guardar en un museo, sino que la vivimos y la reconstruimos cada vez que nos vestimos con nuestro traje de fiesta. La tradición es nuestra conexión con el pasado, pero debemos caminarla mirando hacia el futuro.