Crisis económica
Historias: “Me sentí obligado a salir de Tarija, porque allí no hay trabajo”
Sergio dejó en su pago solo y con diabetes a su padre de 72 años, y aunque su corazón se quedaba allí junto a sus oraciones, debía partir a otro departamento a emplearse y conseguir dinero para las medicinas, pues el dinero ya no era suficiente



"Ahí no hay nada, tuve que irme de Tarija para tener trabajo", son las primeras frases de Sergio, quién sueña con llegar a su pago en un "rapidito", tras permanecer más de un mes fuera. Fuentes de empleo casi inexistentes en el departamento, ya antes de la pandemia, obligan a jóvenes a salir en busca de un salario y sobrevivir a la travesía.
Él es ingeniero petrolero, estudió en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, creyendo que tendría más oportunidades por ello, pero se enfrentó a la triste realidad de miles de profesionales que hasta hoy no consiguen un trabajo.
Sólo dos de cada 100 jóvenes en Bolivia tienen buenos empleos. 98% tienen un trabajo precario y con baja remuneración
Y no es inusual, pues el Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que la tasa de desocupación en el país a enero de 2021 fue del 9,67%; una cifra menor a la registrada en el pico más alto de la crisis sanitaria, el pasado año, pero que hoy muestra una suba preocupante.
En el auto además de él viajan tres mujeres y dos hombres, chapacas y chapacos con un común denominador, tuvieron que dejar familias y hasta amores por un trabajo. La situación no deja de llamar la atención, aunque los esfuerzos del gobierno central como de los otros niveles no han podido reanimar la economía desde hace años en Tarija, tras la era del gas.
Tener título de licenciatura ya no es suficiente, Sergio lo sospechó desde un inicio, por ello paralelamente a su carrera, realizaba cursos de especialización, egresó ya con un diplomado y hasta hoy apunta a terminar una maestría, pero el conocimiento no lo es todo y más en una tierra donde un trabajo llega a depender de cuán conocido seas.
Vi una convocatoria para Villazón de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) para trabajar en instalaciones de gas y me postulé, no era mi área, pero ya habían pasado dos años de mi graduación y no había tenido mi primer trabajo". Para su sorpresa lo aceptaron, y sería mentira si no se diría que pensó "dos veces" antes de cambiar de departamento y de vida por un empleo.
En Tarija, vive en la casa de su padre, ubicada en el barrio Constructor. Su progenitor, quien lo crió desde pequeño, tiene 72 años, sufre de diabetes y precisamente se convirtió en el ancla que lo detenía. “Hijo yo ya estoy viejo, vos anda tranquilo, me cuidaré”, fueron las palabras del anciano cuando despidió a Sergio, quien decidió no escuchar a su corazón, pues las medicinas para aquella enfermedad no se pagan solas, se necesitaba dinero ¡ya!
Caminó por varios días buscando un alquiler en aquella ciudad fronteriza, conocida por sus fuertes vientos y temperaturas bajas. Los precios de una renta se encontraban por las nubes, más por la pandemia. "Era increíble, me ofrecían cuartos a 600 o 700, pero hasta sin baño, me decían a dos cuadras hay baños públicos y duchas con agua caliente".
Y sin mucho presupuesto, esa fue su realidad. Se levantaba a las 06.00 si deseaba encontrar una ducha vacía, con sus enseres de aseo recorría las dos cuadras, acompañado siempre del frío, su fiel compañero.
"Con mi primer sueldo soñaba dos cosas, comprarme una estufa y tener plata para volver a Tarija" dice Sergio, mientras otra mujer de unos 30 años se une a aquellas confesiones. “Yo tuve que llevar a mi hijo de un añito y cuatro meses a dejarlo con mis papás a La Paz, conseguí un trabajo en Oruro y desde allí por lo menos una vez cada dos meses voy a verlo”.
Y aunque cada uno tiene una historia distinta que contar, todos coinciden en algo, se vieron obligados a salir de su tierra por trabajo.
Desempleo juvenil llega al 25% y afecta más a profesionales
El índice de desempleo en el país llegó al 8,4 por ciento en 2020, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) estima que el desempleo juvenil ilustrado llegó al 25 por ciento.
Según un estudio publicado en enero de este año por el Cedla, los jóvenes profesionales tienen la tasa más alta de desempleo en el país. Sólo dos de cada 100 jóvenes en Bolivia tienen buenos empleos. “Eso quiere decir que 98 tienen empleos precarios y 65 por ciento tiene trabajos extremos; con remuneración por debajo del salario básico mensual”, indica el investigador Bruno Rojas.