En pandemia la situación empeora
En crisis: La odisea de vivir en alquileres y anticréticos
Desde cortarte el agua caliente, constantes traslados y posibles estafas, son algunas de las penurias por las que pasan muchas familias que no cuentan con los suficientes recursos para adquirir una vivienda
La falta de vivienda lleva a muchas familias a tener que vivir una vida “nómada”. En medio de contratos de alquileres o anticréticos las personas, a fin de tener un techo, deben atravesar una odisea a lo largo de su vida en medio de traslados y riesgos de ser robados o estafados.
Tal es el caso de Martha, una mujer que por un mal negocio perdió el único terreno que le dejaron sus padres. Ella desde sus 28 años ha trabajado en el rubro de la limpieza, alcanzándole su sueldo únicamente para rentar un cuarto, donde apenas entraba su cama y una pequeña cómoda para guardar su ropa.
A sus 37 años Martha decidió juntarse con su novio, al que ya lo conocía por más de dos años. En esa oportunidad se prestó dinero para adquirir en anticrético un pequeño garzonier “y en vez de pagar un alquiler tendría que pagar el préstamo y ya el dinero no se perdía”, comenta.
El anticrético (o anticresis) es la erogación de un monto de dinero para tener el derecho de habitar un bien inmueble por un tiempo determinado, con el compromiso que este importe sea devuelto en su totalidad una vez que termine el contrato
La felicidad no le duró mucho y antes de que finalice el primer año de vivir en dicho domicilio junto a su novio, la dueña de casa los hizo desalojar con la Policía alegando que no pagaban los alquileres.
La mala información que le brindaron y su falta de experiencia la llevaron a aprender -por la mala- que antes de tomar una casa en anticrético, debe verificar que ésta se encuentre registrada en Derechos Reales. Es así que Martha llegó a perder el dinero, se quedó con una deuda por pagar y al poco tiempo se separó de su concubino porque no pudo embarazarse.
La situación de Martha no ha mejorado mucho. Cuenta a El País que sigue viviendo de alquiler en alquiler, y hay ocasiones en las que sus arrendatarios deciden subir el costo mensual, teniendo muchas veces que privase de cubrir sus necesidades urgentes a fin de pagar lo que piden para que no la boten de donde vive.
“Muchas veces hemos escuchado decir tengo que juntar el dinero para pagar mi alquiler, pero la gente no sabe lo que ello implica”, menciona, con la esperanza de poder algún día vivir en un lugar propio.
En Tarija, el 42.5 por ciento de la población que conforma un hogar no cuenta con una vivienda propia, el 16.6% vive en alquiler o anticrético, el 19.9% habita en un inmueble cedido por parientes o amigos, según la Encuesta de Hogares 2020 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Me echaban llave y cortaban el agua
Otro caso similar es el de Juana, una profesora jubilada, quien junto a sus dos hijas tuvo que pasar periplos debido a que sus ingresos eran insuficientes para acceder a la compra de una vivienda. Ella ya no recuerda las veces que tuvo que trasladarse, sin embargo, entre lágrimas recuerda la triste situación por la que pasó a lo largo de su vida en alquileres y anticréticos.
Juana dice que en los lugares donde llegó a vivir le tocaron dueñas de casa que le bajaban la palanca de luz cuando se estaba bañando, teniendo así que ducharse con agua fría. Otras que cuando menos lo esperaba le cortaban el agua o el gas, mientras que otros ponían horarios de ingreso y salida, y sin la posibilidad de recibir visitas.
“Una vez que llegué de viaje a las dos de la mañana porque se plantó la flota, tuve que tocar el timbre porque el dueño de casa había echado llave por dentro. El dueño salió a retarme como al perro diciendo que tenía que haberme ido a un alojamiento”, relata.
En otra ocasión, Juana casi pierde los pocos ahorros de su vida, porque el lugar donde vivía, a pesar de haber estado registrado en derechos reales, había sido hipotecado por los dueños de casa y ante posibles incumplimientos de pago la casa fue rematada.
Es así que ella y otros 10 inquilinos fueron amenazados con que debían desalojar la vivienda sin haberles devuelto ni un centavo del anticrético. Relata que ella fue una de las pocas que recuperó el dinero.