El Sedes no aprobó el protocolo sanitario para el sector
Trabajadoras sexuales, piden aval para ejercer su labor
Aseguran que las restricciones a su oficio solo incrementa la clandestinidad y muchas se exponen a riesgos para su salud



A un año de la pandemia del Covid-19 en Bolivia, la mayoría de los rubros intentan a duras penas reactivar su economía. Sin embargo, la situación es más complicada para las trabajadoras sexuales, cuya actividad sigue restringida y la situación obliga a muchas a ejercer en la clandestinidad, poniéndose en riesgo y a sus clientes.
La presidenta de la Asociación de las Trabajadoras Sexuales de Bolivia, Paola Mendoza Villca, dijo que la situación es alarmante, pues más de 25 mujeres la gestión pasada estuvieron prácticamente encerradas sin generar ningún tipo de ingreso económico durante varios meses.
A igual que para el resto de los rubros, son los gobiernos departamentales y municipales los que emiten la normativa para su jurisdicción. Es por eso que a nivel nacional, la Asociación de las Trabajadoras Sexuales elaboraron una propuesta de protocolo para volver a trabajar, pero en Tarija aún están a la espera de que se dé el visto bueno al documento que presentaron a la Unidad de Sanidad Ambiental del Servicio Departamental de Salud (Sedes).
“En Tarija las puertas están cerradas, adentro tenemos a las compañeras y hemos logrado acomodar ahí a otras compañeras que estaban en las calles para que puedan estar en locales legales. Hemos hablado con los dueños y hemos presentado protocolo de trabajo nocturno, primero al Sedes. Como había observaciones ya las hemos subsanado y falta la aprobación del COED”, dijo.
Legal Actualmente, existen cinco locales y unas 25 mujeres que esperan la autorización para volver a operar legalmente
La dirigente lamentó que mientras se prohíbe el funcionamiento a los locales legales, donde se cumplen las normas de sanidad para que las trabajadoras sexuales se protejan y se practiquen exámenes periódicos de VIH, están en funcionamiento locales clandestinos que incluso incrementaron su actividad.
En este aspecto denunció que por la avenida Circunvalación y La Paz hay hasta nuevos locales que funcionan como “rockolas”. Aseguró que esta situación es una vulneración a su derecho al trabajo.
“Están vulnerando el derecho al trabajo. Tienen que ver que es un trabajo más, es con lo que las compañeras mantienen a la familia, pagan al banco y cuidan a sus hijos (…). Nos vulneran y somos las que más necesitamos apoyo. Es por eso que la clandestinidad ha crecido mucho y hay boliches donde es puro borrachera sin que controlen, nosotros no podemos ni vender soda (…) en este tiempo incluso hemos tenido que hacer ollas comunes para algunas”.
Crece la clandestinidad
De acuerdo a los relatos de las trabajadoras sexuales, sus necesidades económicas las han llevado a trabajar en la clandestinidad, dejando de lado su seguridad y también la de las personas a las que atienden.
Una de sus nuevas formas de trabajo es ofreciendo sus servicios mediante redes sociales, accediendo a atender a sujetos no identificados y exponiéndose a ser víctimas de trata y tráfico de personas, especialmente si se trata de menores de edad.
“Nosotros tenemos conocimiento de que están entrando a hoteles donde alquilan barato, los dueños están cobrando cinco bolivianos. Así es que están captando a las compañeras, pero no están controladas, no tienen bioseguridad, no cuentan con las pruebas para VIH y así están ejerciendo”, lamentó Mendoza.
Es por todos estos problemas que muchas de las trabajadoras sexuales que provenían del interior o exterior tuvieron que retornar a sus lugares de origen, mientras que otras llegan para ejercer en la clandestinidad.