Weenhayeks: en medio de la crisis, su fe en Dios y el ingreso de extraños



Don Francisco sale a pescar en la madrugada. El olor del Pilcomayo es un olor profundo que penetra hasta los huesos. La primera bocanada del día, antes de la luz, tiene el recuerdo de sus padres y de sus abuelos que nacieron, crecieron y murieron allí. El ambiente permanece quieto a esa hora, los coyuyos cantan, los moscos parecen dormir y toda la naturaleza espera los rayos del sol para empezar el día.
Después de que los weenhayeks participaran junto con otras naciones indígenas en la primera Marcha Indígena de 1990 que reclamaba territorio y dignidad para los pueblos de las tierras bajas de Bolivia, en 1992 el Estado los reconoció mediante Decreto Supremo (DS) 23500 como Territorio Indígena con un total de 195.639 hectáreas.
De ese modo el territorio weenhayek cubre una franja que inicia en Villa Montes y termina en Yacuiba y se compone de dos áreas: El Área 1 inicia en el extremo sur del Puente Ferrocarril del municipio de Villa Montes y comprende hasta la intersección de la línea de hitos internacionales. El Área 2 comienza en la intersección del gasoducto Santa Cruz-Yacuiba y se extiende hasta el margen sur de la quebrada de Timboy.
El territorio indígena Weenhayek está organizado por capitanías comunales en las comunidades y éstas son agrupadas en la Organización de Capitanías Weenhayek y Tapieté de Tarija (Orcaweta), la cual es presidida por el Capitán Grande.
Según el Censo 2012, se autoidentificaron 3.322 mujeres y hombres como parte de esta cultura. Esta información fue cuestionada por Orcaweta que asegura que al 2017 contaban con alrededor de 8.000 habitantes. El Centro de Estudios Regionales de Tarija de Pueblos del Chaco (Cerdet) expone que existen 5.000 personas indígenas de esta etnia en el territorio.
Problemas con la pesca
La actividad económica primordial es la pesca. Sin embargo, durante este periodo de 2020, los indígenas tienen un gran conflicto en proseguir con esta actividad de manera normal debido a la emergencia sanitaria por el Covid-19.
Para llegar a la Peña Colorada, uno de los lugares donde pescan los comunarios, se debe ingresar por Villa Montes y atravesar varias comunidades, ubicadas al margen derecho del Pilcomayo. Pese a que las comunidades no están muy lejos de la población de Villa Montes, las fronteras intermunicipales y el traslado de pasajeros en transporte público o privado está prohibido.
Don Francisco tiende la red o pollera por la madrugada y por la noche. Se sube a unas canoas y desde allí, con un movimiento seco, lanza la malla a las aguas del Pilcomayo. En medio de la oscuridad y el sonido implacable del río se ve a lo largo de la ribera pequeños fogones que hacen reventar los troncos aún húmedos que se queman. Chispean las pequeñas lumbres que acompañan a los pescadores hasta que el sol aparezca y los bolsones se llenen de pescados para comercializarlos.
“Incluso con el coronavirus del que hablan, han llegado personas de otros lados que desconocemos a pescar. Llegan en movilidades que los indígenas no tienen, no sabemos desde dónde. Ellos vienen, se ponen a pescar, entran en contacto con la gente del lugar y desconocemos”, cuenta don Francisco.
Debido a las distancias entre las comunidades y de éstas con el río, en la época de Waahatnàm que significa tiempo de abundancia que inicia en mayo y termina en septiembre mas o menos, los comunarios se trasladan a las orillas del río. Durante este tiempo de pandemia, la situación se ha tornado difícil, pues se tiene que generar un protocolo para que la comercialización del pescado cumpla con los requisitos de seguridad.
El capitán grande de Capirendita Valerio Sánchez lamentó la vulnerabilidad de las familias Weenhayek respecto al coronavirus. Sobre todo porque la pobreza extrema y la falta de servicios básicos y personal médico hacen que esta población no tenga posibilidad de defenderse ante un contagio.
“Nosotros somos los más olvidados de nuestra región. Cuando pasamos del tiempo de la pesca tenemos muchos problemas porque las autoridades no se acuerdan de nosotros por ejemplo la salud, el tema de los hospitales, no tenemos personal”, dijo.
Vulnerabilidad ante el Covid
Don Francisco explica que al inicio de la cuarentena se repartieron unas canastas alimentarias, pero dentro de las comunidades no se tiene mayor información sobre el coronavirus. “No hay barbijos, ni alcohol en gel, ni distancia social, ni miedo a tener coronavirus. El único miedo es morir de hambre”, asegura.
Villa Montes es el municipio con mayores muertes por coronavirus hasta la fecha. El pasado viernes, el Centro de Operaciones de Emergencia Departamental (COED) de Tarija aprobó una resolución que se convertirá en un decreto para continuar con una cuarentena de alto riesgo. Ello significa que, aunque ciertas actividades económicas se reactivarán, las restricciones para el sector piscícola continúan, pues se deberá plantear un protocolo de bioseguridad antes de iniciar con la comercialización legal del sábalo.
Los comunarios pidieron mayor control en las rutas que conectan a Villa Montes con Santa Cruz y Paraguay debido a que en las últimas semanas, a pesar de las prohibiciones, ellos vieron la presencia de vehículos extraños que tampoco cumplían con los protocolos.
“Nosotros nos aferramos a nuestras creencias, a Dios. Solo el nos va a salvar porque no tenemos otra oportunidad para defendernos. Quién sabe de dónde viene la gente que pesca, si contagia a uno de las comunidades toda la comunidad se contagia. En las casas vivimos entre varias familias, hay niños y ancianos en el mismo lugar. Dios no permita que no podamos enfermarnos. Para una comunidad indígena tan grande faltan recursos humanos, equipamiento. Ojalá que las autoridades nacionales, departamentales y municipales se acuerden de nosotros. Tenemos los mismos derechos, aunque vivamos alejados de las ciudades”, manifiesta Francisco.
Los peces y el Pilcomayo también han sufrido cambios duros durante la ultima década. Los mas viejos recuerdan una abundancia de fauna en el río y extrañan la pureza de sus aguas incluso en el turbión más descontrolado. “Hasta el sonido del río ha cambiado, ahora arrastra todo ese sedimento que dicen. Solo nos queda mantener la esperanza y pedir que ese virus no llegue a nuestras comunidades porque la desnutrición hará que ninguno pueda aguantar esa enfermedad. Solo nos queda pedirle a Dios por nosotros”, concluyó.
Apuntes sobre la temática
Población
Según el Censo 2012, se autoidentificaron 3.322 mujeres y hombres como parte de esta cultura. Esta información fue cuestionada por Orcaweta que asegura que al 2017 contaban con alrededor de 8.000 habitantes. El Centro de Estudios Regionales de Tarija de Pueblos del Chaco (Cerdet) expone que existen 5.000 personas indígenas de esta etnia en el territorio.
La pesca
Don Francisco tiende la red o pollera por la madrugada y por la noche. Se sube a unas canoas y desde allí, con un movimiento seco, lanzan la malla a las aguas del Pilcomayo. En medio de la oscuridad y el sonido implacable del río se ven a lo largo de la ribera pequeños fogones que hacen reventar los troncos aun húmedos que se queman.
Extraños
Los comunarios pidieron mayor control en las rutas que conectan a Villa Montes con Santa Cruz y Paraguay porque en las últimas semanas, a pesar de las prohibiciones, ellos vieron la presencia de vehículos extraños que tampoco cumplían con los protocolos y tuvieron contacto con las comunidades