La ancestral y misteriosa fiesta del diablo en Tarija
El diablo es un ser muy característico y particular del carnaval chapaco, que toma vida precisamente en esa época. Pero además es un gran personaje en los festejos carnavaleros del campo tarijeño, pues tiene orígenes campesinos. Así lo confirma el antropólogo y escritor Daniel...



El diablo es un ser muy característico y particular del carnaval chapaco, que toma vida precisamente en esa época. Pero además es un gran personaje en los festejos carnavaleros del campo tarijeño, pues tiene orígenes campesinos. Así lo confirma el antropólogo y escritor Daniel Vacaflores.
En el campo las comparsas se disfrazan de diablos, diablas y diablitos, paseando a una imagen del Diablo. Antiguamente hubo muchas zonas que festejaban su propio Carnaval como San Luis, German Buch, Villa Avaroa y Luis Espinal. Muchas de éstas en la actualidad continúan celebrando a su manera.
Este matiz del carnaval tarijeño -aunque es muy poco promocionado a nivel de turismo- es muy cautivador e interesante en su sentido mítico. ¿Cuántas veces hemos visto los lunes de Carnaval en el campo a los grupos de diablos amenizando las fiestas y asustando a algunos?, cientos de veces, pero ¿Qué esconde esta tradición ancestral?
Vacaflores identifica momentos esenciales en esto que tiene características de ritual. Tomando en cuenta su experiencia en el barrio Germán Busch, relata que todo empieza en la peña del Diablo, donde se reúnen las personas participantes del barrio junto con todos sus diablos nuevos y los más antiguos.
Allí, recogen al diablo, que normalmente es un muñeco que simboliza a este ser mítico que a la vez representa lo oscuro, las tentaciones y todo lo desbordante en el comportamiento humano.
Los participantes están disfrazados de diablos, y es que el disfraz juega un papel muy importante, pues al transformarse los hombres en este personaje -que luce ropas viejas, máscaras y trapos- pierden el contacto social con las demás personas. Una singularidad es que sólo los varones pueden disfrazarse de diablos.
Más aún, otra de las observaciones de Vacaflores es la participación de la mujer en este ritual. Las mujeres no pueden ser diablos, pero acompañan al diablo y participan en la logística de otros detalles sin ser excluidas.
A raíz de una de sus experiencias el antropólogo contó que “en todo el proceso (de principio a final) estaban las dos hermanas del diablo viejo organizando todo, y parecían ser principales en todo, sabían qué tenían y querían hacer, se hacían respetar (incluso con el diablo más viejo)”, refiriéndose a la primera parte de la fiesta de los diablos.
En cuanto al muñeco, el diablo que acompaña a la celebración, éste puede variar de acuerdo a los barrios en cuanto a su material de fabricación. El de Villa Buch es de plata pura con piedras incrustadas y es transportado en una especie de altar. Otro personaje que aparece es la “Wawa”, un muñeco que reemplaza al diablo antes del entierro.
Otro momento importante, según Vacaflores, es la challa. El antropólogo expone en su investigación que la challa se realiza con alcohol (en este caso chicha de maíz y chuflay), mojando directamente al diablito chiquito y a la Wawa, en el sentido de las agujas del reloj.
Sumado a esto apunta que el bautizo de los nuevos participantes con el diablo, es quizás uno de los momentos que resulta más emblemático.
El acto consiste en echar un poco de alcohol, chicha, o la bebida que se estuviese consumiendo en la cabeza del bautizado y éste se compromete con el diablo por un lapso de tiempo voluntario para continuar con esta festividad.
A partir de ese momento se denominan promesantes, que tal como esta denominación lo indica, cumplen una promesa al Diablo. La mayoría de ellos son erqueros, que van a la fiesta para tocar, gratuita y voluntariamente, y acompañar todo el festejo con la creencia que aquellos que no cumplen la promesa, deben aceptar los severos castigos que se les presenta.
El entierro del diablo
El entierro del diablo se realiza el Domingo de Tentación, posterior al Martes de Challa y el Miércoles de ceniza, es símbolo de la culminación de la época de Carnaval, pero también es una celebración que rompe el esquema del catolicismo.
Se trata del momento final de la celebración. Para esto se lleva a la figura de la Wawa a orillas del río Guadalquivir, se cava un gran hueco, y allí, en las profundidades se lo entierra, esperando el próximo año para su regreso.
Detalles de La tradición
Tradición
En el campo las comparsas se disfrazan de diablos, diablas y diablitos, paseando a una imagen del Diablo. Antiguamente hubo muchas zonas que festejaban su propio Carnaval
Las mujeres
Las mujeres no pueden ser diablos, pero acompañan al diablo y participan en la logística de otros detalles sin ser excluidas.
El entierro
Al entierro se lleva a la figura de la Wawa a orillas del río Guadalquivir, se cava un gran hueco, y allí, en las profundidades se lo entierra, esperando el próximo año para su regreso.
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En el campo las comparsas se disfrazan de diablos, diablas y diablitos, paseando a una imagen del Diablo. Antiguamente hubo muchas zonas que festejaban su propio Carnaval como San Luis, German Buch, Villa Avaroa y Luis Espinal. Muchas de éstas en la actualidad continúan celebrando a su manera.
Este matiz del carnaval tarijeño -aunque es muy poco promocionado a nivel de turismo- es muy cautivador e interesante en su sentido mítico. ¿Cuántas veces hemos visto los lunes de Carnaval en el campo a los grupos de diablos amenizando las fiestas y asustando a algunos?, cientos de veces, pero ¿Qué esconde esta tradición ancestral?
Vacaflores identifica momentos esenciales en esto que tiene características de ritual. Tomando en cuenta su experiencia en el barrio Germán Busch, relata que todo empieza en la peña del Diablo, donde se reúnen las personas participantes del barrio junto con todos sus diablos nuevos y los más antiguos.
Allí, recogen al diablo, que normalmente es un muñeco que simboliza a este ser mítico que a la vez representa lo oscuro, las tentaciones y todo lo desbordante en el comportamiento humano.
Los participantes están disfrazados de diablos, y es que el disfraz juega un papel muy importante, pues al transformarse los hombres en este personaje -que luce ropas viejas, máscaras y trapos- pierden el contacto social con las demás personas. Una singularidad es que sólo los varones pueden disfrazarse de diablos.
Más aún, otra de las observaciones de Vacaflores es la participación de la mujer en este ritual. Las mujeres no pueden ser diablos, pero acompañan al diablo y participan en la logística de otros detalles sin ser excluidas.
A raíz de una de sus experiencias el antropólogo contó que “en todo el proceso (de principio a final) estaban las dos hermanas del diablo viejo organizando todo, y parecían ser principales en todo, sabían qué tenían y querían hacer, se hacían respetar (incluso con el diablo más viejo)”, refiriéndose a la primera parte de la fiesta de los diablos.
En cuanto al muñeco, el diablo que acompaña a la celebración, éste puede variar de acuerdo a los barrios en cuanto a su material de fabricación. El de Villa Buch es de plata pura con piedras incrustadas y es transportado en una especie de altar. Otro personaje que aparece es la “Wawa”, un muñeco que reemplaza al diablo antes del entierro.
Otro momento importante, según Vacaflores, es la challa. El antropólogo expone en su investigación que la challa se realiza con alcohol (en este caso chicha de maíz y chuflay), mojando directamente al diablito chiquito y a la Wawa, en el sentido de las agujas del reloj.
Sumado a esto apunta que el bautizo de los nuevos participantes con el diablo, es quizás uno de los momentos que resulta más emblemático.
El acto consiste en echar un poco de alcohol, chicha, o la bebida que se estuviese consumiendo en la cabeza del bautizado y éste se compromete con el diablo por un lapso de tiempo voluntario para continuar con esta festividad.
A partir de ese momento se denominan promesantes, que tal como esta denominación lo indica, cumplen una promesa al Diablo. La mayoría de ellos son erqueros, que van a la fiesta para tocar, gratuita y voluntariamente, y acompañar todo el festejo con la creencia que aquellos que no cumplen la promesa, deben aceptar los severos castigos que se les presenta.
El entierro del diablo
El entierro del diablo se realiza el Domingo de Tentación, posterior al Martes de Challa y el Miércoles de ceniza, es símbolo de la culminación de la época de Carnaval, pero también es una celebración que rompe el esquema del catolicismo.
Se trata del momento final de la celebración. Para esto se lleva a la figura de la Wawa a orillas del río Guadalquivir, se cava un gran hueco, y allí, en las profundidades se lo entierra, esperando el próximo año para su regreso.
Detalles de La tradición
Tradición
En el campo las comparsas se disfrazan de diablos, diablas y diablitos, paseando a una imagen del Diablo. Antiguamente hubo muchas zonas que festejaban su propio Carnaval
Las mujeres
Las mujeres no pueden ser diablos, pero acompañan al diablo y participan en la logística de otros detalles sin ser excluidas.
El entierro
Al entierro se lleva a la figura de la Wawa a orillas del río Guadalquivir, se cava un gran hueco, y allí, en las profundidades se lo entierra, esperando el próximo año para su regreso.
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