Tarija, la guerra del gas y el cuento del GNL de 2003
Hace 16 años, Bolivia hervía en aguas de cambio agitadas por el nacionalismo durmiente inherente a cualquier ola revolucionaria del país y a un hartazgo social y económico producto de una década de políticas neoliberales de manual que habían acabado por vaciar el Estado. Gonzalo...



Hace 16 años, Bolivia hervía en aguas de cambio agitadas por el nacionalismo durmiente inherente a cualquier ola revolucionaria del país y a un hartazgo social y económico producto de una década de políticas neoliberales de manual que habían acabado por vaciar el Estado.
Gonzalo Sánchez de Lozada acababa de completar su primer año de su segunda mandato no sin pocos sobresaltos. El “impuestazo” de febrero se había frenado con mucha violencia, pero venían más. Eran los tiempos de las crisis de las telecos y los vuelcos en Wall Street. Eran los años de George Bush atacando Irak y Afganistán. Era el tiempo de la consolidación de un modelo económico sin utopía al frente, y sin enemigo, que evidentemente, entre los países pobres, no salió bien.
Sánchez de Lozada había intensificado ya en su primer gobierno 1993 – 1997 todo el proceso de privatización del Estado y amenazaba con profundizar la catástrofe en el segundo periodo, con el gobierno más cuoteado de la historia. La explosión, sin embargo, llegó pronto.
El proyecto GNL
Con YPFB capitalizada y todo el sector energético entregado a las transnacionales a precios e impuestos bajísimos, el contrato objeto de la polémica ya estaba en manos de Jorge “Tuto” Quiroga al acabar su mandato accidental tras sustituir a Hugo Bánzer en la presidencia, pero lo pasó al siguiente Gobierno.
Sánchez de Lozada, ese presidente nacido y educado en Estados Unidos, donde hoy vive retirado y sin responder ante la justicia boliviana, no dudó en poner operativo aquel proyecto anhelado por las petroleras que hoy siguen operando el área Caipipendi.
El epicentro de aquella revuelta era precisamente el campo Margarita, del que los cálculos de las consultoras de entonces decían que se podían extraer hasta 55 trillones de pies cúbicos (5 veces más que las reservas probadas a 2018) y el negocio consistía en exportar unos 50 millones de metros cúbicos de gas al día (toda la producción actual)a través de barcos metaneros, luego de un proceso de licuefacción, todo el gas a las costas del norte de México y sur de California, en Estados Unidos.
Cálculos
Expertos advierten que los términos del contrato del GNL podían haber hecho que Bolivia acabara pagando por exportar su gas
Para entonces Bolivia solo exportaba gas a Brasil a un precio indexado que dejaba apenas un dólar en el país, en parte también por la política impositiva de aquellos años. El GNL Pacific se indexaba al precio internación al Henry Hub, por aquel entonces en las nubes, como todo el sector de hidrocarburos al tener todo el desierto iraquí en llamas.
Andrés Soliz Rada, exministro de Hidrocarburos, recordaba en un artículo de Bolpress “Los expertos foráneos y sus acólitos internos calculan el precio que tendría el gas boliviano en California, el cual, luego de sufrir los descuentos que implican su licuefacción en Iquique, su transporte en barcos metaneros, su regasificación en México y su transporte a destino final, dejará, como es obvio, insignificantes migajas al erario nacional”.
Expertos como Jorge Téllez y Mirko Orgaz advierten que el gas hoy está 2,295 dólares en el mercado norteamericano. “¿Hubiéramos acabado pagando porque se llevaran nuestro gas?”.
Tarija en la coyuntura
El proyecto de exportación era rechazado por amplios sectores de la izquierda nacional y también por sectores de la órbita nacionalista más conservadora. El argumento fundamental era precisamente el riesgo de los precios y volúmenes que implicaba para el país, ya que la certificación de reservas no parecía confiable y el precio, luego de que volviera a márgenes normales, podía dejar pocos recursos para el país. Sin embargo, lo que incendió el país y generó las revueltas fue la intención de exportar por los puertos chilenos.
La hemeroteca de El País, disponible en versión digital para los suscriptores, da cuenta del conflicto político y cómo se vivió desde Tarija, así como qué pensaban los protagonistas de aquel entonces. El mes de octubre en Tarija, de hecho, empezó tranquilo y más concentrado según la información en las designaciones y cuoteos. El asunto del puerto se tocaba, pero en clave de duda, tal cual señalaba el Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
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Los diferentes editoriales del diario, entonces bajo la dirección de Gastón Vaca Guzmán, con Julio Vaca Guzmán como subdirector y Carlos Pumarino Lora como Editor General, daban cuenta de la preocupación por la falta de diálogo y por los riesgos para la democracia, y como medio tarijeño, fue indagando los pros y contras del contrato y buscando las opiniones de los principales actores de entonces.
Tarija venía de un ostracismo importante, por entonces todavía no tenía un kilómetro de asfalto que conectara su capital con las provincias y otras muchas deficiencias, pero la perspectiva del gas, la conformación del IDH y los ímpetus descentralizadores habían alimentado cierta expectativa en el corto plazo.
El apoyo a la exportación era mayoritario entre la clase política e incluso entre la población universitaria, según da cuenta una encuesta realizada por la UAJMS entre 1.200 de sus estudiantes.
Entre las personalidades políticas que tomaron una posición más activa por el diálogo y la exportación se encuentra el exalcalde Óscar Montes, que se manifestó varias veces, y sobre todo, el entonces presidente del Comité Cívico Robert Ruiz Bass Werner, que criticaba a Gonzalo Sánchez de Lozada fundamentalmente por su indecisión y consideraba un proyecto apropiado.
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La combatividad del Comité Cívico en ese sentido se tradujo incluso en graffittis denunciando la actitud en todo el país, como recoge una de las notas de El País.
También hubo posiciones en contra.
Cuando se cumplió la primera década de la “guerra del gas” de 2003, Ruíz, hoy integrado en el Movimiento Al Socialismo, defendió que “Nosotros analizamos y consideramos que había que diversificar el mercado, no vender sólo a B
rasil sino también a EEUU y Argentina. Los precios en aquella época eran tan altos que haciendo el netback salía una venta a EEUU por encima de 4,40 dólares mientras que al mercado brasilero se estaba vendiendo a 0,90” en una entrevista en El Nacional, en la que además consideró que el tiempo les había dado la razón, ya que en ese entonces se producían cerca de 60 millones de metros cúbicos y se exportaban alrededor de 45.
A la fecha la producción ronda los 40 millones de metros cúbicos y las reservas están sobre los 10 trillones de pies cúbicos, por lo que podían haberse agotado a mitad de proyecto y haber generado problemas para el país, similar a lo sucedido en Trinidad y Tobago con un proyecto similar denominado GNL Atlantic.
Hasta que cayó el Gobierno
Finalmente, el Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada cayó, y su vicepresidente Carlos Mesa, que se había apartado dos días antes, asumió sin bancada la Presidencia y se comprometió a someter a referéndum los asuntos más polémicos de la protesta. Desde entonces le persiguen los fantasmas del gonismo y del masismo en función de quien los utilice.
El proyecto GNL no siguió adelante y se lograron mejores contratos con Brasil y Argentina ya con el Movimiento Al Socialismo en el poder, lo que ha permitido - junto a la nueva Ley de Hidrocarburos, que Mesa no quiso firmar, y la nacionalización de 2006 - mejores ingresos para el país, aunque los mismos hayan tenido lagunas y modificaciones que no permitieron aprovechar todo el potencial.
Gonzalo Sánchez de Lozada sigue huido sin responder por los muertos del pueblo alteño, con 89 años parece difícil lograr su extradición y el propio juicio civil en Estados Unidos acabó convertido en una especie de trampa. Hay cosas que siguen pendientes.
Nuevas preocupaciones planean sobre YPFB
La gestión de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) del último ciclo ha empezado a convertirse en circular, al tiempo que proyectos nuevos han desplazado a aquellos que venían en la estrategia de desarrollo postnacionalización. Mientras tanto, tres aspectos preocupan sobremanera en el departamento de Tarija: el retraso en la industrialización del gas; la invasión de la Reserva Nacional de Flora y Fauna y los “tambores de fracking” que empiezan a sonar cada vez con más fuerza en el país.
Yacimientos ha impulsado en apenas un año el proyecto del etanol, un proyecto a favor de los grandes agropecuarios del oriente cruceño. La planta de urea es la única que se puede considerar propiamente de la industrialización del gas, sin embargo los mercados son una debilidad, pues salvo algunos memorándum de intenciones por parte de privados, que apenas se han concretado en cifras de negocio, los contratos entre Estados han empezado a decrecer.
El problema original, señalan los críticos, es que no hay hallazgos de nuevos reservorios que permitan sostener el nivel de ingresos de la exportación, que sostiene a su vez el gasto corriente del Gobierno, e invertir en los proyectos de industrialización que precisamente cuando se diseñaron, en tiempos de Soliz Rada como primer ministro de Hidrocarburos de Evo, tenían el objetivo de sustituir los ingresos que más temprano que tarde se dejarían de percibir por la exportación.
En 2006 ya se sabía que Brasil y Argentina apostaban el uno por el Presal – proyecto en aguas profundas – y el otro por el no convencional en Vaca Muerta con el objetivo de llegar a ser autosuficientes y dejar de depender de la importación desde Bolivia. En ese contexto, YPFB no ha logrado ser aún más competitivo para garantizar los proyectos propios y a su vez, ofrecer mejores opciones a los mercados naturales.
Para YPFB sin embargo “las reservas de gas que fueron certificadas y cuantificadas por la compañía canadiense Sproule International Limited, permitirán la renovación de contratos de compra y venta de gas natural a Brasil y Argentina y sobre todo dar prioridad al mercado interno hasta el año 2035”.
Lo cierto es que el cálculo realista solo garantiza 14 años de supervivencia con los niveles actuales. “De la reserva de 12.5 TCF, se cumplirá con el mercado argentino hasta el año 2026 con la entrega de 3,7 TCF, a Brasil 1,7 TCF y para el mercado interno se destinará 3,89 TCF hasta el 2035 y el restante 3,21 TCF servirá para la ampliación y la suscripción de nuevos contratos” dice su comunicado pese a que la cuantificación es de 10,7 TCF de reservas probadas y a pesar de que con ese volumen no se podría respaldar un contrato a largo plazo o una inversión mayúscula para alcanzar el mercado mundial de barcos metaneros del Gas Licuado.
La apuesta por la incursión en las Reservas Naturales, como Tariquía, y la apertura de puertas a la exploración no convencional en este 2018 responde precisamente a esa escasa capacidad de garantizar reservas para abrir nuevos mercados internacionales y culminar sus proyectos internos.
Gonzalo Sánchez de Lozada acababa de completar su primer año de su segunda mandato no sin pocos sobresaltos. El “impuestazo” de febrero se había frenado con mucha violencia, pero venían más. Eran los tiempos de las crisis de las telecos y los vuelcos en Wall Street. Eran los años de George Bush atacando Irak y Afganistán. Era el tiempo de la consolidación de un modelo económico sin utopía al frente, y sin enemigo, que evidentemente, entre los países pobres, no salió bien.
Sánchez de Lozada había intensificado ya en su primer gobierno 1993 – 1997 todo el proceso de privatización del Estado y amenazaba con profundizar la catástrofe en el segundo periodo, con el gobierno más cuoteado de la historia. La explosión, sin embargo, llegó pronto.
El proyecto GNL
Con YPFB capitalizada y todo el sector energético entregado a las transnacionales a precios e impuestos bajísimos, el contrato objeto de la polémica ya estaba en manos de Jorge “Tuto” Quiroga al acabar su mandato accidental tras sustituir a Hugo Bánzer en la presidencia, pero lo pasó al siguiente Gobierno.
Sánchez de Lozada, ese presidente nacido y educado en Estados Unidos, donde hoy vive retirado y sin responder ante la justicia boliviana, no dudó en poner operativo aquel proyecto anhelado por las petroleras que hoy siguen operando el área Caipipendi.
El epicentro de aquella revuelta era precisamente el campo Margarita, del que los cálculos de las consultoras de entonces decían que se podían extraer hasta 55 trillones de pies cúbicos (5 veces más que las reservas probadas a 2018) y el negocio consistía en exportar unos 50 millones de metros cúbicos de gas al día (toda la producción actual)a través de barcos metaneros, luego de un proceso de licuefacción, todo el gas a las costas del norte de México y sur de California, en Estados Unidos.
Cálculos
Expertos advierten que los términos del contrato del GNL podían haber hecho que Bolivia acabara pagando por exportar su gas
Para entonces Bolivia solo exportaba gas a Brasil a un precio indexado que dejaba apenas un dólar en el país, en parte también por la política impositiva de aquellos años. El GNL Pacific se indexaba al precio internación al Henry Hub, por aquel entonces en las nubes, como todo el sector de hidrocarburos al tener todo el desierto iraquí en llamas.
Andrés Soliz Rada, exministro de Hidrocarburos, recordaba en un artículo de Bolpress “Los expertos foráneos y sus acólitos internos calculan el precio que tendría el gas boliviano en California, el cual, luego de sufrir los descuentos que implican su licuefacción en Iquique, su transporte en barcos metaneros, su regasificación en México y su transporte a destino final, dejará, como es obvio, insignificantes migajas al erario nacional”.
Expertos como Jorge Téllez y Mirko Orgaz advierten que el gas hoy está 2,295 dólares en el mercado norteamericano. “¿Hubiéramos acabado pagando porque se llevaran nuestro gas?”.
Tarija en la coyuntura
El proyecto de exportación era rechazado por amplios sectores de la izquierda nacional y también por sectores de la órbita nacionalista más conservadora. El argumento fundamental era precisamente el riesgo de los precios y volúmenes que implicaba para el país, ya que la certificación de reservas no parecía confiable y el precio, luego de que volviera a márgenes normales, podía dejar pocos recursos para el país. Sin embargo, lo que incendió el país y generó las revueltas fue la intención de exportar por los puertos chilenos.
La hemeroteca de El País, disponible en versión digital para los suscriptores, da cuenta del conflicto político y cómo se vivió desde Tarija, así como qué pensaban los protagonistas de aquel entonces. El mes de octubre en Tarija, de hecho, empezó tranquilo y más concentrado según la información en las designaciones y cuoteos. El asunto del puerto se tocaba, pero en clave de duda, tal cual señalaba el Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
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Los diferentes editoriales del diario, entonces bajo la dirección de Gastón Vaca Guzmán, con Julio Vaca Guzmán como subdirector y Carlos Pumarino Lora como Editor General, daban cuenta de la preocupación por la falta de diálogo y por los riesgos para la democracia, y como medio tarijeño, fue indagando los pros y contras del contrato y buscando las opiniones de los principales actores de entonces.
Tarija venía de un ostracismo importante, por entonces todavía no tenía un kilómetro de asfalto que conectara su capital con las provincias y otras muchas deficiencias, pero la perspectiva del gas, la conformación del IDH y los ímpetus descentralizadores habían alimentado cierta expectativa en el corto plazo.
El apoyo a la exportación era mayoritario entre la clase política e incluso entre la población universitaria, según da cuenta una encuesta realizada por la UAJMS entre 1.200 de sus estudiantes.
Entre las personalidades políticas que tomaron una posición más activa por el diálogo y la exportación se encuentra el exalcalde Óscar Montes, que se manifestó varias veces, y sobre todo, el entonces presidente del Comité Cívico Robert Ruiz Bass Werner, que criticaba a Gonzalo Sánchez de Lozada fundamentalmente por su indecisión y consideraba un proyecto apropiado.
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La combatividad del Comité Cívico en ese sentido se tradujo incluso en graffittis denunciando la actitud en todo el país, como recoge una de las notas de El País.
También hubo posiciones en contra.
Cuando se cumplió la primera década de la “guerra del gas” de 2003, Ruíz, hoy integrado en el Movimiento Al Socialismo, defendió que “Nosotros analizamos y consideramos que había que diversificar el mercado, no vender sólo a B
rasil sino también a EEUU y Argentina. Los precios en aquella época eran tan altos que haciendo el netback salía una venta a EEUU por encima de 4,40 dólares mientras que al mercado brasilero se estaba vendiendo a 0,90” en una entrevista en El Nacional, en la que además consideró que el tiempo les había dado la razón, ya que en ese entonces se producían cerca de 60 millones de metros cúbicos y se exportaban alrededor de 45.
A la fecha la producción ronda los 40 millones de metros cúbicos y las reservas están sobre los 10 trillones de pies cúbicos, por lo que podían haberse agotado a mitad de proyecto y haber generado problemas para el país, similar a lo sucedido en Trinidad y Tobago con un proyecto similar denominado GNL Atlantic.
Hasta que cayó el Gobierno
Finalmente, el Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada cayó, y su vicepresidente Carlos Mesa, que se había apartado dos días antes, asumió sin bancada la Presidencia y se comprometió a someter a referéndum los asuntos más polémicos de la protesta. Desde entonces le persiguen los fantasmas del gonismo y del masismo en función de quien los utilice.
El proyecto GNL no siguió adelante y se lograron mejores contratos con Brasil y Argentina ya con el Movimiento Al Socialismo en el poder, lo que ha permitido - junto a la nueva Ley de Hidrocarburos, que Mesa no quiso firmar, y la nacionalización de 2006 - mejores ingresos para el país, aunque los mismos hayan tenido lagunas y modificaciones que no permitieron aprovechar todo el potencial.
Gonzalo Sánchez de Lozada sigue huido sin responder por los muertos del pueblo alteño, con 89 años parece difícil lograr su extradición y el propio juicio civil en Estados Unidos acabó convertido en una especie de trampa. Hay cosas que siguen pendientes.
Nuevas preocupaciones planean sobre YPFB
La gestión de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) del último ciclo ha empezado a convertirse en circular, al tiempo que proyectos nuevos han desplazado a aquellos que venían en la estrategia de desarrollo postnacionalización. Mientras tanto, tres aspectos preocupan sobremanera en el departamento de Tarija: el retraso en la industrialización del gas; la invasión de la Reserva Nacional de Flora y Fauna y los “tambores de fracking” que empiezan a sonar cada vez con más fuerza en el país.
Yacimientos ha impulsado en apenas un año el proyecto del etanol, un proyecto a favor de los grandes agropecuarios del oriente cruceño. La planta de urea es la única que se puede considerar propiamente de la industrialización del gas, sin embargo los mercados son una debilidad, pues salvo algunos memorándum de intenciones por parte de privados, que apenas se han concretado en cifras de negocio, los contratos entre Estados han empezado a decrecer.
El problema original, señalan los críticos, es que no hay hallazgos de nuevos reservorios que permitan sostener el nivel de ingresos de la exportación, que sostiene a su vez el gasto corriente del Gobierno, e invertir en los proyectos de industrialización que precisamente cuando se diseñaron, en tiempos de Soliz Rada como primer ministro de Hidrocarburos de Evo, tenían el objetivo de sustituir los ingresos que más temprano que tarde se dejarían de percibir por la exportación.
En 2006 ya se sabía que Brasil y Argentina apostaban el uno por el Presal – proyecto en aguas profundas – y el otro por el no convencional en Vaca Muerta con el objetivo de llegar a ser autosuficientes y dejar de depender de la importación desde Bolivia. En ese contexto, YPFB no ha logrado ser aún más competitivo para garantizar los proyectos propios y a su vez, ofrecer mejores opciones a los mercados naturales.
Para YPFB sin embargo “las reservas de gas que fueron certificadas y cuantificadas por la compañía canadiense Sproule International Limited, permitirán la renovación de contratos de compra y venta de gas natural a Brasil y Argentina y sobre todo dar prioridad al mercado interno hasta el año 2035”.
Lo cierto es que el cálculo realista solo garantiza 14 años de supervivencia con los niveles actuales. “De la reserva de 12.5 TCF, se cumplirá con el mercado argentino hasta el año 2026 con la entrega de 3,7 TCF, a Brasil 1,7 TCF y para el mercado interno se destinará 3,89 TCF hasta el 2035 y el restante 3,21 TCF servirá para la ampliación y la suscripción de nuevos contratos” dice su comunicado pese a que la cuantificación es de 10,7 TCF de reservas probadas y a pesar de que con ese volumen no se podría respaldar un contrato a largo plazo o una inversión mayúscula para alcanzar el mercado mundial de barcos metaneros del Gas Licuado.
La apuesta por la incursión en las Reservas Naturales, como Tariquía, y la apertura de puertas a la exploración no convencional en este 2018 responde precisamente a esa escasa capacidad de garantizar reservas para abrir nuevos mercados internacionales y culminar sus proyectos internos.