El País: 28 años de historias, innovación y nuevas apuestas
El País cumple 28 años contándote Tarija, sus problemas, sus demandas, sus sueños y sus buenos y malos momentos. Una vez más 365 días pasaron volando y hoy celebramos un nuevo aniversario. Esta vez con muchos más logros, avanzando siempre en lo digital, pero perfeccionando también en lo...



El País cumple 28 años contándote Tarija, sus problemas, sus demandas, sus sueños y sus buenos y malos momentos. Una vez más 365 días pasaron volando y hoy celebramos un nuevo aniversario. Esta vez con muchos más logros, avanzando siempre en lo digital, pero perfeccionando también en lo escrito. Pues de eso se trata de dar siempre lo mejor.
Hoy publicamos -a manera de celebrar- nuestra primera portada, “la del jueves 13 de junio de 1991”, un día inolvidable en el que nacimos con el firme propósito de convertirnos en el “Diario Grande de Tarija”. Desde ese objetivo han pasado muchas cosas, que nos han permitido crecer diariamente y finalmente alcanzar nuestro propósito, gracias al cariño de nuestra gente.
Pero ¿Qué logramos en este último año? Continuamos en la perfección de nuestro sitio web, con ello fortalecimos nuestra presencia en redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter. Y hoy avanzamos, quizás, en uno de los proyectos más importantes que hemos encarado dentro del objetivo de brindarles un mejor servicio.
Se trata de la digitalización de nuestro archivo histórico, en el que podrán encontrar todas las ediciones de El País desde el año 1991. Esto viene dentro de nuestro nuevo servicio de Suscripción Digital, con el que pueden disfrutar de acceso ilimitado y descuentos. Pueden acceder desde cualquier dispositivo a nuestra Edición PDF y a nuestro Archivo Histórico Digital, un gran aporte para la historia de Tarija.
Añadido a esto cada mañana los suscritos reciben el Newsletter de El País con un resumen de las todas las noticias locales, nacionales e internacionales que necesitan saber para empezar el día. También obtienen descuentos en todos los “Lugares Favoritos” de El País, pudiendo ahorrar en diferentes servicios y productos.
Con el corazón llamado Tarija
Sin embargo, más allá de la modernización y los nuevos servicios, somos El País de siempre, aquél que nació un 13 de junio de 1991 cuando los pozos de San Alberto y San Antonio bullían y en la “linda y tranquila” Tarija apenas se sospechaba lo que estaba por venir.
En las páginas de El País se escribieron los grandes hitos, celebraciones, conmociones y tragedias de un estremecedor cambio de siglo en Tarija, Bolivia y el mundo. Hoy El País es el diario que goza de mayor simpatía en el departamento, así lo revelan sus porcentajes de venta, superiores al 80 por ciento.
Pero no debemos olvidar que todos los logros de este diario se deben también al aporte de personas que pasaron y pasan por sus salas de redacción dedicando gran parte de su vida. Así en este escrito hacemos un homenaje a Nicolás Mamani, quien imprimió El País desde su primera edición.
Un jueves 13 de junio como hoy, pero en 1991 nació el diario El País
Una mirada al pasado con “Don Nico”
[caption id="attachment_464355" align="alignnone" width="1241"] Nicolás Mamani, prensista[/caption]
Es 15 de noviembre del año 2018, Nicolás Mamani ingresa a El País y saluda a todos los que se cruzan en su camino. Son ya las doce de la noche. Luce una pequeña sonrisa que rompe la frialdad de su rígido rostro. Su recorrido termina cuando se para frente a su Roland Bareba, una máquina ófset de imprimir periódicos del año 1958. “Su máquina es más joven que él”, bromean sus compañeros, mientras Don Nico inicia su trabajo. Como si se tratase de un ritual, acomoda sus herramientas, dispone el papel, se frota las manos y comienza. Está consciente que su jornada durará hasta el amanecer, por lo que al día siguiente dormirá toda la mañana como acostumbra.
Nicolás trabajó en el diario El País desde el 13 de junio de 1991. Se dedicó a imprimir periódicos por “cosas de la vida”. A lo largo de su existencia hay cosas que prefirió no preguntar como el haberse criado con su tío desde sus dos años sin saber por qué. “Yo me crié con mi tío, pero ya no pregunté por qué” nos dice con toda naturalidad.
Nació en Potosí, se crió en Caranavi y luego en los Yungas hasta sus once años. El nombre de su tío lo tiene bien presente: “Roque Mamani”, dice con una firmeza militar que rebalsa agradecimiento.
Relata que en el tiempo que vivía en los Yungas producía café, maíz y plátano, ya que los familiares de su tío poseían un terreno en esa región. A los siete años entró al colegio; sin embargo a los once decidió que era tiempo de “largarse”.
“Yo tenía un casero que vivía con nosotros en Caranavi y se fue a Santa Cruz. Cuando regresó me dijo ándate allá y me fui con ellos”, cuenta y agrega que no conocía nada de esa ciudad. Así que cuando llegó tomó un micro para ir a Colonia Colorada y un hombre mayor le preguntó si no quería trabajar en el campo, en la cosecha de guineo. Nicolás aceptó de inmediato.
“Me agarraron bien. Aparte, yo era cazador, porque sabía cazar con fusil máuser”, dice orgulloso. Detalla que lo llevaron a San José, cerca de la carretera antigua a Cochabamba. Estuvo seis meses en el campo y después, su vida dio un giro. La persona que lo contrató le propuso trabajar en una imprenta.
Una vez más, dijo que sí y se fue a vivir a la ciudad. El nombre de su empleador era Pablo Zambrana. “Él tenía imprenta antes, pero en la época de la dictadura lo desterraron. Así que en Santa Cruz se dedicó a las plantaciones”, cuenta y dice que hacía pequeños trabajos de imprenta como facturas, boletas y demás.
Años más tarde, Pablo Zambrana, volvió a trabajar de maquinista en la impresión de periódicos, puntualmente en El Comercio de Santa Cruz. “Como a mí me gustaban esas cosas, yo trabajaba en el día en la imprenta y luego iba a acompañarle en la noche. Iba a hacer cafés, pero sobre todo iba a aprender. Ahí estuve un mes porque me gustaba”, revela Nicolás.
Agrega que un día, de tanto que lo veían ahí, el “camba gerente” le dio una pieza en el mismo periódico y se quedó a trabajar en ese lugar durante tres años. Así comenzó de ayudante de prensa, manejando una linotipo. “Una máquina que trabajaba como robot y sacaba línea por línea las letras”, precisa.
Empero, con el paso del tiempo. De ayudante llegó a ser prensista, luego sumó un trabajo más, pues aceptó trabajar medio tiempo en el periódico La Crónica. “Ahí trabajaba media noche y después me iba al Comercio”, cuenta concentrado como recordando detalles.
Posteriormente, a sus 14 años, trabajó en el diario del Oriente y también en El Deber. Detalla que todos sus trabajos eran hasta la madrugada y a eso se sumaba el colegio, al que iba todos los días a las siete de la noche, sin embargo, en quinto grado lo abandonó.
Un tiempo difícil
Nicolás recuerda que desde los cuartos de imprenta sufrió mucho en tiempos de dictadura. Dice que por ese entonces, como él vivía en el taller, llamaban por teléfono y le decían “si no recogen el comunicado los periodistas serán perseguidos”.
“Yo iba a recoger esos comunicados, porque si no sacábamos los sacaban a balazos a los periodistas. Eso hacían los paramilitares, sobre todo porque en el periódico estaba el doctor Serafín Díaz que era comunista”, recuerda con nostalgia.
Sin embargo, esto no fue suficiente, pues una mañana del año 1971, desconocidos entraron a El Comercio con metralletas. Por un momento casi matan a uno de sus compañeros, sin embargo, se dieron modos de salir escapando por el techo.
“Eran las siete de la mañana y los periodistas se fueron a las seis. Ellos buscaban a los periodistas para matarlos”, recuerda y agrega que tras el golpe de García Mesa, allá por los años 80, el periódico fracasó y Nicolás se fue a trabajar a la frontera.
Un nuevo comienzo
Pasó el tiempo y cuando Nicolás estaba trabajando en la frontera, lo llamaron y le dijeron que la máquina se estaba yendo a Tarija porque la había comprado el prefecto Hugo Oliva y el alcalde Mario Virreira. “Me vine tras la máquina y con ella sacamos La Voz del Sur en Tarija. En ese entonces tenía 25 años”, señala y añade que a sus 30 años ya tenía esposa y tres hijos.
En la Voz del Sur se quedó hasta el año 1990, pues luego este medio se cerró. “Las máquinas ahorita están por ahí para hacer un museo. Hay dos linotipos, una prensa y una triturador”, dice.
Relata que tiempo después, por el año 1991, comenzó a trabajar en el diario El País. Desde ese entonces Nicolás Mamani imprimió 16 páginas del diario, realizó el mantenimiento a la máquina y la arregló cuando tenía algún desperfecto.
Orgulloso afirma que le tomó un gran cariño a este medio al que acompañó desde sus inicios. Actualmente Nicolás Mamani se encuentra en trámite de jubilación
Hoy publicamos -a manera de celebrar- nuestra primera portada, “la del jueves 13 de junio de 1991”, un día inolvidable en el que nacimos con el firme propósito de convertirnos en el “Diario Grande de Tarija”. Desde ese objetivo han pasado muchas cosas, que nos han permitido crecer diariamente y finalmente alcanzar nuestro propósito, gracias al cariño de nuestra gente.
Pero ¿Qué logramos en este último año? Continuamos en la perfección de nuestro sitio web, con ello fortalecimos nuestra presencia en redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter. Y hoy avanzamos, quizás, en uno de los proyectos más importantes que hemos encarado dentro del objetivo de brindarles un mejor servicio.
Se trata de la digitalización de nuestro archivo histórico, en el que podrán encontrar todas las ediciones de El País desde el año 1991. Esto viene dentro de nuestro nuevo servicio de Suscripción Digital, con el que pueden disfrutar de acceso ilimitado y descuentos. Pueden acceder desde cualquier dispositivo a nuestra Edición PDF y a nuestro Archivo Histórico Digital, un gran aporte para la historia de Tarija.
Añadido a esto cada mañana los suscritos reciben el Newsletter de El País con un resumen de las todas las noticias locales, nacionales e internacionales que necesitan saber para empezar el día. También obtienen descuentos en todos los “Lugares Favoritos” de El País, pudiendo ahorrar en diferentes servicios y productos.
Con el corazón llamado Tarija
Sin embargo, más allá de la modernización y los nuevos servicios, somos El País de siempre, aquél que nació un 13 de junio de 1991 cuando los pozos de San Alberto y San Antonio bullían y en la “linda y tranquila” Tarija apenas se sospechaba lo que estaba por venir.
En las páginas de El País se escribieron los grandes hitos, celebraciones, conmociones y tragedias de un estremecedor cambio de siglo en Tarija, Bolivia y el mundo. Hoy El País es el diario que goza de mayor simpatía en el departamento, así lo revelan sus porcentajes de venta, superiores al 80 por ciento.
Pero no debemos olvidar que todos los logros de este diario se deben también al aporte de personas que pasaron y pasan por sus salas de redacción dedicando gran parte de su vida. Así en este escrito hacemos un homenaje a Nicolás Mamani, quien imprimió El País desde su primera edición.
Un jueves 13 de junio como hoy, pero en 1991 nació el diario El País
Una mirada al pasado con “Don Nico”
[caption id="attachment_464355" align="alignnone" width="1241"] Nicolás Mamani, prensista[/caption]
Es 15 de noviembre del año 2018, Nicolás Mamani ingresa a El País y saluda a todos los que se cruzan en su camino. Son ya las doce de la noche. Luce una pequeña sonrisa que rompe la frialdad de su rígido rostro. Su recorrido termina cuando se para frente a su Roland Bareba, una máquina ófset de imprimir periódicos del año 1958. “Su máquina es más joven que él”, bromean sus compañeros, mientras Don Nico inicia su trabajo. Como si se tratase de un ritual, acomoda sus herramientas, dispone el papel, se frota las manos y comienza. Está consciente que su jornada durará hasta el amanecer, por lo que al día siguiente dormirá toda la mañana como acostumbra.
Nicolás trabajó en el diario El País desde el 13 de junio de 1991. Se dedicó a imprimir periódicos por “cosas de la vida”. A lo largo de su existencia hay cosas que prefirió no preguntar como el haberse criado con su tío desde sus dos años sin saber por qué. “Yo me crié con mi tío, pero ya no pregunté por qué” nos dice con toda naturalidad.
Nació en Potosí, se crió en Caranavi y luego en los Yungas hasta sus once años. El nombre de su tío lo tiene bien presente: “Roque Mamani”, dice con una firmeza militar que rebalsa agradecimiento.
Relata que en el tiempo que vivía en los Yungas producía café, maíz y plátano, ya que los familiares de su tío poseían un terreno en esa región. A los siete años entró al colegio; sin embargo a los once decidió que era tiempo de “largarse”.
“Yo tenía un casero que vivía con nosotros en Caranavi y se fue a Santa Cruz. Cuando regresó me dijo ándate allá y me fui con ellos”, cuenta y agrega que no conocía nada de esa ciudad. Así que cuando llegó tomó un micro para ir a Colonia Colorada y un hombre mayor le preguntó si no quería trabajar en el campo, en la cosecha de guineo. Nicolás aceptó de inmediato.
“Me agarraron bien. Aparte, yo era cazador, porque sabía cazar con fusil máuser”, dice orgulloso. Detalla que lo llevaron a San José, cerca de la carretera antigua a Cochabamba. Estuvo seis meses en el campo y después, su vida dio un giro. La persona que lo contrató le propuso trabajar en una imprenta.
Una vez más, dijo que sí y se fue a vivir a la ciudad. El nombre de su empleador era Pablo Zambrana. “Él tenía imprenta antes, pero en la época de la dictadura lo desterraron. Así que en Santa Cruz se dedicó a las plantaciones”, cuenta y dice que hacía pequeños trabajos de imprenta como facturas, boletas y demás.
Años más tarde, Pablo Zambrana, volvió a trabajar de maquinista en la impresión de periódicos, puntualmente en El Comercio de Santa Cruz. “Como a mí me gustaban esas cosas, yo trabajaba en el día en la imprenta y luego iba a acompañarle en la noche. Iba a hacer cafés, pero sobre todo iba a aprender. Ahí estuve un mes porque me gustaba”, revela Nicolás.
Agrega que un día, de tanto que lo veían ahí, el “camba gerente” le dio una pieza en el mismo periódico y se quedó a trabajar en ese lugar durante tres años. Así comenzó de ayudante de prensa, manejando una linotipo. “Una máquina que trabajaba como robot y sacaba línea por línea las letras”, precisa.
Empero, con el paso del tiempo. De ayudante llegó a ser prensista, luego sumó un trabajo más, pues aceptó trabajar medio tiempo en el periódico La Crónica. “Ahí trabajaba media noche y después me iba al Comercio”, cuenta concentrado como recordando detalles.
Posteriormente, a sus 14 años, trabajó en el diario del Oriente y también en El Deber. Detalla que todos sus trabajos eran hasta la madrugada y a eso se sumaba el colegio, al que iba todos los días a las siete de la noche, sin embargo, en quinto grado lo abandonó.
Un tiempo difícil
Nicolás recuerda que desde los cuartos de imprenta sufrió mucho en tiempos de dictadura. Dice que por ese entonces, como él vivía en el taller, llamaban por teléfono y le decían “si no recogen el comunicado los periodistas serán perseguidos”.
“Yo iba a recoger esos comunicados, porque si no sacábamos los sacaban a balazos a los periodistas. Eso hacían los paramilitares, sobre todo porque en el periódico estaba el doctor Serafín Díaz que era comunista”, recuerda con nostalgia.
Sin embargo, esto no fue suficiente, pues una mañana del año 1971, desconocidos entraron a El Comercio con metralletas. Por un momento casi matan a uno de sus compañeros, sin embargo, se dieron modos de salir escapando por el techo.
“Eran las siete de la mañana y los periodistas se fueron a las seis. Ellos buscaban a los periodistas para matarlos”, recuerda y agrega que tras el golpe de García Mesa, allá por los años 80, el periódico fracasó y Nicolás se fue a trabajar a la frontera.
Un nuevo comienzo
Pasó el tiempo y cuando Nicolás estaba trabajando en la frontera, lo llamaron y le dijeron que la máquina se estaba yendo a Tarija porque la había comprado el prefecto Hugo Oliva y el alcalde Mario Virreira. “Me vine tras la máquina y con ella sacamos La Voz del Sur en Tarija. En ese entonces tenía 25 años”, señala y añade que a sus 30 años ya tenía esposa y tres hijos.
En la Voz del Sur se quedó hasta el año 1990, pues luego este medio se cerró. “Las máquinas ahorita están por ahí para hacer un museo. Hay dos linotipos, una prensa y una triturador”, dice.
Relata que tiempo después, por el año 1991, comenzó a trabajar en el diario El País. Desde ese entonces Nicolás Mamani imprimió 16 páginas del diario, realizó el mantenimiento a la máquina y la arregló cuando tenía algún desperfecto.
Orgulloso afirma que le tomó un gran cariño a este medio al que acompañó desde sus inicios. Actualmente Nicolás Mamani se encuentra en trámite de jubilación