Las cinco fiestas religiosas que cautivaron a la antigua Tarija
Desde siempre Tarija tuvo hermosas y singulares tradiciones y esto no era la excepción cuando de venerar a sus santos se trataba. Según el escritor Agustín Morales desde siempre nuestra tierra fue muy religiosa y esto se refleja en la tradición oral relatada por nuestros abuelos y antiguos...



Desde siempre Tarija tuvo hermosas y singulares tradiciones y esto no era la excepción cuando de venerar a sus santos se trataba. Según el escritor Agustín Morales desde siempre nuestra tierra fue muy religiosa y esto se refleja en la tradición oral relatada por nuestros abuelos y antiguos escritores.
Hoy recordaremos lo que era la adoración en la Tarija de antaño a San Juan, San Pedro, la Virgen del Carmen, Santa Ana, San Lorenzo y San Antonio de Padua.
Cuenta Teresa Campos de ochenta años que San Juan y San Pedro eran dos apóstoles que tenían sus fiestas con diferentes formar de reverenciarlos. El primero era tan idolatrado por los campesinos que su imagen era llevada en rogativa por los campos cuando tardaban las lluvias.
Se acostumbraba ofrecerle vísperas con llameantes luminarias que se encendían con grandes cantidades de sunchuhuaycu seco, (unos arbustos que crecían por todas partes). Se los ataba en enormes piras sujetas con cañas huecas verdes y se encendían. Las luminarias daban agradable calor en aquella época de frías noches de junio.
Al respecto el escritor Agustín Morales relata que tanto la champa como las cañas al quemarse producían enorme chisporroteo con reventazones que gustaban a todos los asistentes y, cuando estaban quemándose por la mitad comenzaban los saltos de los chicos y grandes sobre las llamas y brazas, siguiendo quizás costumbres ancestrales.
En el campo los chapacos aprovechaban las brasas y el rescoldo para hacer cocer choclos, a los que se llamaba “tistinchos” y se comían con gusto.
Cuando toda la luminaria estaba por extinguirse acostumbraba la gente a jugar con agua, así que continuaban las carreras y el general bullicio especialmente de los chicos.
Al día siguiente volvía la gente a jugar con agua, en la recova (mercado) y en ciertos barrios se echaban suertes, fundiendo plomo y cuando estaba derretido lo vaciaban en tiestos de agua, formándose figuras de diversa clase, a las que ciertas personas que sabía interpretarlas les encontraban determinados significados, sea de fortuna o de desgracia.
“Para San Pedro se repetían las luminarias, pero solo en los barrios alejados y en el campo. Parece que este portero del cielo tenía más adeptos en la clase popular y campesina”, cuenta Campos.
La Virgen del Carmen
Otra antigua fiesta de la que quedan algunos recueros es la de la Virgen del Carmen. Se relata que algunas conocidas familias conservaban – posiblemente desde épocas antiguas- hermosas imágenes de esta milagrosa Virgen.
Cuentan que había una muy venerada por la familia Ávila Ichazu, la misma que se llevaba con anticipación a la iglesia matriz para celebrar su fiesta, que se la hacía solemne con Misa Mayor, procesión y bendición de los escapularios. Muchos tenían por promesa asistir a los distintos oficios religiosos.
Santa Ana
Pero dentro de este repertorio de fiestas antiguas también está Santa Ana. Según el escritor antiguas tradiciones heredadas desde los españoles habían venido honrando a la madre de la Virgen María celebrando su fiesta el 26 de julio.
Para la ocasión se veneraban las hermosas efigies que se conservaban en las capillas del viejo hospital y en la Orden que lleva su nombre. Más aún, el pueblo con esa fe e intuición cristina comenzó la interesante tradición que era preparar, vender, cambiar y jugar toda clase de cositas pequeñas, miniaturas que las llamaban Santa Anita.
Unos botoncitos blancos que se usaban para las camisas llegaron a llamarse “conchitas” y eran usados como paga de alguna miniatura.
Se cuenta que llegado el día, además de las infaltables misas, había un inusual ajetreo en toda la ciudad, desde ese entonces se comenzó con la tradición de instalar en las puertas pequeñas ventas de empanaditas y gelatinas. También se instalaban bazares. Más tarde todo esto se instaló en la calle Cochabamba.
San Lorenzo
Otra fiesta que se escribe como hermoso recuerdo y que dejó aún rastros de su celebración es la que se organizaba para adorar a San Lorenzo.
Si bien esta fiesta no se realizaba en la ciudad es considerada como propia de las tradiciones tarijeñas y atraía a casi la totalidad de la población que se trasladaba masivamente a la capital de la provincia Méndez.
Cuenta Agustín Morales que desde el 10 de agosto caravanas de gente devota, promesante, curiosa y fiestera se vaciaban a San Lorenzo en cuanto medio existiera. Muchos lo hacían a pie yendo por el antiguo camino de herradura, que cruzaba por San Mateo, pasaba la ancha playa del río Tarija, llegaba al Rancho y seguía por El Mollar hasta el río Calama, en las puertas mismas del pintoresco pueblo de Méndez.
Al ingresar por su callejón más largo bordeado por huertas cercadas con sencillos tapiales de piedra sin mezcla y añosos molles, ya se podía divisar la calle principal con sus casitas pintadas en espera del milagroso patrono el lugar.
De a poco se arribaba a la placita del pueblo y se dirigían los cansados pasos a la iglesia del pueblo, donde se esperaba al patrono San Lorenzo bien decorado y con capa, rodeado de cientos de velas.
“Hacia el altar se dirigía todas las miradas y los devotos corazones, iban hasta ese punto y se postraban a sus pies implorándole bendición. Allí terminaba el peregrinaje de tanta gente de la ciudad y del campo que participaba de esta devoción sin distinción de clases” relata Jacinto Gallardo, tarijeño de 90 años.
Morales Duran apunta que unos peregrinos llevaban velas de todos los tamaños, otros ofrendas florales naturales y artificiales, las más o los más devotos quienes querían alcanzar un milagro llevaban piezas de plata, capas o hábitos nuevos bien bordados.
En ese mismo atardecer se escuchaba la novena y otras solemnes oraciones, más tarde se disfrutaba del canto de las vísperas que era cuando el templo resultaba pequeño y no quedaba lugar para el encendido de velas. Mientras que en el atrio, calle vecina, y la misma plaza, otros promesantes encendían velas, fuegos pirotécnicos, reventaban petardos y camaretas.
Se recuerda que al día siguiente, el alba era saludado con el más intenso repiqueteo y estallido de camaretas, mientras seguía llegando la gente de la capital. Esta vez en micros, camiones y autos. Llenaban la iglesia, las principales calles y la recova. Todo esto hasta convertir al pueblo en una inmensa feria.
Más aún, lo que esperaba la gente con ansias era poder acercarse a los pies del santo patrono, turnándose en colas y fileras interminables. Así llegaba la hora de la misa mayor, muy solemne. Tras ésta se sacaba al santo en la procesión, decenas de chunchos bailaban al son de la flauta y, bombo y tambor, mientras los cañeros soltaban sus melodías. San Lorenzo era llevado al centro de la plaza, donde todos podían contemplarlo.
San Antonio de Padua
Finalmente un recuerdo nos lleva a describir la celebración de San Antonio de Padua. Se trataba de una fiesta que sabían prepararla con mucha dedicación los padres franciscanos, reuniendo a la niñez para inculcarle los preceptos cristianos y habilidades para que reciban la primera comunión.
Con tal motivo acudían a San Francisco cientos de niños de ambos sexos de entre los 8 y 13 años, los que luego recibían la Hostia Consagrada en solemne Misa Mayor, celebrada el 13 e junio.
Vestían largas prendas llevando gruesas velas, sagrado libro misal, rosario y gruesas velas. Después de la misa acostumbraban a repartir panecillos de San Antonio que eran muy esperados porque se decía que hacían milagros.
“A mediodía de la consagración Antoniana se solía preparar un almuerzo para todos los pobres de la ciudad. También se les repartía ropas y prendas. Por la tarde se realizaba la procesión llevando al Santo de Padua por las principales calles de la ciudad”, relata Agustín Morales Durán en su libro “Estampas de Tarija”.
Veneraciones que tomaron fuerza
La Virgen de Chaguaya
La Virgen de Chaguaya es una advocación de la Virgen María que se venera en la población de Chaguaya, a 67,5 km al suroeste de la ciudad de Tarija. Su fiesta se celebra el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de María.
San Roque
La Fiesta de San Roque, hoy conocida como Fiesta Grande de Tarija, es una de las manifestaciones más puras del saber popular. La fiesta empieza oficialmente el 16 de agosto de cada año. Sin embargo, la población en general y la comunidad religiosa de la ciudad recién viven la fiesta el primer domingo del mes de septiembre
La Virgen de Guadalupe
[caption id="attachment_276004" align="aligncenter" width="696"] Festividad de la Virgen de Guadalupe[/caption]
La festividad de la Virgen de Guadalupe en la población de Entre Ríos (provincia O’Connor), el primer domingo de octubre, año tras año testifica la afluencia de aborígenes que provienen del río Pilcomayo, quienes llegan hasta el templo para rendir culto a la fe cristiana. También asisten pobladores de la ciudad.
Hoy recordaremos lo que era la adoración en la Tarija de antaño a San Juan, San Pedro, la Virgen del Carmen, Santa Ana, San Lorenzo y San Antonio de Padua.
Cuenta Teresa Campos de ochenta años que San Juan y San Pedro eran dos apóstoles que tenían sus fiestas con diferentes formar de reverenciarlos. El primero era tan idolatrado por los campesinos que su imagen era llevada en rogativa por los campos cuando tardaban las lluvias.
Se acostumbraba ofrecerle vísperas con llameantes luminarias que se encendían con grandes cantidades de sunchuhuaycu seco, (unos arbustos que crecían por todas partes). Se los ataba en enormes piras sujetas con cañas huecas verdes y se encendían. Las luminarias daban agradable calor en aquella época de frías noches de junio.
Al respecto el escritor Agustín Morales relata que tanto la champa como las cañas al quemarse producían enorme chisporroteo con reventazones que gustaban a todos los asistentes y, cuando estaban quemándose por la mitad comenzaban los saltos de los chicos y grandes sobre las llamas y brazas, siguiendo quizás costumbres ancestrales.
En el campo los chapacos aprovechaban las brasas y el rescoldo para hacer cocer choclos, a los que se llamaba “tistinchos” y se comían con gusto.
Cuando toda la luminaria estaba por extinguirse acostumbraba la gente a jugar con agua, así que continuaban las carreras y el general bullicio especialmente de los chicos.
Al día siguiente volvía la gente a jugar con agua, en la recova (mercado) y en ciertos barrios se echaban suertes, fundiendo plomo y cuando estaba derretido lo vaciaban en tiestos de agua, formándose figuras de diversa clase, a las que ciertas personas que sabía interpretarlas les encontraban determinados significados, sea de fortuna o de desgracia.
“Para San Pedro se repetían las luminarias, pero solo en los barrios alejados y en el campo. Parece que este portero del cielo tenía más adeptos en la clase popular y campesina”, cuenta Campos.
La Virgen del Carmen
Otra antigua fiesta de la que quedan algunos recueros es la de la Virgen del Carmen. Se relata que algunas conocidas familias conservaban – posiblemente desde épocas antiguas- hermosas imágenes de esta milagrosa Virgen.
Cuentan que había una muy venerada por la familia Ávila Ichazu, la misma que se llevaba con anticipación a la iglesia matriz para celebrar su fiesta, que se la hacía solemne con Misa Mayor, procesión y bendición de los escapularios. Muchos tenían por promesa asistir a los distintos oficios religiosos.
Santa Ana
Pero dentro de este repertorio de fiestas antiguas también está Santa Ana. Según el escritor antiguas tradiciones heredadas desde los españoles habían venido honrando a la madre de la Virgen María celebrando su fiesta el 26 de julio.
Para la ocasión se veneraban las hermosas efigies que se conservaban en las capillas del viejo hospital y en la Orden que lleva su nombre. Más aún, el pueblo con esa fe e intuición cristina comenzó la interesante tradición que era preparar, vender, cambiar y jugar toda clase de cositas pequeñas, miniaturas que las llamaban Santa Anita.
Unos botoncitos blancos que se usaban para las camisas llegaron a llamarse “conchitas” y eran usados como paga de alguna miniatura.
Se cuenta que llegado el día, además de las infaltables misas, había un inusual ajetreo en toda la ciudad, desde ese entonces se comenzó con la tradición de instalar en las puertas pequeñas ventas de empanaditas y gelatinas. También se instalaban bazares. Más tarde todo esto se instaló en la calle Cochabamba.
San Lorenzo
Otra fiesta que se escribe como hermoso recuerdo y que dejó aún rastros de su celebración es la que se organizaba para adorar a San Lorenzo.
Si bien esta fiesta no se realizaba en la ciudad es considerada como propia de las tradiciones tarijeñas y atraía a casi la totalidad de la población que se trasladaba masivamente a la capital de la provincia Méndez.
Cuenta Agustín Morales que desde el 10 de agosto caravanas de gente devota, promesante, curiosa y fiestera se vaciaban a San Lorenzo en cuanto medio existiera. Muchos lo hacían a pie yendo por el antiguo camino de herradura, que cruzaba por San Mateo, pasaba la ancha playa del río Tarija, llegaba al Rancho y seguía por El Mollar hasta el río Calama, en las puertas mismas del pintoresco pueblo de Méndez.
Al ingresar por su callejón más largo bordeado por huertas cercadas con sencillos tapiales de piedra sin mezcla y añosos molles, ya se podía divisar la calle principal con sus casitas pintadas en espera del milagroso patrono el lugar.
De a poco se arribaba a la placita del pueblo y se dirigían los cansados pasos a la iglesia del pueblo, donde se esperaba al patrono San Lorenzo bien decorado y con capa, rodeado de cientos de velas.
“Hacia el altar se dirigía todas las miradas y los devotos corazones, iban hasta ese punto y se postraban a sus pies implorándole bendición. Allí terminaba el peregrinaje de tanta gente de la ciudad y del campo que participaba de esta devoción sin distinción de clases” relata Jacinto Gallardo, tarijeño de 90 años.
Morales Duran apunta que unos peregrinos llevaban velas de todos los tamaños, otros ofrendas florales naturales y artificiales, las más o los más devotos quienes querían alcanzar un milagro llevaban piezas de plata, capas o hábitos nuevos bien bordados.
En ese mismo atardecer se escuchaba la novena y otras solemnes oraciones, más tarde se disfrutaba del canto de las vísperas que era cuando el templo resultaba pequeño y no quedaba lugar para el encendido de velas. Mientras que en el atrio, calle vecina, y la misma plaza, otros promesantes encendían velas, fuegos pirotécnicos, reventaban petardos y camaretas.
Se recuerda que al día siguiente, el alba era saludado con el más intenso repiqueteo y estallido de camaretas, mientras seguía llegando la gente de la capital. Esta vez en micros, camiones y autos. Llenaban la iglesia, las principales calles y la recova. Todo esto hasta convertir al pueblo en una inmensa feria.
Más aún, lo que esperaba la gente con ansias era poder acercarse a los pies del santo patrono, turnándose en colas y fileras interminables. Así llegaba la hora de la misa mayor, muy solemne. Tras ésta se sacaba al santo en la procesión, decenas de chunchos bailaban al son de la flauta y, bombo y tambor, mientras los cañeros soltaban sus melodías. San Lorenzo era llevado al centro de la plaza, donde todos podían contemplarlo.
San Antonio de Padua
Finalmente un recuerdo nos lleva a describir la celebración de San Antonio de Padua. Se trataba de una fiesta que sabían prepararla con mucha dedicación los padres franciscanos, reuniendo a la niñez para inculcarle los preceptos cristianos y habilidades para que reciban la primera comunión.
Con tal motivo acudían a San Francisco cientos de niños de ambos sexos de entre los 8 y 13 años, los que luego recibían la Hostia Consagrada en solemne Misa Mayor, celebrada el 13 e junio.
Vestían largas prendas llevando gruesas velas, sagrado libro misal, rosario y gruesas velas. Después de la misa acostumbraban a repartir panecillos de San Antonio que eran muy esperados porque se decía que hacían milagros.
“A mediodía de la consagración Antoniana se solía preparar un almuerzo para todos los pobres de la ciudad. También se les repartía ropas y prendas. Por la tarde se realizaba la procesión llevando al Santo de Padua por las principales calles de la ciudad”, relata Agustín Morales Durán en su libro “Estampas de Tarija”.
Veneraciones que tomaron fuerza
La Virgen de Chaguaya
La Virgen de Chaguaya es una advocación de la Virgen María que se venera en la población de Chaguaya, a 67,5 km al suroeste de la ciudad de Tarija. Su fiesta se celebra el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de María.
San Roque
La Fiesta de San Roque, hoy conocida como Fiesta Grande de Tarija, es una de las manifestaciones más puras del saber popular. La fiesta empieza oficialmente el 16 de agosto de cada año. Sin embargo, la población en general y la comunidad religiosa de la ciudad recién viven la fiesta el primer domingo del mes de septiembre
La Virgen de Guadalupe
[caption id="attachment_276004" align="aligncenter" width="696"] Festividad de la Virgen de Guadalupe[/caption]
La festividad de la Virgen de Guadalupe en la población de Entre Ríos (provincia O’Connor), el primer domingo de octubre, año tras año testifica la afluencia de aborígenes que provienen del río Pilcomayo, quienes llegan hasta el templo para rendir culto a la fe cristiana. También asisten pobladores de la ciudad.