Un tesoro preciado, la belleza de la mujer tarijeña desde antaño
La belleza de las mujeres tarijeñas siempre fue un valor muy comentado a nivel nacional, desde hace muchos años se describió a la chapaca como una mujer de ojos grandes, piel tersa, hermosa sonrisa, cariñosa, amable y con gran sentido del humor. José Vega de 80 años cuenta que en años...



La belleza de las mujeres tarijeñas siempre fue un valor muy comentado a nivel nacional, desde hace muchos años se describió a la chapaca como una mujer de ojos grandes, piel tersa, hermosa sonrisa, cariñosa, amable y con gran sentido del humor.
José Vega de 80 años cuenta que en años pasados siempre existían los concursos de belleza que aunque eran pequeños ponderaban la belleza de las tarijeñas. “Hoy esto se ha ido perdiendo, antes había elecciones de reinas desde colegio”, afirma mientras dice que Tarija siempre fue una tierra encantadora, donde a diario se veía llegar a uno que otro extranjero “engatusado” por alguna tarijeña.
Vega cuenta que las chapacas fueron y son la inspiración esencial para grandes poetas y músicos, quienes sentados en interminables noches de tertulia, guitarra y vino componían canciones para sus amores
Carlos Gutiérrez de 75 años cuenta que en grupo de jóvenes solía merodear la plaza Luis de Fuentes mirando a las lindas “mozas” que caminaban en grupo o acompañas de sus madres o tías. “Era algo muy emocionante porque desde siempre las tarijeñas fueron hermosas y el tema era conquistarlas, nos rompíamos en detalles con los amigos”, dice mientras recuerda sus años mozos.
Pero agrega que en cualquier lugar de la campiña tarijeña se veía a hermosas mujeres, aunque asegura que hay zonas como Paicho, donde se decía estaban las más hermosas. “Ibas a Paicho y veías a las damas de belleza incomparable, no nos querían ni hablar porque eran tímidas pero disfrutábamos al verlas”, dice sonriente.
Relata también que San Lorenzo, cuna de los pelirrojos, siempre vio nacer hermosas mujeres. “En cada zona las tarijeñas tienen su particularidad, en San Lorenzo tenían y tienen muchas el cabello rojizo. Las veíamos en la plaza del pueblo y nos sentábamos ahí a guitarrear, a cantarles unas cuantas inspiraciones. Mi amigo El Pollo era el poeta que enamoró a más de una, yo en cambio a mirar nomas”, cuenta al tiempo que larga una carcajada.
Dice que con el pasar de los años y cuando la fiesta de comadres se fue afianzando, éste era un día esperado para ver a tantas mujeres hermosas juntas. Y de esa manera se fue convirtiendo en una jornada muchas veces más esperada por hombres que por mujeres.
Recuerda que una de las primeras fiestas de comadres se hacía en El Molino y en sus inicios sólo podía entrar un hombre. Se elegía al afortunado por el lazo de amistad que tenía con el grupo.
Al festejo se invitaba a participar a todas las mujeres de El Molino, también a aquellas que por diferentes circunstancias habían ido a vivir a otros lugares. La organización de las comadres pioneras incluía ciertas reglas, una de ellas era nombrar a un compadre. Sólo un hombre era recibido a compartir en la fiesta. El compadre elegido para participar de la fiesta de las comadres molineñas debía ser el más apreciado.
Necesariamente tenía que pertenecer al barrio y no importaba si era rico o pobre, el requisito era el aprecio y ser un amigo querido al que se le entregaba una torta muy grande y se le permitía participar del festejo de las mujeres.
“Cada año los hombres del barrio se portaban bien porque querían ser nombrados compadres”, relató Carmen Julia Vargas.
Hoy la belleza de las tarijeñas sigue siendo un don preciado, esta tierra a dado a luz a un sinfín de modelos y reinas de belleza, pero este don no sólo se lo ve en las pasarelas sino a diario en cada una de las calles de nuestra chura tierra.
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José Vega de 80 años cuenta que en años pasados siempre existían los concursos de belleza que aunque eran pequeños ponderaban la belleza de las tarijeñas. “Hoy esto se ha ido perdiendo, antes había elecciones de reinas desde colegio”, afirma mientras dice que Tarija siempre fue una tierra encantadora, donde a diario se veía llegar a uno que otro extranjero “engatusado” por alguna tarijeña.
Vega cuenta que las chapacas fueron y son la inspiración esencial para grandes poetas y músicos, quienes sentados en interminables noches de tertulia, guitarra y vino componían canciones para sus amores
Carlos Gutiérrez de 75 años cuenta que en grupo de jóvenes solía merodear la plaza Luis de Fuentes mirando a las lindas “mozas” que caminaban en grupo o acompañas de sus madres o tías. “Era algo muy emocionante porque desde siempre las tarijeñas fueron hermosas y el tema era conquistarlas, nos rompíamos en detalles con los amigos”, dice mientras recuerda sus años mozos.
Pero agrega que en cualquier lugar de la campiña tarijeña se veía a hermosas mujeres, aunque asegura que hay zonas como Paicho, donde se decía estaban las más hermosas. “Ibas a Paicho y veías a las damas de belleza incomparable, no nos querían ni hablar porque eran tímidas pero disfrutábamos al verlas”, dice sonriente.
Relata también que San Lorenzo, cuna de los pelirrojos, siempre vio nacer hermosas mujeres. “En cada zona las tarijeñas tienen su particularidad, en San Lorenzo tenían y tienen muchas el cabello rojizo. Las veíamos en la plaza del pueblo y nos sentábamos ahí a guitarrear, a cantarles unas cuantas inspiraciones. Mi amigo El Pollo era el poeta que enamoró a más de una, yo en cambio a mirar nomas”, cuenta al tiempo que larga una carcajada.
Dice que con el pasar de los años y cuando la fiesta de comadres se fue afianzando, éste era un día esperado para ver a tantas mujeres hermosas juntas. Y de esa manera se fue convirtiendo en una jornada muchas veces más esperada por hombres que por mujeres.
Recuerda que una de las primeras fiestas de comadres se hacía en El Molino y en sus inicios sólo podía entrar un hombre. Se elegía al afortunado por el lazo de amistad que tenía con el grupo.
Al festejo se invitaba a participar a todas las mujeres de El Molino, también a aquellas que por diferentes circunstancias habían ido a vivir a otros lugares. La organización de las comadres pioneras incluía ciertas reglas, una de ellas era nombrar a un compadre. Sólo un hombre era recibido a compartir en la fiesta. El compadre elegido para participar de la fiesta de las comadres molineñas debía ser el más apreciado.
Necesariamente tenía que pertenecer al barrio y no importaba si era rico o pobre, el requisito era el aprecio y ser un amigo querido al que se le entregaba una torta muy grande y se le permitía participar del festejo de las mujeres.
“Cada año los hombres del barrio se portaban bien porque querían ser nombrados compadres”, relató Carmen Julia Vargas.
Hoy la belleza de las tarijeñas sigue siendo un don preciado, esta tierra a dado a luz a un sinfín de modelos y reinas de belleza, pero este don no sólo se lo ve en las pasarelas sino a diario en cada una de las calles de nuestra chura tierra.
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