Argentina dice que no quiere gas boliviano, Sánchez calla
Apuesta a lo grande el Secretario de Energía argentino, Javier Iguacel; silencio sepulcral del Ministro de Hidrocarburos boliviano, Luis Alberto Sánchez. Iguacel aprovechó su diálogo con Río Negro Energía, una de las revistas especializadas más importantes del país vecino, para aseverar...



Apuesta a lo grande el Secretario de Energía argentino, Javier Iguacel; silencio sepulcral del Ministro de Hidrocarburos boliviano, Luis Alberto Sánchez. Iguacel aprovechó su diálogo con Río Negro Energía, una de las revistas especializadas más importantes del país vecino, para aseverar que en dos años no van a necesitar gas boliviano y, aún más, aseguró que ya se ha acordado una reducción en el contrato de importación.
En diálogo con “Río Negro Energía”, Iguacel aseguró que se está avanzando en una reducción de las importaciones desde Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), y detalló que “estamos trabajando, es un contrato que tiene cláusulas que fijan que las partes se tienen que sentar cuando hay cambios sustanciales en el mercado y esto es lo que sucedió, es un gran cambio que se está viendo en Argentina”.
Para de las negociaciones por las cuales ya se redujo el volumen que es inyectado desde el vecino país se basan en la caída en la producción de gas que enfrenta YPFB y que le impidió en gran parte del año cumplir con los volúmenes fijados en el contrato a 20 años, cuyo vencimiento operará en 2026. El contrato contempla alcanzar los 27 millones de metros cúbicos diarios, si bien actualmente rondan los 20 millones las posibilidades de nominación.
“Bolivia estaba incumpliendo, no estaba entregando los 22 millones de metros cúbicos por día que están nominados, por lo cual entendieron que era oportuno sentarse a discutir y hoy los volúmenes de ingreso de Bolivia son significativamente más bajos sin penalidades para Argentina”, precisó Iguacel.
El funcionario agregó que “estamos discutiendo esto porque en dos años ya no vamos a necesitar el gas de Bolivia, ni nada, pero entendiendo que hay un contrato a largo plazo estamos tratando de ajustarlo a algo que sea bueno para los dos países”.
El silencio
Por parte de Bolivia, sin embargo, el ministro Luis Alberto Sánchez no accedió a los pedidos de información solicitados por varios caminos. El último antecedente en el que se refirió a las negociaciones con Argentina fue al rechazar la propuesta hecha por el antecesor de Iguacel, Juan José Aranguren, que propuso comprar más en invierno a mayor precio, pero menos el resto del año. Sánchez rechazó esta opción al considerarse desventajosa para el país.
Posteriormente, Sánchez ha recordado que Argentina debe facturas por gas, que llegaron a acumular más de 200 millones de dólares, pero que sin embargo se tuvo la consideración y la confianza a pesar de las dificultades por las que atraviesa el país vecino, inmerso en una crisis del peso con pocos precedentes.
Los datos ofrecidos por el Viceministerio de Exploración y Explotación, no actualizados desde el mes de julio, no ofrecen una variabilidad en la producción significativa respecto a 2017, por lo que no coincidiría con lo señalado por Iguacel. Según el extracto, en julio de 2018 se hubieran producido 55,47 millones de metros cúbicos al día, mientras que en 2017 se hubiera alcanzado los 58.
Una trampa de negociación
Desde la Fundación Jubileo se viene advirtiendo de la posición de negociación débil en la que ha incurrido Bolivia al no haber logrado ni incrementar sus reservas, ni garantizar mercados alternativos ni consolidar sus proyectos de industrialización.
El contrato con Brasil culmina en 2019, el Gobierno saliente ya ha dejado el asunto zanjado, es decir, que no prevé una renovación con las empresas estatales como protagonistas, por lo que a YPFB le queda la baza de la negociación directa con privados al tener ya el ducto tendido, pero en todos los casos, no serían contratos de larga duración. Los más optimistas señalan que se podría llegar a la mitad de lo que actualmente se puede comerciar, y que según contrato, es de 30,5 millones de metros cúbicos.
Bolivia tampoco ha concretado sus proyectos para alcanzar el océano y por ahí, ingresar al mercado mundial del gas natural licuado a través de barcos metaneros. El presidente de YPFB Óscar Barriga aseguró hace tres meses que estaba en estudio. El asunto, por plazos, no tiene que ver con la resolución de la demanda marítima.
Bolivia tampoco ha logrado culminar sus proyectos de industrialización del gas, particularmente el de las petroquímicas de propileno y de etileno, que debían catapultar al país a la era del plástico abriendo otro horizonte.
En ese contexto, Argentina sabe bien que es el único país al que puede seguir vendiendo, por lo que no va a descartar ninguna oportunidad para tratar de rebajar precios.
Del “farol” argentino a la reserva estratégica
El resurgir de Argentina como potencia gasífera se centra en el éxito de los proyectos de exploración y explotación no convencional en Vaca Muerta, entre las provincias de Neuquén y Río Negro fundamentalmente. Su desarrollo le ha hecho a la Argentina prescindir de algunos proyectos en el norte salteño, mientras se habla de la autosuficiencia energética.
En Bolivia, desde que Brasil inició a desarrollar el Presal y Argentina Vaca Muerta, se ha aconsejado establecer una reserva estratégica para la industrialización y destinar la mayor parte de los ingresos por exportación a desarrollar estos proyectos a la par de la exploración en nuevas reservas que garanticen el largo plazo. Por el momento no se ha logrado ni una cosa ni la otra.
En diálogo con “Río Negro Energía”, Iguacel aseguró que se está avanzando en una reducción de las importaciones desde Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), y detalló que “estamos trabajando, es un contrato que tiene cláusulas que fijan que las partes se tienen que sentar cuando hay cambios sustanciales en el mercado y esto es lo que sucedió, es un gran cambio que se está viendo en Argentina”.
Para de las negociaciones por las cuales ya se redujo el volumen que es inyectado desde el vecino país se basan en la caída en la producción de gas que enfrenta YPFB y que le impidió en gran parte del año cumplir con los volúmenes fijados en el contrato a 20 años, cuyo vencimiento operará en 2026. El contrato contempla alcanzar los 27 millones de metros cúbicos diarios, si bien actualmente rondan los 20 millones las posibilidades de nominación.
“Bolivia estaba incumpliendo, no estaba entregando los 22 millones de metros cúbicos por día que están nominados, por lo cual entendieron que era oportuno sentarse a discutir y hoy los volúmenes de ingreso de Bolivia son significativamente más bajos sin penalidades para Argentina”, precisó Iguacel.
El funcionario agregó que “estamos discutiendo esto porque en dos años ya no vamos a necesitar el gas de Bolivia, ni nada, pero entendiendo que hay un contrato a largo plazo estamos tratando de ajustarlo a algo que sea bueno para los dos países”.
El silencio
Por parte de Bolivia, sin embargo, el ministro Luis Alberto Sánchez no accedió a los pedidos de información solicitados por varios caminos. El último antecedente en el que se refirió a las negociaciones con Argentina fue al rechazar la propuesta hecha por el antecesor de Iguacel, Juan José Aranguren, que propuso comprar más en invierno a mayor precio, pero menos el resto del año. Sánchez rechazó esta opción al considerarse desventajosa para el país.
Posteriormente, Sánchez ha recordado que Argentina debe facturas por gas, que llegaron a acumular más de 200 millones de dólares, pero que sin embargo se tuvo la consideración y la confianza a pesar de las dificultades por las que atraviesa el país vecino, inmerso en una crisis del peso con pocos precedentes.
Los datos ofrecidos por el Viceministerio de Exploración y Explotación, no actualizados desde el mes de julio, no ofrecen una variabilidad en la producción significativa respecto a 2017, por lo que no coincidiría con lo señalado por Iguacel. Según el extracto, en julio de 2018 se hubieran producido 55,47 millones de metros cúbicos al día, mientras que en 2017 se hubiera alcanzado los 58.
Una trampa de negociación
Desde la Fundación Jubileo se viene advirtiendo de la posición de negociación débil en la que ha incurrido Bolivia al no haber logrado ni incrementar sus reservas, ni garantizar mercados alternativos ni consolidar sus proyectos de industrialización.
El contrato con Brasil culmina en 2019, el Gobierno saliente ya ha dejado el asunto zanjado, es decir, que no prevé una renovación con las empresas estatales como protagonistas, por lo que a YPFB le queda la baza de la negociación directa con privados al tener ya el ducto tendido, pero en todos los casos, no serían contratos de larga duración. Los más optimistas señalan que se podría llegar a la mitad de lo que actualmente se puede comerciar, y que según contrato, es de 30,5 millones de metros cúbicos.
Bolivia tampoco ha concretado sus proyectos para alcanzar el océano y por ahí, ingresar al mercado mundial del gas natural licuado a través de barcos metaneros. El presidente de YPFB Óscar Barriga aseguró hace tres meses que estaba en estudio. El asunto, por plazos, no tiene que ver con la resolución de la demanda marítima.
Bolivia tampoco ha logrado culminar sus proyectos de industrialización del gas, particularmente el de las petroquímicas de propileno y de etileno, que debían catapultar al país a la era del plástico abriendo otro horizonte.
En ese contexto, Argentina sabe bien que es el único país al que puede seguir vendiendo, por lo que no va a descartar ninguna oportunidad para tratar de rebajar precios.
Del “farol” argentino a la reserva estratégica
El resurgir de Argentina como potencia gasífera se centra en el éxito de los proyectos de exploración y explotación no convencional en Vaca Muerta, entre las provincias de Neuquén y Río Negro fundamentalmente. Su desarrollo le ha hecho a la Argentina prescindir de algunos proyectos en el norte salteño, mientras se habla de la autosuficiencia energética.
En Bolivia, desde que Brasil inició a desarrollar el Presal y Argentina Vaca Muerta, se ha aconsejado establecer una reserva estratégica para la industrialización y destinar la mayor parte de los ingresos por exportación a desarrollar estos proyectos a la par de la exploración en nuevas reservas que garanticen el largo plazo. Por el momento no se ha logrado ni una cosa ni la otra.