Los pueblos fantasmas de la zona alta de Tarija
María Ramos nació en Tomayapo y vivió allí hasta su cumpleaños número 30 en febrero de este año. Tiene dos hijas, Cecilia de 10 y Sandrita de 6 años. El padre de las niñas se fue hace cinco años buscando mejores oportunidades laborales, o “quizás sólo quería irse lejos”, dice...



María Ramos nació en Tomayapo y vivió allí hasta su cumpleaños número 30 en febrero de este año. Tiene dos hijas, Cecilia de 10 y Sandrita de 6 años. El padre de las niñas se fue hace cinco años buscando mejores oportunidades laborales, o “quizás sólo quería irse lejos”, dice ella tristemente.
Supuestamente se fue a buscar trabajo a la zafra en Bermejo, pero según la familia del hombre, las últimas veces que llamó dijo que se encontraba en Argentina. Reveló que consiguió un trabajo en cultivos de flores para una empresa de perfumes.
Después de su cumpleaños, María tomó la decisión de migrar de su comunidad, “yo pensé, ¿Qué voy a hacer aquí con mis hijas? Aquí no hay trabajo, no hay agua, no tengo nada. Entonces me vine a la ciudad para buscar algo mejor”.
“Cuando me vine, no me traje nada más que mi ropa. Me dio pena dejar mi casa, allí he crecido pues. Han crecido mis hermanos, ha muerto mi padre y mi madre. Aunque era poco, era mío. Pero que van a hacer mis hijas después”, dice María mientras le ajusta las trenzas a Sandrita.
La migración de los municipios de la zona alta del departamento de Tarija comenzó hace varios años y continúa en crecimiento. Según el alcalde del municipio de El Puente, Hugo Girón, el 25 por ciento de la población migra de sus comunidades a diferentes puntos dentro y fuera del país porque no logran establecer una actividad económica que pueda sustentarlos.
La mayoría se va con destino al sur, para encontrar trabajo en la zafra y después cruzan la frontera para introducirse al país vecino, casi todos ilegalmente, y encontrar trabajos con salarios por debajo del mínimo.
“El tema de la migración es bastante preocupante, la gente está empezando a marcharse porque la temporada alta de cosecha ya ha pasado y no hay los medios de subsistencia. La gente va a buscar subsistencia, se va a Potosí, a Camargo o a Argentina, para que ellos puedan vivir”, indica Javier Chauque, dirigente de la comunidad Obispo.
Similar opinión manifiesta René Armella, de 45 años, uno de los agricultores de la comunidad de Alta Gracia. Él dice que no hay trabajo para las personas, razón por la cual muchos decidieron migrar a otros lugares.
René es productor de manzanilla y desde hace algunos años atrás empezó a considerar la idea de migrar a otro municipio para vivir. “Estoy a punto de emigrar porque no hay mucho trabajo. Yo tendría que irme a Tarija o a Argentina, no tengo familiares pero tengo que ver cómo sobrevivir, en la ciudad tendría que trabajar de comerciante”, explica.
Doña Seferina Galeán vive en El Puente y explica que los comunarios están en crisis porque migraron a otros lugares como a la ciudad de Tarija, al municipio de Bermejo y a Argentina. “Yo ya estoy pensando irme, este año más voy a aguantar, vivo con mi hijito nomás”, expresa casi al borde de las lágrimas.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), hasta el 2014 el municipio El Puente contaba con 62 comunidades reconocidas y pertenecientes a la segunda sección municipal de la provincia Méndez. De acuerdo a sus estadísticas, allí viven 10.663 habitantes de los cuales el 87 por ciento vive en niveles de pobreza moderada e indigencia, siendo el segundo más pobre del departamento. Sólo el 1,32 por ciento de la población tiene sus necesidades básicas satisfechas.
El Puente ocupa el puesto Nº. 272 de 314 en el Índice de Desarrollo Humano de municipios de Bolivia según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con una relación de 0.466, que es considerado un nivel de desarrollo humano bajo.
Su territorio comprende tres zonas ecológicas con climas y humedad distintas: zona andina, cabeceras de valle y valles. Su producción agrícola es de subsistencia y orientada a la seguridad alimentaria de las familias. Los principales cultivos son maíz, papa, haba, cebolla, trigo, zanahoria, arveja, ajo, oca, papa liza, cebada, vid, durazno, alfa, nogal, granada, tuna y membrillo.
Sin embargo, en los últimos años la escasez de agua ha llegado a mermar los cultivos. Los comunarios piden canales de riego, pero el cambio climático ha azotado a la zona alta del departamento. Más aún aquellos que logran llevar la producción agrícola al margen de la sequía, se deberán enfrentar a otro terrible enemigo: el contrabando.
El secretario de relaciones y comunicación de la central del municipio de El Puente, Ronald Aramayo, explica que los productos de contrabando entran por los límites con el departamento de Chuquisaca además de las fronteras internacionales: papa por Perú y ajo por Argentina.
En Tarija, por ciclo, las 20 comunidades de la zona alta que siembran papa dentro de este municipio llegaron a producir alrededor de 40 a 50 mil quintales de este producto para sacar al mercado departamental, sin embargo esta cantidad de producto no abastece la demanda de la población tarijeña y los productores no se animan a sembrar más cantidad de hectáreas por la fuerte competencia del contrabando.
Deserción escolar
Como consecuencia de este flujo migratorio de las comunidades, las unidades educativas quedan desoladas y el número de estudiantes no es el suficiente para que continúen abiertas, por lo que hasta la fecha cuatro de diez escuelas tuvieron que cerrar por la deserción escolar.
La realidad de las comunidades de la zona alta del departamento aprieta más a los lugareños el segundo semestre del año. Cuando una escuela cierra, los ítems de los profesores deben migrar de igual manera y estos espacios ya no son reemplazados en las subsiguientes gestiones, por lo que es difícil que las unidades educativas se mantengan y los estudiantes que lograron quedarse en sus hogares retornen a clases.
Una de las causas de la migración es la escasez de agua. El elemento vital para riego de cultivos, además de la propia subsistencia de los comunarios, que llega a descender hasta su punto más crítico a partir de estas fechas.
María aún no consigue trabajo fijo. “Es mucho más difícil de lo que se cree. He conseguido lavar ropa en dos casas y estoy ayudando a cocinar a una prima que también me ha dado cuarto. Quiero volver pero ya es más difícil ahora”, dice.
La producción agrícola es el principal sustento
Pueblos fantasmas
Las calles de los pueblos de la zona alta tienen un ambiente desolado y fantasmagórico. De alguna manera, las comunidades fueron abandonadas pero no por conflictos bélicos como ocurre en otras partes del mundo. Aquí, el hambre y la sed hacen que los campesinos se desprendan hasta de las casas que ellos mismos construyeron.
Escuelas vacías
En las escuelas, las aulas parecen inmensas frente al contraste de los tres alumnos que pasan clases. ¿Dónde están los demás? La cantidad de niños y niñas en edad escolar cada vez disminuye en la zona alta por la sequía, la pobreza y el contrabando que obliga a sus padres a desplazarse a otras ciudades.
Producción afectada
Los productores de papa informaron que deben reducir los costos de venta para poder sacar el producto al mercado. En esta gestión redujeron el 50 por ciento de los precios porque no pueden competir con la papa que entra del contrabando. “Es muy difícil la vida del campesino, a veces sólo recuperamos un poco el capital”, explican.
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Supuestamente se fue a buscar trabajo a la zafra en Bermejo, pero según la familia del hombre, las últimas veces que llamó dijo que se encontraba en Argentina. Reveló que consiguió un trabajo en cultivos de flores para una empresa de perfumes.
Después de su cumpleaños, María tomó la decisión de migrar de su comunidad, “yo pensé, ¿Qué voy a hacer aquí con mis hijas? Aquí no hay trabajo, no hay agua, no tengo nada. Entonces me vine a la ciudad para buscar algo mejor”.
“Cuando me vine, no me traje nada más que mi ropa. Me dio pena dejar mi casa, allí he crecido pues. Han crecido mis hermanos, ha muerto mi padre y mi madre. Aunque era poco, era mío. Pero que van a hacer mis hijas después”, dice María mientras le ajusta las trenzas a Sandrita.
La migración de los municipios de la zona alta del departamento de Tarija comenzó hace varios años y continúa en crecimiento. Según el alcalde del municipio de El Puente, Hugo Girón, el 25 por ciento de la población migra de sus comunidades a diferentes puntos dentro y fuera del país porque no logran establecer una actividad económica que pueda sustentarlos.
La mayoría se va con destino al sur, para encontrar trabajo en la zafra y después cruzan la frontera para introducirse al país vecino, casi todos ilegalmente, y encontrar trabajos con salarios por debajo del mínimo.
“El tema de la migración es bastante preocupante, la gente está empezando a marcharse porque la temporada alta de cosecha ya ha pasado y no hay los medios de subsistencia. La gente va a buscar subsistencia, se va a Potosí, a Camargo o a Argentina, para que ellos puedan vivir”, indica Javier Chauque, dirigente de la comunidad Obispo.
Similar opinión manifiesta René Armella, de 45 años, uno de los agricultores de la comunidad de Alta Gracia. Él dice que no hay trabajo para las personas, razón por la cual muchos decidieron migrar a otros lugares.
René es productor de manzanilla y desde hace algunos años atrás empezó a considerar la idea de migrar a otro municipio para vivir. “Estoy a punto de emigrar porque no hay mucho trabajo. Yo tendría que irme a Tarija o a Argentina, no tengo familiares pero tengo que ver cómo sobrevivir, en la ciudad tendría que trabajar de comerciante”, explica.
Doña Seferina Galeán vive en El Puente y explica que los comunarios están en crisis porque migraron a otros lugares como a la ciudad de Tarija, al municipio de Bermejo y a Argentina. “Yo ya estoy pensando irme, este año más voy a aguantar, vivo con mi hijito nomás”, expresa casi al borde de las lágrimas.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), hasta el 2014 el municipio El Puente contaba con 62 comunidades reconocidas y pertenecientes a la segunda sección municipal de la provincia Méndez. De acuerdo a sus estadísticas, allí viven 10.663 habitantes de los cuales el 87 por ciento vive en niveles de pobreza moderada e indigencia, siendo el segundo más pobre del departamento. Sólo el 1,32 por ciento de la población tiene sus necesidades básicas satisfechas.
El Puente ocupa el puesto Nº. 272 de 314 en el Índice de Desarrollo Humano de municipios de Bolivia según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con una relación de 0.466, que es considerado un nivel de desarrollo humano bajo.
Su territorio comprende tres zonas ecológicas con climas y humedad distintas: zona andina, cabeceras de valle y valles. Su producción agrícola es de subsistencia y orientada a la seguridad alimentaria de las familias. Los principales cultivos son maíz, papa, haba, cebolla, trigo, zanahoria, arveja, ajo, oca, papa liza, cebada, vid, durazno, alfa, nogal, granada, tuna y membrillo.
Sin embargo, en los últimos años la escasez de agua ha llegado a mermar los cultivos. Los comunarios piden canales de riego, pero el cambio climático ha azotado a la zona alta del departamento. Más aún aquellos que logran llevar la producción agrícola al margen de la sequía, se deberán enfrentar a otro terrible enemigo: el contrabando.
El secretario de relaciones y comunicación de la central del municipio de El Puente, Ronald Aramayo, explica que los productos de contrabando entran por los límites con el departamento de Chuquisaca además de las fronteras internacionales: papa por Perú y ajo por Argentina.
En Tarija, por ciclo, las 20 comunidades de la zona alta que siembran papa dentro de este municipio llegaron a producir alrededor de 40 a 50 mil quintales de este producto para sacar al mercado departamental, sin embargo esta cantidad de producto no abastece la demanda de la población tarijeña y los productores no se animan a sembrar más cantidad de hectáreas por la fuerte competencia del contrabando.
Deserción escolar
Como consecuencia de este flujo migratorio de las comunidades, las unidades educativas quedan desoladas y el número de estudiantes no es el suficiente para que continúen abiertas, por lo que hasta la fecha cuatro de diez escuelas tuvieron que cerrar por la deserción escolar.
La realidad de las comunidades de la zona alta del departamento aprieta más a los lugareños el segundo semestre del año. Cuando una escuela cierra, los ítems de los profesores deben migrar de igual manera y estos espacios ya no son reemplazados en las subsiguientes gestiones, por lo que es difícil que las unidades educativas se mantengan y los estudiantes que lograron quedarse en sus hogares retornen a clases.
Una de las causas de la migración es la escasez de agua. El elemento vital para riego de cultivos, además de la propia subsistencia de los comunarios, que llega a descender hasta su punto más crítico a partir de estas fechas.
María aún no consigue trabajo fijo. “Es mucho más difícil de lo que se cree. He conseguido lavar ropa en dos casas y estoy ayudando a cocinar a una prima que también me ha dado cuarto. Quiero volver pero ya es más difícil ahora”, dice.
La producción agrícola es el principal sustento
Pueblos fantasmas
Las calles de los pueblos de la zona alta tienen un ambiente desolado y fantasmagórico. De alguna manera, las comunidades fueron abandonadas pero no por conflictos bélicos como ocurre en otras partes del mundo. Aquí, el hambre y la sed hacen que los campesinos se desprendan hasta de las casas que ellos mismos construyeron.
Escuelas vacías
En las escuelas, las aulas parecen inmensas frente al contraste de los tres alumnos que pasan clases. ¿Dónde están los demás? La cantidad de niños y niñas en edad escolar cada vez disminuye en la zona alta por la sequía, la pobreza y el contrabando que obliga a sus padres a desplazarse a otras ciudades.
Producción afectada
Los productores de papa informaron que deben reducir los costos de venta para poder sacar el producto al mercado. En esta gestión redujeron el 50 por ciento de los precios porque no pueden competir con la papa que entra del contrabando. “Es muy difícil la vida del campesino, a veces sólo recuperamos un poco el capital”, explican.
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