Día Mundial del Bikini
Bikinis: 79 años conquistando al mundo
La prenda más pequeña con el poder más grande sigue revolucionando el concepto de libertad, medio metro de tela a la vez.



Era julio de 1946 cuando Louis Réard detonó una bomba que no mató a nadie, pero revolucionó para siempre la forma en que las mujeres se relacionan con su cuerpo, el sol y la libertad. El bikini nació con escándalo, ninguna modelo profesional quiso usarlo y Réard tuvo que contratar a una bailarina de cabaret para lograr presentar la prenda.
Mientras Europa intentaba recomponerse tras la Segunda Guerra Mundial, un diminuto pedazo de tela hizo detonar otra revolución. Réard, con sentido de espectáculo, lo bautizó como la bomba que acababa de explotar en el Atolón de Bikini. El mundo no estaba preparado para tanta piel, tanta audacia, tanta libertad condensadas en tan poca tela.
Para muchas mujeres, la maniobra se convirtió en una declaración de libertad, sensualidad y control del cuerpo propio. Durante años, el bikini fue censurado en playas y películas, pero cuando Brigitte Bardot lo lució en Cannes y Ursula Andress emergió con él del mar en Dr. No, ya no había manera de (no) mirar atrás.
El bikini pasó de ser pecado a ser símbolo, de la provocación a la pasarela, de lo prohibido a lo popular. Cada verano (invierno en nuestro caso), en cada portada y cada feed de Instagram, el bikini cumple con su destino: detener las miradas, contar historias, y hacer que el sol brille un poco más.
Pero es quizá más importante por activar la revolución personal de cada mujer, que se enfrenta consigo misma, con sus miedos, y con la relación que tiene con su propio cuerpo. El bikini, la prenda que no miente, que no disimula, que no esconde. La prenda más pequeña con el poder más grande. La pura honestidad textil.
A propósito, lee las historias de Katherine Añazgo y Angélica Romero para más. Te van a encantar.