Paloma Gutiérrez León: “Lo chapaco olvida la sangre de nuestra historia”
Entrevista exclusiva con la coordinadora de la Biografía Colectiva Tarija, donde da cuenta de los pliegues y hallazgos de su proceso.



Pura Cepa (PC). ¿Qué significa coordinar la biografía colectiva de Tarija?
Paloma Gutiérrez León (PGL). Significa muchos arrebatos, la verdad. Me dicen, “queremos encargarte que hagas la biografía de Tarija. Cada departamento va a tener la suya”, y esta idea de rescatar a los olvidados me ha enganchado. Hay un montón de gente que no se conoce, que no ha salido a la luz, por ejemplo, una mujer chaqueña que declama sus propias composiciones y tiene una capacidad poética asombrosa. He imaginado ese tipo de investigación, pero luego supe que era una consultoría muy puntual y con poco tiempo para entrevistar personas. Yo tenía todo: cine, teatro, danza, literatura, artesanía. Me he puesto a buscar al que hace las ojotas, a las que hacen comidas, a los jardineros. Tenía muchísimos perfiles. Luego me dijeron: “Nosotros tenemos una lista”, y vi que me estaba sobrecargando de trabajo. A partir de la colaboración y el trabajo de otros, como don José Paz Garzón, hice un clic y pensé el trabajo de otra manera.

PC. Dentro de tu obra personal, ¿qué significa este trabajo?
PGL. No sé cómo ubicarlo. Cuando me dicen que es “mi libro”, siento que no lo es. No puedo ponerme a hablar de autores que no he leído, o que conozco muy poco. No es una obra literaria, es un trabajo de sistematización para dar a conocer lo que hay en Tarija para quien le interesa ver qué hay y buscar más. Y para eso he rescatado lo que había de crítica, ensayo, lecturas, y por supuesto, extractos de obras. Entonces, está del lado de mi trabajo de investigación. He escrito reportes y libros a partir de investigaciones, soy académica y sigo trabajando en eso. Entonces, entra ahí. Pero con el componente del arte y la cultura, hay otra perspectiva. Por ejemplo, ha sido muy hermoso encontrarme con Roberto Echazú.
PC. ¿Qué has descubierto de él?
PGL. He descubierto la poesía desde la intimidad de una vida de ausencia. También sé que mi sesgo en algunos casos es una aproximación lacaniana. Pero cuando a él le preguntan por qué escribe, dice: “Cuando era niño, estaba jugando en el río y levanté una piedra y encontré diez víboras. Y me quedé espantado por lo que había visto. Y cuando volví, había solo nueve. La busqué por todas partes, y nunca hubo la décima. Y esa décima faltante es la que me llevó a escribir poesía”. Parece el objeto perdido, que se retira cuando se explica el fantasma, que es un concepto freudiano de la subjetividad. Y sus versos abarcan una profundidad tan densa, en cinco líneas. Me parece una genialidad especial que contrasta con su vida, porque todos hablan del “Robertito”, todo era un diminutivo, muy chistoso, muy ocurrente, muy borrachito, muy para afuera, muy amiguero y tal, y es un tipo que escribe eso, que habla de sus vacíos, de los silencios. Eso me alucina, ver lo que sale hacia afuera y lo que no se ve.
PC. Después de mirar tantas biografías, ¿cuál sería tu diagnóstico psicoanalítico de la cultura tarijeña?
PGL. No lo he procesado mucho, pero me ha gustado ver los contextos históricos a lo largo del siglo XX. Al principio, era muy fuerte que las familias pudientes manden a sus hijos a estudiar fuera, y el destino para casi todos era la universidad de Sucre. Después, es Argentina, La Plata, Córdoba, Rosario. Y después de la Revolución del 52, un destino muy fuerte era La Paz. Hay un nexo entre el derecho, la diplomacia, la escritura, la política, el periodismo, a través de varias personas, hombres casi todos. Las mujeres, maestras en el mejor de los casos. En Tarija, lo más fuerte son las letras, la música también en otra línea, y lo folclórico que despolitiza, aunque están Los Montoneros de Méndez, que es el grupo más politizado en el folclore porque les interesaba. Era muy fuerte el interés por lo chapaco, y es curioso que a uno de los investigadores más serios del folclore, Víctor Varas Reyes, no se lo conozca ahora. En su libro el Castellano Popular de Tarija, me pareció que está mostrando la raíz profundamente clasista, racista, y cómo se va configurando lo chapaco. Toda la constitución colonial que ha marcado la historia de estos pueblos no puede omitirse para hablar de la identidad. Y en las últimas décadas, lo chapaco se realza en una élite que olvida completamente esa perspectiva histórica. El chapaco es el que toma vino, el que cuenta buenos chistes, el que tiene buenas mozas y sabe golpear, y siempre está sonriendo, es un gran anfitrión, y así. No se mira en absoluto el origen de la palabra, el “chapalear”, y menos la historia de las mozas chapacas, en una línea patriarcal muy dura. Lo doloroso, la sangre que hay en la historia de lo que ahora somos, quedó tan olvidada. O los modos de hablar que vienen del lumpen español, que fueron los que llegaron aquí, aunque ahora somos “la Andalucía boliviana”.
PC. Un grupo tomó la identidad de otro para pretender una igualdad y evitar la pelea, haciendo del origen de uno la manera de dominarlo. Es una estructura vertical disfrazada de igualdad, de identidad.
PGL. Sí, es cierto. Lo he visto con mucha claridad cuando hubo el problema de la autonomía. Me acuerdo de compañeros muy humildes y confrontados, aunque no directamente, con una élite tarijeña muy cerrada, muy rígida, que de repente aparecía gritando, “¡Autonomía, hermanazo!”. ¿De dónde “hermanazo”? Era un intento de igualarnos lo más posible bajo el mismo supuesto paraguas, la autonomía. Pero bueno, otro hito notable del siglo XX es la Guerra del Chaco. Han pasado cosas durante ese periodo en la ciudad, en las familias, en los cuerpos. No mucho en la producción artística, porque no parecería que haya sido algo que marcó la escritura como en otros lugares. La creación de la universidad también ha ligado a muchos de estos señores, porque escribían y estaban involucrados en el mundo intelectual. Víctor Paz Estenssoro ha sido muy político, pero sobre todo un gran intelectual, historiador, estadista. Entonces, por un lado, están los autores con una producción muy vinculada a Tarija, a su identidad, paisaje, historia y tradición, y por otro lado están los artistas que se desmarcan y son más universales, como Roberto Echazú, Julio Barriga, o María Virginia Estenssoro, con esa mirada amplia, personal.
PC. ¿Cómo ves el futuro del arte y la cultura de Tarija?
PGL Me parece que en los últimos tiempos se ha enriquecido porque se ha pluralizado, a pesar de muchos que a lo mejor preferían mantener una Tarija más ceñida a lo que supuestamente es. Se han roto esas fronteras y ha irrumpido otra cosa que trae sus propias prácticas y tradiciones culturales. La migración ha dado lugar a eso, y creo que la gente que ha vivido desde los silencios de la segregación han ido haciendo y ocupando otros espacios para habitar la vida de la ciudad. Por eso, me parece inútil ese debate sobre qué es lo tarijeño. Están pasando cosas que, si no se las ve, nos quedamos muy rezagados. Claro, hay a nivel discursivo y en un círculo cada vez más reducido una necesidad de imprimir ciertos rasgos y estatus a lo que es lo tarijeño. Pero el sentido de lo común se ha pluralizado. Entonces, tengo mucha esperanza de que esto vaya a más y que la producción artística cultural en Tarija se sostenga en la diversidad de voces, formatos y formas. Me sorprende la presencia de lo cuir, que cuestiona los colores, los cuerpos, las relaciones y la sexualidad, y creo que es gracias a que ha habido un proceso político, social, histórico, que ha desbordado los pronósticos y los cálculos, incluso estatales, porque son las fuerzas reales las que aparecen. Cuando salió Mario Cossío y tomó el poder Lino Condori, la plaza ya nunca fue lo mismo. Les guste o no, entraron las ojotas a ocupar cargos de poder, y sabemos también que hay liderazgos políticos campesinos que aparecen asumiendo las formas de los opresores. Lo que sí me preocupa del futuro del arte es la inteligencia artificial. Puede ser interesante como recurso, pero termina haciendo que todo sea igual. Y ahí ya no alcanzo. Me da un poco de susto.